Que me pongo wilddera de corazón...
Temores Concebidos.
Capitulo 3
A ella le gustaba caminar por el hospital. Le gustaba andar por ahí, ver a la gente feliz pasar por que se han recuperado de su enfermedad, o ver el pesar de algunos en sus caras, la infelicidad y el temor que eso les produce. Le encantaba todo eso. Su función en ese hospital era la de velar por el bienestar de todos allí, más que por el suyo propio.
Tenía la falda arrugada y la chaqueta un tanto alborotada, las mejillas teñidas de un rojo furia y en su mirada un pesar ya cotidiano… sus deseos siempre se veían trucados por algo, quizás ese dios en el que todos creían no quería que fuera feliz. Estaba todos los días cansada de tener que soportar sus falencias y que todo, y de una vez por todas, le resultara… no solo el embarazo, no solo el despertar sola todas las mañanas, porque no se tiene nadie a tu lado. Sus falencias se hacían cada vez más y más insoportables.
Se sentó en una banca en las afueras del hospital. La primavera y el verano se estaban juntado, porque ya comenzaba a hacer calor, el ambiente estaba un tanto humedo y los árboles florecían cada vez más. Ahora todo eso le ponía nerviosa, hace unos momentos no, pero ahora si. Siempre pensó que Wilson sería alguien delicado, que jamás le haría daño a nadie… le conocía de hace años, pero sin quererlo ni pensarlo, él le hacía un daño. Le decía que no con total soltura, le dolía que lo hiciera, le negaba su última opción de ser madre de una vez por todas.
¿La última opción?
Definitivamente no era la última opción, quizás él la tomó como tal… pero no era así, todavía quedaba mucho banco de esperma, mucho llorar y patalear por un hijo… pero, ¿Porqué le había pedido a Wilson que engendrara a su hijo?¿Cuál era la verdadera razón? Tenía un ADN perfecto, era amable, generoso, caballero, bien parecido y deseable por casi todas las mujeres del hospital, eso ella lo sabía. Era un amor de persona. Es médico, inteligente. Es el patrón de hombre perfecto para cualquiera. Pero siempre estaba esa pizca de sabor en el asunto, había algo más en él que le hizo pedirle su esperma. Wilson era un hombre, y uno muy dañado.
No se había parado a pensar en la realidad de las cosas. Ella quería recibir de él un nivel de daño. Un acto masoquista, si lo era.
Es simplemente completo. En el momento en que ese beso que se dieron en su oficina podría jurar que en su mente pasaron imágenes de un tono dudoso, que ahora le harían sonrojar, pero que antes a la perfección pudo haber llevado a cabo.
Y había cometido un enorme error al haberle mirado de esa forma, él no tenía la culpa de sus faltas, él no tenía la culpa de ser como era.
Un patrón de hombre perfecto.
~
Se daba vueltas por su escritorio, recogiendo cosas del suelo, botando algunas cosas a la basura… pensando.
Se había comportado como un total insensible. Sabía perfectamente de las intenciones de Cuddy de ser madre a las alturas de su vida. Sabía muy bien que el nunca fue la primera opción, pero tampoco la última. Y eso le dolía.
Saber que para muchas personas era la última prioridad era devastador.
En cambio, ahora pensaba en como le podría volver a hablar con total normalidad a ella, sabía que no le hablaría por mucho tiempo, que estaba sentida y enojada con él por haberle negado lo que ella quería, pero él no era Santa Claus como para darle todos los deseos que quisiera, tampoco era un genio encerrado en un botella. Ella esperaba mucho de él.
Tampoco no era cosa de ceder y listo. Se suponía que hacer un hijo en si requería de sus implementos, los tiempos había cambiado, pero la idea principal era la de siempre. Un hijo es un fruto nacido del amor entre dos personas. Y ellos dos no tenían ningún tipo de relación al respecto. Eran solo dos perfectos desconocidos que se veían las caras todos los días. Que compartían una amistad en común. Que compartían el vago sentimiento de la soledad, y que esa soledad les hacia conocerse. Más a fondo de los que se cree.
Después de todo, si tenía que convivir con ella… tendría que aclarar varios puntos con ella.
~
Tocó su puerta esperando a que nadie le atendiera ni que le respondiera. Hoy no era un buen día para llegar y pasar.
Nada.
Llamó una y otra vez esperando alguna señal de vida. Otra vez nada. Bueno, tendría que ser por la fuerza de la costumbre. Dio vuelta la manilla y entró con mucho cuidado a la oficina. Ya era tarde, eran aproximadamente las 8 de las tarde y ya se había oscurecido con normalidad, las luces estaban apagadas y el silencio reinaba allí adentro… todo le parecía muy extraño, demasiado para su gusto.
-¿Quién anda ahí? - una voz ahogada habló. Era Cuddy.
- Soy yo…Wilson- cerró la puerta con cuidado. Escuchó una exclamación de enojo de parte de Cuddy.
-¿Qué haces aquí? - preguntó ella.
- Yo quería aclarar algunas cosas… - Wilson trató de prender la luz, pero la mano d Cuddy en la oscuridad le detuvo.
- No, el punto era fácil, y ya me has respondido, no hay nada que aclarar - trató de sacar su mano sobre la de Wilson, pero se le hizo imposible al verse de nuevo atrapada por la de él.
- ¿Eso es lo único que quieres? ¿Mi semen en un recipiente listo y dispuesto para que sea tuyo? ¿Ser madre a costa de qué? - A James cada vez más le costaba hablar, sentía su voz cansada y su mente también. No quería más guerra.
-Jamás te dije “Quiero tu esperma en un recipiente, Wilson” - quería escapar de él. Necesitaba hacerlo.
- Es la única forma en la que quieras mi esperma, Lisa -
- Lo que yo dije fue que…- pero él le interrumpió.
- Tengamos a tu niño, se feliz. Pues es la única forma en la que dejaras de molestar a todo el mundo - respiró un poco - Si quieres joder conmigo, dilo y ya. Te embarazaras y ya. Y todos tus problemas estarán resueltos. Sólo dime lo que quieres -
- Quiero dejar de ser infeliz - y salió por la puerta. Desesperada.
Nadie puede conseguir siempre lo que quiere.