¡Guardias! ¿Guardias? [Pratchett, Terry]
Con el patricio siempre pasaba lo mismo, reflexionó amargamente. Acudías a presentarle una queja de lo más razonable, y lo siguiente que sabías era que te estabas retirando caminando de espaldas, haciendo reverencias y satisfehcho de seguir con vida. Eso habías que concedérselo al patricio, admitió de mala gana.
[...]
Siempre resultaba difícil enterder el peculiar sentido del humor de Lord Vetinari [...] Una de las mejores contribuciones del patricio a las reformas de Ankh-Morphork había sido legalizar el antiguo Gremio de Ladrones [...] Así, un poco más adelante, el patricio volvió a reunir a los ladrones y les dijo, oh, por cierto, ahora que me acuerdo..., vaya, no sé qué iba a decir... ¡Ah, sí!
Sé quiénes sois, les dijo. Sé dónde vivís. Sé qué clase de caballos tenéis. Sé a qué peluquería van vuestras esposas. Sé los nombres de vuestros encantadores hijos, por cierto, ¿cuántos años tienen ya?, cielos, cómo pasa el tiempo, y sé dónde juegan. Así que no olvidéis nuestro acuerdo, ¿vale? Y sonrió.
[...]
―Nunca construyas una mazmorra en la que no querrías pasar una noche ―respondió el patricio, al tiempo que extendía la comida sobre la tela―. El mundo sería un lugar mucho más feliz si la gente recordara eso.
―Todos pensábamos que habías hecho construír túneles secretos, y esas cosas.
―Ni se me ocurrió, ¿para qué? ―replicó el patricio―. No podría dejar de huir jamás. Qué falta de eficacia. Mientras que, aquí, estoy en el centro de las cosas. Espero que comprendas esto, Vimes: nunca confíes en un gobernante que deposita su fe en túneles, refugios y rutas de escape. Lo más probable es que no esté dedicándose de pleno a su trabajo.
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Siempre resultaba difícil enterder el peculiar sentido del humor de Lord Vetinari [...] Una de las mejores contribuciones del patricio a las reformas de Ankh-Morphork había sido legalizar el antiguo Gremio de Ladrones [...] Así, un poco más adelante, el patricio volvió a reunir a los ladrones y les dijo, oh, por cierto, ahora que me acuerdo..., vaya, no sé qué iba a decir... ¡Ah, sí!
Sé quiénes sois, les dijo. Sé dónde vivís. Sé qué clase de caballos tenéis. Sé a qué peluquería van vuestras esposas. Sé los nombres de vuestros encantadores hijos, por cierto, ¿cuántos años tienen ya?, cielos, cómo pasa el tiempo, y sé dónde juegan. Así que no olvidéis nuestro acuerdo, ¿vale? Y sonrió.
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―Nunca construyas una mazmorra en la que no querrías pasar una noche ―respondió el patricio, al tiempo que extendía la comida sobre la tela―. El mundo sería un lugar mucho más feliz si la gente recordara eso.
―Todos pensábamos que habías hecho construír túneles secretos, y esas cosas.
―Ni se me ocurrió, ¿para qué? ―replicó el patricio―. No podría dejar de huir jamás. Qué falta de eficacia. Mientras que, aquí, estoy en el centro de las cosas. Espero que comprendas esto, Vimes: nunca confíes en un gobernante que deposita su fe en túneles, refugios y rutas de escape. Lo más probable es que no esté dedicándose de pleno a su trabajo.