Sobre memoria, recuerdos y olvidos

Apr 19, 2009 22:09

Espero poder terminar este post sin dejar nada fuera. Es que, sí, mi memoria es horrorosa. A veces olvido cosas apenas me las dijeron. Y no es que no preste atención, es que mi cerebro tiene una forma muy extraña de seleccionar lo que retiene.

La cuestión es que esta semana me acordaba de dos frases: "Querer tener algo para recordarte sería admitir que puedo olvidarte". "El ser humano tiende a olvidar los momentos felices; por eso saca fotos de bodas y nacimientos, pero no vemos fotos de funerales y separaciones".

Me puse a mirar fotos viejas, y me di cuenta de que me había olvidado de mucha gente. Gente que me marcó de verdad, que formó parte de lo que es el moldeado de mi carácter, de lo que soy hoy. Gente que no debería haber olvidado, por muchas cosas que me pasaran.

Horror de memoria. Un verdadero horror. Como ayer, que me encontré con mis ex-futuros-suegros, y si no venían a saludarme era probable que ni siquiera los notara. O hace una semana, que me crucé con ex-alumnos de la ayudantía, y si no era porque estaban en el pasillo posiblemente ni me hubiera acordado de las caras de muchos. Y no es por maldad, de verdad.

Me olvidé de casi todo mi tercer grado de primaria. Y de buena parte del cuarto. Me olvidé de pedazos de quinto y sexto. Me olvidé del Preámbulo de la Constitución, pero me acuerdo de "Nunca te olvidaré", de Enrique Iglesias (que estaba sonando cuando estudiaba el Preámbulo).

También me olvidé de la primera vez en años que vi al chico que me gusta, cuando aún no me gustaba y sí recordaba que jugábamos juntos cuando él era bebé.

Me olvidé un gran trozo del verano 2002-2003. Y me olvidé de mucho de lo que hacía fuera del colegio entre los años 2000 y 2002.

Sin embargo, recuerdo que cuando estaba en tercer grado cantaba en el coro del colegio. Y que ese mismo año un grupo de mis compañeros me tendió una trampa en la que terminé firmando el acta de sanciones. Recuerdo que en cuarto grado mis compañeros tomaron su primera comunión. Que en sexto grado la profesora de Matemática decía que yo sería profe de Matemática, y yo le contestaba que odiaba la materia. También ese año me bauticé, y bajé 10 kilos de peso. Me acuerdo de que mi maestra de Ciencias Sociales me puso un 10 en el Preámbulo, pero que la lección sobre Urquiza me la calificó de desastrosa.

Recuerdo como si lo estuviera viviendo ahora el dolor desgarrante que sentí cuando el pastor de la iglesia a la que acudí entre el 2000 y el 2002 nos dijo a mi familia y a mí que no podíamos congregarnos más en ese lugar; nos echó. Y ese verano aprendí inglés con el diccionario Inglés-Español, pero tengo muy borrosa la parte de relaciones sociales. Sería que apenas las hubo.

Recuerdo mi primer beso. Y recuerdo haber deseado que fuera con otra persona.

Mirando fotos empecé a recordar rostros, situaciones, momentos...

Y concluí que olvidé la mayoría de los más felices... Esos que las fotos inmortalizaron para que pueda volver a traerlos al presente. Y tengo grabados a fuego los más dolorosos, los que se clavaron más profundo. Los que preferiría no recordar jamás, pero que mi empeño por dejar de lado parece hacerlos más y más nítidos.

¿Y por qué? ¿Por qué se hace tan olvidable lo feliz? ¿Será que lo tomamos con ligereza, que no lo pensamos lo suficiente cuando lo vivimos? ¿Será que los momentos difíciles nos hacen meditar, repensar, dar vueltas sobre lo mismo, y así sedimentan en nuestra memoria de forma más permanente?

Pero hay otro tipo de olvidos. Los cotidianos. Como cuando me mandan a tender la ropa, y nadie me cree que de verdad no es a propósito. Pero recuerdo muy bien que, por decir algo, antes de eso me estaban hablando del último caso policial que pasaron en el noticiero. Quizá es porque presto más atención a lo que apela a mi intelecto y razonamiento, y algo menos a lo que requiera una tarea de la casa. No sé, y tampoco me interesa mucho saberlo. Quizá si me doy cuenta cuál es el punto donde pierdo esa información, lo soluciono, y paso a sentirme obligada a hacer todo eso que ahora no me va ni me viene. Y no es la idea, claro.

Lo que sí quiero es hallar el secreto para los primeros olvidos que mencioné, los importantes. Los que hacen a la historia personal.

Igual, antes de terminar, puedo puntualizar una cosa: de la persona a la que amo no me olvido. No importa cuánto se pueda empeñar él por alejarse. No importa que no aparezca en mis fotos de los últimos meses. El amor lo ha fijado en mi memoria. Y aunque intentara olvidarlo, tampoco podría.

reflexiones, aj, memoria

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