Autor:
moon_overdoseRating: PG13
Género: Tragedia, Angst
Advertencias: Slash. Muerte de un personaje.
Notas de autor: Participa en el
1er Concurso de Fan Art & Fics de Slash Fever. Con dedicatoria a
neyade,
dai_vampire,
delasnieblas y Siesna. Atentos, porque tres o cuatro frases son traducciones de pedazos de lyrics de MCR;)
Cuando el amanecer entra con decadencia en la habitación de Gerard, él se despierta y su corazón sigue cansado de tantos latidos innecesarios.
Se encierra en el baño, se ducha con agua hirviendo que le hace doler la piel y le limpia el corazón.
Desayuna y sale de casa, sube al coche. Mira las llaves unos segundos y lo pone en marcha, empieza a conducir sin prestar mucha atención al camino que hace, sin importarle poder tener un accidente o equivocarse de camino.
Después de todo su destino será un ensayo hueco de una banda derrotada y sabe perfectamente lo que le espera los días del resto de su vida, y no quiere eso y no quiere saberlo, porque le duele tener la certeza de que sin Frank no tiene fuerzas para sonreír y pensar mañana será otro día en cuanto su mundo empiece a derrumbarse.
Duele saber que llegará a casa esa tarde y volverá a su rutina de autodestrucción.
Volverá a herirse cuando vea en el mueble de la entrada esa foto de Frank que le mira sonriente y jamás logrará voltear sin sentirse culpable por ello.
Dejará la chaqueta sobre el sofá de cualquier manera y encenderá el estéreo. Entonces inundarán la habitación las notas del último disco que Frank puso y que Gerard no tiene valor para sacar de ahí y se abrirán todas las heridas que dejaban de sangrar en su presencia.
Apagará el estéreo enfadado con el mundo y pensando en el gilipollas de Frank y recogerá su chaqueta. Entrará a la habitación y abrirá el armario para colgarla.
Llorará cuando vea colgada de una percha esa camiseta que Frank jamás le pidió que le devolviese tras haberla perdido entre el suelo y la ropa de Gerard, una de esas noches que estuvieron haciendo el amor hasta que se quedaron con los corazones en carne viva.
Y deseará haber muerto en lugar de Frank y poder vender esa casa que le recuerda a él en cada esquina, arrancarse el corazón para que deje de recordarle que no puede echarle la culpa a nadie y pagar su enfado con ese alguien. Porque nadie tuvo la culpa.
Y no quiere condenarse a vivir así el resto de su vida, por eso Gerard Way esta noche no se acerca al mueble del baño para coger un puñado de Xanax y tomárselo y meterse en la cama a no dormir.
Coge de detrás de la puerta, donde sabe que Frank solía dejarla, a Texas dentro de su funda y abre el bolsillo pequeño. Dentro todavía hay algunas letras de canciones que él y Frank estuvieron componiendo y un folio lleno de te quieros que acabaron escribiéndose aquella tarde hace una semana.
Encuentra un folio en blanco y empieza a escribir una nueva canción. No sabe qué contará pero hablará de Frank. Contará historias de cuánto se querían y sonará triste y hueca por la falta de un guitarrista que Gerard no quiere reemplazar jamás. Y se llamará When people leave.
Este es el principio de algo grande, doloroso e irreversible. De una oscura depresión. Ya está cansado de fingir que Frank no le duele y su recuerdo no le atormenta. Si con cada aliento no puede hacerlo volver de la muerte, lo hará con cada canción.
Se deja caer en la cama y se hace un ovillo porque siente que todo está frío a su alrededor y llora como nunca jamás en su vida ha llorado. Derrotado, abatido, dolorosamente tranquilo.
Chilla hasta quedarse sin voz y cuando vuelve a amanecer aún no ha dejado de llorar, tiene los ojos hinchados y las manos blancos de tanto apretar y retorcer la sábana entre los puños.
Abre la puerta del baño y se mira al espejo, tiene ojeras. Se ha reducido a un corazón que late, un cuerpo que se mueve y un cerebro que piensan de forma mecánica. No quiere vivir el resto de su vida en ese estado de shock permanente. Es hora de cambiar.
Le sonríe sereno a su reflejo, como Frank acostumbraba a hacer cuando nada iba bien y no tenía intención de ocultarlo, y en voz baja y cantarina susurra:
-Esto, esto es por ti Frank.
Vacía el bote de Xanax en el váter, y luego el de los antidepresivos y deja que se los trague todos. Sale y saca el CD del estéreo, lo mete en su caja de nuevo y cambia la foto a un sitio donde no le abofetee cada vez que entra en la casa que solía parecer tan acogedora.
Quizá era por el olor de Frank que impregnaba las habitaciones indicando a Gerard que había estado allí, o sus notas de letra descuidada en las que sólo dejaba escrita la hora a la que volvería, unos acordes que no quería olvidar o un te amo.
Antes era diferente, tal vez era por la certeza de que al llegar siempre habría alguien esperándole, o una pista de que Frank había pasado por allí. Ahora la casa se ríe de él, se ha vuelto como una especie de teatro frívolo. Las paredes de un blanco que antes le parecía relajante ahora son de un blanco que le recuerda a las habitaciones de hospital, y siente que un frío terrible le azota todos los sentidos, le castiga.
-Nothing you can say can stop me going home… - tararea y se para un momento ante la foto colocada en la estantería de los CD’s - ¿Me has oído? Nadie podrá detenerme, voy a volver a casa Frank. Donde siempre debimos estar.
Hace su maleta con prisas, ya volverá a recoger las cosas que no se lleve ahora. Saca de debajo de una planta en el balcón la llave del apartamento de Frank.
La noche en que Frank se despeñó en una curva iba conduciendo hacia casa de Gerard.
No es que con esto pretenda echarse las culpas porque sabe que eso no es así, y si Frank pudiese aparecérsele se lo diría. Después probablemente le sonreiría con serenidad y le diría te quiero, idiota. Pero eso no va a pasar y no es sano pensar en ello tras haber tirado los tranquilizantes, antidepresivos y demás mierdas por el váter.
Lo único que pretende cuando sale de casa con la bolsa de viaje en el hombro y las llaves del coche en la mano, es volver al apartamento de Frank. Es su manera de acabar con todo el dolor, sentirse en casa. Más vale tarde que nunca.
Con ese pensamiento martilleándole en la cabeza mete las llaves para encender el motor y arranca el coche para conducir hasta llegar a un destino que tenía olvidado.
Abre la puerta y deja caer la bolsa en el suelo. Enciende todas las luces porque no le gusta cómo se siente la oscuridad.
Entra a la cocina, saca un yogur de la nevera y camina hacia el estudio. Se recuesta en el sofá tras encender la televisión y come por primera vez en días.
Y cuando vuelve la vista a la pequeña mesa del estudio, suspira y susurra.
-Por fin en casa, Frank. Por fin en casa.