Apr 20, 2008 14:20
Era lo que me aterrorizaba en la academia. Ya sabes, esas cosas que piensas y te preguntas pero sobre las que sabes que nunca tendrás respuesta hasta que ocurra. La velocidad de reacción. Haces esos juegos, de pequeña, esas preguntas a las que todos responden lo correcto y entonces alguien dice “Ya, pero nunca sabes cómo vas a reaccionar.”
(Tiene sujeta su mano, tomándole el pulso. Habla por hablar fingiendo esa tranquilidad que tampoco supo nunca si sería capaz de fingir en una situación así. Por supuesto, eso no lo nombra. Le mira fijamente a los ojos a pesar del esfuerzo que implica verle así. Está aterrorizado. Pero han pasado años y Scully ya sabe con seguridad que lo está haciendo bien, que le está transmitiendo toda la tranquilidad que no tiene.)
Así que ahí estás, en la academia digo, sabiendo que ya te observan y te analizan para determinar si vas a valer para ello. Tu reacción cuando nombran lo que sin duda ocurrirá: Disparar sin errar el tiro, tomar la decisión cuando hay rehenes, adivinar. No lo llaman así, no al principio, sólo cuando ya has oído muchas cosas, hecho muchas dramatizaciones, a alguno se le escapa que vas a tener que adivinar quién es quién, adivinar si tienes delante a un asesino o no cuando es tu vida la que peligra.
(El pulso más lento pero constante. El terror clavado en sus ojos. La idea cruza su mente, es todo lo que puede hacer)
Tranquilo, voy a mover tus párpados un momento, ¿de acuerdo?
(Médico de nuevo. Eso también sabe serlo. Tranquilizar al paciente hablando de nada, explicar lo que vas a hacerle paso a paso. Le baja los párpados y sabe a qué se parece eso. Resiste aún así contando hasta cinco antes de elevarlos de nuevo. Se inclina sobre él hablando en un susurro.)
Ya están llegando. No va a pasarte nada. Sé que es terrible pero estoy aquí y no pienso dejar que te pase nada. Llegarán a tiempo y todo estará bien.
Ocurre después de todo, Mulder, que sales a la calle con todas esas preguntas esperando la respuesta definitiva. Acaba el gran ensayo y llega la realidad. Y es duro darte cuenta de la diferencia. De en cuántos momentos vas a estar al límite sin saber si reaccionarás a tiempo. De hasta qué punto las pistas, los detalles que te ayudan a decidir, son tan sutiles que quizá no puedas verlos.
¿Oyes las sirenas? Ya están aquí. Todo va bien. Voy a volver a hacerlo, ¿de acuerdo?
(Los dedos no tiemblan la segunda vez que los coloca sobre sus párpados para deslizarlos, contar hasta cinco diciendo “no es nada”, sonreír antes de subirlos de nuevo. Grita un “Estamos aquí” a los enfermeros y vuelve a mirar los ojos aún aterrados que han sido esta vez señal inconfundible, salvándoles a ambos)
Ya es sólo un momento. Todo va a salir bien. Por cierto, se quedan cortos en lo de la importancia de los compañeros. Sin ti no lo hubiese adivinado, no lo hubiese visto, nunca lo habría sabido. Gracias por salvarme la vida, Mulder.
yuvia