Mar 09, 2008 03:47
Ese instante en que ya no quedan opciones. Ese es el que temes, el que has temido siempre, el que sabes que podrá contigo mientras vivas. Este instante en que ni siquiera vale ya resistirse a la gravedad, arrastras la espalda contra la pared y las lágrimas de días estallan. Este en que sabes que no vas a salvarla, que no vas a vengarla, que no vas a curarte de esto (ya, eso no importa, pero está ahí), que no has hecho todo lo que podías, y que sencillamente nada importa.
Muere.
Melissa es una gran chica y envidias su fe. Maggie una gran mujer y envidias su fuerza.
Tú eres el que no es de la familia, el que lo provocó todo, el que no estuvo mientras ella pedía auxilio, el que no puede hablarla ahora, el que no tiene la entereza para cumplir su deseo, era mucho más fácil firmar como testigo, sin pensar siquiera en la posibilidad, cuando ella te lo pidió.
Tu firma junto a la declaración de que Dana Catherine Scully no desea ser mantenida con vida por métodos artificiales.
Aún rodillas en el suelo y lágrimas cuando decides que sí, que no lo pensaste en ese momento pero sí, era su deseo.
Muere.
Coger su mano y decir cosas, a unos oídos dormidos, a un cuerpo caliente pero inerte.
Ya está. Entre el caos del apartamento destrozado por los mismos que la llevaron a esa muerte, a los que no has cogido por estar junto a ella cogiendo su mano, diciendo cosas, aceptas que ya está.
Muerta.
Sin saber que ella siente que debe volver, y en parte es por ti.
Melissa es una gran chica y envidias su fe, Maggie una gran mujer y envidias su fuerza.
Y. muy en el fondo, sabes que envidias a Scully por ambas cosas, y por ser capaz de sentir más allá de lo explicable.
Pero, eso, ya lo sabrás.
yuvia