(no subject)

Oct 31, 2007 10:46


-         Pero no crea que “he ganado”- dijo Camarero, a la pandilla de los Casado los han detenido en Lisboa cuando estaba a punto de coger u vapor para Brasil.

-         ¡Vaya! Eso si que es un contratiempo importante para sus pesquisas. Entonces, si no fueron los casado ¿Quiénes fueron Sr. Casado?

-         No lo sé. Aunque como Ud. sabrá no solo existe una cuadrilla que se dedica a asaltar casas. Supongo que será alguna de las que ya tenemos constancia, y si no será una cuadrilla nueva. Salen como setas en otoño desde un tiempo a esta parte.

-         También puede ser, Sr. Camarero, también.

-         Bueno pues sin más me voy. Tengo que llegar a la comisaría. He pedido uno telégrafos. Voy a ver si tengo respuesta. Si no le molesta Sr. Latorre, ¿podría darme alguna pista sobre lo que usted piensa?

-         Ya se la di- dijo mi amigo estirándose todo lo largo que era para acercar sus pies a la chimenea- que es todo una falsedad.

-         Sr. Latorre, seamos serios por favor. Si lo que dice usted es verdad, ¿con que motivo se hace el engaño?

-         Eso no lo sé… aun.

Después de una cena majestuosa, digna de un rey, nos sentamos en la salita a tomar- yo un chinchón y Latorre un Oporto- y hablar sobre cosas banales, aunque mi compañero no daba mucho pie para entablar conversación. Seguía estirando sus pies al fuego de la chimenea, y se quedaba absorto otros momentos. Yo intentaba poner algo de mi parte para sacarle algo.

-         si, querido Corvinos, tengo algo en mente -dijo de pronto como si leyese el pensamiento.-

-         y ¿Qué es lo que tiene?

-         Espero Noticias de un momento a otro.

-         ¿a estas horas?

-         Si.

-         Pues si no le importa, le diré que me pareció un poco arrogante y malintencionado la forma en que trato usted a Camarero.

-         Vamos, vamos Corvinos, hace tiempo que me conoce y creo que nunca le he dado pie para que desconfíe. ¿Qué no le he dado todo lo que sé? Pues si.

-         ¿y eso?

-         Mire -dijo recogiéndose y sentándose apoyando la espalda en el sillón- lo que yo sé es extraoficial, y lo que sabe Camarero es oficial. ¿me explico? Yo puedo juzgar por mi mismo, cosa que el no puede por ser el investigador oficial y tener superiores a los que debe informar. Aparte, si yo le digo todo el sueldo que se gana, tendría que ser para mi ¿no cree? -dijo esto último con una sonrisa en los labios-.

-         Y ¿Cuándo espera usted las noticias?

-         Ya, mismo ¿no ha oído el timbre?

-         Si, y oigo los pasos subiendo la escalera…

La puerta se abrió y se vio en ella dibujada la figura de la Sra. Encarna seguida de un hombretón en toda regla. La Sra. Encarna se aparto para dejarlo entrar después de presentar al hombretón que le seguía respondía al nombre de Capitán D. José Maria Lasierra de Loscos. Era un hombre que rondaría el metro noventa. Ojos oscuros como la noche. Barbilla cuadrada y unos hombros formidables, y una envergadura de brazos espectacular. De tez morena, como otros tantos andaluzes que pululan por nuestra España. El recién llegado nos miro a los dos, como quien no sabe a quien dirigirse.

-         Tome asiento Sr. Lasierra recibió usted mi telegrama por lo que veo.

-         Si señor, Recibí su telegrama, y aquí estoy a la hora que me indicaba.- eran la diez y media de la noche- Me he enterado de que ha estado en la Central, y he visto que era difícil, por lo que comentan, desembarazarse de usted. ¿Qué va hacer conmigo? ¿delatarme? ¿encerrarme? Dígamelo ya.

-         Tranquilícese, y tome una copa de este oporto que esta realmente bueno. Mire señor Lasierra, si yo creyese por un solo momento, que usted es un criminal, no estaría sentado allí tan tranquilo eso seguro. Ahora le ruego que se tranquilice  y me responda a las preguntas que voy a efectuar. ¡Ah! Y le digo que no me podrá engañar. Al primer atisbo de mentira le entrego a la policía.

El gigantón se bebió de un sorbo el vino que le habíamos servido, y empezó a mordisquear un cigarro que llegaba en la boca.

-         ¿Qué quiere que le diga Sr. Latorre?

-         La verdad, únicamente la Verdad. Y luego ya veremos…

-         Esta bien. Ya me da lo mismo. Acataré lo que ud decida. Y también le digo que me da igual lo que me depare el futuro. Volvería a hacer lo que hice sin ningún género de dudas. Cuando pienso en la pobre señora, Elisa Campoviejo, me negare siempre a llamarla Sra. Llamazares, se me derrite el alma. Bueno les cuento- suspiro, dio una larga calada a su cigarro, y empezó a contar los hechos-.

Supongo que ustedes sabrán que a la Sra., la conocí en el trayecto que hizo en el barco “El Montenegro” en su travesía desde Chile a España. Desde el primer día que la vi en cubierta, me robo el corazón. Era una señorita, guapa, elegante, vistosa, inteligente, educada.

-         ¿Se le declaró usted? -intervino Latorre-

-         No, no lo hice, su doncella me comento que venia a España a Casarse con el Sr. Llamazares, y como usted comprenderá al oír ese nombre, vi. que mi empresa era imposible.

-         Siga, siga.

-         Bueno, la sra. Me trató como nadie en mi vida me ha tratado. Con dulzura, con cariño y amistad. Y la trate como un enamorado trata a su enamorada. ¿Cómo se iba a fijar en mí si en España la esperaban títulos, riquezas, joyas, alta sociedad? Y yo ¿Qué podía ofrecerle? Si mi amor incondicional pero un marinero sin más. Ella ha nacido para lo bello y lo mejor de esta cloaca que es el mundo. Y yo no podía proporcionárselo. Me alegré por ella, pero no evito que intimáramos en el viaje como dos grandes amigos. Como sabrán me ascendieron a capitán y el barco no estaba preparado para hacerse a la mar y por suerte me quede hospedado en Madrid. Un día caminando distraídamente por la Gran Vía, me encontré de bruces con la doncella. Entablamos conversación y me puso al día de ella, y de él. Mientras me comentaba todo yo tenia que hacer reunir toda mi fortaleza para no salir disparado hacia la Finca Doménech y darle un sobo bien dado al Conde. Según me comento la Doncella, el duque era un borracho que día si y día no le propinaba unas palizas monumentales aderezadas de insultos hacia su persona, por su piel o raza. Dos días después volví a encontrarme con la doncella como habíamos quedado, y me contó más de lo mismo y que la Sra. Quería que la visitara. Estuvimos viéndonos varios días y pude ver los efectos que los salvajes golpes le dejaban en la cara, en los brazos, y hasta en la cadera y piernas pues la última vez que fui a visitarla, la noche anterior el Conde le había propinado una paliza que llego a sangrar por la boca, nariz, oreja, y varias heridas en las piernas ocasionadas por el bastón que siempre portaba el Conde. Menos mal que el Conde no se encontraba en la casa si no allí mismo le hubiese dado su merecido. Hace unos días recibí la orden de trasladarme a Málaga, ya que a la semana tendría que partir en mi nuevo buque. Y decidí hablar con la doncella. Fue ella quien me informo que la señora tenia unas costumbres fijas de leer en el cuarto de la planta baja antes de irse a dormir. Así que no lo pensé más y me presente la noche anterior en la casa furtivamente esperando a que todo estuviese en calma para poder hablar por última vez con la Señora. Me presente allí y la vi. Llame en la ventana con los nudillos, se sobresaltó pero abrió la ventana. Allí me contó otro episodio parecido a los anteriores. Hablando, y digo solo hablando si hacer nada indecoroso, y apareció él de pronto, chillando como un loco. La llamaba, perra, puta, pordiosera… a la vez que empezó a golpearle en la espalda mientras la tenia agarrada por la muñeca. Yo sentí un volcán en mi interior. Me acerque a la chimenea y cogí el hurgón y nos dispusimos a luchar en igualdad de condiciones. Primero me golpeo a mí en el antebrazo -mientras decía esto se remango la camisa dejándonos ver un hematoma bastante grande a la altura del antebrazo- y yo le devolví el golpe con toda la fuerza que pude en toda la cabeza. El chasquido que se produjo fue de la más desagradable. Puso los ojos en blanco y cayo fulminado al suelo sangrando por su cabeza abierta como una sandia. ¿creen que me arrepentí? No. Y lo volvería a hacer. ¿Podía dejar a la Señora con ese loco? De ninguna manera. ¿No hubiesen actuado ustedes como yo? -nos pregunto mirándonos ora a uno ora a otro-.

La doncella acudió rauda al oír los gritos de él y ella y cuando se presento ya todo estaba finalizado. Descorche una botella de vino y le hice beber a la Señora ya que se había quedado inconsciente tanto del susto como de los golpes. La doncella se dispuso a ayudarnos y a preparar una treta. Teníamos que hacer creer que habían sido salteadores de casas. La doncella alecciono a su señora de cómo debía contar la historia, mientras yo me encaramaba a la chimenea y cortaba el cordón de la campañilla. Después la até a la silla y deshilache un poco el cordón para que diese la impresión de haber sido arrancada. Luego reuní algunas piezas de plata que estaban por la habitación para aparentar el robo. Luego repasamos por enésima vez el plan y lo que debían decir las señoras y me marché. Dejando caer la plata en el estanque.

Y eso Sr. Latorre es lo que sucedió, aunque me vaya el garrote vil. Esto es lo que pasó.

Latorre se quedo pensando, como si durmiese, y de pronto se levanto y fue hacia el hombretón dándole la mano.

-         Aquí tiene usted lo que pienso. Creo que me ha dicho totalmente la verdad. Apenas ha dicho algo que yo no supiese. Nadie podría haber hecho los nudos que mantenían a la señora atada si este no era un marino. Solo una vez la señora había estado en contacto con marinos, y fue en su travesía por el Atlántico, y tendría que ser alguien de su escala social, más o menos, una señora como ella no se dirigiría a los carboneros, por ejemplo. Y también demuestra dos cosas una que la señora no quería delatarlo y la otra, consecuencia de esta, es que sentía amor por usted.  Ya ve que fácil ha sido cogerle a usted en cuanto he dado con la pista correcta.

-         Creí que la policía no daría nunca con los hechos verdaderos.

-         Je, Je, y aun no lo ha hecho. Ni lo conseguirán, espero. Y ahora señor Lasierra, comprenderá usted que esto es un tema grave de verdad. Así, que si usted quiere, puedo dejarle un día de ventaja para escabullirse de la Justicia. Yo lo veo inocente pero entenderá usted que el Jurado Popular igual no lo entiende así y le condenan a Garrote, por eso, y por eso le comento que si quiere puede marchar. Yo tardare veinticuatro horas en avisar a la Guardia Civil y Policía.

-         Y al cabo de ese tiempo… ¿se hará todo público?

-         Si por supuesto, ya sabe la calaña de los Tabloides.

-         Y ¿QUIERE QUE ME VAYA Y PUEDAN CULPAR A LA SEÑORA? -mientras decía esto se incorporo del sillón y rojo de cólera, movía los brazos cual aspas de molino- ¿Esta usted en su sano Juicio? Antes de que le recayese a ella cualquier culpa bajaba yo a los infiernos y le arrancaba el rabo al mismísimo Satán.

-         Je, je, Tranquilo hombre de Dios, esta era mi última prueba para ver si realmente todo los sentimientos que ha contado usted eran reales y veo que sí.

-         y ¿Qué hacemos?

-         Yo al Sr. Camarero, le di mi opinión y la pista, que no ha querido seguir. Es harto improbable que consiga desentrañar el misterio si siguen actuando así.

Vamos a ver, Usted Lasierra es el reo, usted querido Corvinos es el Jurado. Y yo como nadie queda seré el juez…. Ejem, señores de Jurado ya han escuchado todo el caso. ¿Cómo declaran al reo Culpable o No Culpable?

-         No culpable -Continué intentando hacer dignamente el papel que Latorre me había dado-

-         Bien, el Jurado ha hablado. Mientras la Justicia no prenda a algún inocente, que no creo, nada tiene usted que temer por mi parte. ¡Ah! Y un consejo tarde un año más o menos en volver con la señora. Si les viesen ahora juntos podría ser peligroso.

-         Gracias Sr. Latorre. Muchísimas gracias.

Y Así termino el caso de la Granja Doménech, Nunca se cogió a ningún criminal y se le acuso de este crimen.

Este también fue el único caso donde mi amigo “perdono” a un “culpable”. Mucho más adelante, cuando Latorre ya se había retirado, me entere de la Animadversión que tenía Latorre hacia los hombres maltratadotes de sus mujeres. Era algo que le sacaba de sus casillas… pero eso ya es otra historia.
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