La leyenda de las mujeres fantasma [Cap.-3]

May 04, 2010 00:46

Buff, hacía mucho que no actualizaba. Bueno, voy a subir el tercer cap de esta historia. Espero que os guste ;)

Título: Tiempo de conversaciones
Nº palabras: 2.381
Rating: Mayores de 13 años
Advertencias: Ninguna

~ 3 ~

“Tiempo de conversaciones.”

Se despidió del Sr. Johns dándole las gracias por su amabilidad y por haberlo traído. Contempló un momento como el coche se alejaba y cogió sus maletas dirigiéndose a la casa en la que estaría por un par de días. Tanteó el bolsillo de su chaqueta, sacó una llave y abrió rápidamente la puerta.

Se adentró un poco en el recibidor y encendió la luz del pasillo, observando la casa. Era una casa de dos plantas de estilo rural y acogedor. Abajo había una cocina bastante espaciosa, un salón con una chimenea que tenía pinta de dar un calor muy agradable y que el castaño no tardaría en encender, y un baño al final del pasillo, mientras que arriba estaban tres dormitorios, un cuarto que según le dijeron era el cuarto de costura y otro baño, algo más espacioso que el de abajo.

No queriendo congelarse allí en el recibidor volvió a coger sus maletas y subió con ellas al piso de arriba. Después de elegir la habitación que ocuparía mientras estuviera ahí, desempacó un par de cosas que le harían falta pronto. Se cambió de ropa, poniéndose algo más cómodo y sustituyendo las gruesas botas que había traído puestas hasta entonces por sus cómodas zapatillas de andar por casa, y bajó de nuevo, dispuesto a encender la chimenea del salón y calentar su cuerpo y aquella casa que, llevando como llevaba una semana y algo desocupada, empezaba a enfriarse más de lo que él podía aguantar.

Después de varios intentos fallidos consiguió por fin encender la chimenea, acercando un sillón lo más prudentemente posible y sentándose en él esperando a que las tímidas llamas crecieran y le quitaran ese frío que parecía calarle hasta los huesos.

- Buff, tendría que llamar a aquellos locos, y a mi padre, aunque... -miró su reloj de pulsera y recordó que estaba roto. Recorrió con la mirada la habitación en busca de algún reloj y encontró uno justo en la pared de enfrente. Eran las 19:10 de la tarde. Su padre hasta las ocho estaría ocupado, así que mejor lo llamaría más tarde.

Cogió el móvil y pensó en sus amigos, tentado a no llamarlos. Ellos estaban en Ibiza disfrutando de un suave clima mediterráneo y de fiestas nocturnas mientras él tenía lluvia y como mucho si no se calentaba disfrutaría de un buen resfriado.

- Seguro se burlarán de mi -dijo con una mueca de fastidio para luego suspirar derrotado-. Pero prometí llamar, así que...

Empezó a marcar el número de móvil de Edd, añadiendo el código del país y esperó paciente a que cogieran el teléfono mientras contaba los tonos. 1...2...3...

- «Sí, ¿dígame?» -contestó una voz al otro lado del teléfono. De fondo se podían oír varias voces riendo preguntando quien llamaba.

- Edd, soy yo -dijo el castaño sonriendo tímidamente al escuchar la voz de sus colegas. Se podía imaginar la de escándalo que estarían montando por todos lados.

- « ¡Mathew! Eh chicos, es Matt. Qué tal compañero ¿Cómo te fue el viaje, todo bien?» -preguntó en cierta manera preocupado. Hacía años que viajaban todos juntos y se le echaba en falta.

- Sí, todo bien. El viaje un poco muermo, demasiado largo para mi gusto. Pero bueno, el tren era bonito, el paisaje agradable y las camareras estaban muy buenas ja ja -dijo bromeando Matt. Por el auricular oyó tres voces carcajeándose. Seguramente Edd había puesto el manos libres.

- «Ese es mi chiquitín, aprovechando cualquier oportunidad para conseguir una novia y tenernos orgullosos.»

- Anda, no me fastidies, quieres. Y no soy "tu chiquitín", así que deja esos motes ridículos -contestó algo fastidiado, pero sólo lo fingía. Ya estaba más que acostumbrado a esas bromas que se hacían los cuatro sin parar.

- «Vale, vale. Está bien. Y...oye, ¿Fuiste ya a mirar la mansión encantaadaaa?» -preguntó el moreno alargando a posta las dos últimas palabras y hablando con un tono que pretendía ser fantasmagórico. Claramente podía oír de fondo las carcajadas de la parejita.

- No, aún no fui. Me acerqué sólo hasta la entrada, pero veré si mañana puedo conseguir visitarla, demostrar que no hay fantasmas y coger el primer avión que vaya a Ibiza para restregaros por la cara que... ¡Yo tenía razón! -el castaño puso énfasis en la última frase, su rostro mostrando una expresión altiva que los otros tres no podían ver, pero si imaginar a la perfección. Lo conocían demasiado.

- «Ya, ya chiquitín. Veremos quién gana la apuesta al final. » -dijo con burla.

- ¡Que no me llames chiquitín!

Volvió a oír tres carcajadas de fondo. Si ya sabía que esos locos se lo iban a pasar en grande a su costa.

- « ¡Eh, Edd! pregúntale a Matt que tiempo hace allá. » -la voz de Rick, aunque lejana, se escuchó con claridad y Matt pudo notar el rintintín con el que había dicho la frase.

- «Matt, pregunta Rick que qué tiempo tienes por allí.»

El castaño se acercó a la ventana y descorrió un poco la cortina mirando como a fuera caía un buen chaparrón, ocasionando que pusiera cierta cara de disgusto.

- Está lloviendo a mares -respondió al fin.

- «Pues aquí tuvimos un sol espléndido y maravilloso ja ja ja.» -de nuevo la voz de Rick de fondo, riéndose a carcajada limpia. Pudo oír también como Rose le reñía a su novio y también a Eddy por reírse a su costa.

- «Ey, Matt » -ahora era la pelirroja la que hablaba. Los otros dos seguían muy ocupados riéndose- «No les hagas caso. Ve con cuidado, mira a ver si en esa casa hay fantasmas como dicen o no y vente a disfrutar de tus vacaciones, ok. Cuídate y no olvides abrigarte y llevar paraguas. Que por no cogerlo siempre acabas empapándote y pillando un resfriado.»

Sonrió. Rose como siempre haciendo de madraza, velando por qué no se excedieran con sus tonterías y acabaran mal.

- Sí mamá, como tú digas -respondió Matt infantilmente mientras se le escapaba la risa-. En fin, os dejo. No os emborrachéis mucho, que esta vez no estoy yo para controlaros je je.

- « ¿Controlarnos? ¡Pero si eres el primero en meterte en líos! Bueno, besos Matt. Cuídate y vente pronto. Bye.»

Cortó la comunicación y se sentó de nuevo en el sofá. Ese trío de locos eran de lo que no hay.

- En fin, mejor voy a hacerme algo de comer -sin prisa se dirigió a la cocina y buscó algo que llevarse a la boca. La familia de Rick había pensado en él y habían dejado un par de cosas, suficientes para los dos o tres días que se quedaría ahí.

Cocinó algo sencillo y llamó a su padre, contándole que todo había ido bien y que pronto se reuniría con sus amigos en Ibiza. Decidió cenar en el salón donde ya tenía la chimenea encendida y de paso ver la televisión un rato.

No pasó mucho rato hasta que decidió irse a dormir. Al día siguiente madrugaría un poco y vería la famosa mansión.

- “Cuanto antes valla, antes podré irme” -pensó el castaño mientras subía hacia la habitación.

***

La mañana siguiente había amanecido despejada pero fría. El cielo, ahora ausente de nubes, se veía alto y de un azul grisáceo, y el frío que hacía auguraba nevadas próximas.

Se subió más el cuello de la chaqueta mientras caminaba. Después de desayunar un café caliente y bien cargado se había abrigado debidamente y había cogido su cámara fotográfica. La excusa de hacerle fotos a la mansión le había servido para que el señor Johns le llevara hasta allí y esperaba que también sirviera con los vecinos.

Por suerte estos le habían creído y aparte le habían dado cierta información sobre la mansión mientras se ponían en camino.

La mansión en sí llevaba años deshabitada. Residencia de un aristócrata algo excéntrico dos siglos atrás, la casa había pasado de mano en mano, una leyenda sobre fantasmas circulando siempre en torno a ella, y los continuos abandonos por parte de los sucesivos inquilinos no hacían más que acrecentarla.

Los que se encargaban de la casa eran los Avery, un matrimonio ya entrado en años que tenía su casa justo junto a la mansión. Sus antepasados habían sido sirvientes de confianza de aquel aristócrata y generación tras generación habían servido a los sucesivos dueños de la mansión. Pero hacía mucho que el deterioro de la gran casa les había ganado la partida, y sólo se encargaban de mostrar la casa a los que quisieran comprarla y ofrecer sus servicios al nuevo inquilino.

Y era a la casa de los Avery a donde se dirigía ahora mismo. Quería averiguar un poco más de la leyenda que circulaba en torno a la mansión y pedirles permiso para entrar en ella y comprobar que tan verídica era esa leyenda.

- Ay Matt, Matt, la curiosidad mató al gato -se dijo a sí mismo. Estaba interesándose demasiado sobre aquella leyenda y él sólo había venido a comprobar que no había fantasmas y largarse a disfrutar de sus vacaciones.

***

Ahí se encontraba, sentado en el salón de la casa de los Avery con una taza de café caliente en las manos y esperando a que la señora Avery trajera unas pastas de té que le había ofrecido.

Había llegado a la casa del matrimonio hacía un rato, con las manos bien resguardadas en sus bolsillos y el rostro helado. Ambos se había extrañado al verlo frente a su casa, pero su hospitalidad prevaleció al verlo tan helado ahí fuera.

Le invitaron a pasar al salón de su casa, cerca de la chimenea para que su cuerpo entrara en calor, y le ofrecieron un café con pastas. Café que estaba degustando y pastas que la señora Avery le estaba trayendo en ese instante.

- Gracias -dijo cuando la mujer puso las pastas frente a él. Ésta se sentó junto a su marido y lo observó unos instantes. Eran un matrimonio entrado en los 50 y aún así enérgicos como la mayoría de la gente que ha vivido siempre en el campo. El señor Avery aún conservaba su cuerpo robusto y el porte erguido y protocolario de alguien que ha trabajado durante años como un sirviente leal y correcto. Y la señora Avery tenía un aire digno y una mirada benevolente, como esas señoras que no sólo han criado a sus hijos sino también a los hijos de sus señores con la misma ternura y tesón que si fueran propios.

- Y bueno, dime muchacho. ¿Qué te trae por aquí? -preguntó el señor Avery mirándolo de una forma penetrante. Su voz era ronca e imponente, templada por el tiempo-. No es muy frecuente ver gente por aquí, ni siquiera los del pueblo se aventuran a acercarse.

Matt dejó la taza de café en la mesa que tenía enfrente para mirar a la anciana pareja, apretando ligeramente su cámara profesional que llevaba consigo.

- Verán señores Avery...Sé que lo que les voy a pedir no es muy habitual. Y entenderé si deniegan mi petición, créanme -tragó saliva antes de continuar, mirando fijamente a los ojos del señor Avery con los suyos grises-. Estoy estudiando periodismo, haciendo prácticas en varias revistas y periódicos. Una de ellas es una revista sobre fenómenos paranormales y esas cosas... Lo sé, no es muy profesional o creíble el tema -siguió explicando antes de que los señores Avery dijeran algo-. Pero es en la que me tocó entrar para hacer las prácticas.

Volvió a suspirar y organizar sus ideas. Necesitaba sonar convincente, tenía que entrar en esa mansión, hacer unas fotos y largarse con sus amigos.

- A la revista llegó el rumor de una leyenda sobre la mansión que ustedes cuidan. Algo sobre que aparecían fantasmas. Y bueno...me enviaron a mí para obtener más detalles sobre esa leyenda y hacer algunas fotos de esa mansión...y de los supuestos fantasmas -al terminar el castaño puso cara compungida, como alguien que sentía importunar con esos temas pero al que no le había quedado otra opción.

La señora Avery al ver su expresión le sonrió con serenidad. Matt mostró también una pequeña sonrisa, agradecido de que no se hubiesen enfadado.

- Mentiríamos si dijésemos que eres el primer curioso que se acerca preguntando por lo de los fantasmas de la mansión - empezó a decir la señora Avery, tomando después un pequeño sorbo de té-. Pero si eres el primero que viene de parte de una...revista.

- Sé que es algo inusual -empezó a decir el castaño-. Pero llegó un día alguien comentando el rumor y decidieron mandar a alguien. Y ese alguien resulté ser yo. Por favor señores Avery, sólo les pido que me cuenten la historia y si es posible me dejen ver la mansión y donde aparecen esos fantasmas. Yo tomaré nota, haré unas cuantas fotos, lo entregaré todo a la redacción y podré irme de vacaciones -puso cara de pena y esperó que la pareja se compadeciera de él y no le pusiera pegas.

La señora Avery miró a su marido durante unos momentos. Parecían estar deliberando el si aceptaban o no aquello. Lo de que le contaran la leyenda supuso no sería inconveniente, pero lo de entrar a la mansión al no ser ellos los legítimos dueños...
Aguantó imperceptiblemente la respiración y rezó porque su plan saliera bien.

- Está bien... ¿Mathew, era? -el castaño asintió-. Te contaré la leyenda que pesa sobre la mansión que cuidamos -el tono de voz del señor Avery era serio. Matt temió que le denegara la otra petición-. En cuanto a lo de entrar a la mansión y hacerle algunas fotos, supongo que no habrá inconveniente si te acompañamos. No creo que tengas intención de romper nada.

- O, no señor Avery. Prometo que no tocaré nada. Sólo haré las fotos y ya no les molestaré más -aseguró el joven con una sonrisa en los labios, agradecido. Ya estaba más cerca de comprobar aquella dichosa leyenda y de irse a Ibiza.

El señor Avery se masajeó el puente de la nariz un momento antes de clavar sus ojos en los grises del más joven. Su mujer, al lado, también observó a Matt mientras cogía una pastita. El castaño por su parte tragó saliva. Por fin iba a conocer la leyenda completa y con todo lujo de detalles.

la leyenda de las mujeres fantasma

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