*Justo termina la función, y aunque ella ya llevaba un rato sin hacer nada porque no sale en las escenas finales, ha tenido que salir a saludar al público como todos. Cómo todos. Cómo lo odia. No ve el momento de ser ella la protagonista de todas y cada una de las obras de la compañía. O ir a otra compañía. De momento se desquita con Eleanor Swinburne.
Eso es a lo que va cuando se dirige hacia el camerino de su compañera, con un ramo de flores de un fan en las manos. En realidad es de ayer y en relidad ni siquiera le gustan los claveles, pero ¿qué más da?
Se apoya en el marco de la puerta, oliendo las flores que no huelen a nada, y mira a Eleanor de reojo.*
*Eleanor se cepilla el pelo, mirando por el espejo a quien sea que acaba de llegar con un ramo.
Pero cuando ve que no es otra sino Wendoline Cornish, la misma Wendoline Cornish que lleva desde que formaron la compañía intentando desbancarla del puesto de prima donna, se da la vuelta y sonríe, encantadora.*
Oh, te lo agradezco, Wendy. *dice, inclinando levemente la cabeza.* Aunque hay que reconocer que podríamos haber mejorado numerosos detalles, ¿no crees?
*La mira y aparta la vista mirando a su ramo, con un sonoro y aún y así delicado suspiro.* Cuánta razón tienes, El. *Nunca le ha dado permiso para acortar su nombre así, pero ¿y qué?* Pero a veces... *La mira a ella, poniendo cara de buena chica y encogiéndose de un hombro.* A veces no está en nuestras manos. *Por desgracia, porque si la obra entera estuviera en sus manos sería tres veces, sino cuatro, mejor.*
*Casi le rechinan los dientes cuando oye eso de "El", que ni siquiera parece dirigido a ella.
Entonces se da la vuelta suavemente, volviendo a cepillarse el pelo, más que nada para poder dejar de mirarla.*
En las mías puedo asegurarte que no, Wendoline. *dice, con una sonrisilla divertida en los labios.* No quiero parecer engreída, pero creo que hago un trabajo excelente. *Y es verdad, no quiere parecer engreída. Sólo quiere quedar por encima de Wendoline.
Por supuesto. *Hace una pequeña mueca, mirando su reflejo en el espejo. Por dios, el rubio está tan pasadísimo de moda.
Vuelve la vista a las flores.* Ojalá fuera yo tan buena como tú. *Como si se le acabara de ocurrir algo, alza la vista y la mira con una enorme sonrisa.* ¿Por qué no me da alguno de sus trucos?
*Suelta una risa suave, un poco incrédula. ¿Trucos? Ella no necesita ningún truco. Y, además, si tuviera alguno, nunca en la vida se lo enseñaría a alguien como Cornish.*
Mi único truco es no tener trucos. *suspira, como si sintiera pena por el comentario de la chica.* Sólo hay que amar a la música por encima de todas las cosas. *Termina de cepillarse el pelo, dándose la vuelta y mirando a Wendy con fingida ternura.* Por encima de esas subidas de tono que das a veces, o lo preocupada que estás por cómo está tu pelo, Wendoline, pequeña bruja.
*Tiene ciertas dificultades para controlarse y no reirse en su cara. ¿Amar la música por encima de todas las cosas? Venga ya, pues que se quede con su papel de secundaria amando la música y ella se queda su fama, su puesto y su marido de paso...
Baja la vista asintiendo, mirando las flores y esperando que no se note lo que piensa. Habla con un suspiro que deja escapar el aire que contenía.* Cuanta razón tienes, ojalá me parezca más a ti cuando me haga mayor.
*Y a lo mejor no nota lo que piensa, pero lo que dice sí; acaba de dejar caer, como quien no quiere, que Eleanor es mayor. Y edad quizá no mucha, pero lo que sí tiene de verdad es bastante mala leche acompañada de sarcasmo.
Por eso suelta una carcajada breve y seca, y contesta:* Wendy, querida, me sorprende el buen humor que puedes llegar a tener a veces... *Niega con la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.* Ni que fueras una niña pequeña...
*Se ríe ella también. Lo bueno de ser como es es que, en primer lugar, la gente suele tener miedo a meterse con ella, en segundo lugar y aplicable en este caso, que está curada de espantos y nada en el mundo puede afectarla. Al fin y al cabo toda su autoestima es inversamente proporcional a la que quiere hacer creer.*
Lo sé, soy como una niña. *Suspira, sin dejar de sonreír, y vuelve a mirar las flores. Quizá tienen una edad parecida, pero está claro que ella lo lleva mejor.
Habla mirando las flores.* ¿Ya has despachado a todos tus admiradores hoy? *Y ataca por otro lado.*
Oh, sí, claro. Ya sabes que, después de las actuaciones, soy incapaz de estar rodeada de gente más de cinco minutos. Y esos cinco minutos ya pasaron hace rato, como es evidente. *dice, toda sonrisas, poniéndose de pie y caminando hacia donde están todos sus ramos, entre ellos el del señor Swinburne.*
¿Y tú a los tuyos? *se contiene al "oh, qué tonta, pero si no tienes apenas", porque conoce lo suficientemente bien a Wendy para saber que puede devolvérsela.*
*Sonríe cerrando os ojos un segundo y bajando la vista a las flores, como si fuera a olerlas. Sabe que si Eleanor le ha preguntado eso no es por amabilidad, sino más bien por miedo o algo así. Lo cual le gusta y desagrada en partes iguales.
Alza la vista y la mira, con una sonrisa, y se encoge de un hombro.* Apenas tengo, pero sí... *Se le escapa una risa.* Sólo me ha costado de echar el viejo aquél que está empeñado en que me case con él... *Niega con la cabeza, sin reír, pero todavía divertida.* Si fuera rico no me lo pensaría.
*Suelta una risilla breve y forzada, desviando la mirada.*
Ya aparecerá alguno mejor. Más rico, quiero decir. *y vuelve a reír suavemente, porque a veces es tan sumamente graciosa que se sorprende a sí misma.
Vuelve a mirar a Wendy un momento, y se fija en su pelo. Su larga melena negra, que, si no fuera porque la odia desde lo más profundo de su corazón, tendría que admitir que es un pelo precioso. Aunque seguro que es así gracias a cualquier truco barato.*
Eso es a lo que va cuando se dirige hacia el camerino de su compañera, con un ramo de flores de un fan en las manos. En realidad es de ayer y en relidad ni siquiera le gustan los claveles, pero ¿qué más da?
Se apoya en el marco de la puerta, oliendo las flores que no huelen a nada, y mira a Eleanor de reojo.*
Has estado fantástica.
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Pero cuando ve que no es otra sino Wendoline Cornish, la misma Wendoline Cornish que lleva desde que formaron la compañía intentando desbancarla del puesto de prima donna, se da la vuelta y sonríe, encantadora.*
Oh, te lo agradezco, Wendy. *dice, inclinando levemente la cabeza.* Aunque hay que reconocer que podríamos haber mejorado numerosos detalles, ¿no crees?
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Entonces se da la vuelta suavemente, volviendo a cepillarse el pelo, más que nada para poder dejar de mirarla.*
En las mías puedo asegurarte que no, Wendoline. *dice, con una sonrisilla divertida en los labios.* No quiero parecer engreída, pero creo que hago un trabajo excelente. *Y es verdad, no quiere parecer engreída. Sólo quiere quedar por encima de Wendoline.
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Vuelve la vista a las flores.* Ojalá fuera yo tan buena como tú. *Como si se le acabara de ocurrir algo, alza la vista y la mira con una enorme sonrisa.* ¿Por qué no me da alguno de sus trucos?
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Mi único truco es no tener trucos. *suspira, como si sintiera pena por el comentario de la chica.* Sólo hay que amar a la música por encima de todas las cosas. *Termina de cepillarse el pelo, dándose la vuelta y mirando a Wendy con fingida ternura.* Por encima de esas subidas de tono que das a veces, o lo preocupada que estás por cómo está tu pelo, Wendoline, pequeña bruja.
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Baja la vista asintiendo, mirando las flores y esperando que no se note lo que piensa. Habla con un suspiro que deja escapar el aire que contenía.* Cuanta razón tienes, ojalá me parezca más a ti cuando me haga mayor.
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Por eso suelta una carcajada breve y seca, y contesta:* Wendy, querida, me sorprende el buen humor que puedes llegar a tener a veces... *Niega con la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.* Ni que fueras una niña pequeña...
*¿Quería ofensas sutiles? Pues ahí las tiene.*
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Lo sé, soy como una niña. *Suspira, sin dejar de sonreír, y vuelve a mirar las flores. Quizá tienen una edad parecida, pero está claro que ella lo lleva mejor.
Habla mirando las flores.* ¿Ya has despachado a todos tus admiradores hoy? *Y ataca por otro lado.*
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¿Y tú a los tuyos? *se contiene al "oh, qué tonta, pero si no tienes apenas", porque conoce lo suficientemente bien a Wendy para saber que puede devolvérsela.*
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Alza la vista y la mira, con una sonrisa, y se encoge de un hombro.* Apenas tengo, pero sí... *Se le escapa una risa.* Sólo me ha costado de echar el viejo aquél que está empeñado en que me case con él... *Niega con la cabeza, sin reír, pero todavía divertida.* Si fuera rico no me lo pensaría.
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Ya aparecerá alguno mejor. Más rico, quiero decir. *y vuelve a reír suavemente, porque a veces es tan sumamente graciosa que se sorprende a sí misma.
Vuelve a mirar a Wendy un momento, y se fija en su pelo. Su larga melena negra, que, si no fuera porque la odia desde lo más profundo de su corazón, tendría que admitir que es un pelo precioso. Aunque seguro que es así gracias a cualquier truco barato.*
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