¤ Comunidad:
fandom_insano.
¤ Título: Lo que tu gesto da.
¤ Fandom: Tsubasa: RESERVoir CHRoNiCLE.
¤ Claim: Fai/Kurogane.
¤ Tabla:
Temas Musicales.
¤ Canción: 13. Lo que tu gesto da.
¤ Palabras: 624.
¤ Advertencia: Spoiler de Celes, Japón y Shonen ai.
¤ Notas: No soy nada original con los títulos *gota*.
¤ Resumen:
Son pequeñas cosas, pero cada gesto suyo me hace conocerlo mejor.
Se moría de miedo, a pesar de que su rostro no lo demostraba. Pero se quedaría ahí, era su decisión, ya había causado suficiente sufrimiento. Y, aún así, el saber que ya no lo vería más provocaba que le doliera de manera horrenda el corazón. Pero no podía seguir siendo egoísta. No permitiría que Syaoran-kun tuviera otra perdida. Él tenía que irse, tenía que proteger al chico.
Abrió su ojo completamente, entre horrorizado y sorprendido por lo que él hizo instantes después de haber tenido esos pensamientos.
Siempre, sobre todo desde la plática que tuvieron en Outo, consideró que Kurogane lo odiaba. Después de todo lo sucedido creyó que ese odio había crecido y con suficiente razón. Pero, si lo odiaba, ¿por qué hacía algo como eso?
Verlo cortarse el brazo así, de tajo, y sin cambiar de expresión lo dejó paralizado. Pero no tuvo tiempo para pensar, puesto que Kurogane lo tomó con fuerza y lo jaló consigo, alejándolo de aquel tormento. Fai se dejó llevar, sin poner resistencia alguna, todavía shockeado.
Aunque antes de desaparecer se permitió mirar hacia atrás unos instantes y un nuevo dolor se apoderó de su pecho.
Su deseo era nunca regresar a ese lugar, pero ver desaparear el país donde se crió era algo que nunca se imaginó que ocurriría.
Después de eso no supo nada. Había quedado inconsciente.
Cuando recupero la consciencia, se encontró con el hecho de que estaba en un lugar totalmente desconocido y, además, portaba unas ropas que no eran las suyas, pero que extrañamente le resultaban conocidas.
Alguien entró en la habitación y miró a esa persona confundido.
Era Tomoyo. O, al menos, se parecía mucho a la Tomoyo de Piffle. En ese momento, sin saber cómo, se dio cuenta de donde se encontraban y quien era en realidad la persona que estaba frente a sí.
Tomoyo-hime le sonrió, sin decir palabra alguna. Solamente le sonrió e hizo un gesto con la cabeza, indicando una habitación que estaba del otro lado del pasillo. Fai miró hacia ese lugar y pareció entender. Se extrañó por no estar preocupado por los demás. Incluso tenía el sentimiento de saber que estaba bien.
Salió con ella y ambos caminaron hasta aquella habitación, pero solamente la princesa entró. Después de que lo hizo, Fai pudo escuchar la voz de Kurogane y fue cuando sintió que se quitaba un gran peso de encima. Se llevó una mano al pecho, queriendo entender un poco más qué era lo que le estaba sucediendo, pero seguía teniendo miedo, aunque ahora era uno distinto.
Temía que, al entender que le pasaba, las cosas se pusieran mal nuevamente.
Detuvo sus pensamientos cuando Tomoyo-hime le pidió que entrara. Lo hizo y ella les dejó solos.
Su mirada azulada examinó a Kurogane, para finalmente posarse en donde debería de estar su brazo y se preguntó si le dolería. Pero, antes de todo eso, de siquiera decir una palabra, lo golpeó en la cabeza con todas sus fuerzas, sin poder evitar sonreír al hacerlo.
El rostro de Kurogane le resultó divertido, pero había algo mucho mejor. Con ese gesto se demostraba que las cosas volvían a ser como antes entre ellos dos. O incluso mejor que antes.
Fai sonrió sinceramente, contento por primera vez en mucho tiempo de estar vivo. Quién iba a imaginar que eso sería gracias a aquel testarudo ninja.
Estaban bien. Él. Ambos. Todos. Y el ver su rostro tranquilo, sin la preocupación de hace algunos días, le tranquilizó también.
Fai se dio cuenta que se fijaba más de la cuenta en los gestos de Kurogane y creía que por eso lo conocía un poco más.
Fuera como fuera, otra vez estaban juntos y, en esta ocasión, trataría de que eso nunca cambiara.