Título: “Los Estados Unidos de Dean Winchester"
Autor u Autora: Winchester_Mcdowell
Categoría: Supernatural
Calificación: Todo público.
Resumen: Cuando Sam Winchester se larga a encontrar su tranquilidad, piensa que cuando lo haya logrado y vuelva, Dean y él podrán hablarse de nuevo y arreglar sus problemas. Eso es lo que Sam quiere, pero a veces ni siquiera el hermano que le ha dado todo es capaz de cumplirle todos sus deseos.
08
Where are you now?
“¿No estábamos trabajando por separado tú y yo?”
Sam respira profundo antes de contestarle.
“No de nuevo, Dean. Por favor. Amy no es lo importante ahora”
Claro, Amy. Ahora recuerda. Sam ya no está enfadado por ella. Sin embargo, todavía hay algo pendiente entre los dos.
“Tenías razón en una cosa, Sam: deberíamos trabajar en solitario por un tiempo”.
“¡No!”
“Vamos, en ocasiones apenas soportamos vernos las caras. Necesitamos una pausa”.
“¡Lo que necesito es asegurarme que estás bien y a salvo!”
“Lo estoy. Te entiendo. Me he preocupado por ti todos estos años pero ya somos adultos y tenemos que…”
“¿Dónde estamos?”
“¿Qué?”
“Dime: ¿dónde estamos?”
Mira a uno y otro lado.
“En… ¿una cacería?”
“¿Dónde?”
“Uh… eh…”
“¿Dónde estabas ayer a esta hora?”
“ Estaba en…”
Mierda.
¿Dónde estaba ayer?
-o-
Ha perdido la señal porque el muy maldito de alguna manera la neutralizó.
Sostiene el café con una mano, frente al volante del auto que se acaba de agenciar mientras revisa el mapa que han elaborado Bobby y él en base a las últimas señales recibidas. Ha rastreado un par de apariciones del tal Seeley Hannover hasta el pueblo que tiene adelante. No ha de encontrarse lejos entonces, se anima. Tiene hambre, tiene frío, tiene sueño. Ha pasado la noche entera buscando los pasos de su hermano. Es como una maldita pesadilla, una y otra vez.
“Bueno, es como el mundo al revés”, dice su compañero inevitable. Sam resiste la tentación de mirar hacia el lado cuando el otro toma el pote de café desde donde lo ha dejado abandonado y prueba un sorbo. “¿Recuerdas? Standford, Croatan (ese asunto con los sucios secretos de tu padre), Meg conduciendote a Wandell, Jo y Bobby, y luego…” siente su mirada y su estúpida sonrisa sobre él. “… Ruby”. El otro deja el pote de regreso en su lugar “Íbamos a ser independientes, ¿cierto?”
El celular cobra vida y Sam obtiene la distracción que necesitaba.
“¿Bobby?”
“¿Cómo vas, muchacho?”
“Sin buenas noticias todavía. Un trickster es más fácil de encontrar que mi hermano”.
“Paciencia, hijo. Eres un buen cazador, como él. Es cuestión de tiempo”.
“Ese es el punto, Bobby. No tenemos tiempo. ¿Qué pasará la próxima vez que Dean vuelva en sí y se encuentre en Alaska?”
“Sam… er… acerca de eso… Creo que encontré a alguien que puede… ayudarlo”.
Las palabras de Bobby caen sobre él como un chaparrón de agua helada. Una cosa es meditarla, otra muy distinta enfrentarse a la situación.
“¿Quién?”
“Una psiquiatra”
Sam suspira.
“Bobby, tú sabes que…”
“Ella conoce de nosotros, Sam. Le debe una a Rufus que no tuvo oportunidad de retribuir”
“Pero… ¡Mierda! Dean no va a aceptarla”
“Quizás él no, pero apostaría a que Frank sí”
Frank no es Dean, se abstiene de contestar. A cambio aprieta el celular en la mano en señal de su impotencia.
“¿Sam?”
A Dean no le gustará.
“De acuerdo. Llámala”
“Lo haré. Cuida a tu hermano y a ti también, Sam”.
Corta la comunicación y mira el reloj. La gente del pueblo debe de estar por comenzar su día. Pone en marcha el motor y enfila hacia la solitaria avenida principal.
“¿Qué demonios…?”
No estaba preparado para lo que encuentra. El pueblo parece haber sido el campo de una batalla o algo parecido. Hay fogatas humeantes cada tanto en donde son arrojados bultos informes envueltos en sacos. Edificios sin puertas, sin ventanas. Una mujer, despeinada y con ropas sucias, está sentada en una grada con la vista perdida en un punto en el infinito. Dos hombres son atendidos por un tercero; uno lleva un cabestrillo, el otro requiere un vendaje en la cabeza.
“Wow, Sammy”, la voz al lado suyo parece la de un crío entusiasmado. “¡Esto es grandioso!”
Estaciona el auto cerca de los tres hombres y se dirige hacia el que oficia de médico improvisado.
“Disculpe”, habla mientras despliega su identificación como federal. “¿Puede decirme dónde se encuentra el sheriff?”
“¡Oh, gracias a Dios!”, le responde el hombre alzando los brazos al cielo. “Todavía estamos sacando los restos. Necesitamos su ayuda terriblemente” Sam perplejo. El otro mira hacia el vehículo. “¿Dónde están los demás?”
“Uh… Sólo soy yo. Vine… er… Vine a evaluar la situación”
El hombre bufa.
“Por supuesto. No nos creyeron, ¿verdad?”.
“¿Perdón?”
“Te lo dije”, el del brazo herido le habla al primero. “Debimos haber mentido y decir que se trataba de alguna tragedia más creíble”.
“No, yo… les creo”, aclara Sam. “De hecho, es por esa razón que me enviaron a mí, porque tuve casos similares antes”.
El del brazo se vuelve hacia él con ojos entrecerrados.
“¿Eres una especie de Mulder o algo así?”
Sam no puede reprimir una leve sonrisa.
“Algo así”.
Los tres hombres conferencian en silencio y llegan a un acuerdo.
“De acuerdo”, continúa el primero, asumiendo la vocería. “¿Qué piensa hacer al respecto de todo esto?”
“Primero, quiero escuchar qué sucedió de boca de ustedes”.
“Todo el pueblo se fue al carajo. Eso es lo que sucedió”
“¿Un poco más de detalles, por favor?”
“Había monstruos comiéndose a la gente”.
Wow, eso es suficientemente específico.
“Lucían como nosotros pero un segundo después eran todo boca y dientes”.
Leviatanes.
“Tuvimos que luchar o morir”, agrega el tercer hombre.
“¿Dónde está la policía, el sheriff?”
“Muerto. Estamos esperando al sheriff de Juda’s Bridge”
“Uhm… ¿Fueron esas cosas?”
“No”, se miran entre ellos. “Nosotros”
Sam enarca las cejas.
“¡Se volvió loco!”, intenta defenderse el de la cabeza vendada de una acusación aún no formulada. “Encontramos cadáveres abiertos en la prisión, docenas de ellos. ¿Qué quería que hiciéramos?”
“Los estaban comiendo”, completa en del brazo herido. “Iban a comernos también a nosotros. El sheriff, el doctor, la señora Chan del supermercado…” Se cubre la cara con las manos.
“No entendemos lo que pasó”, prosigue el primero. “Los conocíamos de toda la vida”
“Ví a Barry Walker intentar detenerlos pero no pudo. Nada los mataba”
“La lucha fue dura”, continúa otro y hace un gesto vago hacia la devastación que los rodea. “Pero entonces apareció este sujeto, el del Impala”.
Sam siente que se le seca la boca.
“¿Impala?”
“Sí, un bello auto. Bueno, de no ser por este sujeto, no hubiéramos encontrado los cuerpos de la cárcel y estas cosas habrían continuado utilizándonos como ganado”.
“Barrió con todos”, la admiración es palpable en el tono del que habla. “Nos organizó en un santiamén. Colaboramos, pero fue realmente él quien los acabó”.
“¿Su nombre?”
“No lo dijo”.
“¿Puede describirlo?”
“Chaqueta de cuero negra, cabello rubio oscuro, ojos verdes, pecas… lucía como un modelo masculino” Steve, probablemente. “Bueno, al menos hasta que comenzó a patear el trasero de esas cosas”.
“¿Realmente nos cree?”, insiste el vocero.
“Como le dije; he visto esto antes”. Observa los restos que están siendo incorporados a las fogatas. “Supongo que se han hecho cargo de las cabezas.”
Se miran entre sí, perplejos.
“¿Las… cabezas?”
“Por supuesto, es importante deshacerse de ellas. ¿El hombre del que hablan no lo hizo?”
Se vuelven a mirar extrañados.
“No preservó ninguna cabeza”.
“¿Cómo dice?”
“Abrió los cuerpos, de arriba abajo, y entonó unas palabras extrañas sobre sus corazones y entonces… ardieron”
Otro señala hacia las fogatas.
“Eso es sólo lo que quedó de ellos” Sam permanece en silencio, boquiabierto. “¿Está bien, agente?”
“S-sí… uh… Tengo que hablar con mis superiores”.
“Pero, el gobierno tomará cartas en el asunto, ¿verdad?”
Sam decide usar su tono gravemente oficial.
“La verdad es que el gobierno no hará cosa alguna”.
“¿Qué?”
“No informaré nada. Créanme, me agradecerán por eso. Si yo fuera ustedes, terminaría de deshacerme de toda la evidencia y luego inventaría una buena historia para explicar lo sucedido. De lo contrario, tendrán al ejército instalado aquí y a su pueblo convertido en un leprosario”.
Los tres hombres lo miran con ojos muy abiertos.
“Pero… pero… “ balbucea el del brazo. “¿No es contagioso? Quiero decir, ¿qué hay de los zombies y todo eso?”
“No son zombies ni es contagioso. Puede estar tranquilo”
“¿Qué hay si vuelven?”
“No creo que lo hagan, pero en caso que suceda...”, saca una tarjeta de su billetera y se la entrega. “... llámenme”.
Y con eso, da por terminada la cuestión.
La próxima media hora se dedica a revisar el lugar del crimen. Cuenta dieciocho leviatanes repartidos en distintos puntos del pueblo convertidos casi enteramente en cenizas. Los tres hombres decían la verdad pues no hay cabezas que cortar entre las cenizas. Existen otros restos desperdigados alrededor también: las víctimas de los leviatanes. El sótano de la cárcel es un horror.
“¿Bobby?” y enseguida pasa a darle un resumen escueto de lo que ha encontrado, tomando pausas de vez en cuando para recomponerse. “Dean lo hizo, Bobby. Sin borax, sin cortar cabezas…”
“¿Estás seguro de que es él?”
“La descripción calza. Es Dean”
“¿Pero, cómo podría él hacer algo como eso?”
“No lo sé, Bobby”, suena llamada en espera. Sam abre los ojos como platos al ver el identificador. “Espera un segundo ¡Dean está llamando!” Sin esperar la respuesta del otro cazador, pulsa el botón en el teléfono. “¿Dean?... Al fin. ¿Dónde estás?...¿Tienes aún la pulsera?… ¿La pulsera de ubicación…negra…una banda metálica en su interior…? Espera, estoy buscando la señal”. Sam enciende el GPS donde un punto rojo se enciende a unos kilómetros de donde se encuentra. “Bien. Te tengo. Voy por ti”. Cambia de interlocutor en el teléfono. “¿Bobby? Lo encontré”.
Capítulo 9