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Yifan casi no recordaba lo que era no estar ocupado. De algún modo u otro siempre había estado estudiando o trabajando, así que ahora se le hacía extraño verse sin hacer nada. Aun así había cogido un cuaderno que había encontrado en la casa y se había puesto a escribir como terapia y para mantener la mente alejada de todo. Una especie de diario en el que se desahogó y quemó en el fuego al terminar de escribir.
Su padre le había recomendado esa práctica en el pasado, pero nunca la había llevado a cabo hasta entonces, y tuvo que admitir que se sintió mucho mejor una vez vio como las llamas iban lamiendo el papel para convertirlo finalmente en cenizas. Tras ello decidió visitar a su madre, que no había salido de la habitación en todo ese día, para abrazarla y rectificar su comportamiento de la mañana.
Era difícil aceptar que su padre ya no estaba ahí con ellos y que no lo volvería a ver, pero sabía que no podía dejar que el dolor de la pérdida tomara poder sobre él. Tenía que controlarlo, mermarlo y centrarse en el presente.
No sabía muy bien qué podía hacer ahora que no podía entrar a palacio, pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, no cuando la situación le había golpeado de forma tan directa. Su padre había sido asesinado por intentar salvar Joseon y él pensaba seguir con su trabajo. ¿Cómo? No estaba seguro de ello todavía, pero creía no equivocarse al pensar que su amigo le ayudaría en ello. Ninguno de los dos iba a permitir que hubiera muerto por nada. Así es como la propia lucha de Yifan por una Joseon mejor se había convertido en una lucha por intentar salvarla de un enemigo sin piedad que había engañado al país.
El día siguiente amaneció con la llegada de una joven que trajo ropas para que su madre y él se pudieran cambiar. Yifan cambió su traje de yangban por aquel al que estaba acostumbrado de sus paseos por la ciudad. La tela era más basta de lo la que solía llevar y no tenían la finura de las ropas caras, pero poco le importaba. Después de cambiarse la joven les dijo que Yixing les esperaba en la casa de kisaeng, así que les llevó allí por el laberinto de calles. Resultó no estar muy lejos de donde se hospedaban, lo que facilitó el camino.
Yifan ya se había acostumbrado al interior de ese edificio tras las visitas que le había hecho a su amigo con anterioridad, pero para su madre era la primera vez. Entró con un gesto de duda detrás del velo que se había puesto para salir al exterior y que se quitó una vez dentro. Se encontraron con Yixing nada más entrar, que los saludó con una leve inclinación. Detrás de él había un muchacho de facciones muy jóvenes, con el pelo negro cayéndole por encima de los hombros y que vestía unos ropajes de colores singulares. Era la primera vez que lo veía y no pudo evitar preguntarse quién sería.
-Oh, lo siento -se disculpó Yixing, moviéndose hacia un lado para que vieran mejor a su acompañante que dio un paso hacia delante-. Éste es Luhan, el dueño del lugar.
-Encantado de conoceros -dijo, inclinándose-. Bienvenidos seáis a mi hogar.
Decir que se sorprendió era decir poco, no pensaba que alguien tan joven llevara un lugar como ése. Se había imaginado a un hombre mayor, o a incluso a una mujer, no a alguien como ese muchacho de rasgos delicados que los observaba con una mirada gentil.
-Podéis confiar sin problemas en él -continuó Yixing, dirigiéndose después a la madre de Yifan-. Madre está con las niñas aprendices, preparando la clase de la mañana. Creo que os sentiréis cómoda allí.
Notó como su madre sonreía de manera tímida, dando un poco de vida a su rostro cansado.
-Gracias, Yixing -le dijo, acercándose a él y poniéndole una mano en el antebrazo. Él respondió cogiéndole la mano y envolviéndola entre las suyas.
-¿Puedes acompañarla, Luhan? -le preguntó al joven, girándose hacia él.
-Claro -respondió, asintiendo levemente con la cabeza.
Yifan vio cómo ambos se alejaban, les vio alejarse internándose por uno de los pasillos de la sala. El lugar estaba desierto y silencioso, contrastando con la primera vez que entró allí. Las primeras luces de la mañana se colaban por las ventanas de los laterales, iluminando el lugar con una luz etérea. Su mente volvió al joven que Yixing les había presentado, preguntándose qué tipo de persona sería. Su nombre delataba su procedencia, pero no había rastro de acento alguno en sus palabras que lo confirmase.
-No te dejes llevar por las apariencias, tiene la misma edad que tú -dijo de repente Yixing, sacándolo de sus pensamientos.
-Y, ¿chino? -preguntó, siguiendo a su amigo que empezó a caminar atravesando la estancia principal.
-Sí, vivía en Beijing antes de venirse a Hanseong -respondió.
-¿Cómo ha conseguido mantener este lugar abierto?
Habían pasado casi dos meses desde que se publicó el anuncio de la expulsión de los chinos.
-Con persuasión e ingenio -contestó, abriendo una de las puertas que daban paso al patio interior y que dejó entrar el frío del exterior-. Luhan sabe usar ambas cosas a la perfección. Además nadie quiere quedarse sin diversión ni en los peores tiempos. Éste es un negocio que sobrevive a cualquier tempestad.
-Ya veo.
-Eso no quita que no haya habido intentos de cerrarlo, pero sabe protegerse.
Algo le decía que Yixing ayudaba a proteger ese lugar, su amistad con el joven le resultaba estrecha a primera vista. Por no decir que casi nunca escuchaba hablar de otra persona a su amigo, que parecía siempre guardárselo todo.
-Tus amistades son curiosas a falta de otra palabra -comentó mientras observaba a su amigo apoyar la espalda en el marco de la puerta corredera y mirar hacia el patio nevado.
-Luhan son los ojos y los oídos allí donde yo no puedo llegar, resulta de gran ayuda tenerlo a mi lado.
Yifan le miró curioso. Seguramente Yixing se había estado viendo con el otro en todas esas veces en las que él no sabía nada de su amigo, intercambiando información como había hecho él las semanas anteriores. Un pensamiento fugaz se le cruzó por la mente.
-Y vosotros… -empezó a decir, pero paró al no saber cómo seguir.
Yixing le miró divertido, echándose a reír a continuación.
-Yifan, tenemos cosas más importantes en las que centrarnos -replicó, incorporándose con una sonrisa en los labios.
-Sólo…
-Deberíamos de pensar en qué vamos a hacer ahora -le cortó, mordiéndose el labio herido.
Yifan notó el cambio en el tema de conversación, pero decidió dejarlo estar por su bien.
-Creo que tengo claro qué no quiero hacer y es quedarme de brazos cruzados.
Yixing asintió, pasando a comentarle lo último que había oído de los nipones, del avance que parecían estar haciendo tanto desde el norte como desde el sur hacia la capital; de los barcos que habían atracado en Pusan llenos de soldados y los sobornos que mantenían complacidos a las familias más influyentes de Hanseong; del movimiento de la rebelión que había crecido considerablemente y estaba al tanto de la fuerza enemiga en palacio, y de cómo lo que necesitan era un aliado importante. El problema era que eso no iba a resultar tan sencillo de conseguir.
-¿Crees que podrías hablar con Baekhyun?
-No puedo pedirle que actúe a espaldas de su familia, le acusarían de traidor si le descubren -respondió. Sabía que si le pedía ayuda el otro se la daría, pero negó con la cabeza-. No quiero ponerle en esa posición y no creo que su padre cambie de parecer, siempre ha sido muy estricto.
-Yo tampoco lo creo -coincidió Yixing-, pero necesitaríamos alguien de dentro de palacio para planear el siguiente movimiento. No me gusta ir a ciegas.
-Me siento inútil.
-Me has ayudado durante todo este tiempo más de lo parece, tu información ha sido muy útil -dijo, saliendo al porche exterior-. Creo que es hora de hacer otra visita por la ciudad.
-¿No crees que es peligroso dejarte ver por la calle? -le preguntó, imitándole y notando la madera fría a través de la tela de sus calcetines.
-Creí haberte dicho que sé moverme por la ciudad -replicó, mirando hacia el cielo despejado-. Además, los de ahí fuera saben por su bien que es mejor no delatarme.
Las palabras de Yixing le hicieron sonreír.
-¿Por qué no me sorprende en realidad?
-Me conoces desde siempre, nada debería sorprenderte de mí -contestó, bajando la mirada y dando un par de pasos hacia Yifan.
-Pero aun así sigues siendo tan impredecible como el primer día.
Yixing rió.
-Por el contrario tú eres demasiado predecible.
-Supongo que nos equilibramos -añadió Yifan, con la sonrisa todavía en la cara.
-Por eso vendrás conmigo, haremos más progresos si vamos juntos. Será necesario un poco de tu rostro intimidatorio.
-No creo que sea una buena opción.
-Pensaba que no querías quedarte de brazos cruzados.
-¿No se supone que la guardia estará buscándome?
-Ayer estuve pendiente de si escuchaba algo relacionado contigo y solo sé que la guardia de palacio está patrullando la zona alta. Nadie te a buscar en esta parte de la ciudad, antes pensarán que has huido. Creo que no han querido hacer pública tu búsqueda por el tema que es, aunque podrían poner cualquier excusa en una proclama de arresto.
-No haces que me sienta más tranquilo.
-En serio, Yifan. No tienes que preocuparte de que te descubran siempre que estés a mi lado. Solo intenta no desaparecer.
-Creo que tú eres el experto en hacer eso. Pero tranquilo, no lo haré -le prometió.
Después de todo no tenía ningún sitio al que ir y ellos tampoco irían a ninguno ese día ya que, solo unas horas más tarde se anunció la muerte del rey por toda la ciudad.
♦♦♦♦♦♦
Hanseong se tiñó de luto, el color blanco que se fundía con el color de la nieve se veía en cada esquina y la capital estaba sumida en un ambiente de tristeza. La muerte de un monarca nunca era un acontecimiento que sentara bien entre la población a pesar de que algunos la habían deseado ante sus actos, desconociendo los últimos intentos del rey fallecido por salvar a su país del caos. Algunos se alegraban pensando que se habían deshecho de un espíritu maligno, teniendo esperanza en el reinado de su hijo que sería oficialmente coronado una vez pasara el tiempo de luto establecido. Otros, los que sabían la verdad, temían qué podía pasar pues sabían que el heredero estaba atado de pies y manos por el imperio nipón, siendo nada más que una simple marioneta.
Yifan rezó junto a su madre por el espíritu del rey, deseándole paz para cuando se reencontrase con sus antepasados. También rezó por su padre esperando que los dioses hubieran sido gentiles con él, haciéndole una promesa en forma de oración delante del pequeño altar, con el helor del invierno clavándose en la piel y el olor del incienso en el aire.
Dos días más tarde, Yixing le visitó con un sobre en las manos, lo que le llamó la atención.
-Parece ser que no soy el único que tiene amistades curiosas -le dijo, dando vueltas al sobre.
-¿Qué es eso?
Yixing le entregó el sobre. Era alargado y verde, pequeño y sin ningún adorno especial. Lo abrió y sacó un papel doblado que desplegó y leyó con curiosidad. Se sorprendió al ver la firma.
-¿Quién te ha dado esto? -preguntó, frunciendo el ceño.
-Parece ser que alguien se pasó por tu casa esperando a que aparecieses en algún momento para entregártela.
Yifan la releyó.
-¿Por qué querría hablar contigo el príncipe Sehun? -le preguntó Yixing.
Levantó la vista de la nota, encontrándose con el rostro serio de su amigo.
-Me encontré con él. La noche en que fui a por la carta del rey -confesó, ni siquiera le había nombrado el encuentro con el príncipe a su padre-. Quiere hablar conmigo.
-Eso me he imaginado y me parece peligroso. Podría ser una trampa.
-No lo creo.
-No puedes fiarte. Quién sabe si de haber recibido la nota personalmente no te hubieran arrestado al momento.
-Me descubrió buscando los documentos y no llamó a la guardia, diría que algo de confianza sí puedo tener.
Además Yifan todavía recordaba las últimas palabras del príncipe, que ahora que las repetía en su mente le hacían ver que estaban en el mismo bando. Le había dicho que no les traicionase y estaba claro que se refería a él y su familia, incluyendo al rey. Y aunque siempre seguía los consejos de Yixing, por una vez tenía la impresión de que estaba equivocado. Su intuición le decía que aquello no era una trampa, y que el príncipe debía de tener una razón de peso para arriesgarse a encontrarse con él.
-Sigue sin gustarme. ¿Qué sabemos del príncipe en realidad? Nada. Podría estar siendo utilizado para llegar a ti.
-No utilizarían al príncipe para algo así, supuestamente no tenemos ningún tipo de relación. ¿Qué sentido tendría? -razonó, intentando convencerle para que cambiase de opinión.
-No lo sé, pero sigo diciendo que no me gusta. Hazme caso, no vayas.
Yifan apretó la nota entre sus dedos.
Esta noche. En el mismo sitio.
♦♦♦♦♦♦
La nota ponía que usara la entrada que Yixing le había comentado una vez, ubicada lejos de las tres puertas principales y que daba acceso a la parte que limitaba con el bosque. El edificio de la biblioteca no estaba lejos así que, teniendo cuidado de los guardias, se encaminó hacia él. En su trayecto pudo ver las banderas que ondeaban a lo lejos y las telas blancas que adornaban las entradas de los edificios como muestra del luto por el rey. Éste se extendería durante meses hasta el reposo final del monarca, cuando por fin su cuerpo haría compañía a sus ancestros en las tumbas reales.
Sólo se encontró en su camino con un guardia que consiguió esquivar sin mucho problema escondiéndose hasta que éste pasó de largo. Una vez llegó a la biblioteca, entró a la oscuridad dejando que sus ojos se acostumbraran antes de empezar a cruzar la primera sala. La puerta de la sala privada del rey estaba entreabierta y pudo apreciar como salía luz de ella. Dudó por un momento antes de entrar, preguntándose si estaba haciendo bien, si aquello quizás no era una trampa después de todo. Había notado la mirada de Yixing durante el resto del día desde que le había dado la nota, como queriendo asegurarse que no estaba pensando en asistir al encuentro. Yifan había intentado no pensar en ello y actuar con normalidad, sin darle muestras a su amigo de sus intenciones. No le hubiera dejado salir esa noche de haberlas sabido y lo entendía, el palacio era el último lugar a pisar. Tal y como estaban las cosas era como entrar en la guarida del dragón, si le descubrían ahí podía darse por muerto, pero algo le decía que la reunión de esa noche era relevante y merecía el riesgo.
-Su Alteza -saludó con una inclinación al entrar.
El príncipe estaba en el centro de la pequeña sala, con la misma expresión indescifrable en el rostro que vio días atrás. No había nadie más y eso hizo que respirara más tranquilo ya que la duda no se había ido del todo.
-Wu Yifan.
Esperó a que dijera algo más, pero no parecía ávido por empezar la conversación, de hecho parecía un joven de pocas palabras. Quizás por su juventud o quizás porque le habían educado así.
-Siento vuestra pérdida -optó por decir, mostrando sus respetos. El príncipe no vestía el blanco en ese momento pero seguramente lo había llevado el resto del día.
-Todos piensan en palacio que no sé nada, pero es demasiado fácil ver a través de sus mentiras.
Estaba claro que sabía que su padre no había caído enfermo de manera natural. Podría ser un joven en apariencia callado e infantil, pero parecía tener la madurez suficiente para no ser engañado con facilidad.
-¿Puedo preguntar a qué se debe que hayáis requerido mi presencia?
-Sé quién eres, qué haces y necesito tu ayuda.
Le vinieron al momento las palabras de advertencia del joven. Aquella noche, al volver a casa y hablar con su padre, había estado pensando en ellas y había acabado con la conclusión de que el otro sabía más de lo que parecía. Quizás esa ingenuidad aparente que mostraba a todo el mundo era tan sólo una fachada.
-¿Por qué necesitaríais de mi ayuda?
-No quiero que intenten controlar mi vida.
No hacía falta que le especificase a quienes se refería.
-Queréis continuar con la última voluntad de vuestro padre -no era una pregunta, sino una afirmación.
El príncipe frunció el ceño, lo que le sorprendió. Era una de las pocas reacciones que veía en el joven.
-Los quiero fuera de palacio. Ayúdame y yo haré lo mismo.
-¿Cómo creéis que podríais ayudarme?
-Mi padre parecía confiar en el vuestro. Sé que conoces gente ahí fuera que quiere lo mismo que yo y puedo darles la información para conseguirlo.
Yifan no sabía si creer lo que estaba escuchando. Apenas había tenido trato con el joven, pero ahí lo tenía delante de él, proponiéndole prácticamente una alianza. Podía ser la ayuda que tanto necesitaban, alguien que les ayudase desde dentro de palacio tal y como le había dicho Yixing en una de sus conversaciones. Y el príncipe tenía la ventaja y el poder suficiente para moverse sin levantar sospechas si actuaba con cuidado.
-Sólo una condición -habló de nuevo el joven, acercándose a él con el rostro serio-. Tenéis que prometer que me protegeréis a mí y mi familia.
-Lo haremos, no dejaremos que os pase nada.
-Tenemos un acuerdo, entonces.
♦♦♦♦♦♦
No hablaron mucho más tras ello y se despidieron acordando establecer un modo de comunicación cuando él hablase con Yixing. El príncipe le dijo que enviaría a una persona la noche siguiente a la puerta oculta de palacio para que le informase.
Positivo ante los acontecimientos, salió de la biblioteca cruzando el patio y volviendo sobre sus pasos. El lugar seguía tan tranquilo como antes, aunque el viento había amainado y se habían apagado las pocas luces que habían encendidas.
Abandonó el palacio con el sonido de sus botas sobre la nieve y el crujir de la puerta de salida como acompañamiento. Respiró un poco más tranquilo una vez fuera, recorrió el angosto callejón y salió a uno más amplio. Por fortuna se conocía perfectamente esa zona tras caminar por ella durante tantos años, así que se movió por las calles intentando no salir a la principal y en dirección sur. Una vez la pasase, entraría a la parte baja de la ciudad y tendría que cuidarse de encontrar el camino que era correcto. Solía tener buena memoria, pero todo parecía diferente de noche, lo que lo llegaba a despistar. Además, las veces que había salido de la casa en la que se habían quedado su madre y él, había sido en compañía de Yixing o de alguna de las muchachas de Luhan.
Vio de lejos la propiedad de su familia, con todas sus luces apagadas y la nieve amontonándose en la entrada principal. La servidumbre debía de haberse visto obligada a abandonarla al haber una orden de arresto sobre él, ya que si se castigaba a una familia ellos eran arrastrados también. Un peso se le instaló en el estómago al pensarlo, esperaba que solo estuvieran en los calabozos y no hubieran recibido daño. Había mujeres y niños que había visto crecer, no quería que sufrieran a su costa.
Torció en un callejón pero chocó contra algo que le hizo tambalearse. Consiguió mantener el equilibrio y se sorprendió al ver que no se había chocado contra algo sino contra alguien. La sorpresa pasó a ser preocupación y nervios al darse cuenta de que se trataba de uno de los guardias. Vestía el uniforme y el sombrero correspondiente, con una espada atada a la cintura y un gesto de irritación en el rostro.
-Lo siento -se disculpó automáticamente y bajó la mirada para evitar que le viera el rostro. No quería arriesgarse a que le identificara.
-¿Qué haces a estas horas por aquí? -le preguntó el guardia con voz hosca-. ¿No sabes que no se debe deambular por aquí?
-Solo estaba dando un paseo.
-¿Y pretendes que te crea? -dijo, caminando alrededor de él y mirándole de arriba a abajo-. Está claro que eres un maleante.
Yifan maldijo su despiste, tenía que haber estado más pendiente del camino. Las ropas que vestía le hacían parecer más un sangmin que un yangban, lo que en ese momento no jugaba a su favor pues la guardia siempre vigilaba que esa clase de gente no pisara esa zona de la ciudad. A las familias yangban no les gustaba verlos siempre que pudieran evitarlo y por eso habían pedido que se vigilasen las calles ya que los consideraban ladrones y gente dudosa.
El pulso se le aceleró pero intentó no demostrar inquietud manteniendo una expresión neutra. Levantó levemente la mirada y comprobó que el guardia era joven, seguramente no había salido hacía mucho de la academia y estaba ávido por cumplir bien su trabajo.
-Por favor, no deseo crear ningún disturbio. Déjeme marchar -pidió cuando el guardia se paró delante de él de nuevo.
-No sé si debería, no me siento especialmente benevolente esta noche -contestó el otro, acercándose a él y jugando con una mano con el mango de la espada en un claro gesto intimidatorio. Sus ojos se abrieron de repente cuando Yifan no pudo evitar esconder el rostro de su mirada-. Chino…
Notó de inmediato la presión de unos dedos en el brazo que le hizo reaccionar e intentar soltarse con éxito. Dio un par de pasos hacia atrás y el guardia desenvainó la espada con un ruido metálico. En ese momento deseó haber ido a alguna lección sobre arte de la lucha y manejo de la espada, pero los yangban siempre preferían dedicar su tiempo al arte de la escritura y dejar para el resto del pueblo los asuntos de las armas, con lo que no había tenido la obligación. Ahora la única opción que tenía era correr y por la estrechez de la calle solo tenía una ruta de escape. Pudo ver la expresión de odio en la cara del guardia mezclada con las sombras de la noche y justo cuando decidió que era el momento de salir allí oyó un golpe sordo y vio al otro caer al suelo inconsciente.
Miró a su alrededor, dando otro par de pasos hacia atrás, preguntándose qué acababa de pasar. Observó el cuerpo que había caído de cualquier manera, un brazo estaba estirado hacia adelante y la espada había escapado de su mano. De repente notó que algo se movía y se tensó al aparecer una sombra delante de él.
En realidad era una persona, vestida completamente de negro y la cabeza tapada de tal manera que únicamente dejaba a la vista unos ojos fríos y amenazadores. No pudo evitar sentirse intimidado ante esa mirada afilada.
-Eso le dejará aturdido durante un rato -dijo el desconocido con voz grave acercándose a él, cogiendo la espada del suelo y girándola con maestría entre sus dedos-, pero debemos marcharnos ahora mismo.
Su mente empezó a funcionar de nuevo una vez escuchó hablar al otro, dándose cuenta de que tenía razón. Aún con el guardia inconsciente, otro comprobaría por qué no estaba haciendo su guardia y lo encontraría tarde o temprano. No sabía quién era esa persona que había delante de él, pero le había ayudado y eso tenía que significar que no quería hacerle mal. De todos modos decidió ser precavido, siguiéndolo a cierta distancia cuando empezó a andar.
Sus pasos no hacían ruido al contrario de los suyos y se movía con agilidad asomándose en cada esquina que se encontraban en el camino. Yifan lo siguió en silencio preguntándose a dónde lo estaba llevando, parándose cuando el otro le hacía un gesto y un guardia pasaba cerca de ellos. Dejaron atrás las casas de los yangban y se internaron en la zona baja de la ciudad, por callejuelas que le sonaban y no al mismo tiempo; todas parecían iguales a simple vista. Finalmente, el desconocido se detuvo, se giró hacia él y clavó la espada en el suelo antes de acercarse a la puerta de la casa frente la que estaban.
Murmuró unas palabras y le llamó la atención al darse cuenta que no habían sido pronunciadas en el idioma nativo del país sino en el que había compartido con sus padres y con Yixing desde pequeño. El idioma de Han.
La puerta se abrió a continuación y el otro le hizo ademán para que entrase primero. Yifan lo observó con interés, pasando a su lado y entrando en la casa con él detrás.
-Te dije que no fueras -le dio la bienvenida una voz que conocía demasiado bien y que en el fondo no le sorprendió oír.
-Yixing.
Oyó como se cerró la puerta y vio a su amigo al avanzar hacia el interior, de pie con los brazos cruzados.
-Eres una persona previsible -comentó, haciéndole recordar su conversación pasada-. Sabía que me llevarías la contraria.
Al instante lo comprendió. Sólo él mandaría a alguien que le siguiera para protegerle, como tan bien le había prometido.
-Tenía que hacerlo.
-Y casi te cogen por lo que veo -dijo, mirándole fijamente.
Yifan no dijo nada.
-Envié a Zitao para que te vigilara -continuó-. Que te haya hecho venir aquí significa que algo fue mal.
Estaba enfadado, lo podía notar en su mandíbula estaba tensa aunque intentara no demostrarlo. No pudo evitar sentirse un poco culpable.
-Fue un guardia al volver. El encuentro no era una trampa -comentó.
Yixing se acercó a él, sin relajar su gesto.
-Te dije que solo podía asegurar tu protección si te quedabas a mi lado. Si no hubiera enviado a Zitao a saber qué hubiera pasado. No vuelvas a hacer algo así sin decírmelo.
Notó la clara preocupación en la voz de su amigo.
-Lo siento -se disculpó con toda sinceridad y miró por un momento hacia Zitao, que permanecía de pie apartado pero obviamente pendiente de la conversación.
-¿Y bien? ¿Qué quería el príncipe? -preguntó Yixing, cambiando de posición.
-Ayuda… y ayudarnos.
El otro le miró interesado.
-Nos facilitará información desde dentro de palacio para que expulsemos a los nipones.
-¿A cambio de qué?
-Protección, para él y su familia.
Yixing asintió, pensativo.
-Supongo que el príncipe no es como nos pensábamos.
-No hay que dejarse llevar por las apariencias, ¿no?
Era uno de los tantos consejos que le había dado Yixing a lo largo de los años. El príncipe Sehun había sido una clara muestra de ello.
-Nunca. Pero admito que me ha sorprendido -confesó, acercándose a él-. Es justo lo que necesitábamos. Solo nos haría falta organizar el intercambio de información.
-Mañana a la noche habrá alguien esperando indicaciones.
-Bien -dijo Yixing-. Tengo que hablar con un par de personas primero, pero hoy ya es tarde. Lo mejor que podemos hacer ahora es descansar.
No contradijo a su amigo ya que notaba el cansancio en el cuerpo. Cerró los ojos por un momento para abrirlos de nuevo al notar que alguien le estaba mirando. Se giró y se encontró con los ojos de Zitao, que seguía en el mismo sitio, pero esta vez no le parecieron tan amenazadores.
-Zitao -dijo Yixing, al notar el intercambio de miradas.
El otro apartó la suya, observando ahora a su amigo.
-¿Qué pasa? -preguntó confuso Yifan.
Yixing pareció dudar.
-Fue a Zitao a quien envié cuando lo de tu padre -dijo al final.
Yifan se tensó ante las palabras y el recuerdo que las acompañó. Zitao se movió, acercándose a él y quitándose poco a poco la tela que le cubría la cabeza. Ésta dejó ver un rostro de facciones muy jóvenes y redondeadas por la adolescencia. Una vez delante de él, bajó la cabeza en una inclinación.
-Quería disculparme por no haber evitado lo que pasó -dijo, con una voz completamente diferente a la que había escuchado en el callejón y que reflejaba su corta edad.
Se sintió de repente mal, con el joven disculpándose delante de él por no haber salvado a su padre. Más aún al recordar cómo había reaccionado ante Yixing por no haber conseguido protegerle.
-Zitao, no es necesario que hagas esto -intercedió su amigo, poniendo una mano sobre el hombro del joven-. No fue culpa tuya.
-Me dijisteis que lo protegiera y fallé -dijo, levantando la mirada, sin rastro alguno de la frialdad que había visto la primera vez.
Yifan no sabía qué decir. Lo que había ocurrido le dolía, había perdido a su padre, pero no culpaba de ello al joven que tenía frente a él.
-Son los nipones los que tienen la culpa de lo que pasó, Zitao -le dijo al final, mirándole a los ojos-. No tú.
Eran ellos los que le habían arrebatado a su padre, los que habían acabado con la vida del rey y los que llevaban amenazando a la población desde el principio. Y si había algo de lo que estaba seguro en ese momento es de que haría todo lo posible para evitar que nadie tuviera que cargar con culpas innecesarias ni con el agujero de la ausencia de un ser querido.
Lucharía por una Joseon libre de los nipones.
♦♦♦♦♦♦
Yixing eligió a una persona de su entorno para encontrarse con el informador, con el que acordaron reunirse dos veces por semana. Mientras tanto el príncipe se movía por el palacio pendiente de lo que ocurría y tomando nota de lo que necesitaban; desde el número de personas que componía la guardia, quienes apoyaban a los nipones y quienes no, las salidas y entradas a palacio de los dignatarios, hasta los movimientos del consejero del heredero. Poco a poco y organizando la información encarecidamente, su amigo la pasó a los miembros de la rebelión con los que Yifan no tenía apenas contacto. Yixing quería evitar inmiscuirle demasiado por su propia seguridad en caso de que algo saliera mal.
-Ya es suficiente con que uno de los dos esté metido en ello. Si estoy yo solo, puedo controlarlo -le había dicho cuando había preguntado sobre los avances.
Eso no le había dejado muy tranquilo y volvió su preocupación por los asuntos que trataba. Poco sabía en realidad del movimiento de la rebelión, salvo que estaba compuesto principalmente por gente que había estado en contra de las políticas establecidas por el fallecido rey y en general en descontento con lo que representaba su figura. En los últimos meses se había unido gente que no aceptaba la presencia nipona y que la quería fuera de Hanseong y del país. El movimiento siempre había existido en realidad, pero había sido abolido por periodos, resurgiendo una y otra vez por la misma clase de motivos en general.
Ahora mismo era la única fuerza popular capaz de enfrentarse a la nipona a falta de la ayuda del Imperio de Han. El número de personas no era comparable a un ejército, pero tenían esperanza en ser el suficiente utilizando la ventaja que les ofrecía la información que estaban consiguiendo a través del príncipe.
Yifan a veces pensaba en él, en el joven que había visto aquella vez sonreír con su hermana en brazos y que ahora los estaba ayudando delante del enemigo. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces, nunca hubiera pensado que se iba a llegar a encontrar a escondidas con él y muchos menos a estar inmiscuido en la situación en la que estaba.
Pero el mundo cambiaba cuando uno menos se lo espera, en cuestión de meses, de semanas y, a veces, incluso de días. Ahora intentaba afrontar esos cambios como mejor podía, intentando proteger a la gente que era importante para él. A Yixing, a sus madres, incluso a Zitao, con quien había entablado amistad con el paso de los días. Él chico sabía protegerse a sí mismo como había podido comprobar. Había permanecido prácticamente callado las primeras veces que había intentado hablar con él, temeroso de cómo actuar o qué decir. Intentó mostrarle que no tenía de qué preocuparse, que le podía hablar abiertamente. Al cuarto día empezó a responder con algo de soltura a las preguntas que le hacía.
A Yifan le intrigaba que alguien tan joven hubiera acabado como Zitao y sobre todo cómo había conocido a Yixing. Su amigo parecía ser único para buscarse aliados, desde el dueño de la casa de kisaeng hasta un muchacho que había permanecido en la calle casi toda su vida y que ahora se había convertido en un protector. Éste le habló sobre su vida, de sus años con su mentor, su viaje por Joseon y el periodo de entrenamiento a la intemperie, instalándose al final en Hanseong con su maestro, quien murió meses después dejándole solo, teniendo que aprender a valerse por sí mismo ayudándose de sus conocimientos, de sus pasos furtivos y su habilidad para no hacerse notar. Tiempo después había coincidido con Yixing y éste le había ofrecido ayuda que había aceptado al traducirse en un techo y comida.
-Siempre me he preguntado cómo lo hace, cómo os conoce, cómo parece saberlo todo -comentó.
Era una tarde en que su madre y la de Yixing estaban ocupadas ayudando a las jóvenes kisaeng con sus lecciones de poesía y Yifan se había quedado en casa con la compañía de un libro y la de Zitao.
-Conoce a mucha gente y por lo general nos encuentra en un momento de necesidad, ayudándonos y pidiéndonos a cambio que nosotros le ayudemos en el futuro. Al lugar al que vayas, seguramente tenga a alguien que le informa de lo que pasa. Aparte de eso, sabe hablar, leer entre líneas y escuchar lo que no se dice con palabras sino con el lenguaje físico. Hay pocas personas como él.
-Escuchando eso resulta extraño que haya gente que le tenga miedo.
-Hay que saber protegerse a sí mismo para evitar que la gente se aproveche y, ante todo, nunca mostrar debilidad.
Todos tenemos nuestros secretos, Yifan. Pero unos saben guardarlos mejor que otros, le había dicho una vez Yixing. Se debía de referir a eso, a evitar que la gente los conociera para poder usarlos como hacía él.
Después de ese día, las conversaciones con Zitao se volvieron algo natural y poco a poco fue conociendo más del entorno en que se movía su amigo, el propio Luhan y él mismo, dándole una perspectiva diferente y más abierta.
A la cuarta semana de recabar información de palacio, Yixing le dijo una noche que la rebelión había establecido un día para actuar y que sólo necesitaban decírselo al príncipe para que procediera acorde.
-¿Qué han decidido?
-Atacarán palacio a la noche para pillar por sorpresa a la guardia e irán a por el consejero real para desestabilizar la cadena de mando. Actualmente es el principal cabecilla, así que una vez fuera quieren que no sepan cómo actuar de forma temporal -le explicó y se tumbó en el suelo con un quejido.
Yifan le miró y le notó más cansado que nunca, apenas había parado en esas semanas y había días en que ni le había visto.
-Suena peligroso, ¿crees que funcionará? -le cuestionó, dejándose caer al suelo junto a él.
-Tienen que actuar con cuidado por mucha ventaja que crean tener -replicó su amigo.
-No confías en que salga bien.
-No podemos estar seguros de saber todo sobre el enemigo -dijo, frotándose la cara con las manos.
-Solo queda esperar, ¿verdad? -preguntó, girándose hacia Yixing, que apartó las manos y miró hacia el techo.
-Sí.
-Pues esperaremos y nos enfrentaremos a esto juntos, como siempre hacemos, sea cual sea el resultado.
Estaría junto a Yixing ayudándole, no pensaba dejarle atrás en ningún momento al igual que a ninguna de las personas que conocía y estaban involucradas en mayor o menos medida. Era un promesa se hacía así mismo y que no pensaba romper pasara lo que pasase.
Su amigo cerró los ojos y él giró el rostro hacia el techo, soltando un largo suspiro a la vez que le imitaba, intentando apartar de su mente el ataque a palacio. Para bien o para mal, sabía que ese día marcaría un antes y un después en la historia de Joseon.
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Epílogo>>