Se me ocurrió a partir de un sueño que tuve, que me hizo reflexionar sobre la amistad. Sé que estoy cansina con ese tema, pero bueno XD salió solo... ¿por qué no publicarlo? :P
Besos! :3
No es el odio lo que mata al hombre, sino el exceso de confianza en que la maldad sólo afecta a los demás. “A mi no me va a pasar” piensa, y entonces el karma, la ley natural, el destino, o un Dios excesivamente jocoso, hace que le pase. Y lo toma desprevenido.
Vaya si me habrán tomado desprevenida más de una vez. La falta de experiencia, piensa uno, y se encarga de que la próxima vez, la falta sea de confianza.
Y ahí comienza el gran problema: sin confianza, no se puede hacer nada divertido, nada que haga que la vida tome color.
¿Dónde está el equilibrio?
Probé el agua con la punta del pie. Dedo, pie, pantorrilla, rodilla, muslo. Y ya estaba con la gamba hasta el caracú, como dicen por aquí. Entonces me zambullí de golpe, y era fresca y todo estaba teñido en un brillante turquesa, rodeada de alegres peces de colores que giraban a mí alrededor.
Y me llamaban egoísta, es decir… ¿no podía darle más que mi tiempo, mis ganas, mi amor? ¿Qué más podía dar, a cambio de aquella felicidad psicoactiva?
Pero sé que fui injusta con la tierra, sólo volví cuando necesitaba oxígeno, cada vez más espaciado. Hasta que dejé de ir.
Perdí el equilibrio. Me desequilibré.
Entre estertores necesité oxígeno, y cuando volví al mar, todo era azul noche. Arrecifes de lata y playas de vidrio molido. Agua sucia brotando de las bocas susurrantes.
Y en el centro de la desolación marina, Medusa haciendo girar el mundo a su compás.
A sus pies, mis peces de colores. Ahora, peces de lata, fríos y automáticos. Al menos, para mí.
En un grito, perdí mis reservas de aire, de paz, de alegría. De alma.
Me dejé anestesiar en la negrura, sólo sintiendo el bambolear de las olas sin rumbo.
¿Qué iba a hacer ahora?
Al despertar, ya no estaba más a la deriva. La tierra me había recibido como si nunca me hubiese marchado, cálida del sol, sepia del recuerdo y con aroma a risas.
¿Qué amistad es más grande y verdadera que esa? ¿Qué podía dar de mi para ella?
Me arrodillé, y di gracias. Y aposté lo que me quedaba de confianza.
Pisé firme, y no me caí aún. Creo que voy a recuperar mi equilibrio.