JA. Si se puede llamar a esto 'fic' o 'capítulo'. u.u
winters/nixon. band of brothers.
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Sin palabras 1/6
Cinco veces que Winters dejó a Nixon con la palabra en la boca y una vez que... bueno, también lo hizo.
-¡Hey, Dick! -escuchó desde lejos, no se molestó en darse vuelta. Allí nadie lo conocía como Dick, y estaba muy lejos de casa para darse por aludido. Siguió corriendo-. ¡Winters!
Lentamente giró su cabeza sin aminorar la marcha y vio que alguien se acercaba. Era aquel muchacho que se la pasaba contando historias de Nueva York a los recién llegados, a pesar de que hacía poco, él mismo había sido transferido desde donde hubiese hecho su entrenamiento básico, como todos. Nixon, creía que se llamaba.
Solo le tomó unos segundos alcanzarlo. Winters se mantuvo callado mientras observaba de reojo a la persona que corría a su lado, esperando. Nixon no parecía tan ansioso ahora por entablar conversación con él, sólo seguía su ritmo, en silencio.
Pasaron unos minutos. Winters suspiró.
-¿Puedo preguntarte qué haces aquí?
-Estoy corriendo -contestó buscando algo en su bolsillo.
-Eso puedo asegurarlo, la pregunta es qué haces aquí. -Nixon dejó escapar un ‘oh’ casi inaudible y sonrió de lado.
-Bueno, estaba aburrido -Winters pudo observar qué era lo que tenía en la mano y no dejó que se notara su sorpresa al ver una petaca. Y es que por supuesto, pensó después, los tipos como Nixon no llevaban cantimploras llenas de agua cuando iban a recorrer unos dos kilómetros de rutina, por supuesto que no. Tampoco se permitió seguir mirándolo mientras bebía-. Y tú pasaste corriendo frente mío, así que me dije a mi mismo: Nix, ve a correr con el chico, necesita de tu compañía.
-¿Necesito de tu compañía? -le cuestionó, impasible. Esquivó un pequeño charco del camino. Aún no era verano, pero habían tenido unas tormentas bastante fuertes para la época. Nixon giró su cabeza para mirarlo.
-Estás corriendo en uno de nuestros pocos momentos de libertad, sin mencionar que son las seis de la mañana. Por supuesto que me necesitas.
No le contestó. No le mencionó que para él eso era libertad, correr libremente porque quiere hacerlo, no porque deba hacerlo. Tampoco le dijo que la mañana era el momento preferido de su día. En cambio, mantuvo su ritmo y miró al frente. Nixon tampoco dijo más nada, por unos minutos corrieron en silencio, diez, quince, veinte minutos.
Nixon sacó otra vez su petaca. Tomó un sorbo. Y le ofreció un poco invitándolo con un cabeceo. Winters se negó.
-No, gracias.
-Claro, no se debe beber mientras se corre -dijo, como si fuese obvio. Winters levantó una ceja con incredulidad, por supuesto que era obvio, e indudablemente a Nixon le importaba poco.
-No -le corrigió él, sonriendo por primera vez en el día. Según Nixon, cuando cuenta la historia de cómo se conocieron, sonriendo por primera vez desde que llegó a Georgia -, no bebo.
Esa fue la primera vez que Winters dejó a Nixon con la palabra en la boca, se le ocurrían varias frases humillantes, varias preguntas que para él resultaban existenciales, tales como ¿Por qué, en su sano juicio, un hombre no bebería? Pero no pudo decir nada. Winters lo había sorprendido. No, sorprendido no, impresionado.
-¿Vienes? -dijo el pelirrojo a lo lejos. Sin darse cuenta, Nixon se había detenido. Sonrió y aceleró el paso hasta llegar junto a Winters.
Siguieron corriendo en silencio.
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