Rilke, Rainer Maria - Elegías de Duino (Duineser Elegien), traducción de Jenaro Talens,
Hiperión, Madrid 1999 (3ª ed. 2007)
Me gusta la poesía vigorosa y sugerente, la que aborda con intensidad las situaciones vitales, celebra la belleza y la complejidad del mundo y anima a descubrirla y disfrutarla. La poesía lírica e intimista, bañada en impresiones amargas y que vive de espaldas a la vida no goza tanto de mi beneplácito. La obra de la que voy a hablar no encaja en ninguna de estas dos categorías, que no son tales porque no existe realmente una división de ese tipo, pero si la hubiera, para mí entraría quizá dentro del segundo conjunto. Otros, probablemente, podrían decir lo contrario. Reconozco que mi falta de entusiasmo responde más a una ignorancia manifiesta que a un criterio fundamentado, pero no me parece del todo inapropiado expresar a pesar de ello una opinión que, distando mucho de ser erudita, sí es al menos genuina y personal, si es que eso encierra algún valor.
No puedo decir que estos poemas de Rilke, los primeros que leo, me hayan disgustado, lo más exacto sería afirmar que no han conseguido emocionarme. Las Elegías de Duino figuran entre sus creaciones más celebradas y significativas, y en términos lingüísticos y conceptuales es sencillo identificar por qué. El verso es libre y ligero, y escapa a cualquier atadura formal para derramarse en un discurrir denso pero fluido en el que vocablos sencillos adoptan significados amplios y profundos por virtud de su orden y combinación. El alemán de Rilke, suave y comprensible, es tan liviano como sugerente, y no plantea demasiada complejidad para el lector no nativo, máxime cuando cada página viene acompañada por una traducción fiel y depurada, a cargo de Jenaro Talens, que disipa cualquier duda o escollo idiomático.
Los temas son metafísicos y existenciales, expresados generalmente mediante imágenes de gran belleza, aunque su profundidad los haga un tanto opacos para quien es lego en sutilezas filosóficas, y el tono trágico fundamentalmente pesimista imprime al conjunto un aura sombría que a este pobre cronista le entristece más de lo que le cautiva. La lectura de estos versos me ha resultado de gran interés, tanto en el aspecto lingüístico como puramente estético, no obstante me temo que en materia de poesía el propio gusto es un factor más determinante si cabe que en otros géneros literarios, y este enfoque tan moderno y psicológico, que me ha recordado bastante a otra obra casi contemporánea, The Waste Land, no ha sabido conquistarme tanto como otros textos no menos modernos pero muy diferentes, como puedan ser los versos de Pessoa o de
Kavafis. Pero esto no acabará aquí: las Cartas a un joven poeta me encantaron cuando las leí, hace ya muchos años, lo siguiente será pues abordar los Sonetos a Orfeo en busca de un desempate. Hasta entonces, Rainer Maria.