Warning: Angst y alcoholismo descrito por una persona que nunca ha estado realmente borracha xD
427 palabras de fandom original que no cuentan para el quinesob u_u porque fueron escritas hace unos cuantos meses.
El líquido resbala de sus labios y gotea en su ropa, pero no importa. Le quema en la garganta y se desliza caliente por su interior, amargo y dulzón, demasiado fuerte, pero aun así no es suficiente. Todavía recuerda, todavía piensa. Siente que le va a estallar la cabeza, pero no puede dejar de pensar. Si pudiera arrancarse todos esos pensamientos y arrojarlos lejos de ella, para que se vayan reptando como repugnantes criaturas parásitas, en busca de otra persona a la que destrozar. Pero no puede, así que trata de ahogarlos.
El vaso se vacía y lo llena de nuevo, ya no recuerda cuántas veces lo ha hecho. De nuevo el líquido caliente inundándola y borrando sus pensamientos por un segundo. Contiene un gesto de desagrado por el sabor intenso en el fondo de su boca.
Está recostada sobre la pata del sofá, sentada, casi tirada en el suelo. Una pierna estirada y la otra encogida contra su pecho, rodeada con los brazos. A su lado hay unas pocas botellas y un plato con un charquito de agua que antes fueron hielos.
Cierra los ojos, la cabeza le da vueltas. Tal vez debería dejar de beber. Si ella la viera en ese estado… Pero espera, ella no está allí. Ya no está.
Lleva una mano a su pelo y tironea con furia, para acabar dándose un golpe con la palma abierta en un lado de la cabeza. Se siente tan estúpida, tan patética, por seguir pensando como si todo estuviera bien. Pero nada lo está, y un par de lágrimas ardientes caen en su vaso mientras lo llena de nuevo y lo vacía de un trago violento y amargo.
Cállate, cállate, cállate. Deja de hablar. Deja de pensar. Bórralo todo. Golpea el vaso contra el suelo con demasiada fuerza, y se resquebraja en su mano. Le llega el olor de la sangre. Se está empezando a marear, tal vez debería echarle un vistazo a su mano para comprobar que no está muy mal, pero el sueño la invade repentinamente y en aquel momento dormirse en el suelo le parece la mejor idea del mundo. Es incómodo y frío, pero es tan distinto que tal vez así no espere despertarse en sus brazos. La blanda y cómoda cama le duele como un colchón de clavos afilados de recuerdos.
Se acurruca en ese mismo lugar, rodeándose con los brazos en un mísero intento de conservar el calor, al lado de las botellas y de los trozos de cristal ensangrentados, pero con una ligera sonrisa. Ha dejado de pensar.