(no subject)

Aug 15, 2011 23:37



El golpe no es la peor parte. Lo peor es la espera.

Max se planta delante de él y le sostiene la mirada unos segundos, con la mano levantada junto a su cabeza. Tiene ganas de llorar y salir corriendo, o cubrirse la cara con las manos al tiempo que suplica. Pero tiene una dignidad que conservar. Ellos lo están deseando, quieren que se derrumbe, aunque eso no le salvará de los golpes. Sabe que le va a doler, le parece antinatural quedarse quieto esperando el dolor, necesita huir de allí. Max está muy enfadado y su madre llora tras él, mordiendo un pañuelo de forma dramática. Estúpida mujer.

Cierra los ojos al sentir el golpe, como si eso pudiera protegerle. Max le golpea con el dorso de la mano, porque deja menos marca. No podría decir de qué forma duele más, no es que pueda pensar mucho en momentos como aquel. Le cruza la cara y al segundo siguiente está en el suelo, sin que haya sido consciente de caerse. Siempre termina en el suelo cuando le abofetean. Le palpita la sangre en la mejilla golpeada, y la adrenalina le acelera dolorosamente la respiración. No llores, joder, no se te ocurra llorar.

-Arriba.

Espera hasta que se levanta del suelo por su propio pie para volver a golpearle, desde el lado contrario. Le molestan los oídos por la presión de la sangre agolpándose sobre sus tímpanos.

-Vamos, arriba.

Esta vez, se niega a levantarse. Se apoya sobre las manos y esconde la cara contra el pecho, las lágrimas a punto de desbordarse, se ha mordido la lengua. Max le agarra de la parte de atrás de la camiseta, le levanta prácticamente en vilo y le golpea de nuevo, sujetándole para que no se desplome esta vez, y de nuevo, cada golpe más fuerte que el anterior, hasta que sabe que ha perdido el control y que no va a detenerse. Busca ayuda en su madre, asustado, pensando que tal vez ella lo detenga, pero está tan concentrada contemplando cómo su marido le golpea que se ha olvidado incluso de llorar.

Cuando finalmente le deja caer, las lágrimas le resbalan por la cara y le escuecen en la piel hinchada y sensible. Cree que ha gritado, no está muy seguro. Lo peor no son los golpes. Es la humillación, el no saber mantener la compostura, el miedo.

Los odia, a todos. Cómo se atreven, él es mil veces mejor que ellos. Se lo devolverá, les hará pagar por esto. No puede dejar de llorar.

Le arrojan en el cuarto de guardar las herramientas, como si fuera un trasto más, y cierran la puerta tras él. Está completamente a oscuras y siente frío porque tiene la ropa empapada en lágrimas. Tantea con cuidado a su alrededor, tropieza un par de veces y por fin encuentra un lugar donde sentarse, con la cabeza apoyada en la pared, y llorar hasta quedarse seco.

***

Aquellos días prácticamente vive en la iglesia. Elisa y Max no le quieren en casa más tiempo del estrictamente necesario, así que después del colegio va directamente a cumplir sus horas de castigo, hasta después del anochecer. Algunas noches incluso se va a casa con James y duerme en su cama, sin que a ellos les importe una mierda dónde está. Si se escapase ahora, podría salir del pueblo e irse muy lejos antes de que nadie se percatase de su ausencia, y seguramente nadie lo lamentaría demasiado. Sería muy sencillo, sabe dónde guardan Max y Elisa el dinero de emergencias, y también las donaciones de la iglesia.

Pero antes tiene un asunto que resolver allí. Prometió que le destruiría, y tiene que cumplirlo.

Michael viene a veces para ayudar a preparar las fiestas que comenzarán ese fin de semana, desde que todo el pueblo sabe que Alex pasa muchas horas allí, porque sus padres no quieren que sea menos monaguillo que él. James nunca los deja solos, así que no tiene oportunidad hablar con él y decirle cuánto lo siente y preguntarle si está bien, pero se contenta con llegar a un trato cada vez que viene para que James le deje en paz.

Llega con miedo, se pone a trabajar junto a ellos y se marcha sin sufrir nada de lo que temía, sin saber que aquella inesperada paz no es en absoluto gratuita.

James no se conforma con follarle, golpearle o hacer lo que se le ocurra con su cuerpo. Se mete en su mente y le tortura desde dentro, sabe exactamente dónde le duele, qué decir para martirizarle.

Se lo cuenta al oído mientras le folla contra la puerta. Su madre tiene una aventura, por eso le culpó cuando le desaparecieron unas bragas, se las había dejado en la casa del otro. No es más que un hijo de puta, todo a su alrededor es sucio y corrupto, incluso sus genes.

-¿Sabes qué más me contó? Sobre tu querido papá -le gustaría taparse los oídos, o forcejear y tratar de soltarse para que al menos deje de hablar, pero tiene que cumplir el trato- ¿Sabías que naciste con dos meses de adelanto? Cuando tu padre volvió a casa de una de sus salidas al mar la zorra de tu madre ya estaba preñada, pero él no se enteró hasta que tú besaste a aquel niño. Antes de marcharse tu madre se lo confesó y él, en vez de enfadarse, se sintió aliviado por no ser el padre de semejante escoria.

Su voz sisea como una serpiente dentro de su oído, se le mete en el cerebro y no le deja nunca. Permanece siempre allí repitiéndole lo miserable que es, todos los días, todo el tiempo; hasta que se duerme, durante sus sueños, nada más despertar junto a él, sucio y desnudo.

***

Nada ha ido como debía. Sus planes han fracasado. Prometió librarse de él, y en lugar de eso se ha convertido en su muñeco personal. No sabe cómo salir de esa situación sin que Michael salga herido, está atado de pies y manos por su debilidad hacia él y se siente estúpido y enfermo al darse cuenta de que si ese crío no le importase tanto, ya habría conseguido su objetivo. En realidad, si Michael no se hubiera cruzado nunca en su camino en primer lugar, toda su vida sería distinta. Seguramente aun sería feliz enredado entre sus juegos y perversiones con James, igual que antes. Aquel domingo que lo vio por primera vez y decidió que sería suyo le es tan lejano e irreal que parece de otra vida. Cuidado con lo que deseas.

A su manera, retorcida y disfuncional, podría decirse que son una pareja; todo el respeto mutuo que les falta lo compensan con altas dosis de obsesión, celos y posesividad. Pronto James comienza a descuidar el trabajo de la iglesia, llega tarde a las misas o no está para recibir a los confesores, porque está demasiado ocupado con él, y Alex se da cuenta de que lo está consumiendo al mismo tiempo que se consume él mismo. Son dos elementos inflamables metidos en una enorme hoguera que sigue creciendo, camino de su propia extinción, y por primera vez Alex comprende que aquello ya no es una venganza, sino un atentado kamikaze.

James le emborracha a veces. Dice que le gusta el rubor de sus mejillas y la forma en que se ríe cuando está ebrio, pero Alex no cree que sea la verdadera razón. Lo nota todo mucho más en ese estado, se siente incapaz de resistirse, sus movimientos son más torpes, pierde las inhibiciones. Grita mucho más cuando se lo folla. Todo se vuelve lánguido y húmedo, pornográfico, le lame donde James le pide sin mucho problema, sin poder decidir si aquello le gusta o no. Está atrapado en un torbellino de sexo y gritos y habitaciones en penumbra, y todo a su alrededor es sucio y decadente y huele a vino, a sudor y a sexo. Podría ser feliz con esto, si no estuviera él.

Michael. Mike y su pequeña sonrisa al verle, perdonándole en silencio por todo lo que le ha pasado por su culpa; Mike y sus mejillas sonrojadas cuando le descubre mirándole de soslayo mientras trabajan. Le provoca reacciones que nunca había experimentado, le hace sentir extraño, desprotegido y expuesto, con ganas de avanzar unos pasos y lanzarse al vacío, besarle con cuidado y atrapar una de sus manos entre las suyas para que no se aleje. Le hace sentir mejor persona. Es como recuperar parte de una inocencia que no recuerda haber tenido nunca, ponerse nervioso al verle y preocuparse por si él no le gusta, o por si se decide a besarle y algo sale mal.

***

Solo ocurre realmente una de las veces. James está enredado bajo un montón de objetos viejos buscando algo, faltan dos días para las fiestas y se han retrasado demasiado con los preparativos, y Alex le ve tan estresado que no cree que se fije.

Le da una patada bajo la mesa, con suavidad, para que levante la vista hacia él, y cuando lo hace le sonríe y entrelaza su mano con la suya. Michael se sonroja sin remedio. Sus ojos parecen más grandes cuando lo hace y no puede dejar de mirarlos, acercándose inconscientemente hacia ellos, hasta que casi roza su mejilla con la punta de la nariz.

James carraspea.

De pronto vuelve a la realidad y se aparta enseguida, asustado, enredándose cuando intenta soltar su mano y siendo aun más evidente si cabe. Se daría de cabezazos contra la mesa por ser tan estúpido. No sabe cómo se lo tomará él, si le hará gracia y se burlará un poco y le torturará un poco más cuando se queden solos, o si considerará que se merece un castigo por ello.

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