Queda una semana para que termine su castigo, y el padre James llega tarde a recibirle.
-Tengo cosas que hacer -le dice mientras le tiende la llave de la sala-. Ve tú mismo y quédate trabajando allí, yo estaré ocupado en la sacristía.
Parece un hombre completamente distinto al que le sostuvo el día anterior entre sus brazos, a aquel hombre no parece importarle lo más mínimo. Alex podría pensar que tiene doble personalidad, pero si fuera así sería sencillo. Con él nunca sabe qué puede esperar. La parte mala puede volverse amable y preocupada y en segundos convertirse en la bestia irracional que le hace daño con una sonrisa en la cara. Ni siquiera sabe de cuál de todos está enamorado, ni cuál es el que le provoca aquel efecto extraño, alguna especie de hipnosis, como si contemplara algo demasiado grande para llegar a comprenderlo. Como mirar a los ojos a un ángel (caído).
Sigue el camino que realizó los días anteriores tras él y abre la puerta con la llave. Ya casi ha terminado con aquello, no es una gran iglesia ni conserva nada digno de ser llamado reliquia, en realidad. Seguramente James deberá encargarle otra tarea después de ese día. Comienza rápido con la última estatuilla de la virgen, con ganas de acabar pronto para ver qué nueva tarea le encomienda.
Al cabo de un rato se da cuenta de que se escuchan ruidos desde el cuarto de al lado. No tiene mucha visión espacial, pero ahora que lo piensa, aquella sala debe compartir pared con la sacristía. No puede evitarlo, tiene que detenerse a escuchar. Puede oír la voz de James, demasiado difusa para entender lo que dice, mezclada con otra que le es ligeramente familiar, aunque no llega a identificarla.
Sale de aquella sala y se dirige a la puerta de la sacristía procurando no hacer ruido. Le extraña encontrársela abierta, cuando está con él siempre la cierra. Algo le dice que aquella vez lo ha hecho a propósito. Se asoma por la rendija que queda entre el marco y la puerta, y siente la rabia golpearle como una bofetada.
Es Michael, arrodillado frente a él, con la cabeza entre sus manos y su… joder, no puede ni siquiera mirar. Las pulsaciones se le aceleran y su corazón bombea con fuerza sangre envenenada de adrenalina y repulsión, que inunda cada célula de su cuerpo. Se siente realmente despierto por primera vez en mucho tiempo, y no sabe si eso es bueno. Tiene ganas de vomitar. Puede oír los sollozos ahogados del niño, mientras James gime igual que cada vez que está con él.
Empuja la puerta y entra en la habitación sin importarle que le vean, aunque sabe que Michael se muere de vergüenza y cierra los ojos, sin poder apartarse porque él le está sujetando. Se detiene a apenas unos pasos de él y le mira a los ojos, y todo lo que ve en ellos ya no es digno de la fascinación que acostumbraba a sentir por él. No es más que un fracasado desesperado y sin criterio.
Pensaba que dentro tenía algo más que lo que se ve, que valía la pena, que en el fondo -se siente un verdadero estúpido al pensarlo- él realmente le importaba, pero tras no encontrar en él lo que quería simplemente ha pasado a otra cosa, como todos. No es más interesante que los demás, es igual de insustancial, tan solo tiene hobbies menos comunes.
-Suéltale -le espeta al tiempo que le da un pequeño golpe en el pecho con ambas manos.
James sonríe, pero no es su sonrisa habitual, con la que encandila a todo el mundo, o al menos eso le parece. Ahora simplemente parece un cretino arrogante.
-Alex, pensaba que tenías trabajo -le responde sin soltar la cabeza del crío-.¿Ya terminaste?- El hijo de puta sigue embistiendo lentamente contra su boca, provocándole ganas de apartar la mirada, pero se contiene. Alza la cabeza y le encara con una ligera mueca de asco.
-Cómo te atreves- ni siquiera sabe cómo terminar la frase. ¿Cómo te atreves a engañarme? ¿Desde cuándo se puede considerar un puñado de violaciones y perversiones extrañas como una relación sujeta a las normas? - d-después de lo de ayer -¿después de estrangularme y luego pedir disculpas? Se muerde la lengua hasta hacerse daño para no ponerse a balbucear estupideces. Ninguno de sus argumentos se sostiene, y aun así aquello se siente como una verdadera traición.
Claro que nada de lo que han hecho ambos ha tenido nunca mucha lógica, así que para qué intentar buscársela. Hace lo que mejor sabe hacer, transformar el dolor en ira.
-He dicho que le sueltes, pedazo de cerdo gilipollas, y si vuelvo a encontrarte así te juro que aviso a todo el pueblo antes de entrar.
James alza las cejas, gratamente sorprendido al parecer. Aparta las manos de su nuca y Michael se arrastra de rodillas hacia atrás mirando al suelo, con la barbilla pegada al pecho y el pelo cayéndole sobre la cara.
-Lárgate, Mike -le pide entonces dirigiéndose a él con lástima. El niño ni siquiera se mueve, así que le agarra bajo los brazos y le levanta del suelo-. Vamos, vete.
-Le contará a mis padres que me porté mal si me voy -murmura sin atreverse a mirarle.
-No le dejaré, te lo prometo -contesta en voz baja. Prácticamente tiene que empujarle hasta la puerta, pero al final consigue que se marche corriendo.
-Me alegra ver que vuelves a ser tú -le dice cuando los pasos dejan de oírse. Se acerca a él y toma su cara entre sus manos-. Estaba preocupado por ti.
Trata de soltarse, pero sus manos son como tenazas de hierro, y sin que pueda evitarlo se acerca hasta apretar la boca contra sus labios firmemente cerrados. Nota sus labios blandos y húmedos, su aliento apesta a alcohol, se muere de asco. Tira de sus manos para soltarse inútilmente, y tras ver que no sirve de nada recurre al plan B y le muerde con fuerza. El efecto es casi inmediato, le suelta para llevarse una mano a la boca.
-Hijo de puta -murmura sorprendido al ver la sangre en su mano. Le ha hecho una herida bastante fea. Por un segundo se siente culpable, pero entonces James le agarra de nuevo por la nuca para acercarle-. Dime, ¿cómo vas a impedir que le cuente a los padres de Michael de su mal comportamiento?
-Te destruiré si lo haces -suelta sin poder contenerse. Le mira con los ojos entrecerrados, temblando de odio-. Lo digo en serio.
-Oh, qué tierno -se mofa mientras le revuelve el pelo con una mano-. De verdad te importa ese crío, ¿no? Y yo que pensaba que era solo envidia.
Ni siquiera se lo había planteado hasta ese momento. Pero no, lo que le ha cabreado así ha sido el hecho de que le cambie por otro al día siguiente de haberse preocupado sinceramente de él por primera vez.
-No me pasa nada con él -responde encogiéndose de hombros-. Es contigo con quien tengo el problema. Y se lo prometí, ahora debo cumplir.
-Intenta engañarte a ti mismo si quieres -su sonrisa se vuelve más ancha y satisfecha. Le encantaría patearle-. Pero te propongo una cosa: termina lo que Michael estaba haciendo, o le contaré a sus padres y tu nuevo protegido estará castigado unas cuantas semanas.
Le mantiene la mirada unos instantes, dividido entre la fascinación que le provoca -tiene que reconocerlo, no encuentra ningún otro motivo- su crueldad, y el odio que siente hacia él en estos momentos.
Finalmente tiene que aceptar su derrota. Sin decir una palabra, incapaz de dejar de mirarle con odio, se arrodilla frente a él.
-Buen chico -al instante siguiente tiene sus manos enredadas entre su pelo y nota cómo tira de él. Cierra los ojos, toma aire y retoma el trabajo a medio hacer de Michael.
Odia perder.
***
Va a buscarle después del colegio, al día siguiente.
-Hola, ¿puede salir Michael? -pregunta en cuanto su madre abre la puerta, con su mejor cara de niño angelical.
Para su sorpresa, la mujer hace un gesto de desagrado al verle. Titubea. ¿Tal vez simplemente no esté teniendo un buen día? Pero sabe que no es eso. Su presencia allí parece no grata, aunque no entienda por qué.
- Michael está castigado. Y aunque no lo estuviera, para ti no puede salir nunca, ¿entendido?
Le cierra la puerta en las narices antes de que sea capaz de asimilar lo que ha ocurrido. Se queda allí plantado, mirando la puerta cerrada estúpidamente, como si de pronto fuera a abrirse de nuevo con Michael al otro lado. Hasta que comienza a oír gritos en el interior de la casa. Decide que es mejor marcharse rápido, lamentándose por ser la causa de que Michael tenga problemas en su casa. Como si no tuviera bastantes ya.
Se detiene a mitad de camino. Acaba de darse cuenta de que es la primera vez, probablemente en toda su vida, que se siente mal por el sufrimiento de otra persona.