Titulo : Submisive Seduction.
Autora : Vulpix de Vulpecula, o sea yop.
Estado : 13 capitulos. Completado.
Clasificacion : Mayores de 18 y si me pongo tonta, mayores de 21, como en los bares de yankis. Escenas de sexo, dominacion, palabras malsonantes, voyeurismo, etc…
Advertencias : Dom!Dean/Sub!Sam. Todas las que se te ocurran y mas. Esto ha sido idea de mi prima y de esta no sale nunca nada decente. Ah, si, y es un wincest. Spoilers hasta temporada 4.
Resumen : Fic en plan reto como regalo tardio a mi prima, Kitiara. Despues del alzamiento de Lucifer, Dean es trasladado por Castiel al pasado para reescribir la historia y que no se repitan los mismo errores.
Imagen de
inanna_maat. Grax nena!!!
A pesar de sentirse todavía en shock, Sam consiguió fingir normalidad esa noche cuando, más tarde, Dean le encontró en su habitación estudiando. O aparentando estudiar, más bien.
No podía quitarse de la mente esas imágenes de su hermano sometiendo a aquel tipo.
Si Dean notó algo raro en su comportamiento, no lo demostró. Lo trató como siempre y Sam acabó olvidando el tema, relatándole su discusión con Jessica. El mayor le escuchó con paciencia y le invitó a quedarse todo el tiempo que quisiera hasta que las cosas se calmaran.
Como Sam no tenía clases al día siguiente, pasaron gran parte de la noche viendo viejas películas de terror, comiendo palomitas de maíz y bebiendo cerveza.
El pequeño se durmió en algún momento entre un remake malísimo de “Un lobo hombre americano en Paris” y una de las partes de “Saw”. Sintió a su hermano moverse a su lado y taparlo con una manta, a la vez que le acariciaba el pelo y le susurraba un “Buenas noches, Sammy” que le hizo sonreír.
Estuvo toda la noche soñando con Dean, vestido de cuero y con una fusta entre sus manos enguantadas.
Se despertó con una incomoda erección y más confundido que el día anterior. ¡El no era gay, maldita sea! No tenia sentido que esa imagen le pusiera cachondo. Ningún sentido en absoluto.
Jamás se había sentido atraído por ningún hombre y ya era mayor para sufrir una crisis de sexualidad.
Además… ese era su hermano. Sufrir esa clase de atracción por él era incesto y enfermo y…
- ¡Sam! ¿Me estas escuchando siquiera? - el pequeño salio de su ensimismamiento y miró parpadeando confundido a su hermano, que le observaba con ojos penetrantes.
- No… lo siento… - murmuró bajando la mirada. De repente, no podía mirar a su hermano a la cara. No, después de tener esas imágenes en su mente.
- ¿Qué te pasa hoy? Estas en las nubes. ¿Te preocupa lo de Jess? - le preguntó preocupado.
- No… tranquilo, no es nada. Estoy bien. - susurró, sonrojándose. Dean le dirigió una mirada curiosa pero no siguió pidiendo.
- Vale. Te decía que tengo algo que hacer esta tarde. Viene una visita, pero a la noche estoy libre. ¿Qué prefieres? ¿Pelis? ¿Partido? ¿O quieres que salgamos por ahí?
Sam no pudo evitar volver sonrojarse al oírle decir que tendría visita. ¿Seria esa visita el mismo tipo de ayer u otro distinto? ¿Vendría a lo mismo? Todas esas preguntas le rondaban la mente, pero se mordió la lengua para evitar hacerlas.
- Lo del partido me parece genial. - Dean soltó una risita baja y le revolvió el pelo, levantándose de la mesa.
- Eres un carca, Sammy. Otro sábado que te quedes te llevare de fiesta y vas a aprender lo que es vivir.
La “visita” de su hermano apareció a las seis de la tarde. Saludó a Dean con una sonrisa presumida y le siguió a la habitación misteriosa. En teoría, Sam no debería haberlo visto llegar. Se suponía que estaba terminando un trabajo para su clase de Derecho Civil en su cama, pero en cuanto oyó la puerta de la entrada no pudo evitar echar un vistazo.
Este era distinto al anterior. Cabello castaño, ni corto ni largo, cuerpo delgado pero fuerte, ojos marrones ocultos tras unas gafas oscuras, expresión burlona, puro sexo en sus movimientos.
Iba vestido con un traje gris oscuro de buen corte, camisa blanca y corbata de seda burdeos.
- ¿Trabajando en sábado, Brian? - preguntó su hermano, cogiendo el maletín del otro hombre y guardándolo en el armario de la entrada. El tal Brian sonrió, quitándose las gafas de sol y se encogió de hombros.
- El mundo de la publicidad nunca descansa. Y solo ha sido una comida de negocios.
Dean soltó una carcajada divertida y eso fue todo lo que Sam pudo oír de la conversación, ya que ambos hombres desaparecieron en la habitación.
Intentó por todos los medios contener su curiosidad. Durante una hora trató de seguir con su trabajo, pero Dean salio a la cocina a coger una botella de agua y no debió cerrar bien la puerta al volver a la habitación, porque empezó a escuchar un murmullo apagado y algún que otro grito.
Y ahí no pudo más. Salio de su cama, dejando sus libros y apuntes y se acercó a la puerta furtivamente.
Empujó ligeramente la puerta y vio al tal Brian, desnudo completamente salvo por un collar de cuero en su cuello. Del collar colgaba una fina cadena plateada de la que su hermano tiraba, sacándole jadeos ahogados.
El hombre estaba con las manos apoyadas en la pared, el cuerpo inclinado y arqueado hacia fuera, mostrando su trasero desnudo a Dean, que le introducía un bien proporcionado consolador negro por su entrada.
Sam tragó en seco. Su hermano iba como en su sueño. Pantalones negros, camiseta sin mangas y guantes. Le susurraba obscenidades con voz ronca al otro sin dejar de penetrarle con el consolador.
El pequeño se llevó una mano a su entrepierna sin poder evitarlo, acariciándose sobre el pantalón.
- Bien, señor Kiney… hoy ha sido un chico muy malo. ¿Has dejado que ese tipo te la tocara bajo la mesa o has sido tu el que le ha metido mano? - preguntó, volviendo a tirar de la correa.
- Yo… yo fui, señor. - jadeo el otro. Sam ahogó un gemido.
- ¿Y que le hiciste? - Brian gimió un taco y respiró profundamente un par de veces antes de responder.
- Se la casqué mientras pedía el postre. - Dean soltó una risita por lo bajo.
- ¿Te tocó?
- No… no, señor. No lo tenía permitido.
- Buen chico.
Sam siguió el intercambio de palabras sin dejar de tocarse ni un segundo. Se le escapó un gemido, sin querer, y Dean se giró velozmente con sus ojos verdes echando chispitas de furia, pillándole infraganti. El pequeño se quedó paralizado de miedo, sin poder apartar la mirada de los ojos de su hermano. Este frunció el ceño y le ordenó en silencio que saliera. Sam obedeció casi corriendo, encerrándose en su habitación.
Las siguientes horas fueron una tortura, esperando a que Dean viniera a regañarle. Se sentía como un crío pillado en una trastada. Se mordió el labio, nervioso, cuando escuchó la puerta de la entrada cerrarse y los pasos pesados de su hermano acercándose.
La puerta de su cuarto se abrió con más suavidad de la esperada. Sam se atrevió a echar un vistazo y vio a Dean apoyado en el umbral, vistiendo ya normal y con una expresión vacía en su rostro.
- ¿Has disfrutado de la vista? - le preguntó con desden. El pequeño se encogió en su cama por el tono helado de su hermano.
- Lo siento… no quería…
- Sam, no me importa que andes por la casa a tu antojo. También es tu casa, pero eso de ir espiando por las puertas es de crios.
- ¿Qué demonios era eso? - pidió Sam, con voz chillona. - Ni siquiera sabía que eras…
- Bisexual. - le cortó Dean, aun con tono frío. - Aunque para estas cosas prefiero a los tíos. Y eso es lo que me ha ayudado a pagar esta casa y todo lo que hay en ella. Era barata para lo enorme que es, pero no tanto. - el pequeño le miró confundido.
- Creí que dijiste…
- Te mentí un poco en eso. No pensé que estuvieras preparado para saber esto de mí. Pero si no te gusta, ahí esta la puerta. Me dolerá que te vayas, pero no te quiero aquí si vas a estar juzgándome. - Sam se echó a temblar. La idea de que su hermano desapareciera otra vez de su vida, ahora que le había recuperado… le daba miedo.
- Dean… no es… no te estoy juzgando. Lo siento. Tú puedes hacer lo que quieras en tu vida privada. No volveré a espiarte, te lo prometo. - el cuerpo de Dean se relajó visiblemente y sonrió al pequeño, acercándosele para acariciarle el pelo.
- Bien. Disculpas aceptadas. Anda, vamos a ver el partido. ¿Quieres que te haga chile para cenar?
Cuando Sam se durmió en el sofá, con el estomago lleno de chile y un pequeña sonrisa en sus labios, Dean bebía su cuarto whisky sentado en su sillón favorito, mirándole fijamente. Llevaba un buen rato meditando en la reacción de su hermano ante el descubrimiento de su otro trabajo.
En vez del rechazo y el asco que se esperaba, Sam se mostró curioso y con miedo a que lo echara de su vida. Eso era algo que podía usar en un futuro próximo… pero no sabia exactamente como.
También le sorprendió su propia reacción. Se excitó al notar los ojos del pequeño devorándole.
- ¿Y que piensas hacer? - la voz de Castiel fue tan suave que no la habría oído si no hubiera estado tan cerca.
El ángel se había aparecido a su izquierda, pegado al brazo del sillón. Con un movimiento demasiado rápido como para que pudiera ser detenido, Dean le agarró de la gabardina y tiró de la prenda, desestabilizándole y haciéndole caer sentado en su regazo. Castiel le miró con los ojos azul hielo abiertos como platos por la sorpresa.
El Winchester rió por lo bajo y metió la cara en el cuello del ángel, aspirando profundamente.
- Uhm… hemos estado otra vez con Misha, ¿eh? No puede ser bueno para tu gracia follar tanto, Cas. - Castiel se revolvió en su regazo y se puso de pie, con el rostro enrojecido.
- Métete en tus asuntos, Dean. - gruñó. El otro rió.
- ¡Oh, Cassi! Solo quiero participar un día, ya lo sabes.
- Estupido… - Dean volvió a reír y regresó su atención de nuevo a su hermano dormido.
- Estoy pensando…
- No seria tan mala idea… - interrumpió el ángel, sabiendo ya lo que el cazador iba a decirle. Dean le arqueo una ceja, extrañado.
- ¿No? ¿En serio? ¿No acabaría en el Infierno por eso… otra vez? - Castiel negó con la cabeza, cruzándose de brazos, dirigiendo su vista hacia el mismo punto que Dean.
- Estas en una misión divina, Dean. Te esta permitido hacer lo que sea por conseguirla. Lo que sea.
- ¿Incluso…?
- Lo que sea. - repitió el ángel.
- Bien, porque necesito pedirte un favor.
- ¿Cuál? - Dean se rascó la nuca un segundo y volvió sus ojos verdes al ángel.
- Quiero que hagas que Sam me obedezca en todo lo que le diga durante veinticuatro horas. - Castiel frunció el ceño.
- ¿Eso ayudara a la misión o a ti?
- A los dos. ¿Lo harás?
- Por supuesto.
El ángel se acercó al sofá donde dormía Sam y extendió sus manos, murmurando un largo hechizo en un idioma extraño. El cuerpo del pequeño brilló un segundo, antes de terminar el ritual y Castiel se volvió hacia el otro Winchester.
- Ya esta hecho. Totalmente obediente las próximas veinticuatro horas. Tengo curiosidad por saber que vas a hacer con él. - Dean le dirigió una sonrisa lobuna.
- Puedes mirar, si quieres.
Sam despertó unas horas más tarde, cuando el sol ya despuntaba por el horizonte. No quería, estaba muy a gusto y tranquilo, pero una voz le pedía que despertara y su cuerpo obedeció solo, abriendo los ojos, sacándole del cómodo sofá.
- Levántate, Sam.
- ¿Uh? - confundido, el pequeño parpadeo un par de veces y miró a su hermano arrodillado a su lado, sin comprender. - ¿Dean?
- Ven conmigo. Vamos a prepararte.
Aun medio dormido, Sam se levantó del sofá y siguió al mayor hasta el baño. Le vio encender la ducha y regular la temperatura del agua hasta que quedó a su gusto.
- Desnúdate. - ordenó con voz suave. Sonrojándose furiosamente, Sam se preparó para negarse, pero su cuerpo actuaba solo.
Sus manos se movieron por su cuenta para quitarse la camiseta y los pantalones de chándal que llevaba. Para su eterna vergüenza, también se despojó de sus boxers, quedando completamente desnudo delante de su hermano. Este le sonrió satisfecho, mirándole de los pies a la cabeza.
- Dean… ¿Qué…? - intentó preguntar, pero el mayor le interrumpió.
- Silencio. No hables a menos que te haga una pregunta directa. No tienes de que avergonzarte, Sam. Ahora entra en la ducha. Tienes que lavarte bien.
Sintiendo arder su rostro de pura vergüenza, Sam obedeció, todavía sin entender porque lo hacia y que le ocurría. No tenia control de su cuerpo y eso le aterrorizaba. Dean comenzó a darle instrucciones de cómo y con que debía bañarse, murmurando su aprobación por lo que estaba mirando. Para terminar de martirizarle, le obligó a inclinarse para comprobar su entrada. El pequeño se estremeció entero de miedo y excitación al notar las manos de su hermano tocándole en ese lugar tan íntimo.
Quería protestar, gritar… no entendía que pasaba, por que no podía evitar obedecer cada palabra del mayor, deseaba insultarlo por hacerle pasar por eso… pero le era imposible. Desde que Dean le dijera que guardara silencio no pudo emitir un solo sonido, salvo para responder alguna pregunta directa que le hizo.
Cuando por fin Dean dio por buena la limpieza, le ayudó a secarse y lo llevó hacia la habitación misteriosa, todavía desnudo.
Le dejó en medio del cuarto, solo, y empezó a rebuscar algo en uno de los pequeños armarios que cubrían casi todas las paredes. La habitación era más amplia de lo que había pensado en un principio. Y más amueblada. Había una gran cama en uno de los extremos, una especie de potro, una camilla, algunas sillas… todo perfectamente equipado para sujetar a alguien de pies y manos.
- No pude evitar darme cuenta de que te gustó mucho lo que viste ayer y… ¿Qué clase de hermano seria si no te dejara probarlo? - murmuró agachándose frente a él. Sam tragó en seco. Estaba duro como una piedra y tener a su hermano arrodillado delante de su miembro, no estaba ayudando para nada. - Abre las piernas.
Dean le empujó las piernas con los codos y cogio su miembro con suavidad, que saltó con el contacto. Sam se mordió los labios, tratando de ahogar un gemido.
- No te muevas. - susurró el mayor. Con sumo cuidado, le colocó dos anillos de metal, uno a la altura de los testículos, el otro a mitad de su miembro, estrangulándoselo. - Esto es para que el juego dure un poco más. - rió Dean al ver la excitación en el rostro del pequeño. - Ahora… ¿Qué hago contigo? ¿Qué es lo que te gustaría más, Sammy? Uhm… veamos si puedo averiguarlo…
Cogiéndole de la mano, Dean le llevó hasta una de las paredes donde había unos grilletes. Sam abrió los ojos como platos y se estremeció.
- Tranquilo. Ponte cara a la pared. - el pequeño obedeció nuevamente, temblando aun. - Sube las manos. Bien… - Dean le atrapó las muñecas y los tobillos con los grilletes y le dio un leve beso en la base de la nuca. - ¿Sabes? Creo que te hace falta esto. No tener el control… - susurró con los labios pegados en su piel, besándole ligeramente en la espalda. - Cederlo. Te pasas todo el rato demasiado tenso, Sam. Ríndete y descansa. Déjame que cuide de ti.
Sam volvió a estremecerse, gimiendo bajito. Su erección se estaba volviendo más que dolorosa ya y los anillos le apretaban, evitando que pudiera correrse. Escuchó a su hermano moverse tras él, alejándose, moviéndose y colocando cosas en una mesa cercana. Oyó el rumor de ropa cayendo al suelo y, a los pocos minutos, sintió el tacto suave del cuero tocando su espalda.
Dean se había puesto los guantes.
- Dime, Sammy… ¿te gustan mis guantes? Anoche te oír murmurar en sueños sobre ellos, Sam. - el pequeño jadeó cuando su hermano le sujetó con brusquedad del cabello, tirando de su cabeza hacia atrás, mordiéndole en el cuello. - Contéstame. ¿Te gusta que te toque con ellos?
- Si… si…
- Uhm… - ronroneó Dean, soltándole el pelo y acariciándoselo. - Déjame pensar… ¿Qué más use ayer cuando me viste?
- La… la fusta… - susurró Sam, sintiendo la piel ardiendo ahí donde el otro le tocaba o besaba.
- ¡Ah, si! ¡La fusta! Eso te gustó, ¿eh? ¿Quieres que la use contigo, Sam? ¿Podrás soportarlo? Porque has sido un chico malo, espiando a tu hermano mayor cuando estaba ocupado. Y eso no se hace.
- Si, por favor. - Dean se volvió a alejar y cuando le oyó regresar, el pequeño sintió la tira de cuero recio rozándole la piel. La fusta se deslizó con lentitud por su espalda, bajando hasta llegar a su trasero, rozando su entrada con descaro.
Repentinamente, el aire silbó y Sam notó un fuerte latigazo en su nalga derecha, que le sacó un siseo de dolor. La mano enguantada de Dean acarició el golpe, apoyando su pecho desnudo sobre la espalda de su hermano.
- Creo que con un solo golpe no vas a entender del todo el mensaje, ¿no crees, Sammy? Vas a necesitar unas pocos más. - la mano de Dean se movió hacia delante, cogiendo su miembro, aun erecto. - Mira esto… te gusta, ¿eh? Eso es bueno.
Otro par de golpes y a Sam se le escapó un pequeño sollozo.
- Mírate, Sam. Caliente como una perra en celo solo por estar atado y a mi merced. Dejándome hacer contigo lo que quiero. Podría dejarte sin correrte y estaría bien, ¿verdad? ¿Te gusta que te domine, Sam?
- Si… - jadeo el pequeño. Dean le volvió a azotar y el pequeño dio un respingo, sollozando más fuerte.
Era doloroso pero excitante. No era un dolor insoportable. No lloraba por eso. Era más bien por la sensación de ligereza en su alma por dejar que Dean le estuviera controlando.
La fusta volvió a moverse, acariciando los golpes de manera ruda y Dean le tocó en la entrepierna, haciéndole jadear de placer. El dolor y el placer se mezclaron en su cuerpo, confundiéndole. Cuando el mayor deslizó un dedo a su entrada, casi ni lo notó. Dean coló el dedo enguantado con delicadeza en su interior, moviéndolo en círculos.
- Uhm… tan apretado… virgen, Sammy… No tienes ni idea de cómo me gustaría desvirgarte ahora mismo, pero no lo voy a hacer. No hoy, al menos. - Sam gimió y Dean le mordió en el cuello, dejando marcados sus dientes en la suave piel, moviendo el dedo más adentro. - Un día… un día voy a marcarte como mío, Sam y no te dejare salir de esta casa jamás. - le siseo al oído, haciendo al otro estremecerse. - Dime, Sam… dime lo que quieres que haga hoy por ti…
- Dean… por favor… quiero… quiero… déjame terminar…
Con la precisión que le daba la practica, Dean se pegó a su espalda y, abrazándole por detrás, comenzó a sacarle los anillos con cuidado, sin dejar de follarle con el dedo y besarle la garganta. Sam casi gritó de alivio al sentir liberado su miembro y cuando su hermano le masturbó, apenas duró un par de sacudidas. Estaba demasiado excitado para aguantar más. Todo había sido demasiado para él.
Habría caído desplomado al suelo sino fuera por los grilletes. Dean le besó de nuevo en la nuca y le liberó los tobillos y las muñecas, sujetándole con fuerza para evitar que cayera. Luego lo llevó, casi a rastras, hasta su habitación donde le limpio y lo metió en la cama, dejándole dormir.
Sam durmió toda la tarde y la noche, despertando a la mañana siguiente, varias horas antes de tener que salir para las clases. Dean le esperó pacientemente, sentado en la mesa del comedor, desayunando. Le había preparado una tortilla, bacón y zumo como posible disculpa si el pequeño decidía gritarle por lo ocurrido la noche anterior.
Sabia que Sam deseaba eso, que lo había disfrutado, pero eso no quitaba que le obligó con un hechizo. Aunque eso, su hermano nunca lo sabría, claro.
El pequeño salió de su habitación, vestido y con el cabello húmedo por la ducha, luciendo bastante azorado cuando se sentó en la mesa, dejando su mochila en el suelo.
- ¡Ey! - le saludó Dean, acercándole el plato. - Come rápido o se enfriara. Luego te acercare a la universidad, ¿te parece? - Sam se limitó a asentir, sin ser capaz de cumplir con la mirada del mayor. Este suspiró y dejó su taza de café sobre la mesa. - Mira, Sam… respecto a lo de anoche…
- Quiero repetirlo. - Dean parpadeó, sorprendido.
- ¿Qué? - Sam alzó por fin los ojos de su plato y miró a Dean con determinación.
- Quiero repetirlo. Quiero que vuelvas a hacer eso conmigo otra vez.
- Esto no funciona así, Sam.
- ¿Entonces como? - pudo vislumbrar la típica tozudez de su hermano en sus ojos y se mordió la lengua para no sonreír satisfecho.
- Para conseguir esto, tienes que ganártelo. Mis clientes me pagan, Sam. Tú eres mi hermano y no te voy a cobrar, pero tendrás que ganártelo.
- ¿Cómo? - Dean se terminó su café y se levantó de la mesa, revolviéndole el cabello cuando pasó a su lado.
- Eso, Sammy, es algo que tendrás que descubrir tu solito. Haz algo para demostrarme que me mereces y yo te daré lo que quieres.
Continuara...