Razas malditas.

May 03, 2011 16:11

Los agotes.

"¡Cállate, agote! Tu opinión cuenta menos que la del perro. ¡No eres nadie!". Estas palabras, recogidas en un documento de 1597, reflejan el desprecio que se les tenía a los agotes.

Los agotes mayoritariamente, eran rubios, de piel blanquecina, con el lóbulo de las orejas pegado y de mal aliento; de pequeño tamaño, los expertos aseguran que la mayoría, sin duda a causa dela endogamia, sufría de "cretinismo".
Al considerárseles portadores del pecado original, se recomendaba mantenerse alejado de ellos por su mala sangre. Esta manera de pensar se mantuvo durante largo tiempo.

Así, Pío Baroja dice de ellos en Las horas solitarias que tienen:
...cara ancha y juanetuda, esqueleto fuerte, pómulos salientes, distancia bicigomática fuerte, grandes ojos azules o verdes claros, algo oblicuos. Cráneo braquicéfalo, tez blanca, pálida y pelo castaño o rubio; no se parece en nada al vasco clásico. Es un tipo centro-europeo o del norte. Hay viejos de Bozate que parecen retratos de Durero, de aire germánico. También hay otros de cara más alargada y morena que recuerdan al gitano...

Pero, ¿quiénes eran realmente los agotes? ¿Estaban enfermos o eran simplemente diferentes? ¿De dónde procedían? ¿Por qué tal discriminación?

Los llamados agotes o cagotes, cuyos primeros indicios se hallan en documentos del siglo XIII, vivieron en los valles de los Pirineos durante seis siglos como una raza o comunidad diferente.

¿Cuál es el origen de los agotes?
Diversas hipótesis se barajan a la hora de determinar el origen de los agotes. Unos mantienen que son descendientes de los godos, lo cual explicaría su pelo rubio y piel blanca. Otros afirman que provienen de los musulmanes y que a través de sus venas corre "sangre africana".

Algunos aseguraban que descendían de los leprosos, y que ése era el motivo por el cual se les discriminaba, por miedo al contagio. Los partidarios de esta teoría, entre los cuales se encuentra Caro Baroja, mantienen que el significado de la palabra francesa "cagot" es "devoto falso e hipócrita", con lo cual se les califica de descendientes de aquéllos a los que reyes e Iglesia protegían y privilegiaban en las leproserías. Según la historiadora Alizia Stürtze, "a las leproserías se presentaban no sólo los leprosos, sino también gente con enfermedades cutáneas, fugitivos y otra serie de personas que se hacían pasar por leprosos para así obtener cama y comida gratuitamente. Así es como llegaron a aglutinarse los leprosos y los que simplemente simulaban serlo".

Causas de la exclusión
Las causas de esta exclusión hay que buscarlas en el prejuicio e ignorancia del pueblo. Al agote no se le discriminaba por no ser cristiano o por su pertenencia a una etnia distinta, sino, según la opinión popular de aquella época, por ser portadores del pecado original y de llevar consigo la mala sangre que les venía de herencia.

Alizia Stürtze teme que los verdaderos motivos de la discriminación eran económicos. Durante siglos, los agotes lucharon por obtener los derechos vecinales y la hidalguía, mas los habitantes de Baztan y Roncal se opusieron a su concesión. En palabras de la historiadora, "la Euskal Herria de las montañas era pobre, y debido al régimen del mayorazgo, los bienes de los caseríos se destinaban a un sólo hijo. Ni siquiera había lugar para los de fuera. Ante tal situación, se solían aprovechar de los agotes, pero sin reconocerles derechos vecinales".

Para poder obtener estos derechos, era necesario cumplir una serie de requisitos, tales como ser lugareño y demostrar la pureza de la sangre, unidos a ciertos factores externos como por ejemplo poseer una casa de piedra, con tejado o un escudo. Con el objeto de obtener esta serie de derechos, los agotes pelearon durante siglos, moviéndose de un lado para otro en busca de su verdadero origen. Con el paso del tiempo empezaron a construir casas de piedra, dado que los fueros disponían la obligatoriedad de poseer una casa de piedra para poder ser titular de derechos de vecindad, cláusula ésta que provocaba un incremento de las luchas y juicios.

Negación de los derechos
Los agotes, por lo tanto, eran gente absolutamente discriminada y sin apenas derechos; de hecho, no se les permitía ni labrar tierras comunes ni utilizar el molino. La gente eludía todo contacto con los agotes, temerosa de contraer enfermedades o maldiciones. Prueba de esta discriminación es la puerta lateral o "Agoten Athea" de las iglesias de Navarra, destinada exclusivamente a los agotes, y la obligatoriedad de situarse en las últimas filas, disponiendo además de pilas bautismales especiales, en defecto de las cuales recibían el agua bendita a través de un palo.

La historiadora donostiarra nos explica que "todo lo que tocaban los agotes se consideraba envenenado, de modo que en caso de tener ganado o trabajar la tierra, no podían vender sus productos. Si sorprendían a un agote descalzo, le quemaban las plantas de los pies con hierro candente, que era lo que la ley establecía. Tampoco podían participar en los bailes populares, y durante mucho tiempo tuvieron prohibido casarse con vascos".

Intereses económicos propiciaron que a lo largo de los valles pirenaicos se difundieran muchas supersticiones que poco a poco fueron definiendo un estereotipo de estas personas, justificando así su exclusión: rubios, de ojos claros, piel blanquecina y llena de manchas y con el lóbulo de la oreja pegado, estereotipo que con motivo de la endogamia se iba acentuando, dada la interdicción que pesaba sobre ellos de no relacionarse con el resto de la gente. Se decía asimismo que su sangre era más caliente, y que al poco de sostener una manzana en sus manos, enseguida se arrugaba.

Las profesiones de los agotes
Dado el riesgo de contagio, las profesiones a las que los agotes podían dedicarse eran restringidas; en un principio sólo podían ser borreros o carpinteros, al ser la madera una nefasta conductora de enfermedades, y más adelante ejercerían también como músicos, albañiles y artesanos.

Los caciques feudales, aprovechando esta discriminación, empleaban a los agotes como jopus para así presionar al pueblo y conservar los derechos feudales. Stürtze indica que en el siglo XIV los Ursua, de Arizkun, ofrecieron protección y tierras a los agotes fugitivos de Bozate, quienes en compensación de dicha protección y disfrutes (permiso para pescar, para utilizar los bosques...) estaban obligados a ejercer de criados y a pagar elevados impuestos.

La integración de los agotes
A medida que las medidas contra los agotes se iban endureciendo, éstos se movían de un lado a otro. En cuanto las condiciones de vida se agravaban en la zona de Biarno, se desplazaban hacia el Roncal, de Baigorri a Baztan, y viceversa. Con este ir y venir algunos de ellos lograron integrarse en la sociedad vasca, mientras que otros muchos emigraron a América en el siglo XIX, afincándose los que regresaban en la zona de Elizondo.

Con la paulatina decadencia de la economía del Antiguo Régimen, las tierras comunales se fueron vendiendo y privatizando, y una vez desaparecidos los derechos vecinales la marginación dejó de tener sentido.

No obstante, sigue habiendo vestigios de los agotes, puesto que, dada su endogamia, hay unos cuantos apellidos que se repiten con frecuencia, siendo éste el caso de Bidegain, Errotaberea, Zaldua y Maistruarena. Hasta comienzos del siglo XX los agotes vivieron en Bozate como si de una comunidad especial se tratara.

El ultimo agote murió aproximadamente a principios de los 60, vivió su ancianidad al cuidado de unas monjas en una residencia.





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