Cuando me hablaron mis amigos diciendo que se iban a tardar media hora más en llegar a mi casa, supe que iba a ser un viaje muy largo. Después de pasar por provisiones y estar todos reunidos, nos subimos en los coches y prendimos el estéreo. Más de dos horas de Tlalpan a la caseta porque a todos los chilangos se nos ocurrió que los únicos destinos para pasar el puente eran o Cuernavaca o Acapulco… así que sobra decir que ni de chiste llegamos a dar el grito como suponíamos en el plan original, el himno nacional nos agarró a media carretera y desde ahí tuvimos que ver los lejanos fuegos artificiales resignados y muertos de risa. Fue así como siete horas después de haber salido, llegamos a una costera de Acapulco atascada de gente y de coches. Cansados, llegamos a la casa y decidimos mejor quedarnos en la alberca un rato antes de irnos a dormir. El viernes, ya más descansados, nos levantamos “temprano” y después de ir a surtirnos de alcohol al Wal-Mart, desayunamos y nos fuimos a la famosa playa del Princess, a ver desfilar a los fresitas más guapos que suelen reunirse allí… y no salí decepcionada. Ya con nuestros vecinitos (que resultaron ser regios) tenía suficiente, pero por cada metro cuadrado había dos o tres niños lindísimos desfilando en traje de baño como pasarela con el mar adornándonos de background. A las siete, arrastrando a dos de mis amigos que no podían ni caminar de la borrachera que se habían puesto, nos pusimos de nuevo en camino, y ya muy bañaditos y freseando al máximo, nos fuimos con todo y tormenta al Alebrije donde yo me la pasé de lo lindo: mientras la parejita de mis amigos se peleaba, yo bailaba en un grupito de varios chavitos que conocí ahí y de estrellita marinera del show canté y brinqué por todo el antro hasta altas horas de la madrugada…
Y como la casa donde nos quedamos parecía de Big Brother por juntar a varios grupos de cuates, no faltó el pleito porque al llegar del antro nos encontramos al hermano de un amigo dormido con su novia en nuestra cama, acabaditos de salir de la alberca por lo cual nuestro colchón estaba completamente empapado… y pues los afectados gritábamos de un lado, la novia que ya no sabía donde meterse y el novio que no sabía ni qué pasaba por que se le habían pasado las copas pero que después de un azotón de puerta en las narices acabó en toalla en el pasillo…
Así amanecemos el sábado y de nuevo al Princess a tirarse al sol un rato y a disfrutar de la vista, en la noche de nuevo a fresear al Alebrije y ahora nos dan las seis y justo cuando estamos pensando en irnos a dormir, me encuentro de frente al niño-antro y qué más da son vacaciones me quedo con él hasta casi las once para llegar a la casa a hacer las maletas a toda carrera, comemos los mejores mariscos de Acapulco y otras siete horas de regreso; el año que entra nos vamos a otro lado que no esté tan lleno, tal vez a Valle, por que, o sea, sí conoces Valle, no we’?…
Y hoy que llego al trabajo me encuentro con un detallito que me deja el scout frente a mi computadora… Sí se acordó a fin de cuentas, yo sonrío porque lo quiero, porque ando estrenando iPod nano y también porque sé que este ha sido, sin duda, uno de mis mejores cumpleaños de mi vida, si no es que el mejor…
Gracias, de verdad, a todos los que se acordaron. Los quiero, y mucho…
Y para los que quieran pruebas,
aquí se encuentra el recuento de los daños.