La simbiosis es una asociación cooperativa entre dos organismos en la que ambos se benefician y de la que surge una estructura nueva, más compleja, y con propiedades emergentes que no tienen ninguno de los dos asociados por separado.
Eduardo Fernández Valiente
Hasta entonces yo no tuve historia. Quiero decir con esto que mi vida se ajustaba, en términos generales, a los cánones preestablecidos; no tenía, así, una historia que vivir realmente y, menos aún, que mereciese la pena ser compartida con otros.
Eso fue así hasta que nos conocimos.
Desde entonces no quiero otra historia que no sea la que escribimos juntos, cada cual en su rol; al fin y al cabo, para escribir se necesita papel y pluma, y me enorgullece tanto como me asombra haberme convertido en el lienzo que recoge sus trazos, así como ella sabe que yo soy su inspiración. Simplemente se trata de actuar con normalidad, de ser nosotras mismas, sin inhibiciones.
Mi vida depende de la suya, y viceversa, en el sentido de que nuestras respectivas existencias serían muy distintas si no estuviésemos una en la vida de la otra. Sería otra vida, ajena, que no tengo muy claro si merecería la pena vivir. Porque yo quiero, necesito incluso, ser vivida. Por ella. En ella. Para ella. Es difícil de comprender, soy consciente de eso. Sin embargo no necesito la comprensión ni el beneplácito de nadie, porque esto me hace sentirme más realizada, más plena que nada que me haya ocurrido antes. No se ajusta a lo normal. Supongo que está en los límites, en los márgenes, bordeando esa relativa “normalidad”. Si bien, hace mucho que dejó de preocuparme el hecho de parecerme a los demás. Me preocupa ser feliz, y eso no sería posible si ella no lo fuese también. Se trata de darlo todo, de recibirlo todo. Se trata de un vínculo tan fuerte que no puede ser representado por ningún símbolo, ya sea anillo o cadena, cicatriz o juramento, lágrima o collar. Porque estamos ligadas más allá de lo imaginable, sin duda.
Y es que me basta sentir su respiración próxima para sentirme tranquila, su olor para sentirme a gusto y confiada. Puedo saberme vulnerable, frágil, puedo abandonarme, ceder momentáneamente toda responsabilidad, apartar cualquier preocupación, porque sé que velará por mí más de lo que lo haría por sí misma. Porque soy parte de ella, como ella lo es de mí. Porque sé que es consciente del valor del regalo que le doy: mi existencia. No, no podría con otra persona, ni podría ser así con otra. Decir propiedad equivale a no decir gran cosa; soy tan suya como su corazón; ¿podría vivir sin mí?
En este caso no hay trasplante que valga. Soy el único bloque del que podría salir su escultura perfecta.
Y sí, ésta es la historia. Y por ella acepto el placer y el dolor que se me brindan, sabiamente mezclados en muchas ocasiones. No es fácil de entender, lo sé. No obstante, no necesito entenderlo, me basta sentirlo. Tampoco pretendo que lo aprobéis o intentéis asimilarlo. Esto no se puede interiorizar mediante experiencia ajena, y cada relación es un universo en sí misma.
Sé que me convertiré en una obra hermosa, tan bien como sé que ella se sentiría incompleta sin mí. El Amor tiene facetas incontables, tantas como personas. Y ahora que he aprendido a aceptarme a mí misma puedo crecer. Continuar evolucionando, con ella, gracias a ella. Y viceversa, claro está. Porque el aprendizaje es un flujo bidireccional. Exactamente igual que el Amor.
Texto por
adelantedolor