No sé, es duro escribir sobre
ti misma.
Pero de algún modo quería plasmar aquello que sentí cuando el viento golpeó mi rostro al cruzar la calle. Iba sola, al atardecer, y me sentí yo.
Libre.
Bueno, no todo en la Navidad puede ser alegría. Yo tuve mi parte triste, se murió Paquito (el boxer de mi abuela, anteriormente de mi tío J.J.). Mi viejo, mi guardián, mi Astaroth, mi Paco, mi viejito cascarrabias, mi Paaaaaa, mi Paco.
Es duro afrontar que ya no lo volveré a ver.
Que no lo molestaré más, ni me reíre antes sus inminentes celos a mi canhijo, que no le guardaré la mitad de mi almuerzo o le compraré "pan del que le gusta" aunque se los comía todos, Incluso es duro saber que no me ladrará cuando rompa las hojas de papel o que no intentará morderme los pies cuando baile para él o que nadie lo matará por anticipado diciendo asustados: "¿y Paco, cómo está, ya se murió?".
Que no me reíre de su cara de perro triste cuando lo dejaba afuera de la casa por accidente, ni de cuando llorase al yo pedirle que lo hiciera y es que bastaba un "llore viejo, llore pues" y sus lágrimas de cocodrilo intentaban convencerte de que le dieras comida. Ni siquiera me quejaré de su aliento putrido y de sus babas espesas o de que es velón de profesión y no puede ver ni un bombón.
Que no me meteré bajo la cama con él cuando suene la pólvora y él brinque, o que lo mime cuando él tiemble de pavor ante las tormentas. O que no lo regañaré con el "Paco" en tono de alfa y él fingirá hacerme caso para que yo sea feliz. Jamás conoceré a otro que aguante tan estoicamente un disfraz de Superman.
Siempre me enorgulleció saber que aquel dulce animal se mojaba las patas al salir a recibirme cuando llovía Paco odiaba mojarse las patas, podía estarse estallando por tener que ir al baño pero si se iba a mojar las patitas al salir nunca iba, que prefería echarse todo un día a mi lado en su sofá a escucharme teclear en la computadora y sólo se iba cuando yo lo hacía, que ponía pose de Reina para las fotos y movía su cola mocha hasta que amenazaba con caersele cuando le decía "Hola viejo ¿cómo estás?", que se acostaba en mi cobija cuando tenía frío y su suspiro entrecortado antes de dormir después de las reglamentarias tres vueltas y un rascón a su camita.
Hasta cuando no dejaba dormir al acicalarse a media noche o sus extrañas pesadillas dónde sus croquetas se lo comían. Y cómo olvidar que cuando hacía popó siempre ponía el trasero hacía la calle para que todos lo vieran y lo feliz que corría después de eso... Ladrándole a los patos del lago y a Ataious, queriendo ser el perro imponente e imponiéndose de verdad. Aquellas veces que rezongaba al rascarse las orejas, y su concentración al buscar el láser del piso.
Extrañaré sus ojitos marihuaneros siempre rojos e hinchados del sueño, y sus miradas de "quiéreme mucho" .
Es más duro saber que no me despedí de ti, viejito. Aunque sí te dije que te quería muchísimo. Siempre, fuiste y serás el perro de mi infancia.
Pero es lo mejor viejo, como decía la abuelita al despedirse de ti: "Descansa Paco, descansa en paz." Mi mamá te pide que saludes a tu papá de su parte y yo te pido que no te olvides de mí de la misma manera en que yo no te olvidaré.
¡Y si no me mueves el mocho cuando nos veamos Paco, juro solemnemente que nunca más te dejaré sobrado! ;)