Y sí, llegamos al final del fic. Pero después de este, hay un one shot alternativo que va acompañado de un video. Lo escribí a modo de disculpa para quienes han seguido el fic, y a quienes les he quedado tan, pero tan mal, porque no lo terminé en el tiempo fijado.
Pero ya, dejándonos las lamentaciones de lado, va la última parte. Gracias por llegar hasta aquí.
Décima parte.
Cuartel General Base Aérea Lackland.
Área Administrativa.
San Antonio, Texas. Jueves, 1310 hrs.
Jared regresaba del área médica junto con el general Whitfield, quien todavía estaba emocionado y encantado con lo ocurrido.
-Fuiste muy valiente al enfrentarte solo a ese tipo, hijo -comentó con una leve sonrisa.
Como respuesta, el más joven suspiró profundamente sin decir una palabra. Tenía el labio partido, un pómulo inflamado cubierto por una gasa, ya que los tres golpes que Pellegrino le propinara le habían abierto un poco la piel. Además, se había quejado un poco de que le dolían las costillas, así que para evitar algún susto de más, el coronel Morgan lo había enviado a la enfermería para que lo revisaran, y en caso de tener alguna fractura, que lo atendieran como era debido.
Afortunadamente, no había ninguna fractura. Sólo los golpes de rigor dentro de una pelea.
Pellegrino no había contado con la agilidad y la habilidad de Jared en cuanto a defensa y ataque, desarrollados gracias al buen entrenamiento que Jensen había compartido con él en tiempos de la Academia, y después, poco antes de la última misión a Irak. Eso, aunado a la ira que había despertado en el muchacho, ocasionó que quien se llevara la peor parte de los golpes fuese el oficial agresor.
La situación se había complicado un poco por eso, pero gracias a las influencias del general Morgan, además del antecedente de las denuncias anteriores y la grabación que se había conseguido, se logró aminorar cualquier cargo que Pellegrino intentara presentar contra Jared.
Ahora sólo hacía falta que el muchacho rindiera su declaración, con papeleo incluido. Precisamente se dirigían hacia el área administrativa para ello.
-Al fin se les hará justicia a los otros cadetes perjudicados -volvió a decir Whitfield.
-Alguien tenía qué hacerlo, señor -fue su respuesta en tono ausente.
-Sí, te concedo la razón en eso. Pero aquí entre nos -comentó con confidencialidad, sin dejar su sonrisa de lado-, Pellegrino se merecía la paliza que le diste.
Jared enrojeció ante el comentario, y trató de justificarse.
-Me enfurecí al ver la clase de monstruo que el sistema le había permitido ser, señor. Además de que no iba a dejar que otros más después de mi sufrieran a manos de este tipo.
-Tranquilo, hijo. No te reclamo eso. Por el contrario, no sabes cómo me hubiese gustado ser yo el que le partiese la cara. Pero bueno, lo que has hecho es más que suficiente.
Morgan estaba en el despacho al que llegaron. Cuando Whitfield y él entraron al mismo, fue el coronel quien los recibió con una enorme sonrisa, sentado al frente del escritorio.
-Teniente Padaleki, quién iba a decirlo. Primero héroe de guerra, y ahora héroe de la Base Lackland. Al paso que vas, tendremos que elevarte a comandante en menos de un año, creo.
-Oh, no es para tanto, señor -una vez más, Jared sintió que las mejillas le ardían.
-Además, modesto -comentó otro oficial que no habían visto, pues estaba parado detrás de la puerta, junto a unos archiveros. Tenía algunas carpetas en las manos-. Veo que eres un buen elemento. Posiblemente la propuesta que el general Morgan nos ha hecho respecto a ti, funcione.
El joven aludido sólo atinó a ver a quien había hablado, y en seguida a Morgan, desconcertado.
-¿Propuesta?
-Teniente, toma asiento -así lo hizo, y el otro oficial se acercó al escritorio, sentándose también a su lado-. Revisamos tu caso, y por supuesto, pudimos darnos cuenta de las anomalías que el comandante Pellegrino realizó contra el reglamento para llevar a cabo sus maquinaciones contra tu persona. Según lo que nos has dicho, los tiempos de entrenamiento que dedicó fuera de horario se registraron en la cédula normal. El problema con esto, es que falsificó el documento para que se te tomara como candidato positivo a la licencia de vuelo, así como tu solicitud para ser parte del equipo de entrenamiento de los Stealth.
Morgan apreció la expresión desolada de Jared al escuchar al otro hombre hablando de un fraude total, con él como protagonista indirecto.
-¿Eso significa que todo ha sido tiempo perdido?
-Temo que sí.
-Pero como lo mencionó el coronel Fuller -intervino Morgan-, hemos pensado en una propuesta interesante. Se te hará un examen de conocimiento general, teórico y en simulador, y según tus resultados, te integraremos al curso para obtención de la licencia. Ganaremos tiempo, y a ti te beneficiará.
Los tres oficiales sintieron que la sonrisa de Jared aflorando en su rostro al escucharlos, los contagiaba en una especie de sentimiento de ternura hacia el muchacho.
-¡Oh, sí! ¡Me interesa la propuesta! Puedo hacer el examen de inmediato, señor. Hoy mismo: tengo todo fresco y bien estudiado, se lo aseguro.
-Hey, tranquilo, Teniente, que no son carreras -intervino Whitfield.
Sin embargo, Morgan y Fuller intercambiaron miradas cómplices, y fue éste último quien se encargó de la inquietud de Jared.
-Podría arreglar que se te practicara en un par de horas, si estás de acuerdo. Así iniciarías junto con el grupo a partir del lunes siguiente. No habría más tiempo perdido.
Por supuesto, el aspirante a piloto aceptó, después de pensarlo por un segundo.
Centro Espacial Lyndon B. Johnson.
Hangar especial para el estudio de resistencia física.
Área de entrenamiento. Jueves, 1300 hrs.
-Jensen -Misha alcanzó al piloto después de las pruebas médicas. Su semblante serio le dio una idea de lo que le reclamaría, pues venía del despacho de Beaver-. Tenemos que hablar.
-Creo que no, señor. Ya he hablado con el general Beaver, y no voy a dar un paso atrás en mi decisión.
-¿Pero te has vuelto loco? -Esta vez, la expresión del superior se tornó iracunda-. ¡No te entrenamos exhaustivamente para que tus decisiones personales se antepongan a un proyecto de seguridad nacional, Ackles!
Jensen se detuvo, confrontándolo.
-Señor, esto no tiene nada qué ver con mis decisiones personales. Sé cómo me encuentro, conozco mis fallas y debilidades, y en este momento puedo asegurarte que si me llego a subir al transbordador en el estado en el que estoy, esto se va al caño. Por eso tuve que hablar con el general Beaver y no contigo. Supe que entendería, además de que la propuesta que le hice es más que aceptable. De otra forma, él hubiese sido el primero en golpearme ahí mismo.
Por algunos segundos, ambos hombres se sostuvieron la mirada. Hasta que el oficial se rindió. Su enfado había aminorado.
-¿Por qué no me consultaste?
-Porque te habrías negado, a pesar de que eres la persona idónea para encabezar el proyecto y la misión -al decir esto, Jensen le sonrió con simpatía-. Además, sé cuánto lo deseas; por eso estoy cambiando mi lugar contigo.
-No. Es un error. Los altos mandos del centro determinaron hace tiempo que no cubro las condiciones necesarias para esto…
-Pues se equivocaron, Misha. Y no, ninguno tiene ya alternativa; ni tú ni ellos. Está decidido, y se hará de esa forma.
Hubo un momento de silencio entre ellos, hasta que Collins dejó caer sus hombros, liberándose de la tensión que llevaba encima, con una expresión totalmente distinta a como lo había abordado.
-Pero es tu sueño, Jensen.
-No -negó el piloto con una sonrisa tranquila-. Esto fue sólo una fantasía ridícula. No será mi sueño hasta que Jared esté conmigo y subamos los dos a ese transbordador.
El superior asintió, compartiendo también una sonrisa.
-No sé si quiero golpearte por idiota o besarte por darme esta oportunidad.
-Podrías hacer ambas cosas -respondió Jensen, ahora con una leve expresión canalla en medio de su sonrisa-, pero no te lo aconsejo. Mi copiloto es muy celoso en esos aspectos, y si se entera, que es lo más probable porque las paredes aquí tienen oídos, podría irnos muy mal.
-Bien, lo tendré en cuenta.
El oficial extendió su mano derecha, dispuesto a agradecerle sólo de esa forma, más al sujetarlo, el piloto lo jaló con un poco de rudeza, haciéndolo caer contra su pecho, abrazándolo. Entonces, Jensen lo besó sin avisarle siquiera.
Misha Collins, comandante de escuadrón condecorado e instructor especializado del programa espacial, jamás imaginó que un solo beso fuese capaz de dejarlo sin aliento, sin palabras, y con mínima capacidad de pensamiento. Nunca pensó que alguien pudiese llevarlo al infinito con sólo una caricia húmeda, candente y provocativa de sus labios; tampoco creyó que al sentir la lengua del piloto acariciando su paladar y jugueteando con la suya, de pronto su voluntad se esfumaría y él se encontraría a muy poco de perder toda su sensatez y su dignidad.
Sin embargo, cuando el beso terminó, supo que eso sería todo; no volvería a probar esa fruta que le había sido prohibida a él. Nunca más.
-Entonces -dijo el piloto con un leve carraspeo-. ¿Vas a golpearme ahora? -Misha se recompuso, alejándose un paso del otro, tomando aire para no pensar nuevamente en la boca de Jensen; en seguida, le asestó un puñetazo en un hombro sin mucha fuerza, pero con lo suficiente para que le llegase a doler toda la noche-.¡Ouch! Pensé que bromeabas con eso del golpe.
-Bromeaba con el golpe y el beso. Pero ya que te tomaste la palabra muy en serio, pues ahí tienes las consecuencias. Ahora vete, que tengo que presentarme al chequeo médico para prepararme, y ya voy en desventaja con esto.
-Pero Misha, si tú vives preparado.
Collins sonrió de manera enigmática asintiendo con un gesto, antes de dar la vuelta y dirigirse con paso ligero hacia el interior del área médica. Jensen permaneció un momento más en el corredor, sonriendo con nostalgia.
Era su sueño, muy cierto. Pero no sería capaz de tomar el lugar que le correspondía a ese hombre jovial, extraordinario y dispuesto a dar todo por estar en su elemento: el espacio.
Con un profundo suspiro satisfecho, el piloto se retiró hacia los dormitorios, pensando en que debía preparar su equipaje.
Cuartel General Base Aérea Lackland.
Aulas de especialización.
San Antonio, Texas. Jueves, 1640 hrs.
Jared salió del área administrativa junto con el general Morgan y Whitfield, exhausto por el tiempo que había llevado la declaración hablada y en papeleo.
Habían acordado que el examen de conocimiento se lo aplicarían ese mismo día, después de las 1900 horas, puesto que los instructores debían prepararlo adecuadamente, en especial, por ser una evaluación relámpago, supervisada por el general Morgan y el coronel Fuller. Jared estaba un poco desconcertado por la premura, ya que había dicho que haría el examen ese mismo día sólo para mencionar que estaba listo, aunque no para algo tan rápido.
Tuvo entonces la idea de preguntar al general el motivo de la prisa.
-Eh, disculpe, general Morgan. Usted sabía que me aplicarían el examen, de eso no me cabe duda, ¿pero por qué tan apresurado?
-Bueno, teniente, sólo te diré que es porque quiero ser testigo de tu victoria sobre todas las situaciones absurdas que provocó Pellegrino. Y como debemos irnos hoy mismo para estar a tiempo para el lanzamiento del transbordador, pues no había otro momento. Sólo quedaba la incógnita de tu consentimiento. En cuanto dijiste que sí, y que estabas listo, aprovechamos la oportunidad. El resto será historia.
Su respuesta lo paralizó de mala manera.
-Ah… eh… señor, dijo… ¿lanzamiento?
Al ver que se había detenido, los otros dos oficiales hicieron lo mismo, volteando a verlo con extrañeza.
-Así es, mañana, al amanecer. Debimos adelantar la misión una semana por indicaciones de la oficina de meteorología.
Jared titubeó un poco, percatándose del intenso sentimiento de opresión en su pecho debido a esa noticia. Jensen no le había dicho nada, pero no podía culparlo, si él mismo había terminado la relación. Su reacción al darse cuenta de que el sentimiento no desaparecería sino hasta el momento en que tuviese al piloto frente a sí, fue sumamente apresurada.
-Señor, debo ir con ustedes.
Whitfield levantó una ceja al escucharlo; no así Morgan, quien ya había previsto eso.
-Lo sé. Nos pondremos en camino veinte minutos después de que termines el examen. Aproximadamente, a media noche. Así que te recomiendo, teniente Padaleki, que estés más que listo para ambos acontecimientos: tu examen y el viaje hacia el Centro Espacial. Te veo en unas horas.
Dicho esto, Morgan les hizo saber que se retiraba. Así que los dos subalternos lo saludaron y lo vieron irse. Entonces, Whitfield se despidió también.
-Teniente, hay algunos asuntos que debo tratar por aquí. Te deseo mucha suerte en tu examen.
-Gracias, señor -dijo Jared al tiempo que lo saludaba, despidiéndolo. Al quedar solo, tuvo la idea de llamar a Jensen, más desistió al creer que ese podría ser el peor momento para ello. Posiblemente estaba en plena actividad de preparación para el lanzamiento.
Suspiró con tristeza, pensando en que nuevamente se había quedado atrás, y todo por querer hacer las cosas a su modo y no escuchar a Jensen cuando le advertía de alguna situación dudosa o de riesgo.
Pensativo, se dirigió al área de las aulas generales de la base, tratando de encontrar la mejor estrategia para hablar con Jensen antes de que éste pudiese abordar la nave que lo llevaría a cumplir una más de sus metas. Porque sí, él había hecho el destrozo, ahora le tocaba pagar los platos rotos.
Centro Espacial Lyndon B. Johnson.
Vestíbulo principal del área de control.
Zona de Lanzamientos. Viernes, 0545 hrs.
Morgan, Whitfield y Padaleki llegaron justo en el momento en que los cuatro pilotos eran llevados hasta el módulo de lanzamiento, a un lado de la torre de sujeción del transbordador.
-No, no… -musitó Jared cuando uno de los oficiales técnicos les informó de esto, haciendo que sus esperanzas de poder encontrarse con Jensen se esfumaran-. Tengo que hablar con él.
Morgan lo observaba, conteniéndose para no entrometerse en todo eso. Caminaron hacia uno de los paneles de control de comunicación, en donde varios técnicos oficiales observaban también.
Durante el trayecto hacia el Centro Espacial, el general Beaver le había llamado, informándole de los cambios hechos en la cédula de lanzamiento, así como la decisión de Jensen de abandonar el proyecto temporalmente. Eso, en lugar de causarle alguna molestia, lo hizo sonreír divertido. Ahora lo veía con un leve sentimiento de culpa, pero con la seguridad de que le daría una gran sorpresa.
Los tres entraron al Centro de Control, observando los monitores que mostraban el ascenso de los próximos astronautas hacia la entrada de la nave. Jared jadeó cuando uno de ellos volteó hacia la cámara y se despidió de los del centro con un efusivo movimiento de su mano, emocionado.
-No pueden irse todavía -dijo de pronto Jared-. ¡Tienen que detener el lanzamiento!
-Padaleki, eso es imposible -espetó Whitfield con tono molesto.
-Pero… pero….
-Una vez que los astronautas están dentro de la nave, a menos que haya una falla mecánica o técnica de mucho riesgo, el lanzamiento se retrasa. Pero no por algo como esto.
-Señor, por favor -suplicó sin hacer mucho caso a lo que el instructor dijo, volteando de improviso hacia el general Morgan-. Esto es de vida o muerte para mí.
-¿De verdad, teniente? -cuestionó Morgan, sonriendo enigmático ante el puchero que el muchacho hacía-. ¿Y qué podría ser tan vital, como para obligar a todo el centro a detener el proceso de lanzamiento?
Jared enrojeció un poco, y después de pensarlo por unos segundos, habló con toda la convicción que llevaba a cuestas.
-Usted sabe, señor, que Jensen y yo no estábamos bien en estos últimos días. Y créame, no puedo dejarlo ir sin decirle primero que lo lamento -suspiró profundamente, y aunque sintió que lágrimas de frustración y vergüenza picaban en sus ojos, no dejó de hablar-. Lamento mucho no haberlo escuchado desde el principio, y por haberlo llamado paranoico. No quiero que se vaya creyendo que estoy enojado, o que no quiero volver a verlo. De hecho, quiero volver a verlo, aunque sea un segundo. Tengo que decirle…
Su voz se quebró, creando un silencio breve, hasta que la voz grave detrás de él lo sobresaltó.
-¿Qué, Jay? ¿Qué tienes que decirme?
Morgan y Whitfield lamentaron no tener una cámara fotográfica a la mano. La expresión del muchacho, de una desesperada urgencia, cambió de forma casi automática a una de sorpresa. Jared volteó rápidamente, encontrándose con Jensen, parado justo a unos pasos de él, con el uniforme del personal del centro, y unos enormes auriculares puestos. Estaba entre los miembros del control de despegue, en lugar del comandante Misha Collins.
-J-Jensen… ¿Qué estás haciendo aquí? Se suponía que tú… ¿Por qué no estás allá? Tú debes estar allá, listo para el despegue…
-Hey, hey, tranquilo, respira -el piloto se acercó con una sonrisa tierna y la mirada en un verde brillante-. No podía irme al espacio sin arreglar las cosas contigo. Por eso decidí quedarme.
-Pero… Jensen, tu sueño…
No lo dejó seguir hablando. Le puso un dedo en los labios, obligándolo a guardar silencio al escuchar la voz de los futuros astronautas en los transmisores, ya todos en su lugar para iniciar con el protocolo. Sin palabras, le indicó que lo siguiera al panel de control que él monitoreaba.
Mientras los dos se sumaban a todo el personal que mantenía su atención en los monitores y las pantallas que mostraban distintas tomas dentro de la cabina del transbordador y el exterior del mismo, cuidando cada detalle, Morgan se retiró discretamente hasta donde se encontraba el general Beaver, quien tenía el monitor de comunicación exclusivo con el comandante de la misión. Este, al verlo en su monitor personal, lo saludó con una enorme sonrisa.
-Collins, finalmente llegó tu día -le dijo al tener el micrófono a su alcance.
-Así es, señor. Y prácticamente, se lo debo a usted.
-¿A mi? -replicó Morgan con extrañeza.
-Usted fue quien nos recomendó a Jensen. De no haber sido por él, esto no hubiese sido posible. Gracias -el general sólo sonrió en respuesta a eso, así que Misha continuó-. Eh, señor, cuando regrese a la tierra, ¿puedo invitarlo a cenar? En agradecimiento, aunque creo que sería un poco tardío…
-En lo absoluto, comandante. Será un honor aceptar su invitación.
-Bien, entonces lo veo en una semana, general Morgan.
-Una semana. Aguardaré su llamada, comandante. Buen viaje.
Ambos hombres sonrieron de forma cómplice, despidiéndose momentáneamente.
Cuando Morgan le pasó la diadema con el micrófono a Beaver, se detuvo al ver que éste lo observaba con una ceja levantada. Y al pasear su vista por otras partes del lugar, encontró varios pares de ojos sobre su persona. Incluidos los dos tejanos, Jensen y Jared, viéndolo de la misma forma.
-Señores, deberían estar todos enfocados en el lanzamiento -dijo sin inmutarse, con esa actitud sobria que lo caracterizaba. Aunque sonreía levemente-.Tenemos un transbordador qué enviar al espacio. ¡Vamos, a trabajar!
De esa forma, el Centro de Control de Lanzamientos volvió a su ajetreada actividad, dando inicio al conteo regresivo.
Minutos después, cuando el depósito principal de combustible se elevó hacia el cielo con los cuatro hombres listos para la misión, todos los integrantes del equipo en tierra rompieron el silencio precedente en una fuerte ovación.
Dos horas más tarde, Jared y Jensen se despidieron del personal del Centro. En especial de los dos superiores, Morgan y Beaver. Whitfield se acercó entonces a Jensen, entregándole una llave, misma que éste guardó con mucha discreción. En seguida, se despidió con un amigable apretón de manos.
-Espero que la disfrutes, capitán. Aunque es pequeña, es muy cómoda.
-Lo sé, confío en sus gustos, señor. Muchas gracias.
Después de eso, los dos salieron al estacionamiento del centro. Mientras se dirigían al auto, Jared seguía presionando a Jensen.
-Jensen, aun no entiendo por qué decidiste no ir.
-Te dije que lo hablaríamos después de desayunar. A propósito, también te tengo una pequeña sorpresa, pero tendrás que esperar.
Jared hizo un enorme puchero, quedándose a un lado del auto.
-¡Pero Jensen, eso es muy cruel de tu parte! Anda, dime, dime. Por favor.
Jensen sólo sonrió con ese gesto travieso y canalla que hacía estremecer a Jared.
-Sólo te diré que seguiré muy de cerca tu curso de entrenamiento. Entra al auto, que ya quiero irme de aquí.
Subieron al auto discutiendo, uno haciéndose el imposible, el otro rogando para que le aclarara lo dicho. De esa forma, partieron hacia uno de los restaurantes de la avenida principal, dispuestos a compartir más que un buen desayuno.
Unidad Habitacional, sección norte
Base Aérea Lackland.
San Antonio, Texas.Viernes, 1340 hrs.
A casi media hora de llegar a San Antonio, Jensen había obligado a Jared a cubrirse los ojos, ya que tenía la sorpresa que tenía para él estaba cerca.
Al llegar a la zona habitacional, buscó la dirección que Whitfield le había dado junto con la llave. No le llevó mucho tiempo encontrar la pequeña y cómoda casita que el oficial había solicitado para ellos. Todo esto, hecho a solicitud del general Morgan.
-Bien, princesa, ya llegamos -le dijo al estacionar el auto-. Ya puedes abrir los ojos.
-¿Dónde estamos? -Preguntó Jared, volteando a todas partes, hasta que se fijó en la casa frente a la que estaban. Se quedó sin habla por un segundo, hasta que salió del auto y casi se puso a brincar de gusto-. ¡Jensen! ¿Una casa?
-Así es -asintió el piloto, alcanzándolo para entrar juntos al inmueble-. Como ambos estaremos aquí hasta que consigas la licencia de vuelo, y tal vez continuemos con el entrenamiento para los F-117, pues consideré que necesitaríamos nuestro propio espacio.
-Eh, ah… pero creí que volverías al programa espacial.
-No, voy a tomarme un descanso de todo eso. Por lo pronto, seré instructor en la Base Lackland, trabajando con los aspirantes a pilotos de los F-18. Así que prepárate, Padaleki, porque voy a estar vigilando tu trasero día y noche.
Jensen abrió la puerta, y volteando hacia todos lados para asegurarse que nadie los veía, intentó levantar a Jared en vilo.
-¡Hey! ¿Qué estás tratando de hacer? -Protestó el menor cuando el otro forcejeó con él-. ¡Jensen, no vas a cargarme como si fuera una chica!
-Jared, es la tradición… -y lo intentó otra vez, pero se rindió al ver que no podría levantarlo. Entonces Padaleki cambió los papeles. Sorpresivamente lo sujetó por un brazo, jalándolo con fuerza para levantarlo en vilo, y de esa forma, entró con él a la casa, pese a sus protestas-. ¡Jared, bájame! ¡Se suponía que yo debía cargarte a ti!
-Ya, no gruñas tanto, Jen. De todas formas no ibas a poderme.
Jensen bufó, aunque reconoció que tenía razón. En cuanto cerraron la puerta y Jared lo bajó, Jensen lo jaló, besándolo un poco desesperado. Jared lo permitió, incluso siendo más atrevido que el mayor.
-Así que esa era otra de las sorpresas -le recriminó Jared a su novio, en medio de una andanada de besos-. Serás mi instructor personal por varias semanas.
-Así es, teniente Padaleki. Y las primeras lecciones empiezan hoy, en privado. Las de grupo serán hasta el lunes, a primera hora.
-¿En grupo? Pervertido.
Se rieron, besándose de manera apasionada. Durante el trayecto, habían hablado acerca de todo lo ocurrido, y habían decidido retomar la relación en donde la habían dejado, antes de que Pellegrino se interpusiera entre ellos. Así que, sin más tiempo qué perder, se levantaron del sillón y se dirigieron a la habitación casi arrancándose la ropa, dispuestos a recuperar todo el tiempo perdido.
De esa forma, ese mismo día, estrenaron prácticamente toda la casa, hasta que el hambre les recordó que no sólo de sexo candente y bien prodigado vive el hombre, y que a veces necesita pizza, o comida china y unas cuantas cervezas para mantenerse funcionando de manera óptima.
Tuvieron que vestirse para recibir la comida, y acordaron ver un poco de noticias antes de volver a la cama. Así que, después de cenar, y con una copa de vino blanco que Jensen había reservado para un momento especial, se sentaron en el par de cómodos sillones frente a la pantalla de la salita.
Entonces, casi como si lo hubiesen programado para ese momento, la noticia de la exitosa recuperación del satélite HotBird estaba transmitiéndose. Y justo la entrevista al comandante de la misión había iniciado. La imagen de un sonriente Misha Collins se hizo presente en la pantalla, vistiendo su llamativo traje de caminata espacial color naranja.
-Hey, es Misha.
-Se ve radiante. Oigamos qué dice.
Pusieron atención, hasta el momento en que el comandante fijó la vista hacia ellos, como si los estuviese viendo, hablándoles.
-Hey, Jensen, Jared. Yo sé que están ahí. Nada más les digo, pórtense bien, y la próxima misión, les prometo que me acompañan. Los veo en unos días.
Jensen y Jared voltearon a verse con una enorme y cómplice sonrisa.
Porque no estaba muy lejano el día en que ambos volarían juntos nuevamente. Así que, totalmente convencidos que en poco estarían dentro del programa espacial si se lo proponían, brindaron alegremente.
FINI
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A la
novena parte Al
Shot Fic, si deseas leerlo.
Ahora sí. Notas finales.
Pues bien, como decía al principio, mis enormísimas disculpas a todas las lindas personitas que han seguido el fic, y que me han tenido tanta paciencia. De verdad, les voy a poner un altar a cada una, se los juro. Ah, y a la artista genial que me dio sus artes para el fic, que a pesar de que no he tenido más contacto con ella, porque se que está ocupada, y a quien le debo la disculpa más grande:
inept_du_kant, muchísimas gracias.