CÓMO DEJAR DE SER MÉDICO, Y EMPEZAR A SER SALVAVIDAS...
5
-Leonard -el doctor Pike fue quien le dio la noticia en cuanto llegó-. No están en ninguna parte del hospital.
-¿Buscaron en todo? ¿Con Scotty, en el área de máquinas? ¿La lavandería?
-Así es. Anne dice que no recuerda haberlos visto en ningún momento por el área de recepción, y nadie los vio en los ingresos y salidas.
McCoy se detuvo en medio del pasillo, obligando al otro médico a imitarlo. -Chris, ¿qué hace falta? -Al ver su gesto de duda, aclaró su pregunta-. Debieron llevarse medicamentos e insumos. Tal vez algún aparato e instrumental pequeño.
-No lo sé -volteó hacia todos lados, y al encontrar a un enfermero cerca, lo llamó para darle la indicación-. Darren, necesitamos que revisen el almacén de medicamentos. Seguramente habrá un faltante. Alerta también a Scotty, que se haga un inventario de todo el equipo de las áreas de Terapia Intensiva y las cercanas a ésta. Lo más pronto posible.
Mientras aguardaban el resultado de la revisión, McCoy comentó con el director del hospital sus pensamientos acerca de los hermanos.
-No podrán llegar muy lejos. Posiblemente Piotr ni siquiera sobreviva la semana.
-Ya no será tu problema, Len.
-Es verdad, pero no puedo quitarme de la cabeza la idea de que están huyendo. Debí imaginar que harían algo así.
-Deja de culparte, McCoy -advirtió el otro médico con severidad-. Ellos sólo son un caso más de los cientos, o tal vez miles con los que tiene que lidiar el gobierno norteamericano. No lo hagas personal.
Esta vez, Cupcake fue quien llegó con ellos y les entregó el inventario. Los dos médicos lo revisaron de inmediato.
-Analgésicos… antibióticos… bolsas de solución salina… dosis de morfina y vicodin… supresores… gasas, algodón, jeringas, varios viales y un equipo experimental de diálisis portátil -enumeró el doctor Pike-. A lo que se ve, sabe bastante de medicamentos y equipo. Se llevaron sólo lo que se requiere para su tratamiento.
-Es lógico, si lleva años padeciendo esto.
-Eh… doctor McCoy -intervino Cupcake con timidez-. Creo que debería saber que ayer, los funcionarios de Migración pidieron los datos de ellos. No sé si lograron obtenerlos, pues estuvieron preguntando a todo el personal que encontraban aquí. Tal vez su paciente sospechó que volverían, y por eso huyeron.
Pike asintió ante esa teoría.
-Es lo más probable.
McCoy suspiró resignado. No había nada más por hacer.
-Bien, no creo que volvamos a verlos. Inicio con mi ronda en veinte minutos. ¿Alguien quiere desayunar?
Los otros dos sonrieron, negando con un gesto.
-Chapel acaba de preparar café -comentó el recepcionista-. Yo quiero una taza.
-Ya que vas para allá, adviértele que tendrá que hacer como mínimo dos jarras más -respondió con una pequeña sonrisa el oncólogo-. Presiento que va a ser un día pesado.
Leonard McCoy se retiró hacia la cafetería sin poder quitarse a los jóvenes de su pensamiento; la curiosidad por saber de qué escapaban lo empezaba a obsesionar. Sin embargo recapacitó. Pike tenía razón: ya no eran más su problema. Así que, mientras esperaba que le entregaran el emparedado de pavo que había pedido junto con el tazón de avena para desayunar, decidió olvidarse de ellos y volver a su rutina normal, tal como si nunca los hubiese visto en su vida.
Poco antes del mediodía, los agentes de Migración volvieron al hospital, dispuestos a hacer su trabajo con el más joven de los hermanos. Sin embargo -y Leonard no quiso perdérselo por nada del mundo-, el director Pike y el abogado Reed los recibieron, llevándolos a otra área aparte, a una sala de reuniones, y fueron quienes les dieron la noticia de que los jóvenes inmigrantes se habían fugado, apenas unas horas antes.
McCoy los observó en silencio mientras hablaban. Pudo apreciar que Spock tuvo que hacer un enorme esfuerzo para mantenerse en la diplomacia que exigía la situación, aunque se vislumbraba un rasgo de ira en su mirada. Por el contrario, Kirk sólo sonreía levemente, como si se sintiese aliviado de que la situación tomara ese rumbo. De forma curiosa, Leonard se percató que le simpatizaba ese funcionario.
Cuando el abogado terminó la conversación, haciéndoles ver que la orden no tenía ya ninguna validez ni ellos motivo para estar en el hospital, los cinco hombres se levantaron de las sillas y abandonaron la sala.
Antes de llegar a recepción, Kirk se acercó a McCoy, extendiéndole una tarjeta. En voz baja y con una muy leve sonrisa culpable, le hizo un comentario.
-Doctor McCoy.
-¿Qué…?
-Por favor, guárdela; nunca está de más.
El galeno la recibió, echándola en uno de los bolsillos de su bata sin hacer comentarios. Kirk apretó los labios y apresurando el paso, se le emparejó a Spock, saliendo del lugar. Los dos médicos, por el contrario, permanecieron en silencio hasta que vieron, a través de las puertas de vidrio de ingreso a recepción, que los funcionarios abordaban un auto, marchándose con las manos vacías.
-Así terminamos con este capítulo -comentó el doctor Pike, sin evitar la tensa expresión que había sostenido durante todo el encuentro. Leonard asintió.
-Espero no volver a verlos en mucho, mucho tiempo.
-Asegúrate de que así sea, Leonard -advirtió Pike, encarándolo. El aludido borró la sonrisa que tenía al verlo en esa actitud demasiado seria-. No creas que todo el tiempo voy a estar aquí, salvándote el trasero. ¿Entendido?
-Sí, señor.
-Bien, ahora te dejo. Hay asuntos administrativos que todavía me reclaman. Cuídate, Len.
Y eso fue todo. McCoy lo vio retirarse hacia el área administrativa, en donde tenía su despacho.
De esa forma, la vida en el hospital Henhemann volvió a una relativa tranquilidad.
6
Las horas transcurrieron sin mayores incidentes, hasta el siguiente día en el que surgieron varios acontecimientos extraordinarios.
En la oficina de Migración, una mujer de aspecto imponente, a todas luces extranjera, se dirigió al área de oficinas.
-¡¿En dónde están?! -habló con voz potente y autoritaria al rubio funcionario que, distraído, trabajaba algunos formularios.
Tomado por sorpresa, Kirk parpadeó varias veces, observando a la rubia mujer ante él. Dos hombres más con aspecto de matones la acompañaban.
-¿Dis… disculpe?
-Soy Arianna Ivankova. Exijo saber en dónde están mis hijos -respondió ella con evidente molestia, marcando aún más el acento de su nacionalidad-. La agencia británica me aseguró que ustedes sabrían informarme de ellos.
-Ah… -Kirk volteó a todas partes, buscando a Spock con la mirada. Supo que tendría que hacerse cargo de la situación al ver el escritorio vacío a su lado-. Por favor, tome asiento. Temo que tendré que darle malas noticias.
El semblante de la mujer se endureció aún más, y de no ser por su rapidez de pensamiento, tal vez Kirk hubiese tenido que soportar una insultante diatriba, aunque fuese en otro idioma.
-Señora Ivankova, permítame explicarle. Por favor, tome asiento -dijo con el tono más considerado que le fue posible, señalándole una silla frente a él-. Es verdad que los localizamos, pero los jóvenes huyeron. No hemos podido encontrarlos nuevamente.
-¿Huyeron? -La prepotente mujer achicó los ojos, como si no creyera una palabra de lo que decía el americano. No se sentó-. ¿Cómo fue posible eso?
-Bueno… los localizamos en el hospital Henhemann, aunque no tenemos aún muy claro que pudo ha…
-¡Mi hijo está enfermo! -Estalló ella con un chillido, golpeando el respaldo de la silla con las palmas abiertas, logrando un sobresalto en Kirk-. ¡¿Cómo pudieron permitir que se marcharan?! ¡Piotr necesita tratamientos especiales y el inútil de su hermano no sabe nada de cómo cuidarlo!
Spock llegaba en ese momento, escuchando a la mujer con sumo interés. Llevaba varias carpetas y muchos papeles en las manos.
-¿Señora Ivankova? -Intervino antes de que continuara gritándole al otro funcionario-. Soy el agente a cargo del caso de sus hijos. Mi compañero le comentó el inconveniente que ha ocurrido hace unas horas, pero puedo asegurarle que estamos trabajando con todos nuestros recursos para poder encontrarlos. Ahora, si me permite hacerle algunas preguntas…
La mujer le sostuvo la mirada a Spock, intuyendo que no se dejaría amedrentar tan fácilmente. Se irguió con exagerada pose de dignidad, y decidió seguir con su juego de control.
-Muy bien, señor…
- Oficial Spock Grayson.
-Bien, señor Grayson. Voy a estar detrás de su inútil sistema para encontrar a mis hijos y llevarlos conmigo. Y sé que no habrá ningún problema en cuanto a situaciones legales o cosas parecidas. De lo contrario, mi esposo será quien arregle cualquier problema con ustedes, y sé que no les gustará.
Sin decir más, la mujer se retiró caminando airadamente.
Kirk se reclinó en su silla con la punta del lápiz en la boca, señal de que algo lo tenía intranquilo. Spock lo conocía en esos aspectos, así que no lo dejó pasar.
-No sé qué piensas, Jim, pero todo este asunto está empezando a parecerme demasiado turbio.
-Lo sé -replicó el rubio, sin sacar el lápiz-. Demasiado posesiva y controladora para mi gusto. Además, ninguna madre angustiada carga con dos matones como los que ella traía, a menos que sea muy valiosa para alguien.
-O peligrosa. ¿Te fijaste que sólo llamó a uno de sus hijos por su nombre y al otro lo despreció? Eso es muy extraño.
-Sí lo noté, pero creí que lo había imaginado.
-No. Además, tus presentimientos aún son muy válidos, Jim -Spock le dirigió una levísima sonrisa, antes de mostrarle los expedientes que llevaba en la mano-. Encontré datos muy interesantes acerca de la familia Ivankov, en Rusia. Se trata, efectivamente, de una pequeña rama de la Bratva o mafia rusa de la casa de Mogilevich. Y ella -señaló hacia el pasillo por donde se había ido la mujer- no está limpia, puedo asegurártelo.
-¿Crees que los hermanos están huyendo de su “herencia”?
-Esa podría ser una posibilidad, aunque no me inclino por ella. Hay algo más… turbio, no sé.
-Bien -Kirk dejó el lápiz, alcanzando uno de los expedientes-. Entonces propongo seguir investigando a esta familia, y vigilar estrechamente el hospital. Tal vez regresen, si es tan grave como nos lo dijo ese médico… McCoy.
7
McCoy salió temprano ese día, para sorpresa de todo el personal que lo conocía. Incluso el director, el doctor Pike, bromeó con él antes de que alcanzara el área de recepción, listo para irse del lugar y no regresar hasta dos días después.
El día no tuvo nada de extraordinario, excepto que por alguna extraña razón, Leonard se dedicó a cocinar algo decente, en lugar de comprar comida hecha. Además, había conseguido una botella de un suave vino blanco, y deseaba probarlo mientras leía un poco del pensamiento de Todorov.
Alrededor de las ocho de la noche, cuando tenía todo dispuesto para cenar, escuchó unos tímidos golpecillos en la puerta de su departamento. No esperaba visitas desde que había cambiado su suntuoso estilo de vida, después del desastroso fracaso sentimental y divorcio. Así que, extrañado y con gran cautela, se acercó a la entrada y revisó por la mirilla el corredorcillo de las escaleras, pobremente iluminado por el foco de pocos watts que había en uno de los muros.
Su sorpresa fue enorme al ver ahí, ante su puerta, a los dos hermanos prófugos. -¡Jesús! ¡¿Pero qué demo…?!
Abrió apresuradamente, encontrándose con un lloroso Pavel, quien sostenía a duras penas a su hermano, desfallecido y casi inconsciente. Pudo ver también que cargaba una sábana a modo de envoltorio, en el que llevaba los medicamentos faltantes y el equipo móvil de diálisis.
-¡Por todos los cielos! -Sin perder tiempo, alcanzó a Piotr, levantándolo en vilo para llevarlo al interior del departamento mientras vociferaba-. ¡Debería darles una buena paliza a los dos, grandísimos estúpidos descerebrados! ¿Qué estaban pensando al huir del hospital?
Recostó al muchacho en el sofá y se dedicó a revisarlo. Entonces, le indicó a su hermano que se acercara. Este lo hizo con cierto temor, y dejó que le arrebatara el envoltorio. McCoy sacó una caja con un vial, se levantó, yendo a un pequeño librero en su habitación, y volvió con un frasco de tamaño mediano, color ambarino. Con destreza, y mascullando algunas maldiciones, preparó una solución salina y la aplicó con el vial, revolviendo también el medicamento que había llevado momentos antes. Hecho esto, fue por un traste con agua fría y un trapo, dedicándose entonces a bajar la fiebre que aquejaba al enfermo. No tardó mucho en estabilizarlo, notando que ya había pasado del delirio, a un sueño un poco más tranquilo.
Se estiró un poco, desestresándose, y mientras lo hacía, se encontró con la mirada agradecida y llorosa del adolescente. Entonces, aún sabiendo que posiblemente no le entendería, habló con él.
-Tu hermano estará bien, sólo debe descansar. En cuanto despierte, aplicaremos la diálisis. Imagino que no lo han hecho desde que se largaron del hospital.
Para sorpresa del médico, el joven le respondió con mala pronunciación.
-Grracias, doktorrr.
-¿Entendiste todo lo que te dije?
Pavel enrojeció, negando levemente. Sin embargo, pensó Leonard, eso ya era un avance. Suspiró, recordando que no había cenado aún, y que tal vez el muchacho tampoco lo había hecho. Así que, quitándose el gesto de disgusto que todavía sentía en el rostro, lo invitó a sentarse con él.
-Vamos a cenar, Pavel. Tenemos varias cosas de qué hablar, y temo que nos tardaremos un rato tratando de entendernos. Creo que el estómago vacío no ayudará en eso, así que, primero lo primero.
Mientras servía un plato para su inesperado huésped, recordó que no tenía nada más para beber que el vino. Pero no iba a ir al supermercado a esas horas a comprar algo sólo por principios. Total, nadie se enteraría, a menos que el muchacho quisiera tomar agua. Por otro lado, se notaba que necesitaba tranquilizarse, así que tomó la responsabilidad en sus manos. Le serviría un vaso de vino.
Comieron en silencio por varios minutos, hasta que el médico pensó qué preguntarle de manera sencilla.
-Pavel, ¿por qué se fueron? -cuestionó, haciendo también un gesto con las manos.
-Los hombrrres de gobierno… malo volver a Rusia -volteó con cierta aprensión hacia el sofá, buscando a su hermano-. Piotr no quiere volver.
-O.k, volver es malo. Pero, ¿por qué tu hermano no quiso que llamáramos a sus padres?
La mirada de Pavel se ensombreció de manera notoria. Eso alertó al médico, aumentando las sospechas de que algo bastante grave ocurría con ellos.
-No… no. Mat mala.
-¿”Mat”? ¿Mat es alguien de tu familia? -Pavel asintió con un breve cabeceo, y cayó en un fuerte mutismo, tratando de comer lo que quedaba en su plato. McCoy frunció el ceño. No había entendido muy bien, y no creía que el muchacho quisiera hablar más de eso-. Está bien, no hay problema. Termina tu cena, y veremos cómo acomodarnos para dormir.
Continuó también, pensando en que sería mejor interrogar a Piotr cuando despertara.
Poco después de recoger los platos y dejar la cocineta limpia, fue a la estancia, encontrándose a Pavel dormido, sentado en el piso, a un lado de su hermano, sosteniendo su mano. Leonard se enterneció al ver la enorme desesperación del muchacho, y su forma de aferrarse, de tratar de no perder a quien consideraba lo único que tenía en esos momentos.
Previendo que por el vino ingerido y el agotamiento físico y emocional no despertaría hasta el día siguiente, lo cargó en vilo hasta el dormitorio, dejándolo en la cama para que pudiese descansar mejor, y él volvió a la estancia, dispuesto a velar por el enfermo.
Casi eran las once y media de la noche cuando Piotr despertó.
Alcanzó a escuchar el leve murmullo de la conversación que sostenía el médico por teléfono, recargado en la pared de la cocineta, de espaldas a él. Buscó con la mirada a su hermano, y al no encontrarlo cerca, trató de incorporarse, lo que le causó un pequeño ataque de tos. Eso hizo que McCoy volteara, descubriéndolo.
-Espera, permíteme un momento, Nyota. El muchacho despertó. Sí, está bien. Te llamo en un rato más.
Cortó la comunicación y volvió a la estancia, dispuesto a enterarse de todo el asunto que los hermanos traían entre manos. Se sentó en el sillón que estaba frente al sofá, observándolo con seriedad. Piotr se había tranquilizado, desistiendo de hacer otro esfuerzo por sentarse.
-Los dos días sin atención adecuada te debilitaron demasiado. ¿Quieres comer algo?
El joven negó con un gesto, y fijó su mirada en la del médico.
-¿Pavel…?
-Está en mi habitación, durmiendo. No creo que despierte hasta mañana -desvió por un momento la vista hacia allá, como un reflejo, y casi en seguida, volvió a buscar la atención del joven-. Lleva una carga demasiado pesada para alguien de su edad. Está agotado.
-Lo sé -la opaca mirada de Piotr se empañó aún más por la tristeza, haciendo que McCoy casi se arrepintiera de su tono de reproche-. Yo… le prometí que lo cuidaría, y resulté ser un fraude…
-Estás enfermo, no ha sido culpa tuya. Pero es bueno que estés enseñándole nuestro idioma; tú lo hablas muy bien.
Una débil sonrisa asomó en el rostro de Piotr. -Es muy listo.
-Sí, veo que aprende rápido. Imagino que también le enseñas a mentir -reprochó duramente, clavando su vista en la del muchacho-. Lo que no entiendo es por qué o de qué están huyendo.
El enfermo pasó su lengua por los labios resecos, a lo que el médico se levantó, acercándole un vaso con agua que le había llevado. Lo bebió casi todo, y en seguida se preparó para explicar sus motivos.
-Nací con genes enfermos. Mi madre es hija de un político ligado a la mafia, y está acostumbrada al poder. Por acuerdos políticos y de negocios, no se casó con mi padre biológico, sino con Ezra Ivankov, uno de los nuevos capos de la Bratva. Ambas familias son parte de ésta, y ese matrimonio unificó la extensión de ambos “imperios”. Cuando cumplí dos años, la leucemia hizo su primera aparición, obligando a mi madre a buscar cuanto tratamiento pudiese aliviarme. Pero tú sabes que hay males que nacen y mueren con uno, doctor.
Leonard asintió, dándose cuenta que el joven era uno de esos casos en los que la enfermedad era parte de su existencia. Lo había visto varias veces, y aún se enfurecía consigo mismo por el lento avance en la investigación de esos males. Piotr continuó.
-Llegué a los tres años y medio encerrado en hospitales, lleno de medicamentos y tratamientos, hasta que los médicos le dijeron a mi madre que necesitaba un trasplante de médula dentro de los próximos dos años, o moriría. Ella se dio cuenta que nadie de la familia era compatible, y que sólo alguien con el mismo material genético, es decir, igual a mí, podría ser el candidato perfecto. Entonces contactó a mi padre y se embarazó de él otra vez, con pleno consentimiento de su marido, con el único motivo de tener un hermano compatible para el trasplante de médula, o de cualquier otro órgano que yo necesitase. Pavel fue el primer donador cuando recién cumplió un año de vida.
McCoy se quedó azorado cuando su mente aclaró todo el panorama.
-No, no…. Esperaesperaespera… ¿Quieres decir que tu hermano no es importante para tus padres?
Negó con un gesto, respondiendo con tristeza.
-Como podrás darte cuenta, nuestro apellido no es Chékov, sino Ivankov. Cambiamos nuestro nombre para que ellos no pudieran localizarnos tan fácilmente. Pavel no existe para Ezra, y mi madre lo considera sólo material genético de reemplazo. Se preocupaba por mantenerlo sano para eso, pero nunca le demostró que lo quería realmente. Yo me di cuenta de eso casi desde que nació -a pesar de que su rostro estaba severamente demacrado, Piotr mostraba una brava expresión-. Por eso huimos desde hace cinco años, doctor McCoy. Para protegerlo a él, porque de otra forma, mi madre se encargará de hacer que se convierta en un ser humano desechable. Él no se merece eso.
Leonard se quedó sin habla un par de segundos. Hasta que recordó que había escuchado de un caso similar en Australia. Por supuesto, las autoridades de ese país habían intervenido a favor del infante, quitándole a la mujer el derecho de maternidad sobre los dos hijos. Pero este caso era muy diferente; Rusia siempre había sido un lugar extraño, donde todo lo imaginable -y también lo no imaginable- podría suceder. Más aún si había mucho dinero de por medio, y las influencias políticas podían ocultar grandes secretos.
-¡Rayos! -masculló en medio del profundo suspiro que soltó, mesándose el cabello con angustia. La situación era más grave de lo que había imaginado-. Piotr, ¿por qué decidieron venir a América?
-Porque estamos buscando a nuestro padre biológico. Es la última esperanza que tenemos; tal vez él pueda ayudar a Pavel.
-Bien, bien -dijo no muy convencido-. ¿Ya lograron contactarlo?
-Aún no. Supimos de él por uno de nuestros guardaespaldas, Alexandr Diúzhev. Él decidió ayudarnos porque lo conoció poco antes de que mi madre me concibiera. Sin embargo, cuando logró encontrar una pista en Inglaterra, ella nos localizó. Pavel y yo logramos huir, pero nos quedamos solos. No hemos tenido noticias de Sasha, y temo que ella lo hizo asesinar. Así es como logra sus propósitos.
-O.k., de acuerdo. Imagino que tienen alguna dirección, o algún teléfono al que pueden llamarle.
-Hay una dirección en Brooklyn. Pero doctor McCoy, temo que tendremos otro problema cuando lo contactemos -hizo una pausa, ante la expresión acentuada de preocupación del médico-. Él no sabe nada de nosotros. Ignoro cómo tomará la noticia de que tiene dos hijos.
-¡Ay, por el cielo! -McCoy se dejó caer en el sillón, considerando esa situación.
Si algo similar le hubiese ocurrido a él, seguramente se hubiese dado un tiro.
8
A pocos minutos antes de las ocho de la mañana, Kirk se apresuró a firmar el libro de ingresos del edificio gubernamental. Al terminar, le sonrió al guardia y caminó con paso ligero hacia el corredor donde estaban los elevadores. Sin embargo, antes de llegar, el timbre de su teléfono celular lo distrajo. Se detuvo un momento, esquivando a la multitud de empleados que llegaba al lugar, y contestó sin fijarse en el número del que le llamaban.
-Kirk… ¿Doctor McCoy? Sí, lo recuerdo -volteó hacia todos lados, retrocediendo entonces hacia el vestíbulo del edificio, buscando con la vista a quien le llamaba-. ¿Por qué no viene a la oficina? Tal vez… ¿Por qué? No, no. Pero me gustaría que mi compañero, Spock Grayson, estuviese presente también. No, no creo que… ¡No, espere! Está bien. Voy para allá.
Suspiró al tiempo que cortaba la comunicación, y regresó sobre sus pasos, indicándole antes al guardia de la entrada que había olvidado algo en el auto. Salió entonces del edificio, caminando aprisa hacia el lugar que el médico le había indicado.
Era una pequeña cafetería a dos manzanas del edificio, sencilla y discreta. Kirk de pronto se sintió dentro de una novela de espías, y sonrió levemente con ese pensamiento. Entró al lugar, y de inmediato localizó al médico, quien lo esperaba en una mesa apartada, lejos de ventanales y de otras mesas más concurridas, con una taza de café casi vacía.
-Buen día -saludó Kirk con cierta cautela.
McCoy no le quitó la vista de encima cuando se sentó frente a él.
-No sé si después de lo que hablemos lo siga considerando un buen día, señor Kirk -respondió con cierta acritud, aunque en una posición un poco más accesible que días anteriores. El otro sonrió con su comentario.
-Posiblemente -le sonrió a la camarera, quien acudió a tomar su orden. Él negó con un gesto y una sonrisa, y esperó a que se retirara-. Ahora, me decía que tiene información de los dos jóvenes inmigrantes.
-Antes de que le diga una palabra, necesito saber si pueden solicitar asilo en este país, y qué procedimiento seguir para ello.
Kirk parpadeó un poco más rápido, un tanto sorprendido por eso. Su intranquilidad en cuanto a ese asunto empezaba a tomar formas más desalentadoras.
-B-bueno… es un tanto difícil. Quiero decir, su país no está en riesgo de una guerra civil, ni ellos son perseguidos por medios gubernamentales tiránicos o dictatoriales. Sería casi imposible sin una prueba fehaciente de que necesitan ser asilados por su seguridad.
McCoy asintió, pensativo. Más volvió a insistir después de unos segundos.
-¿Y si alguno de ellos estuviese en riesgo de ser asesinado? ¿Por su propia familia? ¿Eso sería suficiente? -Fue el turno de Kirk de permanecer en silencio, digiriendo lo que acababa de escuchar. Sus ojos clavados en el rostro del médico, la boca ligeramente abierta, como si se hubiese quedado con las palabras atascadas. Leonard se le adelantó a cualquier respuesta que pudiese darle-. Mire, señor Kirk. A estas fechas, supongo que saben quiénes son, y el tipo de personas que los rodea. No me sorprendería encontrarme con que ustedes de pronto se aliaran con el FBI, o tal vez la CIA para darle continuidad a un “simple” caso de inmigrantes, así que seamos sinceros.
-Ah… doctor… -dijo finalmente el funcionario, después de carraspear un poco-. Esto que dice… me parece un poco increíble. Supongo que usted sabe en dónde están.
-Me contactaron fuera del hospital, y no, no hay forma de encontrarlos por mí -imprimó un tono de advertencia en su voz al decirlo-. El mayor de ellos me pidió que investigara qué necesita para solicitar asilo para el menor, dado que su estado de salud ya no le permite pedir la ciudadanía para él, y así poder pelear la custodia de su hermano.
Kirk suspiró, bajando la vista hacia la mesa, evaluando la situación.
-Es un proceso largo, y difícil. No puedo asegurarle que logremos algo si sólo es por el deseo de un enfermo. Por otra parte, el que el otro hermano sea menor de edad dificulta mucho más las cosas. Debe haber por lo menos un progenitor que esté de acuerdo para que se inicien los trámites, y en su caso, temo que eso es imposible.
Leonard jugueteó con la taza, recordando la expresión triste de Pavel y el relato de Piotr. Levantó la mirada y replicó con una pregunta que desconcertó por completo al funcionario.
-Señor Kirk, ¿alguna vez ha escuchado el término “humano desechable”?
-No… pero eso se oye espantoso.
-Así es -concedió McCoy, y sin apartar su mirada endurecida de la de Kirk, continuó-. Si no mantenemos a Piotr y a Pavel Chékov, antes Ivankov, lejos de su madre, éste último se convertirá en eso. Y nosotros seremos cómplices de semejante barbaridad.
Kirk no se alegró de ver que, tal como Spock se lo dijera, sus presentimientos seguían siendo acertados. Decidió entonces decirle lo que tenían ellos de conocimiento de la familia. Antes de hacerlo, fijó sus azules ojos en el médico, con una expresión muy seria.
-Hace un par de días, Arianna Ivankova se presentó en las oficinas de Migración, exigiendo saber en dónde estaban sus hijos. Mientras estuvo ahí, tanto Spock como yo tuvimos la desagradable sensación de que sólo uno de ellos le importa. Al otro casi ni lo mencionó, y cuando lo hizo, fue en tono desdeñoso. Por otra parte, encontramos un comunicado de INTERPOL, expedido en Inglaterra con respecto al posible secuestro y posterior desaparición de los hermanos Ivankov. Estamos investigando qué ha sucedido realmente, pero nuestros contactos no nos han aclarado aún muchas cosas.
-No fue un secuestro -musitó McCoy desalentado.
-¿Que no fue…? ¿Usted sabe qué sucedió? ¿Ellos le dijeron algo de esto?
-Piotr me comentó que la persona que los tenía en Inglaterra los estaba ayudando a encontrar a otra persona, precisamente para mantener al chico a salvo. Lo que hizo ese hombre no fue un secuestro, sino un intento de rescate.
-¡Rayos! -Kirk se recargó en la silla, volteando hacia otra parte mientras asimilaba esta información. Realmente era algo que podría salirse de su control, y en lo personal, no estaba dispuesto a ser parte de algo tan sucio como lo que el médico le exponía-. Creo que necesito un trago.
Leonard sonrió un poco, asintiendo.
-Le diría que es demasiado temprano para eso, pero dadas las circunstancias, se justifica -revisó entonces su reloj, decidiendo que era hora de marcharse. Ya había logrado captar el interés de ese funcionario, y sólo restaba esperar un resultado. Sacó un billete y lo dejó en la mesa mientras se levantaba-. Debo irme. Mi guardia inicia en algunas horas, y aún tengo algunos asuntos qué resolver antes de entrar al hospital. Me volveré a contactar con usted, señor Kirk, para ver si puede darme una respuesta.
-Doctor, pero…
-Tengo su número de teléfono, y usted sabe en dónde encontrarme. Hasta luego.
Kirk lo imitó, asintiendo. Poco después, ambos hombres salían del lugar con rumbos distintos. Ninguno se percató de que alguien sumamente interesado en ellos, los observaba.
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