Casi, casi terminamos, TRES configuraciones de compu después, claro ¬¬
malbicho desdichado... malrayo te parta... En fin. ^__^ '
Instalaciones del Vigésimo Cuarto Escuadrón Aéreo
Cuartel General Base Aérea Lackland.
San Antonio, Texas. Jueves, 1120 hrs.
Cuando Jared vio al grupo de pilotos recién llegados del Centro Espacial, portando el uniforme y esa seguridad que les otorgaba ser parte de un equipo de élite, sintió un fuerte vértigo. Sin embargo, al descubrir entre ellos la figura de Jensen, con uniforme y sus lentes Ray-Ban puestos, impecable y radiante junto al coronel Morgan y otros dos oficiales de alto rango, su estómago estuvo a punto de hacer un mortal doble y el cerebro casi se le fundió. Mas tuvo que contenerse, recordando que había sido él quien dejara la relación por un tiempo, eso para evitarse problemas por su decisión de continuar con el entrenamiento en los F-117, así como para darle espacio al piloto para que tuviese la oportunidad de avanzar en su carrera.
Con ese pensamiento muy presente, se mantuvo lejos de Jensen, quien a su vez, lo buscaba discretamente, sin abandonar su grupo.
Durante la mayor parte del día Jared lo evitó, sintiéndose mal por hacerlo. Sin embargo, en un momento en que él y Nixon se dirigieron al comedor de la base, se toparon de frente con él y Chris Kane.
Fue este último quien lo localizó, comentándole a Jensen que se encontraba a pocos pasos de ellos.
-Eh, Nene. ¿Ya viste que tu “doolie” está ahí, con uno de sus amiguitos?
Automáticamente, Jensen volteó hacia donde le indicara Kane, pateándose mentalmente por ser tan obvio.
-No es mi “doolie” -respondió con un gruñido a su amigo, y puso su mejor sonrisa al ver que los otros dos volteaban a donde estaban ellos-. Jay, Derek. Hola, no esperaba verlos aquí.
Y volvió a patearse mentalmente. Había sido una frase estúpida, por supuesto.
-Capitán Ackles -fue Nixon el que le respondió, salvando la situación por ese momento-. Es un honor que nos acompañen. La exhibición de los nuevos cazas será en un par de horas, debe ser emocionante verlos en acción.
-Ya lo creo -comentó Jensen un poco enfadado. Jared no dijo una palabra-. Bueno… eh… creo que debemos apresurarnos. Los superiores nos esperan en el área de los prototipos…
-¿Estarán en el área de prototipos? -dijo Jared con cierta desilusión-. A nosotros no nos dejan ir hasta ahí.
Kane sonrió con malicia, pasándole un brazo a Jensen por los hombros, viendo a Jared.
-Debe ser por las influencias que tenemos. ¿Sabes que el coronel Jeff Morgan nos ha dado luz verde para estar en cualquier parte de la base?
-¿El coronel Jeffrey Dean Morgan? -preguntó Jared, levantando una ceja hacia Jensen-. ¿Vienen con él?
-El mismo -continuó Kane, dándose aires de importancia-. Además del Coronel Beaver, encargado del proyecto de los aviones de pruebas científicas de la NASA, y el general Misha Collins, uno de los instructores, y varios científicos. O sea, están ante una parte representativa de la crema y nata de la comunidad aérea militar.
-Chris, ya basta -Jensen forcejeó por soltarse de su amigo, mucho más enfadado-. No somos la crema y nata. Sólo somos pilotos de pruebas. Anda, vayamos por nuestras raciones, y a ver si conseguimos una mesa. Que no porque te creas un piloto de élite, te van a estar poniendo alfombra roja en todas partes.
-Ya, de acuerdo. -Kane lo soltó, y dándole una leve nalgada que lo hizo respingar, se alejó del grupo-. Voy por las charolas, nene. Alcánzame en la barra.
Al quedar los tres, Jensen pensó en que debía aprovechar esos momentos para aclarar algunas cosas. Habían pasado juntos por muchas situaciones difíciles, como para dejar que un malentendido se interpusiera entre ellos. La ligera sonrisa que forzó en sus labios no logró esconder el nerviosismo que sentía en esos momentos.
-Jay -inició, con una voz un poco más grave de lo normal. Jared sintió que se le erizaban algunos vellos de su cuerpo al escucharlo-. Voy a hablar con el coronel Morgan, para que puedas estar con nosotros en la demostración de los prototipos. Sería una pena que te perdieras ese espectáculo.
-Si… sería una pena… -Derek los observaba un tanto enfadado. Lo estaba excluyendo a él-. Voy a buscar una mesa, Padaleki.
-Derek, espérame.
-Jay, ¿podrías darme unos minutos? -Insistió Jensen-. Necesito hablar contigo.
El otro entonces lo presionó.
-Habla con él. Cuando termines, me buscas.
Sin embargo, las interrupciones estaban a la orden del día. En esos momentos, Pellegrino los alcanzó.
-Nixon, Padaleki; los estaba buscando. -Fijando por un segundo su mirada en Jensen, amplió su sonrisa en un gesto retador. Sabía que podría alejar a los dos jóvenes del piloto, y continuar así con lo que planeaba-. Los necesito en quince minutos en el área de prototipos. Seremos el equipo de soporte de tierra de los pilotos de los F-35.
Por supuesto, ante esa noticia, Jensen quedó ignorado por completo. Jared y Derek sonrieron ampliamente, acercándose al oficial para seguirlo con marcado entusiasmo.
-Podemos dejar la comida para más tarde, señor -afirmó Nixon, dejando de lado todo su enfado, y toda su hambre.
-No, prefiero que coman y se preparen. Los necesito íntegros y enfocados. ¿De acuerdo? Voy a dar instrucciones para que les permitan ocupar la mesa de oficiales.
Jensen vio cómo su oportunidad se esfumaba cuando los dos jóvenes respondían alegremente a su propuesta.
-Si, señor. Muchas gracias, señor.
-Estaremos con el grupo en los hangares lo antes posible, incluso, antes de quince minutos, señor.
-Bien, entonces, vayan por sus raciones. Voy a la mesa de oficiales. -Cuando los otros dos obedecieron, y él se quedó sólo con Jensen, volvió a fijar su mirada en la del piloto, y con esa leve sonrisa sarcástica, se despidió de él-. Capitán Ackles. Buen provecho. Lo veré en las pistas.
Y eso fue todo.
Jensen salió de ahí hecho una furia, olvidando por completo que debía comer, ya que no habían tomado alimento en todo el trayecto de Houston a San Antonio. Se dirigió hacia los lugares que les habían asignado en la tribuna, y tratando de calmarse, se sentó en una de las sillas cercanas a un extremo de la misma, con la vista fija en las pistas de aterrizaje y el movimiento que varios mecánicos y técnicos realizaban en ellas.
Pasaron varios minutos sin cambio alguno, hasta que la voz grave y afectuosa del coronel Morgan lo sobresaltó, justo a un lado de él. No lo había escuchado acercarse.
-Creí que todos tus problemas se habían quedado en Irak, capitán -comentó con un ligero tono sarcástico, dándole a entender que había presenciado lo ocurrido en el comedor-. ¿Piensas quedarte aquí, dejándole a ese cretino vía libre con tu copiloto?
Jensen se ruborizó ante el tono marcado que el coronel ponía a esas dos últimas palabras.
TU copiloto.
Sólo atinó a bajar un poco la cabeza, soltando un leve suspiro.
-No sé cómo evitarlo, señor. Jared se ha empeñado en seguirlo a todas partes. Incluso, desde antes de que decidiera terminar la relación.
-Capitán, no creo que Padalecki decidiera hacerlo por otro tipo. No después de todo lo que han pasado juntos.
-Yo estoy dudando de eso, señor…
-Ackles, si vuelves a decir semejante patraña, te arresto por todo el fin de semana.
Jensen bajó la cabeza en clara señal de enfado. Ante eso, Morgan bajó a la fila de sillas en donde se encontraba el piloto, sentándose a su lado. Este sólo volteó a verlo, aún sonrojado, aguardando que dijera algo. No tuvo que esperar mucho.
-Hasta hace poco, en varias de las bases de entrenamiento nos enteramos que este tipo, el general Pellegrino, tiene un encanto especial con los jóvenes cadetes y oficiales, Jensen. Eso lo convierte en un excelente depredador, porque sabe cómo engatusarlos y obligarlos a hacer lo que quiera. Debes tener mucho cuidado con él.
-Lo sé. Ya me lo habían advertido.
-¿Has pensado en algo? -Morgan volteó hacia él, encontrándose con la mirada del oficial. Un incipiente tono de ira se veía entre el profundo color de sus ojos-. Sabes que cuentas con mi apoyo, excepto si se trata de asesinato.
-Chispas, no. Jared me odiaría de por vida. -El joven oficial se esforzó por no sonreír, en vano. Sin embargo, fue sólo por un momento-. No sé qué hacer. Ya hablé con él, traté de advertirle, pero no quiere escucharme.
Morgan asintió, recordando la conversación que tuvieran en el auto esa mañana, mientras se dirigían a Lackland. Definitivamente, Jared no había decidido cortar la relación por enrollarse con otro, sino por su naturaleza rebelde ante las imposiciones. Jensen había cometido un error muy común, ignorando su autonomía, su libertad de elección. Supo que sólo necesitaban hablar otra vez, y estar de acuerdo en lo que cada uno decidiera para su vida, sus intereses personales. Y para eso, debían estar en un espacio neutral, sin interrupciones o influencias de ningún tipo.
-De acuerdo, veamos. Supe por ahí que después de la exhibición, los oficiales tendrán una pequeña celebración en un bar cercano. También supe que Padalecki irá, y pienso que sería una buena oportunidad que lo busques ahí, como civiles, y hablen de su situación.
Jensen levantó una ceja, un poco sorprendido.
-Señor, ¿cómo sabe que Jared irá?
-Conozco muchas buenas tácticas para recabar información, además de que soy un gran estratega -le respondió en tono de complicidad-. No por nada soy un oficial condecorado, Jensen.
Eso le arrancó una breve risa, sacándolo de su mal humor. Morgan sonrió un tanto satisfecho por ese logro.
-Gracias, coronel.
-Sólo Jeff. A ratos es muy cansado ser oficial. ¿De acuerdo?
-Lo tendré en cuenta -Jensen sonrió ampliamente, trazando ya un plan para acercarse a Jared y poder hablar con él esa misma noche.
Wing's Army Bar
Avenida principal a la Base Aérea Lackland.
San Antonio, Texas. Jueves, 2110 hrs.
Bajo la luz del alumbrado del lugar, un grupo de oficiales vestidos como civiles se dirigían al bar al que los habían invitado al final de la demostración de los prototipos. Se notaba una fuerte camaradería entre ellos, al grado que no sabrían decir, quienes los vieran, que eran de distintos rangos en la jerarquía militar.
Aún entre maravillados y un tanto escépticos por las maniobras y muy altas atribuciones que los constructores de los prototipos habían mencionado de las flamantes naves, los dos oficiales de mayor rango continuaban comentando con cierto enfado lo que para ellos era, a muy claras vistas, todo un desacato al alto mando de la base. Pellegrino había logrado hacer pasar hasta las pistas a un grupo de oficiales de menor rango, a pesar de las órdenes de que sólo oficiales del alto mando podrían estar ahí. Eso fue, sin lugar a dudas, la total demostración del enorme monstruo de soberbia y autosuficiencia que realmente era el general.
De hecho, el coronel Beaver aún rabiaba al decirlo.
- ¡Aún no sé cómo pueden dejarlo hacer lo que le viene en gana! ¡Ese descastado abusador...!
-Tranquilízate, Jim -por enésima vez, la voz serena de Morgan lo apaciguó-. Es cuestión de tiempo el que pueda ser expulsado del Ejército. Ningún crimen es perfecto, así que ten paciencia. En algún momento, cometerá un error que lo descubra por completo. Sólo espero que no sea demasiado tarde -dijo sin evitar que su mirada se dirigiera hacia Jensen, quien bromeaba con los otros pilotos, seguido muy de cerca por Collins.
Estuvieron juntos por un cuarto de hora, bebiendo algunas cervezas mientras departían con algunos de los altos oficiales de la base Lackland, hasta que Kane convenció a Jensen, quien había desistido de buscar a Jared entre la multitud de jóvenes en el interior del bar, de que podrían darle una buena paliza a los otros dos pilotos en una partida de billar, así que los cuatro se dirigieron hacia donde estaban las mesas, en medio de un bullicioso grupo de cadetes y oficiales diseminados por toda el área.
Collins y Whitfield, por su parte, decidieron conocer a un par de chicas que habían ido solas, y se dedicaban a tratar de llamar la atención de cualquier militar que quisiera pasar un rato con ellas. Así que también se separaron de sus superiores, y pidiendo un par de cervezas más, fueron hacia ellas, apartándose hacia otro extremo de la barra.
Mientras eso ocurría, en casa de los Padaleki, Jared y Nixon terminaban de arreglarse, apresurados por Chad, pues también lo habían invitado a ir con ellos. Salieron alegremente, sin imaginar que en un rato, la guerra se desataría por ellos, entre disparos de botellas y bajas a puñetazos, en medio de un bar repleto de militares.
Wing's Army Bar
Jueves, 2150 hrs.
A poco más de media hora de haber llegado, Collins se acomodó en el oscuro rincón en el que se había arrellanado, observando a los que entraban y salían del bar. Whitfield había resultado un mejor conquistador que él, y las chicas a las que abordaran minutos antes, ahora bailaban con el otro instructor justo en medio de ellas, en una muy sugerente actitud de estar a punto de salir de ahí, directos al primer motel que se les atravesara.
Entre tragos de cerveza de la enegésima botella que estaba tomando, y algunos pretzels y semillas que tenía en la mesa como botana, Misha no se perdía tampoco de la vista que tenía de todo el bar, incluso el área de billares, admirando por momentos la estampa de Jensen, recortado en un extraño cuadro de luces y sombras, en medio de ese ambiente bohemio y relajado. Sabía que el piloto estaba ahí para poder entrevistarse con el que fuera su pareja, y que sólo esperaba a que éste llegara para poder hablar y tratar de arreglar las cosas entre ellos. Eso lo desanimó un poco, pero trató de darse ánimos y olvidar el asunto de una vez por todas, puesto que Jensen no estaba a su alcance, y por más que lo intentara, aunque lo forzara, jamás lo vería como veía a Padaleki.
Pensando en todo eso, se dedicó a beber la cerveza enegésima más una, y próximo a alcanzar una fenomenal borrachera, descubrió por la puerta principal del bar al susodicho, entre un grupito de alegres y escandalosos oficiales y cadetes de Lackland.
No se movió de su lugar, observando el momento en que, tanto en la entrada del bar como en el área de billares, dos situaciones totalmente extraordinarias empezaron a suceder. Con Jensen, fue Wellings quien le avisó que Padaleki había llegado. Inmediatamente, el piloto soltó el taco de billar y se dedicó a arreglarse, rodeado de sus otros camaradas, quienes al parecer, le estaban aconsejando qué decir, hacer y no intentar cuando estuviese frente a él. Parecían quinceañeros inexpertos. Sin embargo, con Padaleki, la situación se puso mucho más interesante. Pellegrino los atajó, y casi arrastrándolos hacia la barra, hizo que el alto oficial se sentara junto a él, en la barra, arrinconado y casi imposibilitado como para escabullirse. De hecho, al estar bastante alegre y desinhibido por causa de las cervezas que llevaba encima, empezó a tratar de manosear al muchacho, a pesar de la reticencia de éste.
Al ver esto, con cierta urgencia, Collins buscó con la mirada al Coronel Morgan, precisamente para hacerle saber que su oportunidad de echar a Pellegrino de la Fuerza Aérea podría estar ahí, esa misma noche. Sin embargo, algo totalmente inesperado se presentó antes de que pudiera siquiera localizarlo.
Casi como si estuviese viendo una de esas comedias románticas domingueras, descubrió al otro lado del bar a Jensen, quien permanecía parado en la escalerilla que separaba las dos áreas, con la boca abierta y los ojos desorbitados, así como los demás pilotos que lo seguían. Al ver la expresión del rubio, volteó entonces hacia donde estaban los otros dos, y casi hasta lo ebrio se le quitó al ver que el general besaba a Padaleki, de forma por demás brusca y arrebatada, aprisionándolo entre la barra y su cuerpo, evitando en ese momento cualquier intento de lucha.
-¡Oh, con cien mil demonios! -masculló, levantándose de donde estaba, ahora viendo que Beaver y Morgan, así como muchos de los otros oficiales que estaban en el lugar, habían enmudecido ante semejante escena.
Casi adivinó lo que iba a suceder. Así que se preparó.
Cuando Jared logró quitarse de encima a su acosador de un fuerte empujón, el otro piloto ya estaba a su lado, jalando al de mayor rango por un hombro. Entonces, el Armagedón se desató. Los puñetazos no se hicieron esperar, siendo el de Jensen dirigido al general el que prácticamente marcara el inicio de la pelea.
Y en menos de lo que pudiese alguien decir Jared&Jensen de corridito, empezaron a volar botellas llenas, medio llenas, medio vacías y lo que les seguía, sillas, ceniceros... y tipos, por supuesto.
Varias veces, en medio del caos, Jensen llegó hasta los brazos de Collins, repelido por repetidos puñetazos y en medio de los gritos de Jared, quien intentaba obligarlo a detenerse. Sin embargo, el otro lo ignoró olímpicamente, mientras Jared se las arreglaba para no salir golpeado, al tiempo que Chad y Nixon se mantenían cerca de él, también haciendo su parte. La última vez que Misha atrapó a Jensen justo antes de que éste lograra tocar el suelo, con la mandíbula casi volteada para la espalda, y regresarlo a la pelea, decidió hablar a gritos con Jared, alias La Manzana de la Discordia.
-¡¡Hey, Padaleki!!
El aludido volteó hacia Collins, esquivando un cenicero por dos pelos, prácticamente. Ya tenía sus golpes puestos, aunque nada grave. Tenía el labio partido y un moretón en una mejilla.
-¡¿Ge-general Collins?!
-¡¡Sí, el mismo!! ¡¡Tenemos que salir de aquí, y sacar a Jensen!!
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
Collins se quedó quieto un par de segundos, asimilando eso. Hasta que alguien pasó casi volando entre ellos, arrancándolo del surrealista momento de sorpresa.
-¡¿Cómo que por qué?! ¡¿Estás tonto o algo así?! ¡¡Anda, jala a tus amigos y a Jensen, y terminemos esto de una vez por todas!!
Haciendo malabares entre rijosos, puñetazos y objetos voladores totalmente identificados, así como otros desconocidos, lograron alcanzar la salida del bar. Sin embargo, Jensen se resistió cuando Jared lo sujetó por un brazo. Incluso, estuvo a punto de estrellarle el puño en la cara, cuando lo reconoció, deteniéndose apenas a tiempo.
-¡¡¡JENSEN!!!
-¡¡¡JAY!!! ¡¡¡Casi te golpeo!!!
-¡¡Ven, tenemos que salir de aquí!! -Logró convencerlo, y ambos se escabulleron hacia el estacionamiento, mientras el caos se incrementaba adentro del bar.
Ya afuera, golpeados y con la ropa y el cabello desarreglado, observados por los demás, Jared le soltó un sorpresivo puñetazo a Jensen, casi tumbándolo al piso. Éste trastabilló, siendo detenido una vez más por Misha, quien los veía boquiabierto.
-¿Cómo se te ocurre, Jensen Ackles? ¡Golpeaste a mi instructor!
Kane estuvo a punto de echársele encima al ver eso, furioso. Los demás pilotos lo detuvieron a duras penas.
-¿Pero qué demonios estás diciendo, niño insolente? ¡Jensen…!
-¡Jensen no tenía derecho a hacer eso! -refutó enfadado, enfrentando al otro piloto. Nixon y Chad estaban a su lado, observando. Padaleki hizo entonces intento de irse, dejándolos sin más explicaciones-. Además, puedo cuidarme solo.
-No, espera -Ackles se soltó de su instructor, tratando de detenerlo-. Tenemos que hablar. Por eso decidí esperarte en este lugar.
Jared se volvió hacia él, fijando la mirada endurecida en la suya.
-Jensen, no hay nada más que decir. Déjame en paz.
-Jay, esto no puede terminarse así como así. Además, golpee al tipo porque te estaba acosando.
-¿Qué te hace pensar que me estaba acosando? - Jared entonces adoptó una pose autosuficiente, y con un marcado cinismo en sus palabras, afirmó lo que no se esperaban-. Para tu información, Jensen Ackles, fui yo el que lo besó. No me estaba acosando.
Verlos a todos con la boca abierta y los ojos como platos, incluidos Nixon y Chad, fue bastante cómico. Sin embargo se contuvo de sonreír siquiera al ver la expresión de su ex novio, tan derrotada y dolida como nunca lo había visto.
Jensen bajó la vista al piso, y sin darle tiempo a que dijera algo más, se retiró de ahí, seguido por Misha y Kane, quienes trataron de detenerlo y hablar con él, en vano. Echó a correr sin querer escucharlos, hacia las instalaciones de las pistas de la base Lackland, dejándolos atrás. Kane fue tras él, pero Misha volvió a donde estaban los otros. Ya lo buscaría más tarde.
-¡Vaya! -Tom rompió el tenso silencio que se había instalado entre los que quedaban, acercándose por mero reflejo a su pareja-. Nunca pensé que alguien pudiese romperle el corazón tan fácil.
-Jay -Chad se recompuso, un tanto incómodo por lo que había presenciado-. Se supone que el cínico desgraciado y buscapleitos de este lugar soy yo. Me superaste con creces.
-¿Ahora te vas a poner de su lado? -replicó Padalecki con enfado, sin querer reconocer que sentía una extraña opresión en el pecho-. Si tanto te interesa, ve y consuélalo. Me voy.
Y de esa manera, sin haber probado siquiera una cerveza, y con sentimientos encontrados debido a los remordimientos y el orgullo del tamaño del edificio más alto de San Antonio, caminó hacia el auto, subiendo en él y cerrando la puerta de un fuerte jalón. Chad y Nixon fueron tras él, ambos volteando hacia los otros que dejaban atrás, entre desconcertados y sorprendidos.
Justo cuando salían del estacionamiento, los dos coroneles que acompañaban al grupo, Morgan y Beaver, salieron en ese momento, también desconcertados. Habían tardado por estar tratando de poner un poco de orden adentro, y buscar a los pilotos entre los caídos y golpeados, sin suerte. Hasta que decidieron buscarlos afuera.
-Collins -llamó Morgan al ver que el auto salía del lugar-. ¿Qué sucedió? ¿En dónde están Ackles y Padaleki?
Misha y los otros dos pilotos voltearon a verse por un momento, y después de un carraspeo, informó a los dos superiores.
-Se fueron en distintas direcciones, señor. Volvieron a discutir, y no pudimos detenerlos.
-¿Discutieron? Se suponía que iban a tratar de reconciliarse.
Rosembaum respondió a eso, aún bastante molesto por la actitud de Padaleki.
-Sucede, señor, que Padaleki negó el hecho de que Pellegrino lo acosara. Le aseguró a Jensen que lo que ocurrió allá adentro fue provocado enteramente por él, aunque todos vimos lo contrario.
-¡Rayos! -fue la única expresión de Beaver.
El coronel Morgan tuvo un poco más de control en su enojo.
-Ahí queda la oportunidad de detener a ese tipo. Maldito bastardo con suerte.
-Señor, si no les importa -intervino Misha, disponiéndose a buscar a Jensen-, me gustaría regresar a la base. No creo que tengamos nada más que hacer aquí.
Beaver y Morgan asintieron, así que fueron por los autos y se dispusieron a irse del lugar. Misha vio con algo de pena que el auto de Jensen se quedaba en el lugar, puesto que nadie tenía llaves del mismo.
Debía hablar con él, hacerlo entender que posiblemente la relación no podría ofrecerle nada más. Aparte, eso le hacía sostener la pequeña esperanza de que podría tener una oportunidad con Jensen.
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