Capítulo 3 del Fic: El Reino de las Mariposas [Star Trek 2009]

Aug 15, 2010 21:12

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Nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas.

Anatole France


Capítulo 3

Inicio de las sabanas
Kordofán del Norte. 5:49 am

Estaba por amanecer cuando Kirk despertó. Pudo ver la línea amarillenta del astro rey justo antes de emerger por el horizonte, mientras todo tomaba forma a la luz mortecina del nuevo día.

Se habían detenido en una cuneta, a varios metros del polvoriento camino que seguían. Archer y Scotty estaban afuera del auto, junto con otros integrantes del convoy, revisando varios mapas bajo la luz de las lámparas de mano. Spock no estaba ahí, y sólo Chékov permanecía en su lugar, tomando una taza de café que no tenía idea de dónde podría haberla conseguido. Se movió un poco, llamando la atención del joven.

Éste se volteó hacia él, sonriéndole al descubrirlo despierto.

-Hola, señor Kirk. ¿Quiere una taza de café?

-Daría mi brazo derecho si me lo pidieran a cambio de eso -se incorporó, sentándose bien y alcanzando la taza vacía que le extendía el joven. Mientras le servía el café de una pequeña jarrita metálica enchufada al encendedor del vehículo, volteó hacia fuera-. ¿Qué ocurre?

-Están estirando las piernas y revisando en dónde será la siguiente escala. Ahí harán cambio de turno.

-¿Cómo se organizaron?

-Según sé, cada uno conducirá alrededor de diez horas, con escalas, por supuesto. Han manejado casi la mitad del primer turno, así que aun falta algo de camino para llegar a desayunar.

Kirk entrecerró los ojos al darle un trago a la amarga bebida, despertando por completo.

-¡Wow! Nada mejor que un buen trago de café.

-Ya lo creo -secundó Chékov, bebiendo también un poco.

-¿Estás en el rol de conductores? -Interrogó, buscando a Spock con la vista.

-No, a menos que sea enteramente necesario. El camino a través del valle es muy traicionero, y yo no lo conozco. Las tormentas que acaban de pasar lo hacen peligroso. Tampoco usted conducirá -dijo el muchacho antes de que el americano preguntara-. No lo tenían contemplado en el rol de turnos.

Kirk asintió, pensativo. Probablemente era una buena decisión, ya que tampoco conocía el terreno por el que transitarían. Sin embargo, no quiso sentirse tan fuera de lugar.

-Bien, en caso de que necesiten ayuda, puedo ofrecerme como relevo.

En ese momento, Spock abrió la puerta mientras hablaba con otro de los integrantes del convoy. Llevaba un paquete en las manos, mismo que puso con cuidado en la parte trasera, junto al equipaje.

-...puedo asegurarte que Bones te pondrá un altar cuando lo vea -comentó el joven con el que iba, viendo a los ocupantes del auto-. ¡Hey, buenos días! ¿Les sobra un poco de café?

Chékov asintió sonriente, sirviendo solícito otra taza para el recién llegado. Kirk aprovechó el momento para preguntar sobre el paquete.

-¿Qué es eso?

-Un encargo pendiente. Pertenece al doctor Leonard McCoy. Aduana lo retuvo durante meses, alegando que era algo prohibido.

-Hubieras visto -el otro joven intervino en la conversación-. Todo un lío político por un par de calcetines y algunos efectos personales. Bones estuvo furioso por semanas, hasta que se resignó.

-Bueno, yo también me pondría furioso en una situación así -comentó Kirk, tratando de imaginar lo ocurrido-. ¿Este doctor McCoy es también de Amnistía, o de la Cruz Roja?

-Voluntario de la Cruz Roja -respondió el diplomático, alcanzando la taza que Chékov le ofrecía-. Gracias. Es el médico a cargo del campamento de Al-Fashir desde hace casi seis meses. Ha sido una gran ayuda en ese lugar...

-¡Y tiene un genio del demonio! -continuó el otro con su parloteo. Kirk sólo sonrió, ante la evidente molestia que mostraba Spock por ese comentario.

-Señor Reed, no es necesario que manifiestes los defectos de tus compañeros de labores. No hagas ese tipo de señalamientos, por favor.

-¡¡Señores, hora de irnos!! -Anunció Archer hacia un lado del convoy, mientras Scotty hacía algunas señales a los otros autos-. ¡Prepárense para continuar! ¡Aún nos faltan muchas horas y muchos kilómetros por recorrer!

Kirk entonces recordó que no había bajado para nada del auto, y que debía responder al llamado de la naturaleza.

-Uh... denme dos minutos. No he ido a...

-Dese prisa, señor Kirk. El señor Scotty es algo impaciente -aconsejó el novato, alcanzando la taza del americano para permitirle que bajara. Éste sólo asintió, apresurándose.

Minutos después, el convoy volvía al terregoso e incierto camino, con todas las precauciones posibles para no ser avistados por las patrullas del ejército.

Ya en marcha, el americano retomó el tema de conversación interrumpido minutos antes por el aviso de partida.

-Spock, este doctor McCoy... -inició sin saber exactamente qué preguntar. El aludido y Archer voltearon hacia él al escucharlo-. ¿Es también americano?

-Tanto como Scotty, Jonathan y tú.

-¿Bones? -Cuestionó Archer con una sonrisa, entrometiéndose en la conversación-. Es un gran tipo. ¿Qué hay con él?

-Recuperé una parte de lo que Aduana le retuvo. Me dijeron que lo demás podría obtenerlo en una semana, más o menos. En cuanto lo vea, le daré el paquete y la noticia.

-Lo vas a hacer muy feliz -enfatizó Archer-. Esperemos que eso le quite el mal humor.

Kirk sonrió al ver nuevamente la levísima sombra de enfado de Spock. Scotty intervino entonces.

-Oh, vamos. Bones no tiene mal genio sólo porque sí. Cualquiera de nosotros hubiese hecho el mismo berrinche si la ineptitud de la aduana sudanesa nos hubiese provocado que le quitaran la mitad del equipaje.

-Bones vive eternamente enfadado, por si no lo sabes -afirmó Archer, pero volteó sonriente hacia los otros dos pasajeros-. Pero como dije, es un gran tipo, en serio. Te darás cuenta cuando lo conozcas bien.

Kirk decidió desviar el tema del humor del médico hacia otra parte.

-¿Por qué le llaman “Bones”?

Los cuatro compañeros de viaje voltearon a verlo sorprendidos.

-¿No lo sabes? -Scotty fue quien preguntó, y acto seguido, dio una indicación al novato camarógrafo-. Andrei, explícale a James eso.

Chékov adquirió un aire solemne, y después de tomar un poco de aire, procedió a dar la explicación.

-En jerga militar americana, el término “bones” se les da a los médicos de campaña, los que se encuentran en la línea del frente. Generalmente, fuera de situaciones bélicas, se les otorga ese nombramiento a los encargados de los hospitales en zonas de conflicto, en lugares de desastres naturales y provocados, e incluso, en actividades de deportivismo extremo, aunque esto último no es muy frecuente.

-¿Lo ves? Siempre con una respuesta como las tuyas, Scotty -cerró el comentario Archer, como si fuese algo totalmente lógico-. En formato de enciclopedia.

Chékov se sonrojó, pero celebró también la broma junto con su compañero y Kirk. Spock sólo sonrió, esperando la siguiente pregunta que pudiese formular el americano.

No transcurrió mucho tiempo para que eso sucediera.

-¿Hace cuánto que el doctor McCoy está aquí?

-Llegó casi al finalizar marzo, con uno de los últimos envíos que hizo la Comunidad Internacional de forma legal.

-No sé qué tan cierto sea -comentó esta vez Scotty-, pero dicen que llegó borracho como una cuba al aeropuerto.

-¿Al francés, o al de aquí?

-A los dos. Imagino que la cruda que agarró fue fenomenal.

Sin hacer caso a esos comentarios, el diplomático continuó dando algunos otros detalles a Kirk.

-Casi un mes después del arribo del doctor McCoy al campamento, Sudán cerró sus fronteras a los envíos de las ONG’s y de la Cruz Roja; quince días más tarde restringió los visados y pases diplomáticos. No permitió ningún envío, ya fuese de alimentos o medicinas.

-¿Eso significa que llevamos un cargamento ilegal? -cuestionó Kirk un tanto intranquilo-. ¿Por eso nos ocultamos de las patrullas?

-No exactamente -respondió Archer-. Aunque tu cargamento o tu equipaje sean legales, debes cuidarte todo el tiempo de las patrullas, tanto milicianas como de los janjaweed. Nosotros llevamos a la vista lo que es legal, y nadie tiene por qué enterarse de lo demás.

-En realidad, Jim, no llevamos todo el cargamento. Debemos llegar al aeropuerto de Al-Fashir para recoger lo que falta: alimentos, medicamentos indispensables para el tratamiento del cólera y otros padecimientos gastrointestinales causados por agua y alimentos contaminados, infecciones por heridas -enlistó Spock con aire frustrado, refutando el comentario de Archer-. El resto son vendajes, material de curación, antisépticos, y una limitada cantidad de vacunas. El cargamento es todo legal, aunque no es suficiente. Nos dirigimos a un campamento que posiblemente alberga alrededor de diez mil personas, no lo sabemos con certeza.

Kirk asintió, más volvió a hablar, exponiendo otra pregunta.

-A ver, un momento. Voy a verme demasiado ignorante, pero eso que dijiste no me es familiar. Patrullas… ¿janjaweed?

-¿Requieres de otra explicación enciclopédica, Jim? -preguntó Scotty en forma suspicaz.

Kirk sonrió, aceptando por segunda vez su desconocimiento.

-Me temo que sí. Nunca había escuchado de eso.

-Ok. Chékov…

Una vez más, solícito y todo sonrisas, el muchacho explicó lo que significaba el término.

-Son grupos de guerrilleros reclutados de las aldeas árabes, anteriormente montados en camellos y en caballos, ahora equipados con jeeps. Yanyauid significa jinete armado. Antes se les llamaba así a los bandidos y ladrones de ganado de las regiones nómadas. Ahora se dice que son los responsables de los ataques a las villas y poblaciones, con toda la autoridad que el gobierno les ha dado como un tipo de milicia...

-Gracias, Andrei -atajó Scotty, antes de que extendiera su explicación.

Kirk se percató de que esta vez no hubo comentarios graciosos cuando el muchacho terminó de hablar. Archer permanecía en un hermético silencio, mientras veía hacia el exterior, con la mano izquierda empuñada contra su barbilla. Spock lo observaba a él de manera furtiva, y tanto el conductor como su aprendiz guardaban silencio, con la vista al frente, a los otros autos que los precedían.

-Imagino que esto de los milicianos yanyauid es un tema delicado -comentó al fin el periodista, tratando de no iniciar algún tipo de conflicto.

-Bastante delicado, Jim. Preferimos no mencionarlo el mayor tiempo posible -le respondió Scotty, viéndolo por el retrovisor.

Kirk asintió, arrellanándose otra vez en su lugar.

-Lo tendré en cuenta. Gracias por la explicación.

Spock se dirigió a él otra vez, en forma un tanto confidencial.

-Te recomiendo que vuelvas a dormir. El recorrido hasta las villas del valle de Kordofán es algo difícil. En cuanto estemos allá, te hablaré más de esto.

-Dormiré más tarde. No quiero perderme el paisaje de este lugar.

Diciendo esto, optó por tomar algunas fotografías a la luz mortecina del amanecer. Acomodó entonces la cámara, enfocando una caravana de camellos que se veía a lo lejos, recortada contra el horizonte y la franja de hierba que delimitaba una zona desértica y pedregosa de la llanura.

Región central de Kordofan del Norte.
A pocos kilómetros de la primera villa. 9:10 am

-Bien…. ¡ahora, empujen! -diciendo esto, Nyota aceleró poco a poco.

Hundidos en el lodo hasta los tobillos, los cuatro hombres apostados en lugares distintos alrededor del auto siguieron la orden, empujando con todas sus fuerzas mientras la doble tracción hacía su parte. Pero no hubo un gran movimiento del mismo dentro del enorme charco fangoso en el que estaban varados.

Lo ocupantes de los otros dos todoterreno permanecía en la orilla, ideando la mejor forma para ayudarlos a salir del atolladero.

-Creo que será casi imposible sacarlos con las cuerdas. Son insuficientes.

-¡Pero se supone que traemos cuerdas suficientes para emergencias como estas! -replicó Archer con enfado. T’Pol estaba junto a ellos, con una de las cuerdas en las manos, aun enrollada.

-¡Es que no alcanzan! -refutó Scotty, ya con tintes de histeria en la voz-. Si metemos los vehículos, seremos tres los atascados y no sólo uno.

Kirk regresaba junto con Spock y Chékov con algunas rocas y algo de maleza que habían juntado, observando la discusión.

-¿Qué han decidido? -preguntó Spock al ver que no se había intentado algo más.

-¡Que siendo un equipo de salvamento, no traemos lo necesario para nosotros mismos! ¡Es ridículo! -vociferó Archer.

Kirk dejó lo que llevaba en las manos, y ante la mirada intrigada de los otros, se quitó las botas y los calcetines, arremangando el pantalón hasta las rodillas. Acto seguido, alcanzó las piedras otra vez y entró en el charco, caminando con precaución hacia el vehículo. Nyota lo vio ir hacia ellos, también sorprendida, pero le sonrió esperanzada.

-¿Serás el héroe del día? -preguntó al tenerlo a un lado de la rueda delantera.

-No -respondió Kirk con una encantadora sonrisa, extendiendo una de las piedras que llevaba a los hombres que estaban también ahí-. Lo que pasa es que esto era cosa de toda la temporada de lluvias en la granja de mis padres. No es muy complicado rescatar un vehículo del fango si sabes qué debe hacerse.

Spock lo había seguido, llegando hasta ellos casi en las mismas condiciones que Kirk.

-Hay que colocarlas en la parte delantera de las llantas -ordenó el americano, dirigiéndose a la rueda cercana-. Si es necesario, escarben. ¡Scotty, Jonathan! ¡Preparen las cuerdas!

Chékov fue el último en llegar con ellos, pero en cuanto estuvo ahí, trabajó diligente. Tardaron casi media hora más, logrando por momentos que el todoterreno avanzara. Con la fuerza y cooperación de todos los del convoy, además de los otros dos autos, lograron rescatar el vehículo y su carga.

Ya afuera del charco, llenos de fango por todos lados, Kirk y Spock se echaron a descansar a un lado del auto en el que viajaban. Por su parte, Scotty ayudaba a su aprendiz a limpiarse con algunas botellas de agua. Los demás hacían lo propio, alejados algunos metros del lugar.

Kirk observó atento a donde estaban Archer y su asistente, dándose cuenta que no eran sólo eso. Había algo más entre ellos que sólo una relación de trabajo. Sin embargo, sus observaciones fueron cortadas cuando el diplomático habló.

-Un gran trabajo de equipo -admitió Spock a lo que habían hecho-. Es señal de buen liderazgo, Jim. Órdenes precisas, espíritu de cooperación...

-No ha sido la gran cosa -comentó el americano sin darle mucha importancia, revisando una enorme rasgadura en su camisa-. Chispas, con esta van tres…

Uhura se acercó a ellos entonces.

-Vengo a agradecerles a mis rescatadores -dijo, inclinándose hacia Spock hasta sentarse a su lado. Se recargó en su pecho, depositando un leve beso en sus labios-. Cariño, sabes a fango africano.

Kirk los veía divertido, y reclamó un trato similar.

-¿Y el autor intelectual no recibirá un beso? -Con expresión seria, Spock le dirigió una agria mirada, más no dijo una palabra. En cambio, Nyota le sonrió y negó con un gesto. Kirk no perdió el ánimo, y volvió a la carga-. Bueno, podrías dárselo a tu prometido, y que sea él quien me lo pase. Una recompensa es una recompensa, y yo no tengo problemas con eso. Ahora, podría ser por parte de ambos. Dos en lugar de uno…

Spock tosió un poco, sorprendido ante el comentario.

-¡Vaya! ¡Que nos ha salido un héroe pan sexual! -exclamó ella, soltando una carcajada.

Kirk sonrió con simpatía. Sus azules ojos parecían brillar más debido a ese breve momento de felicidad.

-Acabas de cambiarme toda la perspectiva que tenía de ti, Jim -dijo el diplomático después de recuperarse de la sorpresa.

-De todas formas, muchas gracias por sacarme del lodo -comentó Uhura, incorporándose ágilmente-. Les recomiendo que se limpien y se preparen para irnos. Ya hemos perdido mucho tiempo en este incidente, y mi estómago me está reclamando.

-Si, señora -bromeó Kirk, levantándose también con algo de pereza. Sin embargo, les concedió un poco de intimidad, alegando que buscaría otra camisa y alguna botella de agua para lavarse él también.

Minutos más tarde, Spock se le unió a un lado del auto. Le ayudó a sostener la botella mientras se quitaba el fango de los antebrazos, ligeramente inclinado hacia adelante. No dejó de observarlo, con una mezcla de duda e indecisión en su mirada. Hasta que se animó a hablar.

-Tengo un poco de curiosidad...

-¿Respecto a lo que dije de mis preferencias? -El periodista levantó la vista hacia él, sonriéndole con gesto pícaro-. ¿Tienes problemas con eso, Spock?

El diplomático no se movió cuando Kirk se incorporó y se le acercó más de lo debido, haciendo énfasis en lo que decía. Sólo le sonrió de manera enigmática, entregándole la botella aún con un poco de agua.

-Ninguno, Jim. Es sólo que encuentro… fascinante que en un grupo tan reducido, la variedad de pensamientos y comportamientos sea tan extensa-sin dejar de hablar, se inclinó un poco y procedió a lavarse cuando el americano dejó caer sobre sus manos el chorro de agua-. Las preferencias no deben ser motivo de discriminación entre individuos. Mucho menos entre nosotros.

-Estoy de acuerdo -afirmó Kirk, abriendo otra botella-. Además, no creas que soy de los que van y buscan oportunidades con todo el mundo. Sólo manoseo a quien me da permiso.

-¡Es bueno saber eso! -comentó su acompañante con ambas cejas levantadas. Se apresuró a limpiarse los antebrazos, dando por terminada la conversación-. Creo que ya podremos irnos. Le avisaré a Scotty.

Kirk lo observó irse llevándose la botella abierta a los labios. Bebió el resto del líquido, sonriendo entre pícaro y cínico, pensando en que si se lo proponía, tarde o temprano podría tener a esos dos en su cama. Durante el trayecto restante, con un leve rastro de nerviosismo, Spock sólo se limitó a hablar de trabajo, y él no dejó de sonreír tontamente mientras lo escuchaba.

Región alta de Kordofán del Sur.
Atardecer del primer día de travesía.

Archer detuvo de forma intempestiva el auto al lado del terregoso camino, saliendo apresuradamente del mismo hacia un matorral que sobresalía de entre varias piedras grandes.

-¡Por todos los cielos! -reclamó Scotty, despertando al sentir que no se movían-. ¡Es la quinta vez que nos detenemos! ¿Qué le pasa? ¡Vamos a llegar con horas de retraso si sigue así!

Medio adormilado, Kirk volteó a verlos, encontrando a Chékov acurrucado sobre el hombro de su mentor, profundamente dormido. Spock se asomó desde el asiento del copiloto un tanto consternado.

-Me temo que algo en la comida le ha caído mal.

-¿Y ya tomó algún medicamento? -preguntó Kirk con un poco de preocupación.

-Sí, pero al parecer la infección no ha cedido. Creo que tendré que relevarlo desde aquí. No se veía bien.

Archer volvió minutos después, con peor aspecto que con el que se había bajado del auto. Spock se quitó el cinturón de seguridad y bajó, rodeando el vehículo.

-Jonathan, te recomiendo que descanses para que el antibiótico te haga efecto.

-Eso mismo iba a comentarte -respondió el enfermo con voz trémula. Estaba pálido y temblaba ligeramente, a pesar del intenso calor; finas gotitas de sudor frío perlaban su frente-. ¿Podría irme en la parte trasera? Quisiera dormir el resto del trayecto.

Kirk bajó también, y al escucharlo se mostró solícito para desalojar un espacio. Pasó algunas de las maletas y bolsas al asiento medio, en donde era su lugar hasta ese momento, asegurándose que no molestarían a los otros dos, y preparó una especie de cama con un saco de dormir. Spock le ayudó, y entre ambos asistieron a Archer antes de dejarlo dormitando, con una buena provisión de agua embotellada, suero y antibióticos a su alcance.

Ya seguros de que no se detendrían más que para lo indispensable, subieron a sus respectivos lugares, al frente del todoterreno. Kirk alcanzó su cámara, la grabadora y una bolsa extraña que llevaba, y mientras se acomodaba en el asiento del copiloto, el nuevo conductor lo observó con cierta curiosidad.

-Imagino que enfermarse así es común en estas regiones -comentó el americano al fin.

-Bastante más común de lo que piensas. Si no estás acostumbrado, estas infecciones podrían matarte.

-Ya lo creo. Archer se veía fatal.

-Espero que el medicamento y el suero le ayuden a reponerse, además del descanso.

-Mejorará, no cabe duda -afirmó Kirk al tiempo que tomaba una fotografía de Spock al volante. El ocaso empezaba a perfilarse en el horizonte-. Fue una buena decisión decirle a los otros autos que no se detuvieran.

-Estoy de acuerdo. Sólo espero que no tengan problemas al seguir la ruta marcada.

-Se ve que Tucker es muy hábil en eso de seguir mapas. No deberíamos preocuparnos, además de que llevan los radios-. Tomó otra fotografía de los dos ocupantes del asiento medio, que continuaban dormidos-. Si algo sucede, pueden contactarnos.

-No eres el hombre frívolo que aparentas -dijo de golpe el diplomático. Kirk bajó la cámara con expresión incierta-. ¿Por qué tratas de escudarte en esa imagen, Jim?

-Profesionalismo, creo -se encogió de hombros, tratando de restarle importancia a la pregunta y a su propia respuesta. Cambió el tema con otra pregunta-. ¿Cuánto nos falta por recorrer?

-Se supone que son tres días de camino -le respondió, dándose perfecta cuenta de la evasiva que el periodista había intentado-. Llevamos una noche y un día, así que debemos llegar a la ciudad de Al-Fashir mañana temprano, y si las condiciones y las circunstancias lo permiten y continuamos avanzando, sólo haciendo escala para repostar combustible, podríamos llegar al campamento al anochecer, o tal vez cuando ya todo mundo esté dormido.

-¿Casi un día y medio, podríamos decir?

-En efecto -admitió, volteando a verlo después de evadir un enorme bache-. Lo que nos da, aproximadamente, un día y medio para hablar.

La mirada de Kirk volvió a esa expresión indescifrable, esta vez, acompañada de una levísima sonrisa.

-Eso significa que seguirás insistiendo en interrogarme.

-Suelo ser persistente. Convivir con periodistas durante varios años me ha dejado algunas enseñanzas -Spock sonrió también, esta vez sin quitar la vista del camino-. Te propongo algo. Será una jornada Quid Pro Quo. Mismo número de preguntas respondidas, mismo número de preguntas negadas.

Kirk le tomó otra foto justo cuando volteaba a verlo sin dejar esa sonrisa extraña. Eso lo decidió.

-De acuerdo. Dispara.

Spock guardó silencio unos segundos, y en seguida lanzó la pregunta con algo más que un comentario.

-Cuando te vi en la sala de conferencias, tuve la impresión de que eres un corresponsal primerizo. No hacías muchas preguntas, en la mayoría de las sesiones sólo tomabas notas y no concertaste entrevistas. Sé que conoces un poco del idioma “oficial” del país, pero desconoces los otros tres más importantes. Y esto me lleva a preguntarme, ¿por qué decidiste venir y escribir sobre este asunto sin conocerlo a profundidad?

Kirk no respondió de inmediato, pensando en la mejor forma de proteger sus respuestas sin mentir demasiado.

-Es mi primera misión como corresponsal. No iba a venir yo, sino otro periodista del Herald con más experiencia, pero hubo ciertas condiciones que él no cubrió, y yo sí. Ahora, en todo el tiempo que estuvimos ahí, no podrás negarme que la información que se manejaba era insuficiente como para tener una buena historia. La mayoría de los diplomáticos nacionales y de otros países africanos no cooperaban con la prensa, y no se nos concedió mucha libertad para concertar entrevistas -el conductor asintió, reconociendo que era verdad-. Mi deseo de venir a este lugar, a cubrir los acontecimientos que se han suscitado, es precisamente por dar a conocer esta noticia y las decisiones que se realizan en torno a ella en el mundo. Vine porque deseaba escribir acerca de lo que ocurre aquí, y no sólo conformarme con lo que otros me dicen.

-Lo que llamas “profesionalismo” -la sonrisa de Spock había casi desaparecido-, ¿es tu intento de conseguir el Pulitzer con esto?

Kirk se acomodó sobre su asiento en un gesto un poco agresivo.

-Quid Pro Quo, Spock. No te adelantes.

-Lo siento -se disculpó el diplomático al notar su actitud-. Espero tus preguntas.

-¿Cómo es que te convertiste en activista de esta causa? Tu aspecto y actitud lo hacen a uno pensar que eres candidato perpetuo a algún escritorio de embajada.

-¿Mi aspecto? No creo que eso tenga que ver con mis acciones. -Se observaron por unos segundos, y continuó al volver su vista al camino-. Mis padres son embajadores. Toda mi vida me he visto involucrado en la política internacional, y no puedo permanecer inactivo ante la gravedad de lo que está ocurriendo aquí. Vine por primera vez a África cuando era apenas un adolescente, y me impactó ver a niños y jóvenes casi de mi edad condenados a no sobrevivir, a perder sus sueños y su dignidad humana. Tengo una lista de participaciones activas en causas similares en varios países africanos, y espero que continúe acrecentándose por un buen tiempo.

-Wow, veo que piensas envejecer haciendo esto.

-Es lo más probable. -Hubo un breve silencio, antes de que Spock tomara su turno-. ¿Piensas entonces volver a América en cuanto tengas tu historia?

-Efectivamente. Darfur no es la única noticia que hay en el planeta. Ahora… ¿Hace cuánto conoces a la doctora? -lanzó la pregunta a quemarropa, refiriéndose a Uhura.

Spock volvió a sonreír.

-Noto un insano interés de tu parte en conocer nuestra relación, Jim. ¿No estarás pensando…?

-¿Yo? ¡No! ¡Claro que no! No soy un pervertido.

-Está bien, confiaré en tu palabra. La conocí hace poco más de tres años, en el inicio del conflicto. Ella era voluntaria de la Cruz Roja, y yo de Amnistía Internacional. Entre ellos y la comisión que monitoreaba el auxilio a los habitantes de la región, levantamos el primer campo de refugiados. Y mientras trabajábamos en el proyecto, nos percatamos que teníamos intereses comunes. Entonces, decidimos iniciar la relación.

-¿Y no…?

-Mi turno, señor Kirk -le recriminó al ver que intentaba continuar-. Te repito la pregunta que atajaste hace unos minutos. ¿Reconocimiento y Pulitzer, o verdadero periodismo humanitario?

El americano enrojeció, más se recompuso casi de inmediato. No dudó en darle la respuesta.

-Todos los periodistas buscamos el Pulitzer. Lo demás a veces es secundario.

-He conocido personas de la prensa que no piensan en reconocimientos -refutó Spock-. Hacen su labor como un servicio a los demás, y nunca esperan siquiera ser reconocidos.

-Siempre he dicho que todos tenemos un precio, y lo he comprobado, todo el tiempo. Por mucho que se proclamen desinteresados, los seres humanos buscan reconocimiento, en todo.

Spock lo vio intensamente, bajando la velocidad del todoterreno por un momento. Hizo todo lo posible por no mostrarle a Kirk la decepción que esa respuesta le había causado.

-Tal vez no esté muy de acuerdo contigo, pero es cuestión de puntos de vista.

-¡Oh, vamos! ¡No vas a decirme ahora que te he roto el corazón!

-Por supuesto que no. Sólo creí que eras diferente. No suelo equivocarme mucho con mis observaciones, pero a veces ocurre. Bien, tu turno -dijo, cambiando el tópico de la conversación.

Kirk no habló por un largo minuto, sin quitarle la vista de encima. Spock no dijo una palabra, concediéndole ese tiempo para reflexionar.

Finalmente, el americano decidió dejar el trato de lado.

-Terminemos con esto de las preguntas personales, Spock. Temo que podríamos salir mal uno con el otro, y no quiero que suceda eso.

-Una decisión sensata, Jim.

-¿Puedes decirme algo más del lugar a donde nos dirigimos?

El conductor le sonrió con honesta simpatía, asintiendo.

-------------------------------------------CONTINUARÁ...

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