Capítulo 8 del Fic: El Reino de las Mariposas [Star Trek 2009]

Aug 15, 2010 20:39

Ir al capítulo anterior.  Cap. 7

No hay razón para buscar el sufrimiento,
pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas;
míralo a la cara y con la frente bien levantada.

Friedrich Nietzsche.


Capítulo 8

Iglesia Anglicana de la aldea Al-Sebhire.
Extremo NorOccidental de Jabal Marah.
Tercer día fuera del campamento.
Segunda semana de Agosto 2003, 7:25 am.

McCoy fue el primero que se levantó.

Al volver a la habitación, después de bañarse, observó a Kirk por momentos mientras se vestía; éste no daba señales de despertarse por sí mismo, y eso lo extrañó un poco, pues había descubierto que era de sueño ligero. El tiempo que habían estado en Ardimi, durmiendo uno al lado del otro, bastó para que el médico supiera que su misma hiperactividad lo hacía ser uno de los primeros en abandonar la cama.

Se acercó a él llamándolo, acción que tampoco lo hizo reaccionar. Así que optó por sacudirlo ligeramente.

-Hey, Jim. Hora de levantarse.

El periodista sólo se movió un poco, despertando con dificultad.

-B-Bones... hola...

-De verdad que estabas cansado, amigo. ¿Necesitas más tiempo?

-No... Dame unos minutos. -Con mirada inquisitiva, McCoy lo observó detenidamente. Sin embargo, Kirk lo convenció al ofrecerle una enorme y soñolienta sonrisa-. En serio, estoy bien. Sólo necesito un poco de tiempo para despertarme por completo.

-De acuerdo -asintió el médico, dirigiéndose a la puerta para darle privacidad-. Te espero entonces en el comedor. Hay mucho trabajo por hacer hoy, antes de que continuemos nuestro viaje. Así que quiero empezar lo más temprano posible.

-O.k. No tardo.

Al quedarse solo intentó levantarse de la cama, mas una repentina neuralgia lo atacó, seguida de un malestar corporal general. Fue en ese momento que supo que no estaba del todo bien.

-No puede ser... -refunfuñó enfadado-. No puedo resfriarme ahora.

Ignorando su malestar, se duchó y vistió lo más aprisa que pudo, saliendo hacia el comedor cuando estuvo listo, ocultando los incipientes dolores que afectaban sus miembros y articulaciones. Pensó en tomar un par de aspirinas en cuanto llegaran al dispensario, así que dejó de preocuparse por lo que él consideró un resfriado.

Después del desayuno, ambos americanos salieron de la iglesia, dispuestos a continuar con las consultas. Se enfrascaron en las labores de vacunación, revisión y atención de los heridos hasta el mediodía, justo cuando el médico decidió que era tiempo de descansar e ir a comer.

Fue ahí cuando se percató que Kirk se veía exhausto, y curiosamente, falto de ese entusiasmo que lo caracterizaba. Lo vio sentarse en una de las sillas con algo de dificultad, mientras él se dedicaba a terminar de esterilizar algunos de los utensilios que había usado.

-Hey, ¿estás bien? -le preguntó al verlo pasarse una mano por la frente.

Kirk intentó ocultar el malestar al escucharlo, sonriéndole con gesto cansado. Asintió con un cabeceo y se levantó, también con dificultad.

-Creo que me estoy resfriando. Me duele un poco la cabeza, y el cuerpo.

Kirk ni siquiera intentó resistirse cuando McCoy se le acercó, y sin aviso, lo sujetó con ambas manos, una en la nuca y la otra en su frente. Sólo dejó su mirada fija en él, desconcertado. Cuando un leve sonrojo apareció en sus mejillas, lo soltó.

-Uhm... no tienes temperatura, aunque tampoco tienes muy buen aspecto. ¿Has estornudado?

-Ahora que lo mencionas, creo que no. Pero siempre que me resfrío me siento así.

El médico asintió, caminando a la puerta del dispensario, seguido por el periodista.

-Bien, al parecer sí es un resfriado. Debiste pescarlo ayer en la noche, cuando revisamos la aldea.

-Probablemente.

-Hagamos esto. Después de comer, te dedicas a reposar toda la tarde. De todas formas, ya no queda mucho por hacer aquí.

-Pero necesitas quién te ayude... Dijiste que era muy posible que nos fuéramos esta noche…

-Están la hermana Louise, la hermana Anna y el chico nuevo. Con ellos será suficiente. ¿Qué dices?

-Que es una idea genial, y te tomaré la palabra, Bones. Tal vez dormir un par de horas me haga bien.

-Lo sé. Anda, vamos a ver qué nos prepararon estas santas mujeres. Tengo tanta hambre que me podría comer un elefante.

-Como si pudieses cazar uno en este momento, exagerado.

Ambos rieron, caminando hacia la iglesia. Entonces, McCoy recordó lo que el periodista le había dicho esa noche.

-Jim, a propósito. Ayer te dije que hablaríamos acerca de lo que comentaste. -Kirk lo volteó a ver con expresión preocupada. Sabía que tenía una pregunta mucho más comprometedora qué hacerle, y no podría no responder-. Intentaste aclarar que tienes una preferencia dual, pero me diste más información de la que necesitaba.

-Eh... bueno, yo... creo que estaba un poco confundido.

-Me percaté de eso. Aunque me sorprendiste al decirme que me encontrabas atractivo. -La risa nerviosa del otro lo divirtió-. Temí por un instante que quisieras hacer algo indebido.

-Oh, no. Nunca haría algo como eso, Bones. Yo siempre pido permiso para manosear a alguien. Jamás me aprovecho de las circunstancias.

El médico entornó la mirada, sarcástico. Más enseguida volvió a su actitud jovial, palmeando al otro en un hombro.

-Agradezco que me lo digas, más que nada porque no tengo ganas de volver a golpearte.

Se echaron a reír, ambos ya tranquilizados por haber dejado la situación en claro.

Tal como habían considerado los planes para esa tarde, lo hicieron. Kirk se retiró a la habitación, cayendo en un profundo sueño casi de inmediato al acostarse. McCoy lo revisó por última vez antes de volver a lo que restaba por hacer de la labor médica, sin haberse quitado la preocupación de encima. Se notaba a simple vista que el reportero tenía una buena resistencia a un resfriado común. Entonces, podría ser algo más grave, y él no quería dejarlo pasar así como así.

Dos horas más tarde, las consultas habían terminado. Así que el médico se dedicó a empacar y cargar el jeep, ganando tiempo para así poder irse en cuanto el ocaso cediera su lugar a la noche. Tal vez para ese entonces, Kirk ya se hubiese recuperado un poco.

Cerca de las siete de la tarde, Sulu, el joven religioso, fue quien despertó a Kirk para llamarlo a cenar. Éste constató con cierto enfado que el malestar permanecía. Aún así, se levantó y bajó al comedor, haciendo un esfuerzo mayor para ocultar el dolor que lo aquejaba, ahora no sólo en las articulaciones de sus miembros, sino en la mayoría del cuerpo.

McCoy, sin embargo, no le quitó la vista de encima. Y aunque sólo pareciera que el periodista americano estaba cansado por el trabajo, su intuición de médico le decía que algo más le estaba ocurriendo.

La cena con todos los miembros de la iglesia fue agradable, y al terminar, el médico revisó una vez más a Kirk, antes de empezar con el recuento de lo que hacía falta empacar.

-Uhm… -fue su único comentario al descubrir un leve aumento en su temperatura corporal.

-¿Ocurre algo grave?

-Tienes un poco elevada tu temperatura. No me agrada…

-Bones, deja de preocuparte. Posiblemente mañana esté mejor.

-Tengo mis dudas, Jim -refutó McCoy-. No te he visto que mejores, sino todo lo contrario. Tal vez no sea un resfriado.

-Leonard, en serio -Kirk sujetó al médico por los brazos, en un espontáneo gesto amistoso-. Estaré bien. Ahora, acabemos con esto, que la noche se hace corta. Anda.

No muy convencido, el médico asintió, dándose prisa para tener el jeep cargado lo más pronto posible. Justo a las nueve y media de la noche terminaron de subir todo el equipaje y el equipo médico.

La despedida fue bastante emotiva.

Después de entregarles un “atado” con carne salada, algunos vegetales en conserva y frutos secos condimentados para el viaje, la hermana Louise los abrazó como si nunca volviese a verlos. El pastor les recomendó que tuviesen mucho cuidado, pues la zona se volvía peligrosa y los caminos inseguros a cualquier hora del día. Por otra parte, un enorme banco de nubes de lluvia se aproximaba por el noreste, amenazando con alcanzarlos en poco tiempo, así que debían extremar precauciones.

Al acomodarse en el jeep, Kirk tomó una última fotografía de los misioneros y algunos de los habitantes de la aldea, haciendo una nota mental de hablar de ellos en su siguiente crónica.

McCoy subió también, y después de ser despedido con las últimas recomendaciones de la hermana Louise, echó a andar la máquina del vehículo, iniciando el viaje de nueva cuenta. El reportero se acurrucó en el asiento al ir rumbo a la salida de la aldea, y dejó que el sopor que lo invadía desde la mañana se apoderara por completo de él.

El médico lo observó, preocupado. Debía llegar a Laikaba lo más pronto posible, en caso de que su acompañante presentara alguna enfermedad contagiosa.

Territorio Norte de Kabkabiyah, en dirección a Laikaba.
Cuarto día fuera del campamento.

Segunda semana de Agosto 2003, 4:40 am.

La travesía por el camino fangoso y lleno de matorrales crecidos no impidió al médico acelerar todo lo que pudo, para tratar de llegar a su destino antes de lo previsto. Sin embargo, a menos de una hora de camino, McCoy se detuvo en una explanada, cerca de una de las pequeñas aldeas que bordeaban la entrada al territorio de Laikaba, teniendo como prioridad revisar a su acompañante. Lo había escuchado hablar entre sueños otra vez, aumentando su preocupación.

-Hey, Jim... -lo llamó sin resultados, viéndose obligado a moverlo un poco-. Jim, despierta.

Sin embargo, al no lograr que abriera siquiera los ojos, pudo comprobar lo que temía. Kirk mostraba las señales de alguna enfermedad agresiva. Lo auscultó en forma superficial, encontrándose con la novedad de que la temperatura corporal del muchacho estaba casi en los treinta y nueve grados y medio.

-Demonios -masculló entre dientes, volviendo a su asiento para continuar su camino. Ahora tendría que cuidar no sólo los posibles obstáculos y peligros que podría encontrarse durante el trayecto. Su acompañante estaba en riesgo, pues si su temperatura aumentaba repentinamente, no podría hacer mucho por él-. Resiste, Jim. Estamos por llegar.

A eso, sólo le respondió con un leve asentimiento, dicho entre sueños.

Acelerando lo más que le fue posible hacerlo, no se volvió a detener hasta que llegaron, dejando atrás los pequeños asentamientos humanos dispersos. Ya habría tiempo para volver y atender sus necesidades. Por el momento, pensó el galeno, había una prioridad más grande en su camino, y no la dejaría pasar. Por algo era un médico excelente, y no arriesgaría una vida por decisiones mal tomadas.

Su llegada al pequeño hospital de Laikaba fue estrepitosa.

Al bajar del auto, llamó a gritos a quien se encontrara ahí como parte del personal médico, al tiempo que daba la vuelta al jeep para sacar de él a Kirk. Este había despertado, pero no pudo moverse, encontrándose muy adolorido y sumamente débil debido a la rapidez con la que se había elevado su temperatura.

-¡¿Quién está a cargo?! -preguntó al ver salir a dos enfermeras del hospital. Una de ellas volteó al edificio, como señalándole la respuesta.

Una alta mujer de marcada ascendencia europea salió en ese momento.

-Leonard, ¿qué ocurre? -preguntó al acercarse a él. En cuanto vio el aspecto del reportero, supo que debían hacer espacio en la pequeña zona de emergencias.

-Traigo a un enfermo, aunque no sé de qué padecimiento se trate, Kira.

Entre los dos sujetaron al periodista, sacándolo del auto. Entre todo el ajetreo, Kirk reconoció entre brumas al médico.

-Hey… doc… -murmuró débilmente al verse sujeto por ambos galenos, e intentó sonreírles en medio de una broma-. Qué suerte… dos ángeles me llevan a la cama…

-No te hagas ilusiones, Jim -lo regañó McCoy, casi tirando de él hacia el hospital-. ¿Qué pasó con el doctor Díaz?

-Tenemos espacio en Emergencias y lo necesario para estabilizar su temperatura -indicó la doctora, permitiendo que el enfermo se recargase en ella-. Díaz renunció hace dos semanas. Se fue con un convoy de milicianos hacia Chad, así que ahora yo estoy a cargo del lugar.

El médico se detuvo un momento, viéndola por sobre la cabeza inclinada de Kirk. Ella le sostuvo la mirada, esperando algún comentario por su parte. Él sólo asintió, y continuó caminando.

-Bien, de todas formas, Díaz nunca fue de mi agrado -comentó, zanjando el asunto.

Guardaron silencio hasta que dejaron a Kirk en la cama hospitalaria. Mientras daban indicaciones a las dos jóvenes enfermeras, continuaron hablando.

-Tardaron mucho en venir -le recriminó la doctora, al tiempo que despojaba a Kirk de la camisa con brusquedad-. Estábamos trabajando con lo que podíamos, incluso improvisamos con plantas y otras cosas nada ortodoxas. No tenemos una sola botella de medicamento, ni vendas o insumos, Leonard.

-Uffff… despacio, cariño… -intentó tranquilizarla el periodista, mas fue ignorado.

-Lo sé, Kira -McCoy se encargó de quitarle los zapatos y cubrirlo con una delgada sábana para quitarle también el pantalón-. Tuvimos problemas con el sistema de comunicación, además de que nos enteramos que los ataques a las aldeas se están incrementando. Los caminos se han vuelto demasiado peligrosos.

-B-Bones… no traigo condones…

-Silencio, Jim.

-Esa no es excusa -refutó ella con acritud, poniéndole al enfermo un paño mojado en el pecho desnudo sin ningún cuidado. Kirk se quejó levemente.

-No estoy buscando ninguna excusa, Kira. Especialmente porque no teníamos manera de hacer llegar nuestro requerimiento de medicamentos al Consejo de Naciones, ni a la OMS, ni a ningún otro cuerpo médico.

-No hay problema… -murmuró otra vez el periodista.

-¡Callado! Antes era igual, o peor. -Sin poner mucho cuidado en lo que hacía, sujetó la cabeza del enfermo, poniéndole una lamparilla frente a uno de sus ojos. Éste soltó otra vez una leve queja-. ¡Y no teníamos sistema de comunicación!

-¡Está bien, lo acepto! -refutó McCoy, dándole un último tirón al pantalón del periodista, desnudándolo casi por completo-. Todo ha sido mi culpa. Pero ya vinimos. Ahora, deja de maltratar a mi paciente.

-Puedo jugar rudo… S-soy masoquista… No…

-¡Que te calles! -le exigieron al mismo tiempo, haciendo que él y las dos enfermeras se quedaran quietos, observándolos. Después de eso, los dos médicos se dedicaron a auscultarlo en un pesado silencio, mientras Kirk los veía en forma alternada. Hasta que ella lo interrogó, sólo con respecto al padecimiento.

Finalmente, ambos galenos llegaron a una sola conclusión.

-Es dengue, no hay duda -afirmó ella.

-Pero mejor eso que la enfermedad del sueño -recalcó McCoy, viendo al enfermo con expresión relajada-. Se presentó sólo un caso en Ardimi. Un hombre que venía desde las regiones de Kutum. Tuvimos que aislarlo.

-¿Qué tan grave es? -preguntó el periodista, sin saber en realidad si debía preocuparse o no.

-Oh… bueno -empezó a explicar el médico del campamento-, debemos controlar tu temperatura. Espero que no sea del tipo hemorrágico, porque de otra forma, en pocos días podrías tener un cuadro bastante malo.

-Debes guardar mucho reposo -secundó la doctora mientras le colocaba el paño fresco sobre la frente, esta vez, con cierta delicadeza-. Significa que no puedes seguir viajando, y que toda actividad física está restringida.

Al escucharla, Kirk fijó su mirada expectante en la del médico. Éste sólo apretó los labios y asintió con un gesto.

-Pero… debemos continuar con las visitas a las aldeas… y también debo enviar mis notas a América… y no he terminado de darle forma a la crónica…

-Jim, escucha…

-¡Bones, no puedo quedarme en cama por varios días!

-¡Jim! ¡Cálmate y escúchame! -Lo sujetó cuando intentó levantarse de la cama-. Esta enfermedad no es como cualquier simple resfriado. Al paso de los días empeorará, aunque no lo sientas. Debemos mantenerte bajo observación, y cuidar también que no seas un foco infeccioso. Debemos aislarte, evitar que algún mosquito llegue a ti y después infecte a más personas antes que su ciclo de vida termine. No podemos arriesgarnos a propagar una epidemia sólo por una negligencia. ¿Puedes entender eso?

Kirk asintió después de varios segundos de mantener su vista fija en la del médico. Se relajó entonces, tratando de averiguar más de la enfermedad.

-¿Cuánto tiempo tendré que estar así?

-Cinco días en observación, si contamos que ayer estuviste ocultándome los síntomas, diciendo que era un resfriado -le recriminó McCoy antes de empezar con el tratamiento-. No hay mucho por hacer, sólo cuidar que no tengas fiebre, que te alimentes bien y bajar la inflamación y el dolor de tus articulaciones. Kira, ¿tenemos lo necesario para aislar el área?

-Por supuesto.

Sin pérdida de tiempo, la doctora dio varias instrucciones, mismas que fueron cumplidas inmediatamente. Minutos después, un pabellón cubría la cama de Kirk, quien era atendido por una de las jóvenes enfermeras, mientras los dos médicos hablaban en voz baja, al otro extremo de la habitación.

-¿Qué harás con él, Leonard? -preguntó la doctora sin dejar de observarlo-. No puedes moverlo, y tampoco podrá continuar en la ruta itinerante.

-Estoy considerando quedarme aquí los cinco días de observación. Podría serte de ayuda, ahora que estás sola. -Al ver que ella levantaba una ceja, señal de que soltaría un reproche a ese comentario, se adelantó a explicar-. Kira, sé que eres una mujer muy competente, y que el hospital se ha mantenido en pie gracias a tu labor. No pienso quitarte ese mérito. Sólo te apoyaré con las consultas externas, las jornadas de vacunación y el inventario. ¿De acuerdo? Todo lo demás sigue siendo tuyo.

-Sé que no vienes a quitarme de mi trabajo, pero…

-Aparte, serán sólo cinco días. Por otro lado, tendré que estar al cuidado del muchacho. Es un tanto hiperactivo, así que debo vigilar que no se esté levantando de la cama y haga estragos.

Ella suspiró ruidosamente, accediendo por fin a lo que McCoy decía.

-De acuerdo. Podríamos empezar entonces por el inventario.

-Si, me parece bien -asintió, volteando hacia la cama otra vez-. Voy a hablar un momento con él, y en seguida nos dedicaremos a bajar el material del jeep.

-Perfecto. Te veo entonces en unos minutos.

Al quedarse solo, se dirigió a donde yacía el enfermo. Éste le sonrió débilmente, viéndolo a través de la tela.

-Esa chica es muy guapa… y tiene carácter, Bones. ¿No has pensado…?

-Es la doctora Kira Neris, y es lesbiana, así que guárdate tus opiniones, Jim. Descansa, vendré en un par de horas para ver cómo sigues, y para ver lo de tu desayuno.

Sin reparar en el gesto sorprendido de Kirk, McCoy salió de la habitación, dispuesto a iniciar el trabajo del día.

Villa de Laikaba, al extremo suroccidental de Kutum.
Octavo día fuera del campamento.

Tercera semana de Agosto 2003, 8:27 pm.

Al paso de los días, la enfermedad siguió su curso de manera implacable. Kirk había pasado la mayor parte del tiempo debatiéndose entre sueños inquietos provocados por la elevada temperatura, y breves periodos de calma, dándose éstos especialmente en las madrugadas. McCoy dividió sus quehaceres entre cuidar a Kirk en los ratos en que la fiebre amenazaba con dejarlo inconsciente, y continuar con su labor médica en el pequeño hospital.

El periodista no tuvo muy en claro cuántos días había perdido, postrado en cama debido a la enfermedad, hasta esa noche, cuatro días después de que llegaran a Laikaba. Despertó por completo, sintiéndose un poco mejor que cualquier otra vez que abriera los ojos. No desconoció el lugar, pues sabía que estaba en el área considerada de Cuidados Intensivos del pequeño hospital. Volteó a su alrededor, decidiendo si debía levantarse y desentumirse un poco, o esperar a que alguna de las enfermeras, o cualquiera de los dos médicos se dignara a estar con él. Sin embargo, desistió de hacerlo al encontrar a McCoy a su lado, en una incomodísima posición entre recostado y sentado en una rústica silla, con los brazos cruzados sobre su pecho y la cabeza echada hacia atrás.

Se levantó muy lentamente, tratando de evitar el mareo que lo atacaba en cuanto hacía un movimiento, lográndolo sólo de forma parcial. Intentó quitar una parte del pabellón que cubría el espacio en el que se encontraba la cama, pero se detuvo cuando su organismo entero protestó, viniéndosele casi de inmediato una fuerte náusea.

Dejó pasar unos segundos, completamente estático, acallando las molestias que lo afectaban.

En ese rato observó con mayor detalle la habitación que compartía con varios enfermos. Las lámparas de neón que se mantenían encendidas, le daban al lugar un aspecto entre amarillo y grisáceo, un tanto deprimente. Más allá de la puerta se alcanzaba a ver cómo la luz artificial se difuminaba entre la penumbra nocturna, y del lado de las ventanas, algunas gotas de la pertinaz llovizna que amenazaba con no parar hasta el día siguiente, se iluminaban de manera accidentada.

Kirk se acomodó otra vez en la cama, reconociendo que se sentía muy débil.

La doctora Neris se acercó al ver movimiento detrás del pabellón. Levantó una parte del mismo para dejarse ver por el convaleciente.

-Veo que te encuentras un poco mejor.

Kirk asintió sólo con un gesto, y permaneció sentado.

-Creí que Bones estaría en plenas labores.

-Eso lo hizo en el transcurso del día. Ha estado aquí desde que terminó con las consultas, al igual que los demás días. No se ha separado de tu lado casi desde que llegaron.

Kirk se sorprendió al escucharla, haciendo una negación con la cabeza. La doctora procedió a examinarlo, revisando sus oídos con una pequeña lámpara, y la respuesta de sus pupilas a la luz de la misma.

-Debe estar agotado, ¿cierto?

-Tú lo has dicho -confirmó la mujer, al tiempo que le entregaba un vaso con agua y un par de pastillas-. Es hora de tu medicamento. En unos minutos te traerán algo de cenar.

-No tengo hambre.

-Debes comer; sin discusión. -Permaneció a su lado hasta que el enfermo se tomó las pastillas y bebió todo el contenido del vaso-. Es común que pierdas el apetito, pero no debes dejar de alimentarte. Por ser del tipo hemorrágico, tu nivel de plaquetas estaba en un límite crítico. Leonard de verdad que estaba preocupado por ti.

Kirk volvió su vista por algunos segundos hacia el dormido médico al escucharla. Nadie que no fuera su madre había hecho algo así por él anteriormente. Tuvo una extraña y cálida sensación de pertenencia al pensar en eso, así como vagos recuerdos de esas horas entre la bruma del malestar y la inconciencia, en los que McCoy lo atendía, o hablaba con él en vagos murmullos que tal vez eran más parte de sus atormentados sueños; no lo sabía con certeza.

-Bastardo sobre protector -dijo quedamente, dedicando una tierna sonrisa a su inesperado ángel guardián-. Gracias.

La doctora Neris no dejó de verlos, alegrándose al pensar que McCoy había dejado atrás el destructivo mutismo y la autocompasión con los que lo conociera, meses atrás. Una enfermera la distrajo al acercarse con una charola con algunos alimentos. Neris le recibió la charola y la despidió con un leve gesto de su cabeza, ofreciéndose para encargarse de dárselos a su paciente.

-Llegó tu cena. No es un T-Bone especial, pero las verduras y el kalawi te ayudarán a recuperarte.

-¿Kalawi?

-Un guiso de riñones. O podría traerte el guiso de estómago de oveja.

-¡Oh, demonios…! -Kirk sintió un desagradable vuelco en el estómago al escucharla.

Sin embargo, la doctora se rió, mostrándole el plato con verduras y un caldo transparente.

-Tranquilo, no es nada de eso. Es un simple caldo de gallina. Eso te hará bien.

Enarcó las cejas, considerando las posibilidades de escapar de ahí en los siguientes segundos. Cuando la doctora le puso la cuchara enfrente, casi pudo jurar que la sonrisa que tenía instalada era más de diversión que de simpatía.

Se reprimió para no levantarse y tomar represalias por esa broma, aceptando el bocado muy a duras penas.

----------------------------------CONTINUARÁ...

Ir al siguiente Capítulo 9

crossovers varios, star trek: entre otp's y ot3..., baby bang 2010, cerebro marca acme, para el crack, fics relatos y lo que salga intermedio, Slasheando con singular alegría

Previous post Next post
Up