Oct 13, 2007 20:45
Estaba en el comedor de mi escuela almorzando con mis compañeras de curso cuando, como siempre surge cada vez que estas junto a personas que están enamoradas, surgió el tema del amor y de los novios. En realidad, no me di cuenta de que estaban hablando de eso hasta que una de ellas me pregunto algo y todas me miraron esperando mi respuesta.
Mire directamente hacia mi plato completamente vacío sintiendo como mis mejillas empezaban a quemar por la vergüenza y como un extraño sentimiento de timidez y reserva se apoderaba de mi.
Justo cuando decidí levantar la mirada, entraba por la puerta él. Mi ex mejor amigo y también el chico del cual estaba enamorada.
No me sorprendió verlo acompañado por varias chicas y ni ver como les sonrisa. No me miro, algo al cual me acostumbre desde hace algún tiempo. Se dirigió hacia nuestra a mesa y empezó a hablar con algunas de mis compañeras de curso, de las cuales presumo ser sus conocidas. Me ignoro por completo y ni siquiera mi miro una única vez.
Algo que también me acostumbre.
No sentí las típicas mariposas en el estomago, ni me sentí nerviosa como se sentiría una persona cuando ve a su “amada/o”. En realidad quedo completamente sorprende de saber que no sentía absolutamente nada de aquella persona que un día llegué a amar con todo mi corazón.
Empecé entonces a pensar el día que lo conocí, as veces que estudie con él para Matemáticas (disciplina a la cual soy y seguiré siendo pésima), los días que él venia a buscar a casa para acompañarme asta el colegio. El día que me ofreció un conejo rosado, el cual todavía lo conservo. El día que mostró los tres libros que había estando escribiendo. Y el día que en que me rechazo.
Entonces, yo exclamé algo: “No puedes amar alguien cuando esa persona es indigna de tu amor.”
Se hizo silencio en toda la mesa. Se podía sentir, claramente, la tensión que allí había. Algunas de mis compañeras me miraban con curiosidad y otras con incredulidad. Note también que él quedaba mortalmente pálido y que me miraba con al mirada completamente torturada por los remordimientos.
Sonreíe de forma traviesa y me dispuse a levantar la mesa para ir a llevar mi bandeja al balcón del comedor. Cuando pase a su lado, é quiso poner una mano en mi hombro pero al bajo al instante y miro directamente al suelo.
Mi sonrisa creció a proporciones, mientras tenia la certeza de que aquel momento en adelante no seria yo quien bajaría la cabeza avergonzada, ni lloraría todas las noches por una relación que pudo ser realmente pero que no lo fue porque la persona amada no creyó en nosotros cuando debió hacerlo.
Por primera vez, sentí que finalmente estaba libre del embrujo de él y de su sumisión.