(no subject)

Aug 14, 2006 15:59

Hay veces en las que las palabras fluyen desde alguna parte dentro de tu pecho, o tu cabeza. Momentos en los que sientes que debes sentarte y escribir todo lo que te viene a la mente. Puede que este sea uno de esos momentos, o puede que sencillamente necesite sacar fuera todo lo que tengo dentro.

Hay veces que la música es capaz de sacar la tensión de dentro del cuerpo. Cuando la música penetra en tu interior, las capas de la armonía, la orquestación de los instrumentos, la colocación de los instrumentos en el espacio virtual del estéreo, todo ello se funde en una sensación de comunión universal. Es posible entonces sentir como eres parte de algo más grande. Como un río interminable que fluye, sin importar desde dónde ni hacia que destino. Sin saber como has resbalado (¿te has arrojado voluntariamente?) y has ido a parar a sus aguas límpidas, cristalinas, en las que las estrellas se reflejan aún más blancas y prístinas que sus equivalentes en la bóveda nocturna, y en las que los rayos del sol arrancan destellos que laceran los ojos y que hipnotizan la mirada.

En estos momentos se puede sentir como la corriente imaginaria se lleva todo lo que eres, lo que quieres, lo que sientes en ese momento. Puede que amplifique un sentimiento ya existente, o puede que sencillamente lo sustituya por aquello que la canción quiere transmitir. Sencillamente navegas, flotas, te ahogas. Hay canciones en las que no hay posibilidad de escapar, y todo lleva a un terrible remolino de angustia asfixiante. Hay canciones que impulsan a cerrar los ojos y dejarte llevar. Hay canciones que aprietan tu pecho y no dejan respirar, para luego llevarte gentilmente a la orilla, como a lomos de un delfín hecho de cristal y acordes que surca gentil y fielmente las olas.

El mar de la música.

Sabes cuando no puedes más cuando lloras al escuchar una canción. Es señal que ha conectado con algun cabo suelto de tu emoción. Suavemente ha tirado de la cuerda y ha deshecho un nudo, con manos invisibles pero habilidosas, de pescador de sueños. En esos momentos la respiración se corta y no hay necesidad más que de seguir escuchandola. El mero hecho de que dure una cantidad irrisoria de minutos resulta molesto, y el hecho de volver a ponerla desde el principio para volver a sentirlo da una sensación de irrealidad. De alguna forma has podido asomarte durante unos momentos a algo más grande,pero ha terminado antes de que pudieras siquiera guardar unos granos de arena en la mano.

Desde pequeño he tenido la teoría de una gran canción. La Canción Universal. Es posible que sea propia de cada uno, que lleve escrita en nuestras entrañas desde siempre, y que la vayamos olvidando a medida que crecemos. Cuando oimos una canción que nos mueve de verdad, no es más que un pequeño (infinitesimal parte) fragmento, que altera nuestros cimientos desde lo más profundo. Nuestra alma vibra junto con esa música maravillosa, y sabemos que esa canción nos pertenece. Es probable que con el transcurso del tiempo esa canción se desgaste, se rompa, deje una impresión poco duradera en nosotros, como una huella que el mar se encarga de borrar en la arena. Pero esos minutos en que hemos podido ver un poco más de nuestras almas són lo que hace girar mi mundo.

Necesito la música.
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