2º Reto Quincenal: Porno # Más Reto 113: Preliminares

Mar 15, 2010 12:34


Bueno, pues aquí os dejo el resto del fic que acompaña al drabble que publiqué la semana pasada para el doble reto de la comu. El fic no empieza exactamente donde se sitúa el drabble... pero bueh, que ya os daréis cuenta al leerlo. De todas formas, como la otra vez no se dónde piqué que se publicó el drabble en la página de la comunidad en vez de aquí, y como el drabble en sí también es un pequeña historia en sí mismo, os dejo el enlace al drabble.

Espero que os guste y gracias por leer!

Título: Juguete roto

Autora: ulrike_44

Rating: NC-17

Personajes: Brian y Justin

Reto 113: Preliminares y 2º Reto Quincenal: Porno

Nota: Situado justo después del 2x04. Después del Orgullo, Justin y Brian vuelven al loft.

Advertencia: Ninguna que se me ocurra.

Disclaimer: Que sí, que ya, que todos sabemos que los personajes no me pertenecen ni tengo ánimo de lucro ni blablabla…

Juguete roto (el drabble)


JUGUETE ROTO

Cuando la polla de Brian se deslizó dentro de mí aquella noche, un largo suspiro escapó de entre mis labios. Lo deseaba, joder. ¡Nadie puede imaginarse cómo lo deseaba! Pero estaba asustado. Temía que mi cuerpo simplemente no fuera capaz de hacerlo. Temía ese momento, ese momento exacto -lo conocía bien- en que mis pulmones se paralizaban en que mi corazón simplemente dejaba de latir en que mis músculos, todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, gritaban no puedo no puedo no puedo… ese momento en que el aire estaba demasiado lejos para alcanzarlo, en que la garganta se me cerraba, en que el cuerpo de Brian estaba demasiado cerca, demasiado presente, demasiado… Ese momento en que el mundo simplemente apretaba demasiado y yo me asfixiaba. El mundo. Y Brian.

Me había sucedido antes.

Pero no me sucedió aquella noche. Aquella noche Brian estaba tumbado a mi espalda. Y su mano era sólida y reconfortante y suave en mi cadera. Y Brian respiraba muy despacio y muy caliente en mi nuca. Y mi corazón latía muy rápido y el aire entraba en mis pulmones en bocanadas aceleradas y muy cortas. Pero entraba. Y mi mano buscó y encontró la suya. Y yo supe que siempre que mi mano buscara, encontraría la suya. Y el miedo desapareció.

Y luego simplemente sucedió. Y Brian fue cuidadoso. Y fue suave. Y yo aún estaba un poco asustado. Pero poco a poco me dejé llevar en un lento viaje hacia el placer en el que todo fue delicado y pausado y perfecto y en el que todo estaba bien simplemente porque seguía anclado en aquellos dedos y porque los labios de Brian estaban en mi garganta primero y sobre los míos después y me sorprendí relajándome bajo su tacto húmedo y afiebrado. Y algo simplemente volvio a situarse en su lugar con un clic casi imperceptible dentro de mi cabeza y yo me di cuenta de que fuera lo que fuera lo que ocurriera a partir de ese momento, ese clic no iba a volver a moverse de ahí. Del lugar en donde Brian y yo lo habíamos colocado. De vuelta desde el lugar del que nosotros lo habíamos recuperado para volver a traerlo.

Y Brian empezó a moverse dentro de mí sin prisas y ¡dios! de esa manera, tan absolutamente deliciosa, que la sensación era demasiado intensa para dejar sitio a nada más. Y los ojos de Brian estaban clavados en los míos hasta que los ojos de Brian se entrecerraron un poco y se oscurecieron un poco y Brian cogió aire con un poco de demasiada fuerza y sus dedos se crisparon un poco demasiado fuerte en mi cadera y mis músculos lo hicieron, mis músculos se tensaron un poco sin que pudiera evitarlo porque yo estaba por fin a punto de correrme. Y entonces Brian detuvo el movimiento de sus caderas un momento como si temiera estar lastimándome.

Y Brian se quedó inmóvil un momento y respiró hondo y pareció a punto de decir algo, aunque yo estaba mucho más allá de las palabras, mucho más allá de cualquier sensación que no fuera Brian y los dedos de Brian y los labios de Brian y la polla de Brian y de simplemente Brian y entonces lo hice. Mi cuerpo lo hizo. Moví mis caderas buscando las suyas. Y él gimió. Un sonido amortiguado que nacía en su garganta y apenas pude oír. Pero lo oí. Y al oírlo, me corrí. Y busqué los labios de Brian y los encontré. Y Brian arqueó la espalda y empujó y se corrió dentro de mí mientras nos besábamos.

Y después apoyé mi espalda en el pecho sólido de Brian sin volverme, mientras mis pulmones se llenaban de un aire que ahora estaba cargado del inconfundible aroma de Brian y mientras me daba cuenta de que podía hacerlo. Sí, con Brian podía hacerlo. Y quería que él también lo supiera. Así que antes de que Brian pudiera preguntarme si estaba bien, giré la cabeza y le acallé besándole porque estaba harto de que todo el mundo me mirara de esa manera, preguntándose si estaba bien.

Aquella fue la primera vez que hicimos el amor desde que salí del hospital.

Y mientras recuperaba la respiración que -¡bendito sea Dios!-  por una puta vez desde hace semanas se me hacía esquiva por las razones correctas y mientras Brian seguía respirando sobre mi cuello en silencio, no fue la primera vez que me sorprendía comprobando que Brian podía ser dulce si se lo proponía. Y le amé por eso, en serio. Le amé aún más si cabe. Amé esa forma callada y esquinada y tan expresiva en que Brian podía demostrarme que teme lastimarme. Que me ama lo suficiente como para tener miedo de lastimarme. Sin decir una palabra. Pero aún me sorprendía saber que Brian podía ser dulce si quería. Que Brian podía querer serlo conmigo.

Sé que suena estúpido. Pero aún me sorprendía saber que Brian podía tener miedo de hacerme daño. Miedo de dañarme.  Aún más de lo que me dañó Chris Hobbs. Después de lo que me hizo Chris Hobbs. Aún me sorprendía esa extraña forma suya de cuidar de mí. De cobijarme. De protegerme. Incluso de sí mismo. De alguna forma siempre lo había intuído porque de alguna forma siempre ha estado ahí, casi desde el principio. Pero nunca llegué a creerlo del todo. No realmente. No con el cerebro. Hasta ahora. Ahora que me rodea sin enfrentarme. Ahora que ronda a mi alrededor de puntillas porque cree que soy un juguete roto. Porque cree que algo se rompió dentro de mí en aquel parking y con aquel bate de beisbol. Yo también lo creo.

Y no es que no me enfrente. No exactamente. Lo hizo anoche cuando Michael se fue del loft -«si no quiere ir, déjale», oí murmurar a Michael-. Y yo pensé lo mismo: sí, déjame. Y Brian no me dejó. Y cuando Michael se fue, Brian se acuclilló a  mi lado a los pies de la cama, su mano apoyada ligera en mi rodilla. Oliendo a alcohol y a tabaco y a él. Un poco borracho aún.

- Escucha…

- No voy a ir. Brian, yo…

Y traté de explicárselo, pero él me interrumpió. Ignorándome. Pasando de mis explicaciones.

- Vas a ir. Vamos a ir.

Y él lo sabía. Y yo lo sabía. Y todo el maldito mundo lo sabía. Que si él se empeñaba, iría. Iría con él.

- Y ahora métete en la cama y duérmete. Mañana es un día importante - repitió.

Seco. Lejos ya la suavidad con que había pronunciado ese «Escucha» del principio. Y yo me metí entre las sábanas entre malhumorado y resignado, sabiendo que hoy iríamos al maldito Orgullo aunque yo no sabía de qué cojones tenía que sentirme orgulloso. Aunque a mí no se me ocurría una jodida cosa que mereciese la pena celebrarse. Aunque encontrarme con Hobbs esa tarde hubiera hecho regresar esa sensación fría y lacerante y paralizante dentro de mi pecho, esa sensación que pesaba como una piedra y que horas después aún no había conseguido que desapareciera del todo. Que tal vez no desaparecería nunca. A pesar del clic.

Y sentí más que oí a Brian tumbarse a mi espalda. Y deseé y no deseé que Brian añadiera algo más para poder volver a negarme. Y deseé y no deseé que Brian se girara hacia mí y me pasara el brazo por la cintura para que yo pudiera dormirme envuelto en el calor de su cuerpo, como hace Brian cuando me despierta una pesadilla y yo tardo un largo rato en volver a encontrar la calma suficiente para dormirme otra vez. La calma que sólo encuentro cuando Brian se gira hacia mí y pasa su brazo por mi cintura y me envuelve el calor de su cuerpo. Pero Brian no hizo ninguna de las dos cosas. Brian sólo se quedó quieto y, al cabo de un rato, oí su respiración acompasada y pensé que se había dormido hasta que sentí su mano apoyarse sólida y firme y cálida en mi cadera, como si Brian quisiera asegurarse de que yo sabía que él estaba ahí, a mi lado. Y entonces conseguí dormirme.

Vuelvo al presente con el roce de la mano de Brian. La misma que esta mañana aún seguía en mi cadera cuando me he despertado. Vuelvo al presente y observo lo que está haciendo Brian.

Lo hace con intensa concentración. La cabeza inclinada. Los párpados entrecerrados. Su lengua asomando entre los dientes. No puedo dejar de mirarle. Y mientras le miro, siento el tacto y el calor de sus dedos. Presionando. Relajando. Duele un poco. Y luego ya no.

Su pulgar en la palma de mi mano. Los demás dedos masajeando los tendones agarrotados del dorso de mi estúpida mano agarrotada. Respiro hondo y al oírme, Brian levanta la cabeza y me besa la palma de la mano.

- ¿Mejor?

Hay algo dulce en su voz. Y a mí aún me sorprende encontrar esa dulzura ahí. Me sorprende tanto a veces, que tardo un largo instante en contestar que sí, que estoy mejor.

Mi mano se ha acalambrado cuando hemos llegado al loft y yo he tratado de abrir un botellín de agua. Mi mano se ha acalambrado dolorosamente y yo me he apresurado a ir hacia el dormitorio para que Brian no se diera cuenta de que mi mano ha vuelto a hacerlo. Porque éste es el tipo de cosas que me hacen sentir vulnerable. Que me hacen recordar que no todo está bien en mí. Que a veces duelen tanto, un dolor que no se parece en nada al simple dolor físico que Brian puede aliviar con sus masajes. Que me hacen sentir a veces esa furia sorda y difícil de controlar que no sé como manejar.

Pero Brian se ha dado cuenta y me ha seguido. Sentado en la cama, le he mirado mientras se ha tumbado a mi lado. Mientras se ha apoyado en un codo y ha extendido la mano para coger con cuidado entre sus dedos mi mano dolorosamente agarrotada. Mientras ha empezado a masajear con cuidado mis músculos, mis tendones, la palma carnosa. Delicadamente. Con intensa concentración. Y le amo por esto. Aunque aún me sorprenda encontrar esa dulzura en él. Aunque aún me sorprenda que Brian quiera ser dulce conmigo. Le amo por ello, en serio.

Y a veces daría cualquier cosa porque no lo fuera. No tanto. No todo el tiempo. Daría cualquier cosa por ver desaparecer esa especie de freno casi imperceptible que puedo intuir que Brian se impone a sí mismo cuando estamos juntos. Cuando estamos físicamente juntos. Cuando estamos follando. Cuando aún me siente vulnerable. Ese freno me hace recordar que, aún ahora, en ocasiones el aire está peligrosamente cerca de convertirse en demasiado espeso y el mundo está peligrosamente cerca de apretar demasiado y mi garganta puede llegar a estar peligrosamente cerca de agarrotarse tanto como mi mano. Que, de alguna manera, estoy roto.

La lengua de Brian asoma entre los labios y acaricia perezosa la palma de mi mano, mientras su mirada busca la mía con un brillo cálido al que empiezo a acostumbrarme. Un brillo que me calienta algún lugar dentro del pecho y hace que mi corazón lata un poco más rápido. Brian extiende la otra mano y sus dedos abrazan mi nuca y empujan con suave firmeza para que mi cabeza se incline sobre la suya. Para besarme. Sus labios están ya muy cerca de mi boca. Su aliento calienta mis labios. La huella húmeda de su lengua se enfría en la palma de mi estúpida mano mientras en mis venas la sangre empieza a calentarse. Mientras todo yo empiezo a calentarme.

«Está curado» dijo Brian sólo ayer mientras caminábamos por la calle con los chicos. Me pregunto si realmente lo cree. Me pregunto si realmente lo estoy.

Alzo la cabeza y aparto mis labios de los suyos antes de que pueda llegar a besarme. Hundo los dedos entre los mechones de su pelo. Acariciando primero. La mano aún me duele un poco, pero consigo que mis dedos obedezcan la orden de mi cerebro cuando me aferro con más fuerza al pelo sedoso de su nuca y le obligo a echar la cabeza hacia atrás. Sin dejar de mirarle a los ojos. Y él entrecierra un poco los párpados cuando me inclino para que mis labios se deslicen por su mentón ligeramente áspero. Cuando es mi lengua la que lame sus labios en una especie de beso húmedo, ávido, goloso. Una especie.

Brian intenta besarme de nuevo. Y yo vuelvo a apartarle tirando de su pelo con algo más de fuerza esta vez. Sus dedos siguen en mi nuca. Y ya no son tan delicados. Ahora se hunden en la piel calientes y vigorosos y decididos a que no le vuelva a apartar de esa manera. Aspiro hondo una vez. Sólo una vez. Luego los labios de Brian alcanzan los míos, sus dedos clavándose en mi nuca, sin dejarme esta vez más opción que besarle. Espío el latido de mi corazón. El ritmo de mi respiración. Aún temiendo que regrese ese momento en que mis pulmones y mi garganta y todos los músculos de mi cuerpo… Cuando los labios de Brian se vuelcan en los míos voraces, cuando su lengua invade mi boca caliente y húmeda y combativa, cuando siento que sus dedos se crispan apremiantes en mi nuca, la única que reacciona es mi polla. Mi polla que, dentro de los vaqueros, se pone dura. Crece. Calienta. Reclama. No me voy a romper. No otra vez.

Siento que Brian respira muy fuerte en mi boca. Con su sabor a whisky y a tabaco y a él. No suelto su pelo cuando me alzo para sentarme en su regazo. No dejo de respirar entre sus labios cuando me arqueo para frotar mis caderas contra las suyas. Cuando oigo el tenue siseo de la tela de los vaqueros al rozarse. Cuando noto el calor y la dureza y la urgencia de su polla contra el calor y la dureza y la urgencia de la mía.

Mi otra mano se desliza entre nuestros cuerpos para desabrochar los botones del pantalón de Brian. Para colarse y abrazar su polla desnuda y caliente y ya un poco húmeda. Que late contra mi palma. Que parece aún más dura cuando mis dedos aprietan un poco. Y luego más fuerte. Mis dedos suben y bajan alrededor de su polla y la mano de Brian se asienta firme en mi espalda para acercarme a él. Aún más. Le oigo inspirar con fuerza.

Brian se aparta de mí, con los labios entreabiertos y sus ojos buscando los míos. Con su aliento saliendo de su boca en bocanadas cortas y rápidas y muy calientes. Y se queda muy quieto un momento. Sólo un momento. No dice nada. Y yo tampoco. Después Brian suelta mi nuca. Sus manos, las dos, se cuelan bajo mi camiseta y me la saca por la cabeza con un solo gesto rápido y la tira a un lado y se quita la suya antes de que la mía haya tenido tiempo siquiera de llegar al suelo.

Y me besa. Un beso duro, caliente, lleno de lengua y de saliva y de hambre. Me agarra con fuerza de la cintura y me encuentro tumbado en la cama, con su cuerpo sobre el mío. Pesado. Firme. Aplastándome sobre el colchón. Jodidamente caliente. Como el mío. Se separa de mí sólo un instante para terminar de deshacerse del estorbo de la ropa. Mis vaqueros y los suyos vuelan a alguna parte en dos patadas enérgicas. Y entonces su polla está sobre la mía y se frota contra ella y mis piernas rodean su cintura antes de que me dé cuenta.

Sus labios lamen y chupan y muerden mi garganta mientras mi piel se eriza y siento los labios de Brian muy calientes sobre el punto sobre el punto exacto en que mi pulso empieza a latir más rápido más rápido más rápido y después un poco más arriba cerca de la oreja y después buscando mis labios y toda mi cuerpo vibra y se arquea exigente contra él. Buscándole. Buscando su cuerpo. Buscando su polla. Su lengua invade otra vez mi boca y me lleno de su sabor. Y no es suficiente. No es suficiente y por eso le agarro de nuevo del pelo y Brian deja de besarme y sus ojos están oscuros y nublados y tardan un instante en fijarse en los míos. Y yo no digo nada. Y Brian no dice nada. Y Brian lo entiende y se estira un poco para buscar un condón y yo rezo para que lo haga rápido para que lo haga ya porque yo no quiero no deseo no tengo tiempo para preliminares.

¡Dios! Su polla se hunde en mí en una sola embestida rápida y violenta y certera. No es suave. No es dulce. No es delicado. Duele al principio. Duele mucho. Y luego ya no. Luego Brian empieza a moverse con sus caderas golpeando las mías, con mis piernas rodeando su cintura, con su mirada clavada en la mía. Con su polla hundiéndose cada vez más y llegando a ese punto dentro de mí una vez y otra y otra. A ese punto que hace que todo mi cuerpo se estremezca. Que hace que mi polla parezca a punto de explotar. Que hace que mis pelotas pesen. Que hacen que todo absolutamente todo se cubra de un velo rojo y todo absolutamente todo Brian y yo y el cuerpo de Brian y el mío y el aire que respiramos absolutamente todo se vuelva tan caliente.

Cuando Brian me besa sus dientes arañan mis labios y su lengua pelea con la mía como si quisiera follarse mi boca igual que se está follando mi culo. Y yo le dejo que lo haga. Le dejo que lo haga y busco algún lugar donde agarrarme porque estoy cerca estoy muy cerca de perderme a mí mismo o estoy muy cerca de encontrarme o estoy muy cerca de lo que sea y clavo los dedos en sus bíceps en sus hombros en su espalda intentando anclarme en su piel que arde y que está resbaladiza y en sus músculos que palpitan y se crispan bajo mis dedos. Y finalmente los hundo en su pelo empapado de sudor y levanto las caderas y empujo y busco las suyas.

Entonces siento la mano de Brian en mi polla sus dedos abrazando el tronco sus dedos jugueteando con la punta sus dedos buscando mis pelotas sus dedos moviéndose hábiles y expertos y sabiendo exactamente cuando acariciar cuando apretar cuando relajar, sus dedos llevándome al borde del abismo. Con su polla embistiendo mi culo exactamente así de esa manera con esa fuerza con ese ritmo con esa ansia. Con su lengua buceando en mi boca y sus labios mojando los míos y su saliva mezclándose con la mía. Respirando los dos a duras penas este aire tan denso, tan rojo, tan caliente.

Hago fuerza con mis pies en su espalda para que Brian me folle más fuerte más rápido más profundo. Más. Sólo un poco más. Sólo un poco más para que una descarga eléctrica amenace con partir en dos mi columna vertebral. Para que mi cuerpo empapado se arquee. Para que mi piel parezca arder al encontrarse con la suya en el estómago en el pecho en sus labios sobre los míos. Para que mi polla salte una última vez entre sus dedos. Y para que me corra. Para que me corra tan fuerte para que mi orgasmo me sacuda de una forma tan brutal tan completa y tan perfecta que apenas siento cuando él se corre también dentro de mí.

No se cuánto tiempo pasa pero probablemente no sea mucho. El tiempo que pasa desde que Brian se derrumba entre mis brazos y se queda inmóvil con sus labios asentados firmes y cálidos en mi cuello y con los ojos cerrados. Desde que se derrumba entre mis brazos hasta que le oigo hablar.

- Jo-der - susurra en mi garganta.

Es la primera palabra que ha pronunciado desde que empezamos a follar. El aire huele a sexo y a sudor. La piel de Brian y la mía, nuestras pieles, están mojadas y un poco pegajosas. Y lo único que se oye es el atronar de nuestras respiraciones jadeantes y entrecortadas y pesadas.

Ha sido intenso.

Cuando me despierte mañana aún seguiré sintiéndole dentro de mí.

Ha sido uno de esos polvos.

Por fin.

- No me voy a romper. Ya no - no sé si se lo digo a él o a mí mismo. Ni siquiera soy consciente de estar hablando en voz alta.

Siento los labios de Brian de nuevo en mi nuca cuando me hace girarme para tumbarse sobre mi espalda. Arden, sus labios. Su cuerpo sobre el mío. Su polla de nuevo dura cerca de mi culo. Y mi cuerpo está muy caliente y late muy fuerte bajo el suyo. Y el suyo está muy caliente y late muy fuerte sobre el mío. Y me preparo para que vuelva a follarme antes de haber tenido tiempo aún de recuperar el aliento.

Y Brian se queda otra vez muy quieto un instante.

- Nunca te has roto - me dice.

Y la voz de Brian es firme. Y la voz de Brian es cálida. Y tiene ese algo dulce que aún me sorprende encontrar ahí.

THE END

fics cortos

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