26 de Octubre de 2015

Oct 26, 2016 11:10

Hoy estoy habladora, así que voy a aprovechar.

Tengo sentimientos encontrados con mi "trabajo" XD Para quien no lo sepa, trabajo como "chat host" en una especie de cafetería (en realidad no venden nada, a la gente que va le dan una taza de té incluida en el precio) para que gente japonesa practique idiomas. Mi trabajo consiste en sentarme a una mesa durante tres horas y charlar en inglés con todo el que venga.

Por un lado me gusta, porque es fácil (en teoría, para mí que soy poco habladora y me cuesta encontrar temas de conversación, es dificil). No pagan demasiado, pero me da para comer y pagar el tren. De vez en cuando, en lugar de "chat tables" tenemos fiestas, que duran dos horas y media y están guays porque hay comida y bebida libre para todos, aunque como yo no bebo alcohol, les salgo barata XD Las fiestas me gustan más porque no hay tanta presión como en las mesas, si la conversación con alguien muere pues buscas otra persona con la que hablar y ya.

Pero lo malo de las fiestas es la cerveza gratis... Y ay, los japoneses y el alcohol... Hay excepciones, pero la mayoría con la primera cerveza ya no saben ni quién son, madre mía. Lo bueno que tienen los japoneses es que incluso borrachos son bastante civilizados, pero... como siempre, pues hay excepciones. Y eso es lo que menos me gusta, las excepciones. Se les olvida lo que es el espacio personal, eso lo primero. Y cuando a un japonés se le olvida eso, ya te puedes esperar cualquier cosa. A algunos ya me los conozco y los evito en las fiestas, pero otros me pillan por sorpresa, más o menos...

En la última fiesta, uno me estuvo preguntando por el piercing. Normalmente me lo quito porque al jefe no le gusta, pero a veces se me olvida. Y en fin, lo típico "¿No te duele? ¿Llevas dos o son tres? ¿Y cuando besas a alguien no molesta?" Las preguntas que he oído un millón de veces. Pero sabía que este iba a ir más allá, porque cuanto más reculaba yo, más se me pegaba... Y efectivamente, después de la ronda de preguntas típicas, vino el "¿me das un beso para ver cómo es?" Y "jaja, era una broma, una broma" cuando le dije que no.
No me molestó porque lo estaba viendo venir, me molestó más el que invadiera mi espacio personal. Por suerte no volvió a hablarme en toda la noche, porque hay algunos que son pesados hasta que termina la fiesta y hay que echarlos del local...

Así que, volviendo al principio, mi trabajo me gusta y no me gusta al mismo tiempo. Me da dinero, no es algo duro o que dure horas, aprendo cosas hablando con desconocidos, y he conocido gente muy muy maja tanto en clientes como en compañeros. Pero cuando a la conversación le cuesta salir, se me hacen eternas las horas; nunca sé cuándo voy a trabajar con mucha antelación; y algunos borrachos son terribles.

En el fondo, estoy muy agradecida de haber encontrado este trabajo, a pesar de las cosas malas.


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