En el momento en que lo vio sintió como si todo en su interior se desmoronase como un castillo de naipes llevado por el viento. Su razonamiento, reminiscencia de su existencia humana, voló al tiempo que, con la sangre, se impuso su naturaleza vampírica.
Dejó de pensar, de respirar y de razonar. Sólo importaba correr con aquel humano ensangrentado en brazos. Sólo importaba llegar a Carlisle antes de que su cuerpo se enfriase. Rosalie jamás había corrido tanto, como humana o como vampiro. Pero tenía que salvarse. Salvarlo. Había algo en él que no debía morir.
Se acababa el tiempo.
Emmett no podía dejar de mirarla. Allí junto a él. Y parecía un ángel que se hubiese sentado al lado de su cama.
Todo ardía en una hoguera de dolor, pero todo se paliaba al mirar aquel ángel perfecto a sus ojos que, con un hechizo de bondad, lograba que el dolor se redujese a un segundo plano.
Notaba como su corazón latía a una velocidad que no podía ser humana, tenía mucho miedo a morir. Sentía que cada vez respiraba un poco peor, sentía que se asfixiaba, que se ahogaba, y que nada ni nadie podría salvarlo de eso.
Al despertar era a lo que Rosalie le tenía más miedo. Si Emmett, al despertar como vampiro se lo tomaba a bien, no habría ningún problema, pero si resultaba ser violento, o no aceptaba las normas de Carlisle, a Rosalie se le partiría su muerto corazón.
Había algo en sus rizos, en sus labios y en su mirada, ahora de color borgoña, que desataba algo extraño en su interior.
- ¿Eres un ángel? -fue lo primero que él preguntó.
- Soy un vampiro -musitó ella temerosa.
Él tardó unos segundos en asimilar lo que Rosalie dijo.
- Aun así, eres muy hermosa -susurró.
El tiempo no tiene sentido para los vampiros. Y menos cuando tras años juntos, hay algo parecido al fuego entre dos de ellos, algo que nunca se apaga.
Porque Rosalie conoce los pensamientos de Emmett con sólo mirarlo a los ojos, sin necesitar ningún tipo de don especial para ello; y Emmett es capaz de entender a Rose, su Rose, con solo mirar sus expresiones.
Nunca hablan demasiado, Emmett susurra cosas al oído de Rosalie mientras ella traza besos por su cuello. La fricción de sus pieles de mármol desnudo crea un cálido hechizo del que no quieren despertar jamás.