Me refiero a Gershwin. ¿Te acuerdas de él? Me preguntaste por algo de jazz con piano, te lo presenté y nos hicimos amigas. Ojalá todo en esta vida pudiera ser tan fácil, ¿verdad?
¡¡¡¡¡Feliz cumpleaños,
irati!!!!!La banda sonora la tienes
aquí. El fic, detrás del cut. Es un intento FRUSTRADÍSIMO de Remus/Sirius más malo que un dolor, ¡pero yo te quiero igual! *hugs*
EL PIANISTA DE LA CASA DE LOS GRITOS
Por Truchita
Tocar es una transformación.
Remus lo nota aunque no haya luna llena.
El lobo aúlla en sus huesos, le araña el pecho con furia, mientras escalas y acordes brotan de sus manos a zarpazos. De día o de noche. Menguante o creciente. No importa. La bestia palpita en sus entrañas y Remus la doblega, usa la fuerza del lobo, la siente vibrar bajo la piel y la traspasa a sus dedos. Cuando toca, el lobo despierta y hunde las fauces en su corazón, hincha sus venas de fuerza telúrica. Remus lo nota y piensa que, si lo contara, tal vez podrían creerlo pero sabe que nunca lo entenderían.
Que tocar le hace sentir todo su poder y es la única metamorfosis que le permite controlarlo.
Que toca y ya no es un lobo, sino el hombre que ha conseguido domarlo.
Las teclas obedecen. Activan macillos, golpean cuerdas, conjugan música de la nada y la desparraman desde el atril. Polvo y óxido. Ébano rallado. Desafinado, cubierto de años, el piano no protesta bajo sus manos y cede, enorme y desconfiado como un animal salvaje. Las manos son de marfil, el teclado se transforma en carne. Remus lo nota. Sonríe. Y es entonces cuando levanta los ojos y los ve, congregados a su alrededor como una media luna que hace que la sonrisa se estire, lobuna, afilada, una perpendicular perfecta con su nariz. Siempre le hará gracia cómo lo miran, como si hiciera una especie de milagro. Quiere decirles que el movimiento es pura mecánica que aprendió de niño por repetición, que no hay misterio, no hay secreto, es como andar o agitar la varita, que cualquiera podría hacerlo. Quiere decirles que el lobo está allí, que puede sentirlo, tan real como las botas de Sirius o el abrigo raído de Peter, pero sus caras son todo ojos y bocas abiertas y Remus se tensa durante un instante, mira sus manos y sigue tocando.
No, no lo entenderían.
A veces toca “Yesterday” sólo para oír cómo James la destroza. A veces sigue los hilos de una fuga o toca un claro de luna. A veces juega con el jazz. A veces toca mientras fuma y deja que la ceniza caiga sobre las teclas y se cuele en la maquinaria desvencijada. A veces habla, a veces se calla. A veces (es un secreto) cierra los ojos y se olvida de ellos, escucha los latidos del lobo y siente la sangre burbujeando en las yemas de los dedos, largos e infinitos. Frágiles. Poderosos. Remus.
A veces los oye respirar como un tornado.
Cuando toca, el lobo despierta, y cuando lo miran, se siente acorralado.
Los puños del cárdigan le cubren las muñecas, los dedos se mueven como arañas. Remus está desnudo y todos lo están mirando, pero él sólo nota los ojos grises que hay al fondo de la habitación, apoyados en el marco de la puerta y observándolo entre mechones negros.
El lobo se esconde. Busca su guarida.
No, nunca lo entenderían.