Simbología y hermetismo en los cuentos de hadas

Apr 17, 2008 11:32





La tradición oral ha legado un sinfín de cuentos y leyendas que, recogidos por diversos autores, han llegado hasta nuestros días. Aunque dichos autores hayan simplificado y dulcificado esos mitos de la tradición oral transformándolos en simples historias con las que dormir a los niños -recordemos, por ejemplo, la moderna ausencia del final original en La Cenicienta, donde las hermanastras son castigadas a un nivel kármico por dos palomas que les arrancan los ojos, o la dulcificación de La Bella Durmiente, en la que según Perrault después de la boda su suegra resulta ser un ogro que trata de devorarla a ella y sus retoños-, lo cierto es que la mayoría de ellas fueron concebidas como lecciones adoctrinadoras en uno u otro sentido.



A pesar de la amplitud geográfica que abarcan los cuentos de hadas existen ciertos patrones que se repiten.
Uno de los más importantes es la sempiterna presencia de un príncipe y una princesa, que por lo general han sido encantados y se liberan mediante el amor. Según algunos estudiosos esta presencia simboliza  -a nivel de la tradición hermética - la unión de cuerpo y espíritu, oro y plata, lo masculino y  lo femenino,  también llamada  Boda Química por los alquimistas. Otra presencia inaludible en estas historias es la de un rey, figura que representaría la conciencia más o menos eterna, así como al Anciano de los Días de los cabalistas. Esta interpretación queda reiterada por la presencia del número siete: siete son los enenos que custodian a Blancanieves, siete los cabritos y el lobo, y siete, así mismo, los cisnes encantados. Siguiendo con la simbología numérica, tampoco pasa inadvertida la presencia perpetua del número trece, pues trece son las hadas que visitan a la bella durmiente el día de su bautizo. La superstición popular condena a este número como algo vil e infausto pero este número esta unido al avance y al cambio espiritual; trece son, por ejemplo, el numero original de constelaciones que sirvieron para trazar el calendario del horóscopo. En La Bella Durmiente el hada decimotercera sufre un agravio al no ser invitada a la fiesta y maldice a la princesa con la muerte, pero entra entonces en acción el hada número doce que, al no haber bendecido aún a la pequeña, cambia el nefasto augurio por un sueño de cien años. No hace falta decir que el número doce ha sido de los más repetidos a lo largo de la historia y la literatura por sus fuerte connotaciones místicas. A nada que reflexionemos sobre el asunto acuden a nuestra mente los doce apóstoles, los doce pares de Francia que respaldaban a Carlo Magno, los doce caballeros del rey Artús etc. Así mismo  en la versión original de La Cenicienta la muchacha debía regresar a casa antes de las tres y no de las doce, como se añadió posteriormente. Este número tres representaba el número de veces que el príncipe y ella bailaban juntos y, a un nivel más profundo, simbolizaba la acción tres veces realizada que sella el destino.



Sin embargo, los cuentos contienen una simbología mucho más extensa que la meramente numérica.

Siguiendo con la lectura más hermética encontramos diversos elementos a tener en cuenta. Por ejemplo, la presencia del sueño en un cuento es parte de la profunda simbología presente en la tradición mística europea. Tanto en La Bella Durmiente como en Blancanieves las protagonistas se sumen en un sueño mágico. Su despertar responde al metafórico despertar del iniciado a los misterios y la vida ocultos. En cuanto a la zarza que cubre el palacio en el primer cuento, esta nos remite a aquella otra que Moisés encontro en el desierto y que representa la necesidad de conocimientos para el despertar de la conciencia más profunda. Por otra parte, no es casual la presencia de los siete enenitos en la segunda historia, pues su labor en la mina los delata como encarnaciones de los metales pesados presentes en la elaboración de la piedra filosofal y otros humores alquímicos.



Existen, además, diversas lecturas al margen de la mística.
En La Princesa y el Guisante la muchacha vaga por el bosque a solas a pesar de ser de sangre real. Esto nos señala instintivamente que el carácter de la joven se corresponde con las furzas connaturales a la figura de la diosa virgen, presente en diversas culturas. Su sufrimiento proviene del dolor que experimenta al dormir sobre el guisante. Dicho fruto simboliza la semilla de la maternidad y el correspondiente paso de la virginidad a la procreación.
En Caperucita Roja el camino puede representar la vida y el lobo los múltiples peligros y vicisitudes con los que el hombre se enfrenta para acceder a la sabiduría ancestral (la abuelita). Sin embargo, posee también una lectura mucho más evidente: la advertencia maternal de observar los peligros que conlleva adentrarse solo en el bosque. Esta interpretación se repite en Hansel y Grettel sí como en la tradición bohemia se guarda a los niños de morir ahogados en lagos y ríos a través de la terrorífica figura del hombre del agua.

Y colorín colorado...
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