Egoísmo.

Jun 17, 2009 00:14


La pedagogía tradicional supone que los niños tienen una tendencia natural al egoísmo, siendo necesaria una interferencia autoritaria por parte de la familia y la escuela, para desarrollar el altruismo. Summerhill, una escuela inglesa pionera en el movimiento de Escuelas Democráticas, parte del mismo supuesto pero no llega a las mismas consecuencias: el niño es egoísta pero ese egoísmo, durante la infancia, no es malo en sí mismo.

El egoísmo infantil es una etapa del desarrollo del niño (tesis acorde con las investigaciones del psicólogo suizo Jean Piaget) que si se desarrolla naturalmente desemboca en el altruismo; existe un momento en el que el niño necesita de los demás y entonces su propio egoísmo le abre a la comunidad. Inculcar a los niños principios altruistas antes de que sean capaces de asimilarlos sólo produce individuos miedosos e hipócritas. O sea, la educación tradicional yerra en esa interferencia autoritaria, sin percibir que es justamente ese tipo de interferencia la que alimenta aquello que identifica como problema. Según Alexander Sutherland Neill, profesor de esta institución, es solamente a través del miedo como se puede intentar forzar el interés de alguien.

El egoísmo impide que una persona, en su edad adulta o durante su adolescencia, ame a otros, y sin amor para otros, no existe paz en ninguna parte. La personas egoístas sólo piensan en sí mismos y en obtener las personas y cosas que quieren. Este es un despiadado objetivo que está destinado al fracaso. Primero, no se puede continuar manipulando a las personas indefinidamente, así que su comportamiento está destinado a la frustración. Y por otra parte, aunque consiguiesen seguir manipulándolos, el peso de la razón acabaría cayendo pronto sobre ellos. Igual que uno se da cuenta de le están engañando a voluntad, pueden darse cuenta todos los demás, y poner sobre aviso a los demás. Y aunque las personas egoístas en cuestión crean que están perfectamente respaldados, bastaría con eso para echar por el suelo su lógica y ante la perspectiva de perder lo que han conseguido, harían uso de las peores descalificaciones y actos jamás imaginados por una persona consciente del límite de lo correcto.

Digo yo, entonces:

¿Es justo permitir que los egoístas sigan manipulando de esa manera a las personas, con el único fin de conseguir, sin ningún tipo de escrúpulo, lo que desean? Este comportamiento puede llegar a acarrear, no solamente un conflicto del egoísta con una persona, sino también de la vícitima de ese egoísmo, con todas las que todavía sucumben al control del egoísta. Al fin y al cabo, las armas más potentes de las que dispone un egoísta son las personas de las que se sirve para conseguir lo que quiere y que en un momento dado, estas le respalden ciegamente. Es por esto que los egoístas normalmente son gente insegura que para sentir que es aceptada, se aprovecha continuamente del afecto de los demás.

Según los estudios de la moral, el egoísmo ético no puede resolver conflictos de interés. Es decir, si nosotros sólo tomásemos en cuenta nuestros intereses propios, nunca aceptaríamos que éstos pueden estar equivocados,  y por lo tanto, no podría haber soluciones morales ante problemas de intereses. Sin embargo y, como respuesta, los partidarios del egoísmo ético afirman que el acuerdo pacífico o negociación que permite solucionar un conflicto de interés, puede ser beneficioso para todos los egoístas involucrados. El dilema del prisionero*, muestra que aún cuando las actitudes cooperativas pueden suponer un sacrificio inmediato de intereses individuales, a largo plazo la cooperación beneficia a todas las partes.

Todo egoísta actúa exactamente de la forma que más odia que otros actúen. Es decir, que bastará con que una cosa le moleste, porque altera y pone en peligro su seguridad personal y la de sus intereses, para que salte el conflicto, mientras que no deberá pasar lo mismo, a su modo de verlo, cuando el própio egoísta sea el que actúe así. Así, por ejemplo, se dan los casos de celos por infidelidad, en los que intentar aíslar lo que consideran suyo, pero eso no les impide a ellos flirtear... En la mayoría de los casos, el egoísta peca de sus mismas inseguridades.

Obviamente el “egoísmo positivo” es una capacidad que nos permite participar de los diversos contextos de vinculación social, sin perder nuestra identidad y sin ceder a la alienación cultural que se deriva de la presión social de inclusión y de la necesidad personal de aceptación y aprobación. En ese sentido se relaciona con la autoestima, al ser percibido como una manifestación sana de valoración y respeto por nuestras necesidades, valores, objetivos e inclinaciones. Pero al margen del respeto personal, el egoísmo se usa en la mayoría de los casos como arma para hacer daño y, al precio que cueste, conseguir los más absurdos y retorcidos deseos.

Fuentes informativas extraídas de:
http://es.wikipedia.org
www.neuroticosanonimosbv.org

*El dilema del prisionero: Ejemplo de un problema de suma no nula. En este problema de teoría de juegos, se supone que cada jugador, de modo independiente, trata de aumentar al máximo su propia ventaja sin importarle el resultado del otro jugador.

sesos, sangre, odio, destrucción, tripas, muerte

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