[day6 fanfic] heartstrings (2/2)

Nov 14, 2016 19:42





En algún libro o revista que ya no recordaba, Brian había leído que se tarda veintiún días en acostumbrarte a algo nuevo, y tras vivir un mes entero con Jae, tenía bases sólidas para corroborar esa teoría. Al principio había sido complicado, desde luego: Jae tenía muchas cosas que aprender, como la necesidad de utilizar ropa, aunque sólo fuera alguna prenda para que Brian no perdiera el hilo de lo que estaba haciendo cada cinco segundos, o como que no podía meterse en la ducha con él «para ver lo que estaba haciendo» (había sido difícil convencerlo de esto; además, a Jae le gustaba mucho la ducha en general y ducharse con Brian en particular, para que éste le enjabonara el pelo. Brian acabó diciéndose que era una forma de ahorrar en la factura del agua, para no sentirse una persona miserable por lo conforme que estaba con ese giro de la situación). Tres semanas después, vivir con el Jae de ahora resultaba tan natural como si nunca hubiera habido otro.

Jae, por su parte, había acabado adoptando costumbres que ya no se limitaban a sentarse junto a Brian cuando quería hacer un maratón de películas, o coger el otro mando de consola polvoriento que llevaba todo el tiempo desde que Brian había vuelto de Toronto guardado en un cajón para jugar, por fin, una partida en cooperativo. Había desarrollado una intensa afición por el bádminton, aunque Brian no consiguiera averiguar dónde se había enterado de que existía el bádminton siquiera, y también por tocar la guitarra.

Brian lo escuchaba tocar, fascinado: había sonado inseguro sólo las primeras horas, como si supiera lo que hacía pero le resultara extraño hacerlo, pero después... Era increíble, y Brian se habría sentido algo celoso si no fuera porque sabía muy bien que lo de la guitarra Jae lo llevaba, literalmente, en la sangre.

En una ocasión, Jae le dijo:

-¿Por qué estudias lo que estudias?

-¿A qué te refieres? -respondió Brian, sin levantar la vista del grueso libro de Gestión Empresarial que tendría que haber terminado de leer hacía dos días. Le estaba costando concentrarse en las diminutas letras y en los conceptos que los párrafos trataban de explicarle, por lo aburridos que eran y porque Jae estaba tirado también en la cama, con la cabeza colgando por un lateral mientras tocaba la otra guitarra y presionaba los dedos de los pies contra el muslo de Brian.

-¿Por qué estás estudiando Empresariales, si está claro que te aburre? -volvió a preguntar, levantando la cabeza. Tenía todo el pelo rubio revuelto, cada mechón levantado en una dirección. A Brian le dolió un poco el pecho, de repente.

-¿Tan obvio es? -dijo Brian, pasando una página a pesar de que no recordaba ni una línea de lo que había leído-. Y yo que confiaba en que mis dotes de interpretación nos sacaran de la pobreza...

Jae soltó una carcajada y volvió a echar la cabeza hacia atrás.

-Sí, bueno, no sé yo si te irá muy bien con eso -respondió, y siguió tocando la guitarra despacio-. Pero pensaba que tu verdadera vocación era la música.

-Lo es -dijo Brian-. Pero hay que vivir de algo.

-Quizá sea una locura lo que voy a decir, pero no se te ha ocurrido... ¿vivir de la música? -insistió Jae, y se incorporó para sentarse erguido y mirar directamente a Brian.

-Siempre hay que tener un plan B -dijo, repitiendo las palabras que había oído tantas veces, dichas por tantas personas de su entorno a los que parecía importarles mucho más que Brian tuviera dinero y una familia que alimentar que el hecho de que fuera medianamente feliz. «Siempre hay tiempo para tocar la guitarra en casa», le decía su padre, que curiosamente apenas tenía tiempo de estar en casa por lo ocupado que lo tenía el trabajo. «Siempre hay que tener un plan B»-. Es... es prácticamente imposible vivir de la música para siempre, Jae.

Jae clavó las pupilas en las de Brian, que se sintió examinado al instante. Estaba seguro de que no iba a colar que se creyera ni una palabra de lo que él mismo estaba diciendo, no con Jae. Pero el chico se encogió de hombros y alargó la mano para volver a coger la guitarra y seguir tocando, y su melodía parecía extender la magia de la que el propio Jae estaba hecho por toda la habitación. Brian se preguntaba si la sensación de estar flotando en agua, a la deriva, se debería a eso.

-También es imposible que una guitarra se convierta en persona -dijo Jae, después de tararear un rato-. Y aquí estamos.

Además de a leer los pensamientos de Brian y que eso derivara en conversaciones que lo dejaban pensando durante toda la noche, mientras Jae dormía a su lado, Jae había ido acostumbrándose (notablemente mejor que Brian, por cierto) a que había otras personas en clase con ellos, y su naturaleza curiosa lo había llevado a no callar nunca. Contestaba las preguntas del profesor como si él también se jugara el aprobado y hacía que Brian se pasara la clase en tensión, temiendo que el profesor lo buscara en las listas y descubriera que no estaba apuntado, o peor, que ni siquiera tenía documento de identificación.

Pero Jae nunca suscitaba sospechas o desconfianza: el profesor estaba encantado con sus preguntas inteligentes y con la gracia de sus respuestas, los compañeros encontraban divertidos todos sus comentarios y Jae siempre conseguía sacarles alguna carcajada. ¿Qué había estado haciendo mal Brian hasta ahora, si era tan fácil caerles bien? En un principio había intentado hablar con algunos compañeros, pero nunca llegaba a sentirse cómodo en la conversación y llegó a un punto en que se rindió y esperó que fuera como en Toronto: si se quedaba quieto y tenía paciencia, las amistades llegarían a él. Sin embargo, a medida que pasaban los días tenía más y más miedo de hablar y no obtener respuesta, de comprobar que de verdad lo estaban desplazando, así que acabó por no hacer nada. Tenía a Jae, podía permitirse estudiar y tener un techo bajo el que dormir, estaba claro que había muchos otros que lo tenían mucho peor que él, así que sólo tenía que resignarse a pasar un par de años malos.

Sin embargo, ahora sus compañeros le hablaban a Jae y éste hacía todo lo posible por incluir a Brian en la conversación, aunque lo hiciera de forma inconsciente, recordándole cosas como la partida online que habían jugado la noche anterior o aquella película malísima que vieron hasta el final sólo por lo absurda que era. Si lo pensaba de ese modo, era un poco insultante que una guitarra convertida en persona tuviera más habilidades sociales que él, supuso Brian. Pero ahora estaba integrado en una conversación, y la gente le estaba hablando a él, a Brian como compañero, no como extensión de Jae, el chico nuevo de los comentarios graciosos. Y tras un par de días, todos hablaban con él como si no fueran conscientes de que había estado sentado al final de la clase durante todas las semanas que ya llevaban de clase.

Pero no es que se fuera a quejar. A pesar del miedo que le daba al principio que Jae llamara la más mínima atención, lo que eso le trajo no fueron los problemas que esperaba, sino unas muy, muy buenas noticias.

Estaban en el comedor de la universidad, y por primera vez no estaban ellos dos solos, porque Jae había empezado a hablar con un pequeño grupo de chicas que resultaron ser del club de bádminton y estaba tan interesado en que lo dejaran participar en un partido que acabaron sentándose con ellos para hablarlo, y luego empezaron a hablar de todo un poco.

-¿Y qué más os gusta hacer? Aparte del bádminton, Jae -preguntó una chica bajita, Sunyoung, y luego miró a Brian con una sonrisa amable-. ¡Y de ti sí que no sé nada!

-Nos gusta la música -dijeron los dos a la vez, y Sunyoung alzó las cejas.

-Lo tenéis muy claro -dijo, con una sonrisa-. ¿Tocáis algún instrumento?

-La guitarra... -dijo Brian, mirando de reojo a Jae-. Aunque últimamente estoy tocando más el bajo.

-¿Y eso?

-Porque yo le he robado su guitarra -dijo Jae, con una sonrisa-. Me encanta tocar la guitarra... ¡Es como si fuera una parte más de mí!

Brian se mordió el labio para disimular una sonrisa, y Sunyoung, que evidentemente no captaba el doble sentido, siguió sonriendo ilusionada.

-Si os gusta tanto... ¿os interesaría formar parte de una banda? -les dijo.

Al instante ambos se quedaron callados.

-¿Una banda? -preguntó Brian.

-Sí, un amigo del coro quiere formar una, para ir en serio -dijo Sunyoung-. La audición será en el aula del coro, el quince de mayo; sé que queda poco tiempo, pero no creo que vaya mucha gente...

-¡Estamos interesados! -exclamó Jae, y Brian lo miró, confuso por un instante-. Allí estaremos. Es justo lo que querías, ¿verdad, Brian?

Brian abrió y cerró la boca, sin saber qué contestar. Sí, eso era justo lo que había querido desde que llegó a Corea. Y no se trataba de una banda universitaria, sino que pretendían ir en serio... Si saliera bien... Brian estaba tan entusiasmado con la idea que, por un momento, se olvidó de todo lo demás: de lo cerca que quedaba la superluna, y de la decisión que todavía tenía que tomar y que cada día le resultaba más complicada.



A veces, de noche, Jae se quedaba tumbado a su lado en el sofá. Tenían que estar muy juntos, porque era un sofá diminuto, pero Jae había empezado a negarse a usar la cama en la segunda semana y lo cierto es que Brian no estaba incómodo, con el brazo de Jae aferrado a su cintura y notando cómo los latidos de su corazón le retumbaban en el pecho. Tener una habitación con cama era, verdaderamente, una pérdida de dinero.

Entonces Jae, cuando pensaba que Brian ya se había dormido, se levantaba con mucho cuidado de no hacer ruido y se sentaba de piernas cruzadas ante la ventana para observar fijamente la luna. Sus pupilas reflejaban la luz plateada del astro, clavadas en él, y Brian luchaba por mantener los ojos abiertos, porque sentía miedo de abrir los ojos por la mañana y encontrarse solo de nuevo. Sentía pánico al pensar en que la luna se lo arrebatara de repente, igual que se lo había dado.



Jae se pasó la semana anterior a la audición tan tenso como una de sus cuerdas cuando era una guitarra, prácticamente vibrando; y le decía una y otra vez a Brian el increíble músico que iba a ser. Sin embargo, cuando llegó el día, salieron de casa y Brian se fijó en que Jae no llevaba ninguna funda.

-No voy a presentarme -le dijo-. El músico increíble tienes que ser tú, yo sólo voy a acompañarte. Quiero darte suerte, aunque no puedas hacer la audición conmigo.

-Pero se te da genial, Jae, es un desperdicio que...

-Sabes que no hay cabida a largo plazo aquí para... algo como yo -dijo Jae en voz baja, y dejó a Brian sin palabras.

Tanta emoción por la oportunidad que se le había presentado gracias a Jae le había impedido pensar en cuál era la realidad de la situación, pero esas palabras volvieron a despertar en Brian todas sus preocupaciones. La superluna estaba cerca y aunque al principio, cuando todo le daba miedo y no conseguía encontrar explicaciones, le había parecido que nunca llegaría, ahora que ya no buscaba respuestas y se limitaba a disfrutar de tener una persona tan maravillosa como Jae a su lado, daría cualquier cosa porque el tiempo pasara más lento.

Al llegar al aula donde practicaba el coro, Jae se sentó en una de las sillas de la última fila y los dos chicos de la banda le pidieron a Brian que conectara su instrumento y tocara algo. Brian sacó su guitarra y aprovechó para tocar una melodía original en la que había estado pensando últimamente, mientras miraba a Jae leer un artículo tras otro en Wikipedia. Era una melodía dulce que iba aumentando de ritmo sin resultar ruidosa en ningún momento, con la que Brian estaba bastante satisfecho. La había tocado tanto estos días que Jae ya la tarareaba en la ducha y cuando caminaba por la casa.

-Vaya... Ha estado genial. Muchas gracias, Brian -dijo Sungjin, el chico que había organizado la audición-. Aunque Sunyoung me dijo que tú tocabas el bajo, si no me equivoco, ¿no?

-Siempre ha sido la guitarra, pero últimamente estoy tocando más el bajo, sí -respondió Brian, porque era verdad.

-¿Y puedo preguntar a qué se ha debido ese cambio? -quiso saber Sungjin, y Brian no podía responder con la verdad a esto, pero Jae habló desde la última fila y le evitó tener que contestar.

-¡Es por mi culpa! Le rompí su mejor guitarra, me vine arriba tocando un solo y...

-Tú eres Jae, ¿no? -preguntó Sungjin, girándose en la silla para mirarlo bien.

Jae se encogió un poco, como si se arrepintiera de haber llamado la atención, pero enseguida asintió.

-Sunyoung me dijo que te encantaba tocar la guitarra, ¿no es así? -dijo Sungjin, con una sonrisa amable-. ¿No te apetece probar?

-¿Eh? No, no, sólo he venido a apoyar a Brian, es mejor que no...

-Venga, Jae -cortó Brian, con voz suave, y Jae lo miró con esos ojos pequeños abiertos como platos-. Prueba.

Jae lo miró una última vez, pidiéndole confirmación, y sus labios se curvaron en una sonrisa mal contenida. ¿Cómo podía Brian perder la ocasión de verlo tocar una vez más, si era tan evidente lo feliz que le hacía?

Cuando Jae se colgó la guitarra y comenzó a acariciar las cuerdas, el cambio en los rostros de Sungjin y el otro chico de la banda, Wonpil, se hizo muy visible. Brian ya había tenido tiempo de adaptarse en casa, donde Jae se pasaba tocando cada día, pero el impacto no fue mejor por ello. Jae tocó melodías que sólo había oído una o dos veces en casa, cuando Brian se perdía en YouTube buscando música nueva, otras que Brian no sabía dónde podía haberlas escuchado, y otras que eran nuevas por completo, probablemente obra suya. El tiempo pareció pararse y cuando Jae dejó de tocar, Sungjin se giró para mirar a Brian, aún un poco estupefacto por la fascinación, y dijo:

-¿Te importa que te prestemos un bajo y lo pruebas? Tú eres genial, pero... creo que ya tenemos justo al guitarrista que necesitamos.

Jae se apartó el pelo de los ojos y trató de recuperar el aliento, siempre se sobreexcitaba mucho cuando tocaba. Cuando Brian consiguió dejar de prestar atención únicamente a la forma en que el pecho de Jae subía y bajaba, sonrió y fue a por el bajo.

-Desde luego -respondió, porque estaba más que bien merecido.

Jae le dirigió una sonrisa emocionada y triste a partes iguales, y Brian tuvo que apartar la vista y centrarse en sacar notas graves de las cuerdas del bajo. Él también acababa de hacer una cuenta atrás mental hasta la noche de la superluna.



-Hay muchas pelis en las que pasa lo mismo que nos ha pasado a nosotros, ¿sabes? -dijo Jae, metiéndose un puñado de palomitas en la boca.

-¿Ah, sí? -murmuró Brian, metiendo el DVD en el lector del portátil y sentándose junto a Jae en el sofá, arrebatándole las palomitas en el proceso.

Jae no se dejó avasallar. Restando toda importancia a lo que Brian acababa de hacer, se limitó a dejarse caer sobre su regazo y esperar que le acariciara el pelo como de costumbre, mientras él seguía leyendo listas en Wikipedia.

-Sí... Bueno, no es lo mismo. En estos casos son personas desde el principio, que se convierten en gatos, en osos, en muñecos de nieve... Y sólo entonces se dan cuenta de lo que tenían y tienen que luchar por volver a la normalidad que antes no sabían apreciar.

Eso implicaba que el cambio sólo era una forma de mostrar lo mucho peor que podía ser su vida, pensó Brian. También pensó en su «antigua normalidad»: mañanas eternas de clase sin apenas un intercambio de frases durante un minuto con nadie que no fuera la encargada de la cafetería, para decirle qué quería en el menú; tardes en casa leyendo libros aburridos y tocando a Jae hasta que se quedaba dormido, y vuelta a empezar. Ahora, sin embargo... ahora cada día Jae descubría algo nuevo y llenaba de esa misma novedad los días de Brian, que había tenido que quitarle el polvo a su habilidad con el bajo, con la cocina y con la conversación.

Se dio cuenta de que antes, en Toronto, o cuando había llegado a Corea, pasar más de un par de horas sin tocar la guitarra era como intentar mantener la respiración bajo el agua. Pero ahora que tenía a Jae, había días que ni siquiera se acordaba, o sí lo recordaba, pero no le parecía tan importante como para dejar de escuchar a Jae hablar de, por ejemplo, un dibujo animado al que creía que se parecía.

Hundió los dedos en el pelo de Jae y pulsó el botón del mando para que empezara la película. Mientras acariciaba los mechones rubios de su amigo, le dijo:

-Tienes razón. No es lo mismo.



Los días pasaban rápido, demasiado rápido, y ambos habían evitado tocar el tema del retorno de Jae, ocupando su tiempo en crear melodías juntos, ensayar con la banda (la imagen de Jae absolutamente inmerso en la música que tocaba y cantaba, y su sonrisa al recibir alabanzas por parte de Sungjin eran imágenes que Brian tendría grabadas en la retina durante mucho tiempo), ver películas y, en definitiva, pasar los mejores días que Brian recordaba haber vivido.

Pero igual que esos mejores días, callar las cosas tenía un límite de tiempo, y cuando Brian lo alcanzó, sólo se le ocurría una persona a la que contarle su preocupación. Mejor dicho, dos.

Mientras Jae estaba entretenido jugando un partido de bádminton con Sunyoung y las demás en una de las extensiones de césped de la universidad, así que Brian aprovechó para escabullirse y correr hasta el pasillo donde se encontraba el aula del club de esoterismo y ciencias ocultas. Apenas llegó a rozar la puerta con el puño y se abrió inmediatamente.

-¡Sabía que vendrías! -exclamó Baekhyun-. Me lo han dicho las cartas.

-Lo has visto venir corriendo por la ventana -dijo Kyungsoo, mientras pasaba un paño por encima del juego de té que tenían en un estante.

-Bueno, pero antes me lo habían dicho las cartas -gruñó Baekhyun, haciéndose a un lado para dejar pasar a Brian-. Verlo venir por la ventana ha sido una mera... confirmación.

-¿Qué ocurre, Brian? -preguntó Kyungsoo, devolviendo una taza con cuidado al estante antes de ir a sentarse frente a él, junto a Baekhyun.

-Eso, ¿qué necesitas? -preguntó Baekhyun, inclinándose hacia delante en la mesa-. ¿Asesoramiento espiritual? ¿Una limpieza de chakras?

-Yo... queda muy poco para que llegue la superluna.

-Dos días, exactamente -añadió Baekhyun, formando una pompa de chicle rosa como su pelo antes de hacerla estallar.

-¿Te preocupa que algo salga mal? -preguntó Kyungsoo.

Brian se mordió el labio.

-No, no es eso, pero... No sé qué tengo que hacer... Ni si podré hacerlo bien...

Kyungsoo y Baekhyun se miraron un segundo.

-Ya te dijimos que esto era un hecho insólito, nosotros tampoco tenemos muy claro el proceso... -explicó Kyungsoo, con voz más suave-. Pero si nos remitimos a los hechos, parece que sólo tienes que desearlo y dejar que el poder de la superluna haga el resto.

En ese momento, algo en el rostro de Brian debió de delatarlo, porque Baekhyun lo miró con una ceja arqueada.

-O sea, que ese es el problema -dijo, con una media sonrisa-. Que no deseas volver a la normalidad.

Brian se encogió un poco al verse descubierto, pero no servía de nada mentirles a ellos.

-No... No, no lo deseo. Y creo que él tampoco. Yo...

-No te preocupes -dijo Baekhyun, y extendió una mano para darle un suave apretón en el antebrazo, un gesto para tranquilizarlo-. La normalidad está muy sobrevalorada, en mi opinión.

-¿Y no me metería en algún lío kármico? -preguntó Brian, levantando por fin la vista de sus rodillas y tirando nerviosamente de un hilo que sobresalía en su pantalón vaquero-. No sé, ¿no se supone que siempre hay que devolver el equilibrio al universo, y esas cosas?

-Puedo convertir a Baekhyun en tetera -repuso Kyungsoo, e ignoró abiertamente la mirada indignada de su compañero de club-. Así se restablecería el equilibrio del universo y yo no sólo dejaría de tener migrañas por escuchar canciones de Girls Generation constantemente, sino que también tendría una tetera nueva. Tres pájaros de un tiro.

-No es que apoye la idea, pero seguro que de mí saldría un té estupendo -admitió Baekhyun.

-Sí, bueno, eso es discutible. En fin, lo que queremos decir, Brian -continuó Kyungsoo- es que nos dejes los temas sobrenaturales a nosotros. O a la superluna, en este caso. Ni siquiera podemos prometerte que funcione. Sé que esto no te es de gran ayuda, pero sólo puedes, ahora que ya sabes lo que quieres de verdad, desearlo y esperar.



La noche de superluna comenzó con total normalidad, pero no la normalidad que Jae había desterrado de la vida de Brian, sino la nueva y genial normalidad a la que Brian no había tenido ningún problema en adaptarse. Comieron pollo frito y vieron una película de zombis, hablando de cómo harían ellos para sobrevivir en un apocalipsis zombi y haciendo lo posible por ignorar la luz plateada que empezaba a filtrarse por la ventana. Brian quería correr todas las cortinas, tapar cada resquicio para evitar que esa luz alcanzara a Jae y que no pudiera devolverlo a como era antes.

Al acabar la película, estaban tumbados en el pequeño sofá, como siempre, y Brian estrechó a Jae contra su cuerpo, rezando por que pareciera un intento de que Jae no se cayera y no lo que de verdad era: sentía que por muy cerca que lo tuviera, nunca era suficiente. Y menos en esa noche, que podía ser la última. Así que se acurrucó contra él y hundió disimuladamente la nariz en su pelo. Olía al champú cítrico que también usaba Brian, y a suavizante. Estaba tan cerca que podría cubrir de besos su nuca, y aferrarse a él tan fuerte que ni la superluna fuera capaz de quitárselo.

Inconscientemente, empezó a acariciar el abdomen de Jae con los dedos, igual que había acariciado sus cuerdas cuando era una guitarra, distraídamente, para sacar sonidos al azar. Jae dio un respingo, rompió a reír y le cogió la mano a Brian para apartarla de su estómago, pero no la soltó después.

-No hagas eso -dijo, sujetándole los dedos-. Noto algo muy raro.

Brian se preocupó un instante antes de caer en la cuenta de lo que era.

-¿Tienes cosquillas? -preguntó, con una sonrisa, y se liberó de la presa de Jae para volver a tocarlo como antes.

Jae empezó a reírse a carcajadas, y Brian ya había tenido una sensación agridulce durante toda la noche que no hizo sino aumentar en ese momento. Esa risa era una melodía más perfecta que ninguna que hubiera conseguido sacar de Jae cuando era una guitarra.

-Para, ¡para! -exclamó Jae entre risas, y consiguió zafarse y darse la vuelta para quedar cara a cara con Brian, que volvió a envolver su cintura con el brazo para que no se cayera del sofá-. No se ha hecho tan largo como parecía, ¿verdad? -musitó tras un largo silencio, mirándolo a los ojos.

Brian se tragó todo lo que en realidad quería decir. Simplemente, estrechó más a Jae contra él.

-No -respondió-. La verdad es que no. ¿Qué es lo que más te ha gustado de ser humano?

Jae frunció los labios, pensando un momento.

-El bádminton... ¿Internet...? -caviló-. Y poder tocar la guitarra, supongo.

-¿Eso es todo?

-No he tenido mucho tiempo para más...

-¿Algo que vayas a echar de menos? -preguntó Brian, dándose de bofetadas internas por no hacer la pregunta que debía hacer en realidad. «¿Querrías más tiempo? ¿Vas a echarme de menos tanto como yo a ti?»

Pero no parecía hacer falta decirla en voz alta. Quizá, para un ser sobrenatural en todos los sentidos como Jae, las palabras no eran estrictamente necesarias. Jae lo miró fijamente cuando comenzó a hablar.

-Tus dedos, en mi pelo. Poder ser yo quien extienda la mano y te toque cuando tú no te atreves a hacerlo -dijo, en voz baja, y se acercó un poquito más a Brian, que se sentía como si estuviera intentando tragarse un camión-. Hacerte sonreír. No voy a echar de menos las cosquillas, eso desde luego, pero...

-Lo de que ojalá fueras de carne y hueso porque así mi vida sería mucho mejor fue algo que dije por decir -comenzó Brian. Jae se limitó a esperar a que continuara-. Pero si regresara a ese momento sabiendo lo que sé ahora, lo volvería a decir una y mil veces. No sé qué va a pasar con la superluna, no sé qué pasará esta noche, pero cuando lo dije no tenía ni idea de lo cierto que era.

Jae alzó una mano y la puso en el cuello de Brian, cálida y reconfortante, donde podía notar sin problema el pulso desbocado bajo la piel.

-Estas últimas semanas sí parecías feliz -dijo-. Querría que fuera así para siempre.

-Quiero que te quedes -susurró Brian por fin. La punta de su nariz rozaba la de Jae-. Te quiero aquí, conmigo. Quiero acariciarte el pelo, y que me abraces, y escucharte reír, que te comas todos mis cereales y componer melodías para ti...

Jae rozó sus labios con los de Brian. La brillante luz de la luna hacía que sus ojos húmedos refulgieran. Si de verdad ocurría lo peor y Jae volvía a su forma original, Brian nunca iba a poder volver a mirar su guitarra sin echarse a llorar, recordando esos ojos llenos de tanto cariño como el que él mismo sentía.

-No quiero irme -musitó Jae. Brian volvió a unir sus labios, y se arrepintió de no haberlo hecho mucho, mucho antes-. Sé que el hecho de que yo esté aquí no es normal, que no es justo que lo pida, pero... No quiero irme.

Brian acarició la nuca de Jae con la punta de los dedos y se acercó a su rostro para seguir besándolo, porque los deseos de ambos estaban más que claros. No sabía cuánto tiempo les quedaba, pero por poco que fuera, quería pasarlo notando el sabor dulce de los labios de Jae en su lengua, el tacto suave de su cabello y la música de sus suspiros cada vez que Brian le mordía el labio inferior.

Bañados por la luz plateada de la superluna, se besaron hasta que ambos se rindieron al cansancio, horas después, y se quedaron dormidos.



Cuando Brian despertó notó al instante, con una terrible sensación de vértigo, que estaba solo en el sofá. Se incorporó despacio, oyendo los latidos desesperados de su propio corazón.

-¿Jae? -preguntó, con voz temblorosa-. ¡Jae!

Recorrió todas las habitaciones, pero la casa estaba vacía. No había ni rastro de Jae, ni en su forma humana ni en la musical. Brian sentía que iban a fallarle las piernas de un momento a otro, y se apoyó en la pared, pensando frenéticamente, igual que al principio de toda esta historia, que quizá sólo fuera una pesadilla.

En ese momento, se abrió la puerta, y las piernas sí le fallaron cuando vio entrar a Jae, el Jae humano, el Jae al que adoraba, con una sonrisa incontenible en el rostro y una bolsa de la tienda de al lado en la mano.

-He pensado que nos iban a hacer falta más cereales -dijo, con la voz teñida de emoción, y Brian se abalanzó contra él tan rápido que casi lo derribó.

-Gracias -murmuró, mientras cogía el rostro de Jae entre las manos y le besaba las mejillas, la frente, la nariz. No sabía a qué estaba dando gracias: a Dios, a la superluna, a Jae, a su propia soledad por haberle hecho desear esto...-. Gracias, gracias, gracias...

-¿No te apena haber perdido tu bien más preciado? -le dijo Jae, que había dejado caer al suelo la bolsa para poder rodear con los brazos los hombros de Brian.

-Siempre puedo comprar otra guitarra. Pero nunca encontraré otro Jae -dijo Brian, y lo abrazó con tanta fuerza que lo levantó del suelo antes de besarlo de nuevo.

Jae dejó de besarlo un segundo y lo miró, con expresión pensativa.

-¿Tendré que sentir celos de la nueva guitarra? -preguntó, con los ojos entornados.

Brian estalló en carcajadas y volvió a abrazar a Jae. Quizá hubiera, en cierto modo, perdido su bien más preciado, pero había ganado muchísimo más.

¡fin!

day6, pairing: youngk/jae, seoul nights

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