[exo fanfic] words cannot describe (7/9)

Nov 11, 2014 14:17



La mesa de la cocina estaba llena de pedazos de pastel de arroz, bolas de pasta de judías y avellanas. Jongdae y todos los miembros de su familia estaban sentados alrededor, preparando los songpyeon que se comerían al día siguiente, el día de Chuseok.

-Hana, mira qué pasteles tan perfectos prepara tu madre -dijo la madre de Jongdae, y señaló a Liyin, que sonrió complacida y enseñó la bola que había formado, bien redondeada-. ¡Por eso tú has salido tan guapa!

-¿Por qué? -preguntó la niña, confusa, y le dio un par de vueltas al trozo de pastel de arroz que tenía en la mano-. ¿Me ha hecho con las manos?

Jongdeok, Jongdae y su madre se echaron a reír al mismo tiempo, y sus risas sonaban iguales, agudas, escandalosas, pero capaces de llenar de vida una habitación.

-No, no -le explicó su abuela-. Hay una tradición que dice que las personas que preparen songpyeon con forma bonita se casarán con alguien guapo, o tendrán hijos hermosos. ¿Ves? -dijo, y le mostró uno de los songpyeon de judía roja que había preparado Jongdae. Era prácticamente redondo, liso, con una suave punta. A su madre siempre le había gustado mucho cómo torneaba los pasteles de arroz-. Jongdae tendrá una esposa muy bella.

La niña se quedó mirándolo con el ceño fruncido, como si intentara asimilar lo que le estaba diciendo su abuela. Jongdae sopesó decirlo justo en ese momento, «no, mamá, no voy a tener ninguna esposa», pero ya había pasado tanto tiempo teniendo miedo a que la hora de contarlo llegara que el pensamiento se desvaneció tan pronto como había aparecido, dejándolo con una profunda sensación de malestar, con dolor de estómago y el corazón tan acelerado que empezó a temer por su salud. Tragó saliva y se pasó la lengua por los labios, y sabía que no podía escaparse para siempre, pero tampoco tenía por qué ser ahora, en Chuseok, una época en la que su madre estaba tan feliz de tener a la familia reunida... No podía ser él quien empañara su buen ánimo.

-¡Creo que el talento de Liyin ha sido lo que ha salvado a Jongdeok, entonces! -exclamó, forzando una carcajada y levantando el songpyeon deforme de su hermano-. ¡Porque si hubiera tenido que depender de sus pasteles...!

Todos se rieron con él, y Hana se separó del padre de Jongdae y se sentó en su regazo, exigiendo que le enseñara cómo dar forma a los pasteles, así que Jongdae empujó un poco más abajo en su pecho las palabras que nunca había encontrado para ser sincero consigo mismo y con su familia, y que ahora luchaban poco a poco por salir.

El jueves de Chuseok fue un día tranquilo, que Jongdae pasó con su familia sin pensar demasiado en que el secreto que había guardado tanto tiempo se moría por salir. A veces se sentía aterrorizado de decir algo o hacer algo que lo delatara, así que prefirió ser precavido y no habló demasiado; pero Hana estaba encantada con su hanbok, se pasó la tarde bailando para toda la familia después de la comida y de que todos hubieran presentado sus respetos a sus antepasados, así que consiguió que pasara desapercibido.

Cuando cayó la noche, salieron a ver cómo las mujeres del barrio bailaban en círculo, el baile tradicional de las lunas llenas de cosecha, y Hana, Liyin y su madre se tomaron de las manos y se unieron a ellas. Jongdae se quedó con su hermano y su padre, cantando por lo bajo. Vio de reojo a su padre balancearse de un lado al otro, siguiendo el ritmo de lo que cantaba Jongdae, y con una sonrisa, cantó un poco más alto. No hablaban mucho desde que Jongdae se hizo mayor y empezó el instituto y él empezó a trabajar aún más horas. Fue como si su padre sintiera que ya no tenían nada en común de lo que pudieran charlar, pero al igual que Joonmyun ahora, su padre le solía pedir que cantara muchas veces cuando era pequeño. Jongdae recordaba cómo le aplaudía cuando terminaba de cantar la canción de los tres osos, como si acabara de escuchar una interpretación maestra.

Jongdae se preguntó si las cosas habrían sido diferentes si él hubiera puesto un poco de su parte y no se hubiera pasado tanto tiempo cavilando sobre lo que debía sentir o no cuando estaba en el instituto. Supuso que no, porque su padre nunca había sido tan escandaloso como su madre o como él mismo. Reía con ellos, pero no se quejaba de las muchas horas que trabajaba como su madre, ni hablaba demasiado de lo que sentía, a pesar de que siempre estaba dispuesto a tener una conversación seria si lo necesitabas. Tal vez Jongdae se parecía un poco más a su padre de lo que todos creían.

De vuelta a casa, Jongdae sintió una mano en el hombro, y pensó que sería su hermano, pero fue el rostro de su padre el que encontró al girarse.

-¿Estás bien? -le preguntó, sin más, y ante la mirada atónita de Jongdae, apartó la mano y continuó-. Llevas todo el día demasiado callado.

Jongdae siguió perplejo, sobre todo por el hecho de que fuera su padre y no su madre quien se había dado cuenta y quien le preguntaba, pero asintió rápidamente con la cabeza.

-Muy bien -dijo, y pensó rápidamente en una excusa-. Aunque tengamos estas minivacaciones, es difícil dejar de pensar en las toneladas de trabajo que me esperan cuando vuelva a la uni...

-Tranquilízate -le dijo el hombre, mirando hacia delante-. Lo has hecho muy bien hasta ahora, y seguirás haciéndolo bien. Todos confiamos en ti.

-Gracias -dijo Jongdae tras una pausa, porque no sabía qué otra cosa decir, y volvía a tener el corazón en la garganta. Su padre le volvió a poner la mano en el hombro y se adelantó para abrir la puerta de su casa, dejándolo ahí con la boca abierta.

Su hermano se acercó desde atrás, y probablemente lo había escuchado todo, porque le dijo:

-Aunque nuestra madre te repita una y otra vez lo orgullosa que está de ti por estar en una buena universidad y por tener buenas notas, te querría igual si no lo fueran, siempre que tú seas feliz y lleves las riendas de tu vida -le aseguró, pasándole el brazo por los hombros-. Lo más importante es que seas feliz, Jongdae, no te vayas a quedar calvo antes de acabar la universidad.

-Quiero que esté contenta -musitó Jongdae, callándose los otros tantos motivos por los que creía que resultaría ser una decepción para su madre.

-Lo bueno de la mayoría de las familias es que, puede que a veces les lleve algo de tiempo, pero acabarán siendo felices sólo con verte feliz, aunque... de repente cambies los planes que tenían para ti, o no comprendan algunas de tus elecciones -dijo, y Jongdae casi se atragantó con su propia saliva, porque Jongdeok lo miraba como si lo supiera todo, pero sonreía, y le pasó una mano por el pelo para revolvérselo-. ¡Así que no te preocupes más! ¡Con esta frente no puedes permitirte quedarte calvo o tu cabeza parecerá un helipuerto!

Intentó reírse con sinceridad, pero el dolor de estómago parecía estar retorciéndole las entrañas sólo con pensar que alguien de su familia podía saberlo, y supo que necesitaba decirlo o mantenerlo en secreto lo iba a destrozar por dentro, porque ya sentía que estaba a punto de romperse. Necesitaba reír, bromear abiertamente con su familia y hacer que la distancia que él mismo había interpuesto entre ellos desapareciera. Pensó en el consejo que le había dado a Joonmyun.

«¿Por qué ibas a querer conservar a esas personas junto a ti, si no son capaces de quererte o aceptarte por seguir siendo quien eres, con la única diferencia de que ahora saben que quieres besar a chicos? Tienes que vivir tu vida por ti, no por ellos.»

Le había resultado muy fácil decirlo entonces, pero se trataba de su familia, y jamás podrían serles indiferentes. No soportaría ver el ceño fruncido que la madre de Joonmyun puso al verlo en el rostro de su madre, o la decepción en los ojos de su padre, pero tampoco soportaría mucho tiempo más la presión de seguir saliendo por la tangente cuando su madre le preguntaba cuándo traería una novia, o tener que continuar reprimiendo sus pensamientos delante de ellos por miedo a que lo traicionaran.



Su teléfono sonó justo cuando estaba ayudando a secar y recoger los platos limpios a su madre después de comer, al día siguiente. Se secó las manos con un paño rápidamente y se sacó el móvil del bolsillo.

-Jongdae -escuchó la voz de Joonmyun, y sonaba congestionado, como cuando tienes un resfriado terrible. Jongdae se pasó la lengua por el labio inferior, le dijo a su madre que era un amigo y que volvería enseguida y salió de la cocina.

-¿Qué ocurre, hyung? -preguntó, preocupado. Procuró no levantar demasiado la voz.

-Nunca he estado en Siheung -dijo, y se aclaró la garganta con un carraspeo.

Jongdae arqueó las cejas. ¿A qué venía eso?

-Bueno, tampoco te pierdes nada, yo...

-Me gustaría visitarte. Si puede ser -explicó Joonmyun-. Ver Siheung.

-Pero... -Jongdae vaciló. Por un lado le encantaría que Joonmyun estuviera ahí, porque lo echaba de menos pese a que las vacaciones de Chuseok eran muy cortas, por otro lado...-. No hay nada en Siheung, te lo aseguro. Ni punto de comparación con Seúl...

-Quiero que tú me lo enseñes -musitó Joonmyun, y le tembló la voz.

Jongdae apretó los labios. No era normal que Joonmyun fuera tan exigente, tenía que tener una buena razón para pedirle esto, así que Jongdae no lo pensó mucho más.

-Hyung -dijo-. ¿Ha pasado algo?

Tras una pausa, Joonmyun contestó.

-Necesito salir de aquí.

Era tal la desesperación en su voz que Jongdae no necesitó oír más.

-Puedes quedarte conmigo hasta que acaben las vacaciones, si quieres -le dijo-. ¿Cuándo llegas?

-Cojo algo de ropa y salgo ya mismo.

-Vale. Coge la línea 4 hasta Oido, sal por la salida 3 de la estación. Te esperaré ahí -indicó-. Y, hyung... mis padres no saben que...

Por alguna razón, se le formó un nudo en la garganta y no pudo continuar, pero Joonmyun comprendió a la perfección.

-Soy sólo un amigo.

Una parte de Jongdae se tranquilizó, pero fue una parte minúscula en comparación con el nudo de su garganta, que no disminuyó en absoluto.

El paseo marítimo de Oido en septiembre aún estaba lleno de gente, en realidad, no se llegaba a vaciar nunca, como cualquier calle relativamente grande en Corea. Joonmyun paseaba a su lado. La brisa marina le revolvía el pelo, ahora más corto y negro de nuevo, para sorpresa de Jongdae cuando lo había visto salir del tren. De vez en cuando se acercaba más de lo que debía y los dorsos de sus manos se rozaban.

Habían dejado las cosas de Joonmyun en su casa, y la madre de Jongdae propuso sacar el futón que tantas veces había usado Baekhyun para que durmieran en la habitación de Jongdae, ya que la de Jongdeok estaba ocupada. Joonmyun tenía unos modales ejemplares con los mayores, se inclinaba noventa grados, ofrecía ayuda y sonreía tanto como podía, con lo que, por supuesto, la madre de Jongdae ya lo adoraba a pesar de no haber pasado ni quince minutos con él.

Sin embargo, ahora no sonreía.

-Poco después de mandarte los primeros anónimos, les confesé a mis padres que soy gay -dijo, cuando Jongdae lo desvió hacia la izquierda, hacia el famoso faro de Oido-. No se lo tomaron demasiado bien, pero nunca pensé que me arrepentiría, porque por fin podía ser yo mismo a su alrededor también, no ser una persona cuando estaba fuera de casa y otra diferente cuando estaba con ellos. Mi hermano me aseguró que tenía su apoyo, pero él ya no vive en casa. Mi padre apretó los labios, no le dio importancia y a partir de ese momento, ignoró por completo el tema. Mi madre hizo casi lo mismo... hasta que viniste conmigo a casa, cuando fuimos al río Han.

El ceño fruncido de la mujer al mirarlo por la ventana cuando estaba esperándolo en el pequeño jardín se dibujó ante sus ojos. Jongdae lo recordaba tan bien como esos cuadros que sólo ves una vez en la vida, en un museo al que no volverás nunca, pero se te graban a fuego en la retina. Abrió la boca para hablar, pero no sabía qué decir, no le salían las palabras.

-No es culpa tuya en absoluto -le aseguró Joonmyun-. No hiciste nada más que esperarme en la puerta, al fin y al cabo, pero mi madre ató cabos y desde ese mismo instante empezó a recriminarme todo lo que cree que estoy haciendo mal en la vida. Está segura de dos cosas, de que «sólo estoy pasando por una fase» y de que no hago más que cometer un error tras otro.

-¿Sólo una fase? -preguntó Jongdae, nervioso.

Ya habían llegado al faro. Rodearon la base hasta llegar a la entrada, pero en lugar de dirigirse a la taquilla, se sentaron en un banco cercano que había libre. El horizonte estaba lleno de gaviotas, y pronto atardecería.

-Eso es lo que me ha dicho siempre, desde el primer día -explicó Joonmyun, y se pasó la lengua por los labios, ya enrojecidos de por sí-. «Esto es algo pasajero, pronto te darás cuenta de tu error y volverás a la normalidad». No dejé que me afectara, hasta cierto punto. Quizá por eso estaba tan desesperado por estar con alguien, por querer y que me quisieran, o quizá sólo quería experimentar, o estaba confundido... no lo sé. Lo que está claro es que ni siquiera estaba seguro de mí mismo, y tal vez quería reafirmar mis sentimientos. Pero ahora... -dijo, y le puso la mano en la rodilla a Jongdae, que notaba un leve zumbido de pánico en los oídos-. Ahora que estoy cómodo conmigo mismo y seguro de lo que siento, tiene a alguien a quien atacar, no deja de decirme que no entiende por qué no puedo cambiar, que contigo... que siendo así sólo seré infeliz y... Me resultaba imposible seguir allí. Ni un minuto más.

Jongdae colocó su mano sobre la que Joonmyun había apoyado en su pierna y la apretó, porque como de costumbre, ni sabía qué palabras utilizar para tranquilizarlo, ni podía intentar proporcionar calma cuando él mismo sentía que llevaba una tormenta en su interior.

-Hoy han invitado a unos amigos a comer. Mi madre se ha asegurado de que vinieran con su hija, Joohyun. Es una chica de mi edad con la que fui al colegio, hace tiempo que perdimos el contacto. Jonghyun la llamaba «repollo» cuando éramos pequeños -dijo Joonmyun, sonriendo-. Las indirectas de mi madre en la mesa... Ha sido una pesadilla. Joohyun siempre ha sido tímida, y la miraba frente a mí... estaba tan roja que creía que la cabeza le iba a explotar. Mi propio padre estaba sofocado. Me he levantado de la mesa y le he pedido a mi madre que por favor, dejara de hacernos pasar vergüenza a todos, que si tenía algún problema podíamos hablarlo después de comer. ¿Sabes qué ha dicho? -preguntó, y la sonrisa seguía en su rostro, triste, resignada. Jongdae negó con la cabeza. No lo sabía, y tampoco sabía si quería oír las palabras que diría a continuación-. «La única vergüenza de esta casa eres tú». Y ojalá esa fuera la peor de las cosas que ha dicho hoy...

Jongdae pensaba que después de tantos años de esperar lo peor de su propia situación estaría preparado para cualquier cosa, pero las palabras fueron como un martillazo para él. Sin embargo, con una persona devastada ya tenían suficiente, así que Jongdae respiró hondo e intentó pensar en qué diría Baekhyun, que siempre tenía palabras de ánimo y sonrisas dispuestas, en esta situación.

-Estoy seguro de que no lo decía en serio -dijo, poniéndole una mano en el hombro y luchando por creerse sus propias palabras. Entonces recordó lo que Jongdeok le había dicho la noche anterior-. Puede que ahora no lo sepa, pero lo mejor que puede esperar una madre es ver que su hijo es feliz y querido, da igual por quién.

-Lo que ha dicho... Piensa que necesito su permiso. Su aprobación, para querer a quien yo quiera. No entiende que no tiene nada que ver con ella -siseó Joonmyun, con frustración y cansancio en la voz.

-Lo entenderá -aseguró Jongdae, entrelazando los dedos con los de Joonmyun-. Dale tiempo. Lo entenderá.

El miedo que le había atenazado desde que empezó a darse cuenta de que algún día tendría que ser sincero con sus padres apretó un poco más sus garras, y Jongdae se forzó a olvidarlo por el momento.

-Ven -dijo, y tiró de la mano que tenía Joonmyun-. Puedes preocuparte de eso más tarde. Las vistas desde el faro no son espectaculares, pero si se hace de noche sí que no veremos nada. ¿Quieres subir?

Joonmyun asintió, así que entraron a la tienda, pagaron la entrada y subieron las escaleras hasta el mirador. No había mucha gente arriba, otras dos parejas y un extranjero que hacía fotos aprovechando los últimos rayos de luz. Sólo se veía el mar gris y a lo lejos, Incheon. Definitivamente nada espectacular, pero Joonmyun aspiró y espiró la brisa del mar unas cuantas veces, con los ojos cerrados, y cuando volvió a abrirlos parecía más tranquilo.

-Sólo quiero vivir mi vida, Jongdae -murmuró-. Por eso te dije que lo que sentía no iba a cambiar... No me refería a lo que siento por ti. No sólo a eso, al menos. Me refería a que lo que siento, sobre mí mismo, no va a cambiar.

-Yo estoy conforme con tus elecciones, siempre que seas feliz -respondió Jongdae-. Y mi sonrisa es muy contagiosa, así que te recomiendo que me elijas a mí -dijo, y sonrió hasta que prácticamente se le cerraron los ojos y le dolieron las mejillas.

Al principio Joonmyun lo miró con los ojos de par en par, como si hubiese dicho algo que no debía, y Jongdae empezó a preocuparse un poco, pero su truco acabó por surtir efecto, porque Joonmyun le devolvió la sonrisa y pareció que sus hombros soportaban menos peso. Observaron el horizonte un rato, mientras el sol se ponía, y entonces Joonmyun se fijó en los candados que colgaban de la valla del mirador.

-¿Y eso? -preguntó, señalándolos.

-Ah, creo que hace un tiempo empezaron a adoptar la misma costumbre de la torre Namsan -explicó-. Baekhyun quería venir en el último año de instituto a poner un candado en el que había escrito «Baekyung y Taengoo» porque pensaba que así... Kim Taeyeon aparecería en su puerta, o algo así -concluyó, con una risa entre dientes.

-¿Taeyeon? -preguntó Joonmyun-. ¿Esa no es la líder de SNSD?

-Exacto. Y sigue conservando esperanzas de que es posible que algún día la conozca por casualidad y la conquiste con su innegable encanto. Ella lo llevará a dar paseos en su descapotable y él la recogerá... con su bicicleta.

Joonmyun se rio de corazón por primera vez en toda la noche.

-Bueno, quién sabe... -dijo, y movió la pelvis para chocarla suavemente con la de Jongdae-. A veces, aunque las esperanzas sean bajas, la vida te sorprende. ¡Y una bicicleta puede ser muy romántica!

Jongdae se echó a reír, y entonces Joonmyun se dio la vuelta, le pidió que esperara ahí y bajó por las escaleras, de nuevo hacia la tienda. Jongdae lo esperó, apoyado de espaldas en la barandilla. Cuando Joonmyun volvió a aparecer, iba sacando algo de una bolsa de la tienda.

-¿Pero qué es esto? ¿No llevamos ni la mitad de los cien días de rigor y ya quieres sellar nuestro amor? -preguntó Jongdae, con las cejas arqueadas, riendo.

Joonmyun se lo enseñó. Era un candado con forma de oso, de color rosa, el que vendían para las niñas que venían al faro, llenas de sueños. La inscripción decía «Everything will be alright», «todo irá bien» en inglés, y Joonmyun debía de haber pedido un rotulador en la tienda para escribir sobre la frase dos jotas mayúsculas.

-No quiero sellar nada -respondió Joonmyun, sonriendo-. Es una promesa que quiero hacer conmigo mismo.

-¿Secreta?

-Secreta -dijo, cerrando el candado en una de las barras del mirador y sonriendo como si todo el dolor de ese día sólo hubiera sido una pesadilla.

Jongdae decidió hacer su propia promesa consigo mismo cuando el candado se cerró, aunque no supiera cuándo iba a ser capaz de cumplirla.

A las siete y media, con el sol ya oculto, después de ver el faro iluminado y de que Joonmyun insistiera en que se hicieran un par de fotos juntos que salieron movidas al no haber luz suficiente, volvieron caminando a casa de Jongdae, de nuevo por el paseo. Joonmyun se tocó el estómago.

-Con el espectáculo de la comida apenas he probado bocado, y ahora me muero de hambre. ¿Hay algún sitio donde podamos cenar? -preguntó, y señaló hacia los restaurantes de marisco y pescado del paseo-. ¿Alguna especialidad de Siheung?

Junto al paseo de suelo rojo y verde que guiaba hacia el faro, los carteles de las decenas de restaurantes eran de colores aún más vivos, hechos para atraer la atención. Los dueños de los establecimientos tenían tanques de agua en la entrada, llenos de almejas, ostras y todo tipo de marisco, para mostrar que su mercancía era fresca.

-Cocinar almejas vivas no es mi cosa favorita en el mundo -dijo Jongdae, con los labios arrugados-. Además, estos restaurantes son carísimos.

-El dinero no es problema... -comenzó a decir Joonmyun.

-En serio, la cocina de mi madre no tiene nada que envidiarle a la de estos restaurantes -le aseguró Jongdae, y le tiró del brazo para que caminara más rápido. A Jongdae también se le había despertado el hambre-. ¡Y así yo puedo prepararte mi especialidad!

-¿Tu especialidad es arroz frito con kimchi? -se burló Joonmyun, mirando por encima de su hombro cómo Jongdae cortaba el kimchi y preparaba la arrocera.

-Ya verás, nunca has probado un arroz con kimchi como este -dijo Jongdae, orgulloso, y Joonmyun se quedó junto a él, de pie, esperando que alguien le dijera en qué podía ayudar.

La madre de Jongdae, que había salido con Hana al mercado y luego había ido a llevarla con sus padres, que cenarían en casa de un amigo de Jongdeok esa noche, entró en la cocina en ese momento. Le sonrió a Joonmyun, quien le hizo una reverencia, y se acercó enseguida a ver qué hacía Jongdae.

-¿Traes a tu amigo a tu ciudad y sólo le vas a ofrecer arroz con kimchi para cenar? -exclamó, indignada-. No si yo puedo evitarlo -dijo, y dejó las bolsas con la compra que había traído sobre la cocina.

Sacó una bolsa de almejas, una hortaliza blanca que parecía una patata muy larga y que Joonmyun miró con curiosidad, y unas cuantas hojas redondas, del diámetro de un plato grande. Después, hizo que Jongdae se apartara de los fogones.

-Jongdae, tú ayuda a Joonmyunnie a lavar, pelar y cortar el loto -le ordenó, y se pusieron manos a la obra-. Yo pondré el arroz en la arrocera, que siempre te quedas corto de agua. Y voy a dejar arroz para hacer yeonbap mañana, ¿os parece bien?

-Perfecto -respondió Jongdae, y movió las raíces de loto hacia el fregadero.

-¿Qué es yeonbap? -preguntó Joonmyun, mientras lavaba con cuidado la hortaliza blanca, que era raíz de loto.

-Es arroz envuelto en una hoja de loto -le dijo Jongdae, pelando con rapidez la raíz. La raíz de loto frita era uno de los platos favoritos de su padre, y Jongdae había ayudado muchas veces a su madre a prepararlo.

-¡Es un plato típico de Siheung! -explicó su madre, mientras metía las grandes hojas de loto en un cuenco para dejarlas en remojo-. ¿Nunca has probado el loto, Joonmyunnie?

-La verdad es que no -respondió.

-Seguro que te gustará -dijo la mujer-. Tenemos muchos platos con loto aquí. Jongdae se volvía loco de pequeño cuando preparaba yeonbap, ¿sabes? Le encantaba cortar la hoja para descubrir el arroz dentro.

-Me sigue encantando -dijo Jongdae, riendo, y después le indicó a Joonmyun cómo cortar el loto en rodajas finas.

Pasaron una hora cocinando, y para cuando llegó el padre de Jongdae, toda la comida estaba en la mesa. Jongdae había preparado su arroz con kimchi con mucho esmero, y Joonmyun se aseguró de demostrar que era una delicia.

-¿Cómo conociste a Jongdae, Joonmyunnie? -preguntó su madre de repente, cuando ya casi no quedaba comida en los platos-. Siempre habla de Baekhyun, pero nunca te había mencionado a ti. ¿Os conocéis desde hace mucho?

-Lo conocí este año, mamá -dijo Jongdae, y recordó que no había mencionado las clases particulares porque no quería que su madre supiera que le iba mal en una asignatura-. Me ayudó con Escritura Creativa, la de las últimas notas que supe.

La madre de Jongdae asintió con la cabeza, indicando que lo recordaba.

-En el Consejo Escolar me asignaron como tutor de Jongdae para echarle una mano con esa asignatura -explicó Joonmyun-. Y... la verdad es que todo ocurrió como una casualidad -dijo, y giró la cabeza para mirar a Jongdae un segundo, sonriendo-, pero Jongdae me ha acabado ayudando mucho más a mí que yo a él. Supongo que está de más que se lo diga, pero su hijo es una persona genial.

La mujer lo miró, complacida, y asintió con la cabeza.

-¡Lo sé, lo sé mejor que nadie! -exclamó, y le sonrió a Jongdae con cariño antes de volver a mirar a Joonmyun-. Y... si no es indiscreción preguntar... -comenzó-. ¿Por qué no estás pasando las vacaciones con tu familia?

Jongdae no sabía si debía intervenir, pero Joonmyun sonrió y contestó con educación.

-Además de limpiar las tumbas para el Seongmyo, y de mostrar los respetos a nuestros antepasados en sí, mis padres no siguen las tradiciones de Chuseok, son unas vacaciones más. No les preocupa que no esté allí -respondió-. Espero no ser una molestia.

-¡No, no, en absoluto! -se apresuró a decir la mujer-. A mí me encanta tener la casa llena de gente, ahora que mis hijos no están conmigo, ¡cuantos más mejor!

-Nunca había venido a Siheung, tenía curiosidad, y Jongdae me dijo que usted prepara la mejor comida en Chuseok -dijo Joonmyun, y levantó un trozo de raíz de loto con los palillos-. Y si tengo que juzgar por este plato, tiene toda la razón.

La madre de Jongdae se echó a reír, encantada, y Jongdae resopló con una sonrisa. Cursi.

-¡Me gusta este amigo tuyo, Jongdae!

-Espera a probar el yeonbap mañana, entonces -dijo el padre de Jongdae, hablando por primera vez, y cogió la última raíz-. Es cierto eso que dicen de que a un hombre se le conquista por el estómago.

-Sí, y el arroz con kimchi de Jongdae también está delicioso -alabó Joonmyun, mirándolo a los ojos.

Jongdae le sostuvo la mirada, sólo un segundo, y luego sonrió, petulante.

-Te dije que era mi especialidad.

-Yo doy gracias a Dios por la existencia de Chuseok -contó su madre-. ¡O mis hijos no vendrían nunca a ver a su pobre madre! ¡Siempre están liados con su trabajo, su universidad, su periódico, y no se acuerdan de que nosotros estamos aquí, pensando sólo en ellos! -Jongdae siguió sonriendo, pero apretó un poco el puño sobre la mesa. Él nunca dejaba de pensar en ellos, no había un día en que no pensara en ellos y en cuánto deseaba llamarlos y poder hablar sin miedo a que se le escapara algo que no debía-. Cuando os hagáis mayores y tengáis vuestros propios hijos os daréis cuenta, al final, la familia es lo que siempre tendrás contigo.

Jongdae notaba un horrible peso en la garganta así que carraspeó, asintió con la cabeza, sin saber qué decir. De nuevo, consideró por un momento soltarlo, como una bomba, para poder olvidarse del miedo por fin, pero...

-Le aseguro que Jongdae siempre los tiene presentes -intervino Joonmyun, poniéndole una mano en el hombro-. No siempre lo vemos claro, pero... en el fondo sabemos que el amor de una madre es incondicional.

Joonmyun sonreía porque los padres de Jongdae estaban delante, pero esa noche, cuando se tumbó en el futón extendido junto a la cama de Jongdae, dio vueltas durante horas, sin poder dormir, hasta que Jongdae se tumbó a su lado.

-He apagado el móvil esta mañana, en cuanto he salido de casa, porque no quería tener que recibir llamadas suyas, exigiéndome saber dónde estoy, exigiéndome que vuelva a casa y que deje de avergonzarla -le susurró, y levantó un brazo para que Jongdae se apoyara en su hombro-. Acabo de encenderlo ahora.

Alzó el otro brazo para enseñarle la pantalla a Jongdae. No había ni un mensaje, ni una sola llamada perdida.

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