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Kyungsoo se agarra al poste cuando el autobús da un envión hacia delante para mantenerse en equilibrio. El autobús está lleno y ya está sudando, pero no puede hacer nada. Tiene que hacer la compra y él también necesitaba salir antes de volverse loco. Jongin le causa semejante abanico de emociones que siempre se queda confuso y tambaleante. Al menos así sale de ese ambiente, aunque sólo sea un rato. También es agradable ver a otra gente, aunque sean completos desconocidos. Las llamadas a Baekhyun no pueden sustituir la compañía de un rostro amigable y Kyungsoo lo echa de menos. Cuando vivía con Wufan, Baekhyun lo visitaba con frecuencia y es en momentos como este cuando más lo echa de menos. Lo llamará después.
La tienda no está tan llena como el autobús, pero hay mucho ajetreo y Kyungsoo tiene que abrirse paso con su carrito para encontrar todos los productos que hay en su corta lista. Tarda más en pasar por caja que en hacer la compra en sí, pero pronto está volviendo a casa, con las bolsas agarradas. Cada paso más cerca de la casa hace que su estómago dé un vuelco más fuerte y cuando llega a su parada, siente náuseas. Kyungsoo se queda en la puerta de entrada, siente un cosquilleo en los dedos donde se le ha clavado el plástico de las bolsas y tiene los brazos cansados de cargarlas tanto tiempo. Las deja en el suelo con suavidad mientras busca la llave cuando la puerta se abre sola.
Sorprendido, Kyungsoo da un paso atrás mientras Jongin sale lo justo para coger las bolsas del porche y meterlas en la casa. Kyungsoo lo sigue, pero no dice ni una palabra cuando Jongin las deja encima de la repisa de la cocina y se vuelve a su habitación. Cinco minutos después, Kyungsoo sigue mirando hacia el pasillo, hacia la puerta cerrada de Jongin, paralizado por el shock. En lo que respecta a disculpas, esa había sido bastante inesperada, pero muy bienvenida.
Kyungsoo está ocupado preparando la cena cuando oye pasos y levanta la cabeza a tiempo de ver a Jongin entrar a la cocina. Parece tímido, como un niño asustado de una reprimenda que está al caer, y Kyungsoo siente que su corazón se reblandece. No puede ni imaginarse las cosas por las que habrá pasado Jongin, y lo hace sentirse culpable por haber sacado conclusiones tan apresuradamente, por haber abierto la boca cuando no debía.
-Quizá… tienes razón -murmura Jongin, con la vista fija en el suelo. Kyungsoo no está preparado para la tristeza que ve en los ojos de Jongin cuando se encuentran con los suyos tras otro minuto de silencio-. Si no te molesta… ¿a lo mejor podría salir más a menudo?
Hay cientos de cosas que quiere decir, como que no importa lo que él piense porque la casa es de Jongin y puede hacer lo que quiera, o que no debería dejar que lo que otros crean determine lo que él puede hacer, pero no le sale nada de eso.
-Por supuesto que puedes -dice, sonriéndole a Jongin para intentar que se relaje. Parece una cinta de goma a punto de desgarrarse ya de por sí, y Kyungsoo no quiere por nada del mundo arruinar este progreso-. ¿Quieres ayudarme con la cena?
Jongin sonríe al asentir, y Kyungsoo cree que es hermoso.
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Sacar a Jongin de su cascarón es un proceso lento, y Kyungsoo ve la rigidez de la rabia en su rostro antes de que se derrame de sus labios en forma de palabras que duelen más de lo que podría doler cualquier acción. Hace lo que puede por tomárselo con calma, por no ofenderse cuando Jongin le dice que no merece la pena estar con él antes de marcharse enfurecido, o cuando lo mira con ojos fríos como si fuera menos que nada. Kyungsoo intenta protegerse tras una armadura, dejar que todo le resbale sin efecto alguno porque está seguro de que el comportamiento de Jongin no es más que un mecanismo de defensa, pero eso no impide que el dolor lo invada cuando está en la cama y las pesadillas le desgarran la mente con tanta crueldad como un cuchillo de sierra contra un papel. A veces, la única forma que tiene de soportarlo hasta el amanecer es sujetar la fotografía de su madre con dedos temblorosos.
El cielo matutino está cubierto, pronto lloverá y Kyungsoo no puede salir al jardín a cuidar las rosas. Cuando no tiene algo en lo que centrarse y con lo que distraer su atención, la oscuridad empieza a invadirlo otra vez. Jongin le había gritado la noche anterior, había roto una lámpara contra la mesa antes de encerrarse en su habitación. Había respondido a una simple pregunta sobre su vida con violencia y palabras hirientes, y cada ataque empezaba a doler más. No era la primera vez que Jongin reaccionaba con agresividad sin previo aviso, pero seguía haciendo que el corazón se le desbocara en el pecho, seguía aterrorizándolo.
Kyungsoo se sorprende de ver a Jongin apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa de disculpa dibujada en los labios. Pero a Kyungsoo no le importa lo arrepentido que parezca si sigue haciendo lo mismo una y otra vez. Declara sus intenciones de ser una persona mejor sólo para volver a la crueldad al minuto siguiente. Es agotador intentar tolerarlo y Kyungsoo no le devuelve la sonrisa. No le quedan energías.
-¿No has dormido bien? -Hay preocupación en la voz y en los ojos de Jongin, pero Kyungsoo lo ignora.
-No. -Su tono es cortante y frío, y no levanta la vista de la taza de café que lleva en la mano. A Kyungsoo no le gusta demasiado el café, pero necesita la cafeína para mantenerse alerta.
-¿Puedo preguntarte…? -Jongin da un paso adelante y se queda quieto, callado durante un momento-. A veces gritas en sueños.
No se le escapa la implicación de que Jongin está en el piso de arriba, junto a su habitación, pero ya hablarán de eso en otro momento.
-Tengo pesadillas -admite en voz baja.
-¿Más de una?
-¿Por qué? -Kyungsoo mira a los ojos a Jongin, con el ceño fruncido mientras intenta que la genuina preocupación del rostro de Jongin no le afecte-. ¿De repente te importa?
-Ya, ya lo sé -concede Jongin-. Siempre la estoy cagando. Es sólo que… incluso antes, antes de todo esto -dice, y señala con un gesto la mitad de su cara llena de cicatrices-, ya era un gilipollas. Tampoco te habría gustado por aquel entonces.
-¿Por qué no me habrías gustado? No podrías ser peor que ahora. -Kyungsoo casi se arrepiente de sus palabras, pero a estas alturas está demasiado cansado de batallar como para seguir siendo educado.
-Tenía menos genio, sí, pero seguía siendo un gilipollas. Era la persona más arrogante del mundo y me aseguraba de que todo el mundo lo supiera. Pensaba que el mundo me debía algo y que el resto de personas existían sólo para mi placer. Te habría follado y por la mañana habría desaparecido. Eso es lo que era.
Esa información deja a Kyungsoo sorprendido y parpadea un par de veces.
-¿Crees que soy lo suficientemente atractivo como para acostarte conmigo? -La voz le sale aguda y se le sonrojan las mejillas.
-¿En serio eso es todo lo que sacas de lo que te he dicho?
-Bueno, no todos los días me halagan, aunque sea disimulado con un insulto.
-No es mi intención insultarte. Sólo quiero que sepas que nunca he sido una buena persona. No sé cómo serlo.
-Pues puedes empezar por no romper nada más. Tener las manos llenas de trozos de cristal no es lo que yo considero diversión, exactamente.
-Eso puedo hacerlo.
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Cada vez que Jongin mira a Kyungsoo intenta encontrar ese algo que lo atrae como a una polilla la luz. Cree que tal vez es su sonrisa, la forma en que sus suaves labios se estiran hasta formar casi un corazón porque no pueden evitarlo. O quizá es porque es cuidadoso con cada cosa que hace y nunca es egoísta. Y también está su risa cantarina, y sus ojos expresivos y la deliciosa comida que prepara. Hay demasiado donde elegir y se da cuenta con horror de que se está enamorando de Kyungsoo, con demasiada intensidad y demasiado rápido.
Nunca se ha sentido tan cómodo con nadie, ni siquiera antes del accidente, y por un momento el miedo a ser abandonado lo paraliza. ¿Se cansará Kyungsoo de él al final y lo dejará? ¿Acabará por ahuyentarlo con su mal genio?
Es todo o nada, y Jongin tiene demasiada experiencia con la nada como para pasar por eso otra vez.
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-¿Cómo es posible que estés tan moreno si nunca sales? -se queja Kyungsoo mientras empuja a Jongin por la puerta trasera.
El sol le da en la cara y Jongin cierra los ojos mientras intenta forcejear con el hombre que hay tras él. Ni siquiera recuerda la última vez que salió de casa, mucho menos la última vez que estuvo en el jardín abandonado, pero Kyungsoo lo obliga de todas formas. Jongin aún sigue sopesando si le gusta este plan o no. Los firmes dedos que empujan su espalda lo mantienen quieto, el contacto le recuerda otra vez cómo fue sostener las manos de Kyungsoo con las suyas y el pulso se le acelera. Jongin se da la vuelta rápidamente, pasa junto a Kyungsoo, que lo mira con ojos como platos mientras vuelve a la seguridad de la casa.
Escucha el suspiro derrotado tras él y el estómago de Jongin se encoge porque sabe que ha decepcionado a Kyungsoo. Es algo que hace a menudo, y aunque Kyungsoo no diga nada, se ve claramente en su rostro. Es como un libro abierto, cada emoción es evidente en sus bellos rasgos, y Jongin muere un poco cada vez que ve cualquier cosa que no sea felicidad en ellos. Sobre todo si él es la causa.
Pensándolo mejor, espera un poco antes de salir de nuevo para disculparse, pero entonces suena el timbre, retumbando en las paredes de la casa vacía, y Jongin se aprieta contra la pared, encontrando refugio en la sombra del pasillo. Kyungsoo se tambalea por la cocina, con la ropa llena de tierra y una mancha en la mejilla mientras llega a la puerta. Momentos después, Jongin oye un sonido de sorpresa y una voz profunda que está seguro de que no reconoce.
La curiosidad y el miedo luchan en su cuerpo, sus manos tiemblan por la necesidad de ver con quién está conversando Kyungsoo en el salón. Pasan un par de minutos hasta que el instinto de esconderse se desvanece y recupera el control sobre sus movimientos, y se inclina para mirar desde detrás de la pared. Lo que no espera encontrar es a un hombre sentado muy cerca de Kyungsoo en el sofá, con el pelo cuidadosamente peinado y un aspecto que habría sido un digno rival de la antigua imagen de Jongin. Un profundo temblor de celos le llena el estómago y cierra los puños. Ese hombre está cogiendo la mano de Kyungsoo y la rabia inunda su sistema.
Kyungsoo es suyo.
La naturaleza volátil de Jongin lo está poseyendo y está a punto de entrar como una tromba en la habitación para sacar al hombre a rastras cuando Kyungsoo se aleja de él con el ceño fruncido, negando con la cabeza. Sus voces suben de volumen, pero no lo suficiente para que Jongin los oiga hasta que un estruendoso grito resuena por las paredes.
-¡Estás jugando a ser la niñera de un ermitaño violento!
-Perdiste el privilegio de interferir en mi vida hace mucho tiempo. -Kyungsoo está de pie, señalando a la puerta con un dedo tembloroso, como una orden silenciosa para que el intruso se marche. Jongin siente un vuelco en el estómago, y se queda quieto mientras el corazón le late frenéticamente en el pecho.
-Vuelve conmigo -suplica el hombre alto, y la forma en que la expresión de Kyungsoo se suaviza asusta a Jongin más que ninguna otra cosa. Se aleja, con una inestable mezcla de emociones que devastan su mente y su cuerpo. Cierra la puerta de su habitación y se deja caer al suelo, presionando sus ojos con las palmas de las manos para evitar que se le salgan las lágrimas. Por su mente pasan imágenes de la sonrisa de Kyungsoo, el sonido de su risa y la cálida presión de su piel suave contra la suya. Kyungsoo es la razón por la que se siente vivo, por la que siente que tal vez tenga un propósito además del baile que realiza para el público destrozado que es su reflejo distorsionado cada noche.
No puede perder esto. No puede perderlo a él.
La adrenalina corre por sus venas cuando sale de la habitación, desesperado. Se le revuelve el estómago y siente que está a punto de vomitar hasta que ve a Kyungsoo en la cocina, secándose las manos con una pequeña toalla antes de que se le caiga por la sorpresa. La necesidad lo supera, y envuelve a Kyungsoo con sus brazos para atraerlo en lo que parece más una presa que un abrazo. Hunde la nariz en su pelo oscuro, deja que el leve olor a champú barato lo invada y lo abraza más fuerte.
-No puedes dejarme -suplica, con la voz ronca y el cuerpo tembloroso.
Tras un desgarrador minuto durante el que Jongin cree que va a recibir un rechazo, unos brazos más pequeños agarran su cintura y Jongin está a punto de sollozar de alivio.
-No me voy a ir a ninguna parte, Jongin. -Sigue sin soltarlo, en lugar de eso, Jongin deja que la tensión de sus músculos se libere y siente como su cuerpo se afloja. Básicamente, Kyungsoo es lo que lo mantiene en pie, acariciando de arriba abajo su espalda con una mano, con cuidado-. Me voy a caer -avisa con la voz aguda antes de que ambos caigan al suelo, dos cuerpos enredados.
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A veces Kyungsoo se olvida de que esto es un trabajo, un medio para que su padre siga recibiendo la ayuda que necesita para vivir el resto de sus días cómodamente. Cuando Jongin le sonríe como un niño, no se acuerda de las veces que ha tenido que obligarse a salir de la cama para limpiar las consecuencias de una pelea que seguía haciéndolo temblar de miedo. Una mano áspera, besada por el fuego, lo agarra y tira de él y Kyungsoo se centra en la calidez que asciende por su brazo y el ligero aleteo en la boca de su estómago. Es en días como este cuando se siente agradecido por tener la oportunidad de abrir los ojos de alguien que está haciendo lo mismo por él. Después de Wufan, no pensaba que fuera a tener fuerzas para que alguien le importara así otra vez, pero aquí está Jongin, radiante de felicidad mientras le vuelve a dirigir otra sonrisa a Kyungsoo que hace que le tiemblen las rodillas.
La belleza física no es nada comparada con la forma en que los ojos de Jongin se iluminan cuando está feliz de verdad. Metáforas profundas corretean por su mente, antiguos proverbios en los que nunca había pensado demasiado, hasta ahora. Cada pequeña muestra de cariño, cada acción deliberada que Jongin hace para expiar sus errores previos sólo lo hacen aún más atractivo y ahora Kyungsoo está aterrorizado por una razón completamente diferente.
Kyungsoo se siente al borde de un precipicio, a punto de caer a un abismo del que no podrá salir y cada día está más y más cerca. Hay ciertos momentos en los que la idea de dejarse caer le parece tentadora, pero también hay momentos en que la furia destella bajo la superficie de los ojos de Jongin, y él la ve. Cuando la mandíbula de Jongin se tensa y no le dirige la mirada, Kyungsoo se prepara para la explosión.
La mayoría de las veces, Jongin consigue controlarse antes de que pase nada, pero no siempre. Y por eso Kyungsoo se aferra a esa pequeña parte de sí mismo, esa parte que no desea caer en algo tan precario.
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-Para -ordena Kyungsoo, golpeando el dorso de la mano de Jongin con la cuchara. Jongin da un paso atrás, haciendo pucheros mientras mira la masa de galleta, su objetivo desde hace un rato. Es igual que un niño, y Kyungsoo cree que probablemente se deba a que se pasó toda su infancia real dando órdenes y siendo un consentido. Desde luego sigue siendo un consentido, pero está mejorando. Jongin intenta alcanzar la masa de nuevo y Kyungsoo gira hasta dejarla fuera de su alcance.
El progreso es lento.
-Paciencia -le dice, y momentos después pita el temporizador del horno-. ¿Lo ves?
Kyungsoo saca la primera hornada de galletas y las deja sobre la cocina antes de meter la siguiente bandeja. El olor de las pintitas de chocolate invade la cocina y le hace cosquillas en la nariz. Siempre le ha encantado cocinar, adora ver la cara de la gente al comer algo que él ha preparado, y Jongin es tan expresivo que prácticamente se le derrite el corazón.
Las galletas están calientes, pero Jongin insiste en que le gustan así y muerde una que casi se le deshace entre los dedos. Los labios se le manchan de chocolate y se le cierran los ojos mientras mastica lentamente. Kyungsoo tiene que tragarse el repentino nudo en la garganta porque la imagen que hay ante él es rotundamente erótica.
-¿Está buena? -consigue preguntar, a pesar de que la respuesta es obvia.
-Perfecta -le adula Jongin, y Kyungsoo se sonroja hasta los dedos de los pies. Los ojos de Jongin están fijos en él y de repente siente que la respuesta no se refería a la galleta.
Hay una línea que uno de los dos está a punto de cruzar cuando suena el timbre. Kyungsoo da un bote, sujetándose el pecho con una mano mientras Jongin se ríe de él.
-No tiene gracia -gruñe, y se va a abrir la puerta.
La masa de galleta está en peligro, Kyungsoo ve a Jongin lanzarse sobre el bol al girar la esquina, pero es una pérdida aceptable.
-Joonmyun -lo saluda con una sonrisa mientras invita al hombre a pasar.
-Hay algo que huele genial.
Kyungsoo suelta una suave carcajada.
-Siempre sabes cuándo dejarte caer por aquí.
Joonmyun sonríe aún más cuando entra directamente a la cocina, con Kyungsoo detrás, pero se queda clavado en la puerta, con los ojos fijos en Jongin y su expresión de culpabilidad porque Kyungsoo está regañándolo mientras pasa junto a Joonmyun.
-Estate quieto -le riñe, y le quita el bol a pesar de que ya falta una cuarta parte. El suspiro que suelta Kyungsoo es sólo para exagerar y Jongin lo sabe, y aprovecha la oportunidad para clavarle un dedo juguetón en el costado, a lo que el otro contesta con un palmetazo, riendo mientras Jongin se retira para esquivar el ataque.
Joonmyun sigue plantado en la puerta, con la boca abierta de par en par y el cuerpo congelado mientras los mira. Jongin considera adecuado meterle una galleta de chocolate recién hecha en la boca a Joonmyun cuando sale.
-Me alegro de verte otra vez.
Kyungsoo suelta una risita y Joonmyun sale del trance.
-¿Pero… qué le has echado a las galletas?
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Puede que vayan por buen camino, pero sigue siendo un camino confuso y estresante para Kyungsoo, que ahora también tiene que lidiar con sus emociones. Es la razón por la que las pesadillas no han cesado, por la que está yendo descalzo a la cocina a por un vaso de agua. Tiene la camiseta empapada de sudor y siente la lengua como si fuera de algodón, pesada y áspera en la boca. Se le escapa un poco de agua por la barbilla y se la quita con el brazo, inclinándose sobre la encimera. La superficie está fría contra su piel y se le cierran los ojos.
-¿Estás bien?
La repentina interrupción del silencio hace que Kyungsoo abra los ojos de golpe y se incorpora tan rápido que la cabeza le da vueltas. Pierde el equilibrio y está a punto de caerse, pero un par de brazos lo sujetan para mantenerlo en pie.
-Lo siento -se disculpa Jongin, su aliento acaricia la piel aún cubierta de sudor de Kyungsoo. La cercanía le acelera el corazón e intenta no mirar fijamente la boca de Jongin, porque está muy cerca de la suya.
-Sí -dice, alejándose de la comodidad del abrazo de Jongin y mirando al suelo-. Es sólo que no me esperaba…
-Ya. -El silencio se cierne sobre ellos y por primera vez en bastante tiempo, hay tensión. Jongin carraspea y suena fuerte, reverbera en la habitación y Kyungsoo levanta la cabeza-. ¿Alguna vez has ido al ballet?
Al negar Kyungsoo con la cabeza, Jongin sonríe y le coge la mano. Llegan hasta el sótano y Kyungsoo sólo puede pensar en cómo estaba antes, cómo los cristales rotos y la sangre llenaban el suelo de madera. Ahora la habitación está limpia, sólo se ven paredes sin pintar donde antes había espejos y el suelo está barrido y despejado. Los ojos de Kyungsoo se posan en algo en lo que no había reparado antes, que se le había pasado en su estado de pánico. Un enorme retrato de cuerpo entero está colgado en la pared y la pura elegancia del mismo lo deja sin aliento.
-E… ¿Ese eres tú?
Jongin sigue su mirada y asiente.
-Hace mucho tiempo. -Un momento de tristeza pasa antes de que Jongin se recupere y vuelva a sonreír-. ¿Quieres verlo?
-¿Ahora?
-¿Por qué no?
Kyungsoo no sabe nada de ballet, la técnica y la forma son conceptos totalmente desconocidos para él, pero al ver a Jongin deslizarse por la habitación con movimientos fluidos y ágiles, sabe que es perfecto. Jongin es perfecto. Es tan fácil ver la belleza de la danza, la belleza de Jongin cuando sus músculos se estiran y sus pies abandonan el suelo. Cada vez que Jongin está en el aire, Kyungsoo se olvida de respirar, se le escapa todo el oxígeno a pesar de que sabe que Jongin no va a marcharse volando, porque ahora mismo, parece que puede. Los músculos de sus brazos se tensan con cada movimiento preciso y lo está provocando, casi seduciendo cuando se mueve otra vez y amenaza con tirar de Kyungsoo.
La música se desvanece poco a poco, unas notas finales de piano flotan en el aire antes de que el silencio sea total y Kyungsoo no puede moverse. Se siente indigno de haber presenciado semejante belleza, algo tan increíblemente perfecto que le había llenado los ojos de lágrimas. Jongin está desenfocado frente a él, acercándose antes de que Kyungsoo pueda parpadear lo suficiente para enfocarlo de nuevo.
-¿Qué te ha parecido? -Jongin está sin aliento, sudado, y sus ojos brillan tanto que Kyungsoo casi se pierde en ellos.
-Guau -es todo lo que se le ocurre decir, porque su garganta no está cooperando demasiado y su cerebro ha decidido limitar su vocabulario a palabras de una sola sílaba. Jongin arquea una ceja y sus labios amenazan con curvarse en una sonrisa.
-¿Es un «guau» bueno o un «guau» malo? -pregunta, aunque es obvio que sabe la respuesta. Está provocando a Kyungsoo y éste siente el rubor en las mejillas.
Kyungsoo se encoge de hombros e intenta fingir que el corazón no está a punto de escapársele del pecho.
-Ha estado bien.
Jongin da un paso más hacia él, su calor corporal le llega como olas. Kyungsoo sigue clavado en el sitio y traga saliva, viendo cómo el otro hombre se lame los labios y siente como si todo se hubiera detenido. No es consciente de nada más aparte de que se está acercando a la boca de Jongin, o quizá es Jongin el que se acerca a él, pero sea como sea están en terreno peligroso. Kyungsoo extiende una mano, sus dedos rozan la parte delantera de la camiseta de Jongin justo cuando el aliento del otro le acaricia el rostro.
Oye un sonido ahogado, de fondo, que está desconcentrándolo. Está a segundos de besar al hombre que ha estado invadiendo sus pensamientos en todo momento y algo lo está distrayendo. Por fin identifica el sonido y su cerebro vuelve a funcionar. Kyungsoo suelta un suave «oh» y se retira.
-El teléfono.
Sólo hay dos personas que llaman por teléfono: Joonmyun, y es demasiado tarde para que sea él, y el hospital, por su padre.
Su padre.
Kyungsoo sube corriendo las escaleras y casi se tropieza con sus propios pies de camino al teléfono, que ha empezado a sonar otra vez.
-¿Diga?
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El hospital es justo como lo recuerda, paredes blancas y estériles y el olor a desinfectante fuerte en la nariz. Los recuerdos de su infancia le revuelven el estómago y se detiene un momento para aferrarse a la pared y así no caerse. Ver a su padre así, con una máquina llenándole de aire los pulmones y vías intravenosas hundiéndose en su piel, es tan similar a como estaba su madre que le cuesta respirar.
-¿Soo? -Una voz conocida le llama la atención y se encuentra cara a cara con Wufan.
-¿Qué… qué haces aquí?
-Al no poder contactar contigo, me llamaron a mí. ¿Estás bien? -Hay preocupación en la cara de Wufan y Kyungsoo sabe que es genuina, sabe que sigue importándole y eso ayuda a animarlo un poco. Consigue asentir suavemente y Wufan lo ayuda a incorporarse cogiéndolo del brazo-. Hey, ambos sabemos que no lo estás.
A Kyungsoo se le escapan las lágrimas, le caen por las mejillas antes de que pueda darse cuenta de lo que pasa. Wufan lo sostiene, le pasa un fuerte brazo por los hombros y lo atrae hacia sí. Ha perdido tanto en esta vida… y saber que podría estar a punto de perder a alguien más le duele más de lo que creía. Se deja consolar, permite que los sollozos salgan de su garganta cuando la extenuación por la hora y por todas las emociones lo superan, y ya casi no tiene energía para llorar.
-¿Necesitas un lugar donde quedarte? -ofrece Wufan. Kyungsoo lo mira y se le encoge el corazón. Hubo un tiempo en que habría dado lo que fuera por que Wufan lo mirara como ahora, pero parece que hace eones de eso. Es la misma mirada que le había lanzado cuando intentó que Kyungsoo se marchara de casa de Jongin para volver con él.
-Me voy a quedar aquí. No puedo dejarlo solo. -Cuando Kyungsoo vuelve a la habitación de su padre y se hace un ovillo en el sillón que hay junto a la cama, una mano cálida se posa sobre su hombro y Kyungsoo alza la vista para ver a Wufan a su lado.
-Yo también me quedo. Por ti.
Kyungsoo agradece la compañía, pero no puede evitar sentirse culpable porque sólo puede pensar en cuánto desearía que fuera Jongin el que estuviera aquí y no él.
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La casa siempre había estado vacía, Jongin era la única presencia constante entre las paredes sin vida que no ha hecho ningún esfuerzo por llamar suyas. Pero sin Kyungsoo, basta para volverlo loco. El hombre era un destello de luz, un millar de colores que llenaban cualquier habitación aunque sólo estuviera en ella un breve instante. No oye a Kyungsoo cocinar o poner la lavadora, no ve su silueta en el jardín cuidando las flores, su presencia no está donde debería estar.
Es insoportable.
Kyungsoo ha estado fuera cuatro días, junto a su padre después de que este sufriera un infarto. Jongin le había dado las llaves de su coche, que había estado aparcado en el garaje durante casi un año, y se marchó. Se marchó con un susurro agradecido y las lágrimas frescas en las mejillas.
Jongin no podía reprimir los pensamientos amargos que le invadían la mente, odiaba que su momento, su único momento, hubiera acabado arruinado. El control de su rabia que había conseguido mantener durante tanto tiempo se rompió. Las sillas estaban hechas añicos, había trozos de cristal de jarrones y marcos de fotos por todo el suelo. Se sentó en el centro de todo, con los hombros temblorosos mientras lloraba. Lo destruye por dentro y duele más de lo que pensaba. Sabe que Kyungsoo volverá, espera que vuelva, pero el terror le pesa en el estómago porque siente que la ha vuelto a fastidiar.
No debería haber intentado besarlo.
¿Qué iba a querer alguien tan alegre y tan positivo como Kyungsoo con un hombre tan destrozado? Jongin nunca podría ser lo que Kyungsoo necesitaba. Eso es lo que más odia. Le envenena la mente y lo único que puede pensar es en lo bien que Kyungsoo está sin él.
Y cuando se levanta por la mañana, con los ojos aún doloridos y entre los rugidos de su estómago, se pone a limpiar sus destrozos en lugar de comer. Por primera vez, se hace cargo de su propio caos. Su estómago protesta y acaba cortándose las manos un par de veces, pero se siente realizado. Le hace preguntarse qué sentiría Kyungsoo si pudiera verlo. Casi puede ver su rostro, su sonrisa dándole ánimos y sus ojos redondos haciéndole saber lo orgulloso que está. Una corriente de anhelo le recorre los músculos y la imagen se desvanece.
Kyungsoo no está aquí.
Jongin no baila esa noche, en lugar de eso, decide tumbarse en la cama de Kyungsoo y hundir la cara en su almohada. Huele a él. Si cierra los ojos, puede imaginarse a Kyungsoo junto a él, acurrucado bajo las mantas y asomando los ojos por encima de las sábanas juguetonamente. Se puede imaginar cómo sería tenerlo cerca, sentir su aliento en la cara y sus labios contra los suyos. Está tan perdido en su amor por Kyungsoo que no cree que pueda volver a encontrar la salida.
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Jongin abre la puerta de entrada y la corriente de aire matutino que se cuela en la casa le produce un escalofrío. El otoño se acerca. Sin embargo, lo que atrapa su atención es ver a Kyungsoo ahí de pie, mordiéndose el labio inferior y con los ojos como platos mientras se miran el uno al otro.
-Hey -dice Jongin dócilmente, esperando que no haya sonado demasiado desesperado.
-Hey -repite Kyungsoo, aún sin moverse-. Puedo… ¿Puedo pasar?
-Oh, claro -dice rápidamente, apartándose de la puerta para que el otro pueda pasar-. Lo siento.
La situación es incómoda y el aire a su alrededor resulta asfixiante. Kyungsoo no lo mira y va arrastrando los pies hasta que llega a las escaleras. Cuando se da la vuelta, parece que quiera decir algo, pero tras unos segundos vuelve a bajar la vista y Kyungsoo deja a Jongin ahí solo, con el corazón aleteándole en el estómago. Jongin no está seguro de qué esperaba exactamente para cuando Kyungsoo volviera a casa, pero no era esto. Esto duele.
-¿Cómo está tu padre? -le pregunta Jongin, rompiendo el silencio mientras ambos preparan juntos la comida. Intenta ignorar cómo Kyungsoo se encoge ante el contacto cada vez que están cerca.
-Los médicos dicen que se pondrá bien. -Kyungsoo se apoya en la encimera, con los hombros hundidos-. O al menos, tan bien como estaba antes.
-¿Has estado en el hospital todo el tiempo?
-No -contesta Kyungsoo, y se aclara la garganta-. Me quedé en casa de un amigo unos días.
-Oh.
Kyungsoo va con pies de plomo con Jongin durante días, sin mirarlo a los ojos y contestando sus preguntas con respuestas cortantes. No se tocan, no conversan y los momentos que compartieron quedan eclipsados por esta oscuridad de la que Jongin esperaba haberse deshecho ya. Siente que todo se le está escapando de entre los dedos y que no tiene poder para hacer que pare. Nunca se le ha dado bien tratar con la gente a nivel personal. Antes del accidente era un hombre superficial, y ninguna relación de las que había tenido había ido más allá de la piel. Esto, fuera lo que fuera lo que lo atraía hasta Kyungsoo, era mucho más y lo estaba volviendo loco. Sus dedos deseaban coger al otro hombre y preguntarle qué le pasaba por la cabeza, pero sabe que Kyungsoo seguiría callado.
El plato sucio que lleva en las manos cae, se le desliza entre los dedos húmedos y se hace añicos en el suelo, sacando a Kyungsoo de su ensimismamiento. Jongin lo mira a duras penas, su furia apenas contenida por la rigidez de sus hombros y su mandíbula apretada. Los ojos de Kyungsoo van de su rostro al suelo y de vuelta a su rostro.
-¿Has hecho eso a propósito?
-¿Por qué estás actuando así? -pregunta, ignorando lo que dice Kyungsoo.
-Jongin, el plato…
-¡No importa! -Jongin se aleja del fregadero, acercándose lentamente al hombre que está al otro lado de la habitación-. ¿Qué ha pasado?
¿Qué nos ha pasado?
-Nada -murmura Kyungsoo, pero la mentira es evidente en su cara.
-¿Es así como va a ser a partir de ahora, entonces? -escupe Jongin, alzándose sobre el hombre más bajo, que está mirándolo al pecho-. ¿Vas a cerrarte en banda, a dejarme solo otra vez?
-Yo no…
-¡Me hiciste creer que te importaba!
Kyungsoo levanta la vista, con los ojos y la boca muy abiertos.
-Me importas -susurra, y Jongin odia ver la honestidad en su gesto porque eso sólo empeora el dolor.
-¿Entonces por qué?
-Porque no es suficiente. -Kyungsoo retrocede un paso y extiende los brazos para que Jongin no pueda avanzar-. Estás tan acostumbrado a que todos te amen que dejas que tu orgullo y tu rabia manden sobre tus acciones, incluso ahora. Tu problema es que quieres el amor de todo el mundo y te vuelves loco cuando no lo consigues.
-Yo no…
-Acabas de romper un plato porque no te estaba mirando.
-¡He roto un plato para que te des cuenta de que existo otra vez! -Sabe que Kyungsoo puede ver lo mucho que está intentando no perder el control en sus puños temblorosos y en su cuerpo rígido. Lo está intentando, de verdad, pero la única cosa que desea con todas sus fuerzas está justo delante de él y no puede tenerla.
-¿Es eso lo que quieres? ¿Atención? -Los ojos de Kyungsoo se estrechan y se cruza de brazos-. Bien. Ya la tienes.
-Eso no… Todo esto está mal. -El cuerpo de Jongin se relaja y se pasa los dedos por el pelo, esforzándose por encontrar las palabras adecuadas-. No quiero atención, Kyungsoo. Quiero tu atención.
-¿Yo soy suficiente?
Las palabras de Kyungsoo son suaves, bajas, pero retumban en su cabeza como un coro y la presión dentro de Jongin por fin se suelta. Kyungsoo deja caer los brazos y Jongin va hasta él, sujeta su cara con las manos antes de juntar sus labios en un beso que llevaba deseando lo que le ha parecido una eternidad. Los labios de Kyungsoo son sedosos y suaves mientras presionan contra los suyos, y eso llena de esperanza a Jongin.
Kyungsoo le está devolviendo el beso.
Unas manos se hunden en el pelo de Jongin, lo atraen hacia abajo mientras Kyungsoo se pone de puntillas para estar más cerca. Amor es lo primero que se le pasa por la cabeza cuando sus bocas vuelven a encontrarse, un leve murmullo de aprobación se derrama de los labios de Kyungsoo cuando Jongin pasa la lengua por su suave piel. Kyungsoo se aferra a él, lo besa con desesperación y su pequeño cuerpo se funde con el de Jongin. Cada pequeño gemido que se le escapa sólo aumenta el deseo que Jongin siente por él. Nunca ha deseado tanto a nadie, y lo va a tener. Ahora.
El corazón de Kyungsoo late tan rápido que cree que le va a romper una costilla cuando Jongin lo posa sobre el suave edredón de su cama y sus manos sujetan firmemente sus muñecas. Suelta un quejido cuando la calidez de la boca de Jongin lo abandona para besar su cuello, y cada roce de sus labios envía una nueva inyección de lujuria a sus venas. Había pasado tanto miedo, estaba aterrorizado de estar locamente enamorado de alguien que nunca podría estar del todo satisfecho con él. Sí, Jongin había estado a punto de besarlo antes de que se fuera, pero así era Jongin, esa era la advertencia que le había hecho a Kyungsoo sobre su actitud hacía tanto tiempo. Jongin quería a todo el mundo, pero Kyungsoo sólo podía ser él mismo.
Todos esos pensamientos ya estaban al límite cuando Jongin había utilizado la artimaña del plato, y eso había forzado a Kyungsoo a darle voz a sus miedos. Lo que no había esperado era esto, pero era mucho mejor que cualquiera de las cosas que había imaginado. Jongin lo está haciendo añicos con los labios y reconstruyéndolo con dedos firmes, que se colaban bajo su camiseta, acariciando su piel desnuda y dejando huellas de calor tras de sí. Es demasiado, pero no suficiente, y Kyungsoo levanta las caderas, necesitado del peso de Jongin. Encaja perfectamente entre sus piernas, pegándose a él cuando Kyungsoo envuelve sus muslos con las pantorrillas para mantenerlo cerca. La comodidad de la boca de Jongin sobre la suya regresa y Kyungsoo gime, clavando los dedos en la tela sobre las clavículas de Jongin ahora que puede usar las manos.
La idea de que quizá las cosas estén yendo demasiado rápido acaba rápidamente reemplazada por roces llenos de urgencia, y Jongin le quita la camiseta a Kyungsoo y la tira a un lado. Y de repente las cosas no van lo suficientemente deprisa, y Kyungsoo tira con impaciencia de la camisa de Jongin para que haga lo mismo. La duda está ahí, escrita claramente en el rostro de Jongin, pero Kyungsoo se incorpora para darle un beso en la cicatriz de la mejilla. Necesita que Jongin entienda que no le importa, que sus cicatrices son parte de él y que Kyungsoo las adora, como todo lo demás. Poco después, Jongin se quita lentamente la camisa, y sus hombros se hunden para intentar ocultarse, pero Kyungsoo no va a dejar que se salga con la suya.
Usando todo su peso y aprovechando que lo pilla por sorpresa, Kyungsoo tumba a Jongin de espaldas con un ágil movimiento. Jongin tiene los ojos como platos y Kyungsoo se inclina para darle un beso lento hasta que el hombre que hay debajo se relaja. Se separa de los labios de Jongin para ofrecerle una sonrisa antes de volver a presionarlos contra su mejilla.
Las cicatrices son historias representadas en carne, que narran cuentos de dolor, obstáculos y triunfo. Kyungsoo traza las cicatrices de Jongin con los dedos, como un mapa, los mueve con destreza sobre la piel áspera antes de sustituirlos con sus labios. Un gemido agudo llena el aire cuando Kyungsoo recorre su cuello con los labios por primera vez. Se toma su tiempo, venerando apropiadamente a Jongin hasta que llega a la barrera de la cintura de sus vaqueros. Kyungsoo levanta la vista y ve a Jongin, sonrojado, devolviéndole la mirada con los ojos oscuros y las mejillas teñidas de rosa. Sólo le hace falta oír cómo Jongin murmura su nombre con algo parecido a adoración para que Kyungsoo se deshaga del resto de la ropa de Jongin, quitándole los bóxers y los pantalones a la vez para tirarlos al suelo.
Su preciosa piel se convierte en terreno abrupto en la cadera, y Kyungsoo no pierde el tiempo, lo cubre todo con suaves besos y roces leves como el de una pluma. Jongin gime en voz baja y Kyungsoo sonríe porque sabe la razón, sabe que lo está provocando. Pero ignora su sutil estremecimiento y se centra en su muslo, no en su miembro curvado por la excitación contra su estómago. Saber que es él el que está provocando este efecto en Jongin hace que su propio cuerpo responda enviando una corriente de sangre hacia su entrepierna. Y ahora es Kyungsoo el que se impacienta y alcanza por fin el final de las cicatrices. Acaricia con las palmas de las manos la cara interna de los muslos de Jongin, intentando abrirlos un poco más para caber en medio. Jongin los abre voluntariamente y Kyungsoo sonríe, sin atreverse a mirar hacia arriba antes de plantar un beso en la punta del miembro de Jongin.
Hace muchísimo tiempo que Kyungsoo no hacía esto y es perfectamente consciente de que Jongin tiene mucha más experiencia, pero la forma en que Jongin susurra su nombre mientras Kyungsoo lo toma entero en su boca es suficiente ánimo. Kyungsoo se inclina hacia delante, deja que el pelo le caiga sobre la cara porque sigue dándole un poco de vergüenza hacer esto, como siempre, y eso ayuda. Jongin gime su nombre en alto cuando hunde la lengua en la punta antes de deslizarla hacia abajo y envolver su miembro con la boca otra vez. Una mano se aferra a su pelo y Jongin levanta las caderas lo justo para que su glande toque la garganta de Kyungsoo. No es cómodo y tiene que respirar más rápido por la nariz para reprimir una arcada, pero no se trata de él ni de su propio placer. Esto es por Jongin, para Jongin, y va a hacer lo que sea por ser el mejor para él.
Jongin levanta las caderas otra vez antes de alcanzar un ritmo lento y regular y Kyungsoo hace lo que puede por mantenerlo, presionando con la lengua contra la piel sensible y apretando los labios para crear más fricción. El sabor salado de Jongin en su boca lo enciende aún más y pronto Kyungsoo lleva una mano a su propia entrepierna para acariciarse, provocándose un gemido, pero sigue sin ser suficiente y se desabrocha los pantalones mientras Jongin sigue embistiendo en su boca. Cuando empieza a frustrarse tanto que no puede concentrarse en ambas cosas, Jongin le coge del pelo para tirar suavemente de él hacia arriba. No pierde el tiempo en unir sus labios, su lengua entra en la boca de Jongin mientras se frota contra su cuerpo. Sabe que parece necesitado y exigente, pero ahora mismo es como está, y Jongin enseguida intercambia posiciones y desnuda a Kyungsoo.
Unos ojos hambrientos observan su cuerpo desnudo y Kyungsoo está demasiado perdido en su propia lujuria como para sentirse avergonzado, sólo quiere que Jongin lo toque. Y eso es lo que hace, desliza sus manos por los costados de Kyungsoo cuando sus caderas vuelven a encontrarse y Kyungsoo sisea ante el contacto. Oye la sangre bombear en sus oídos y sólo puede abrazarse a él mientras sus cuerpos se mueven uno contra otro con algo más de facilidad gracias al sudor. Sus labios se encuentran en un beso mucho más apasionado que los anteriores, sus bocas se abren y sus dientes chocan mientras sus lenguas se abrazan. Kyungsoo siente que Jongin se mueve, oye la lámpara chocar contra el suelo y siente un nudo de excitación en el estómago cuando el sonido del cajón al abrirse le llega a los oídos.
Jongin no se separa demasiado cuando desliza unos dedos lubricados entre los muslos de Kyungsoo y los urge a separarse un poco con un golpecito. La atención de Kyungsoo se desvía de su erección palpitante cuando Jongin mete el primer dedo, pero el lubricante frío ayuda a que el movimiento no llegue a ser doloroso. Muerde el labio inferior de Jongin sin darse cuenta cuando un segundo dedo se le une, abriéndolo poco a poco, y se le escapa un quejido de incomodidad. Jongin lo besa para distraerlo, y mueve los dedos para descubrir el punto correcto. Cuando lo hace, Kyungsoo le muerde el labio otra vez.
Kyungsoo jadea contra los labios de Jongin, empuja con las caderas mientras Jongin lo prepara y no sabe cuánto más puede aguantar. Ya no hay fricción alguna sobre su erección y Jongin está sobre él, besándole el cuello y a veces mordisqueándolo para devolvérsela por lo de antes. Eso no hace más que avivar el fuego de su cuerpo y no le importa suplicar por más.
-Jongin, por favor… -consigue decir entre gemidos, levantando las caderas, pidiendo más.
Cuando Jongin por fin lo penetra, Kyungsoo no sabe si pegarse a él o alejarse. La sensación sorda de quemazón le obliga a tensar los músculos y Jongin tiene que parar varias veces, apretando los dedos en la piel de la parte interna de sus muslos para mantenerlos abiertos. Para cuando está dentro del todo, Kyungsoo está temblando y no consigue coger suficiente aire. Se aferra a Jongin, clavándole las uñas en la espalda sólo para saber que hay algo sólido a lo que sujetarse. Jongin lo besa en la sien y Kyungsoo alza la cabeza para devolverle el beso, y es suficiente para distraerlo, suficiente para que su cuerpo se relaje y acepte el dolor a cambio del placer que está por llegar.
A un movimiento de las caderas de Jongin le sigue otro cuando Kyungsoo no lo detiene, y en el tercero, Kyungsoo levanta las caderas para corresponderlo. Tras eso, bastan un par de embestidas y el ritmo aumenta de velocidad, Kyungsoo se siente mareado y clava los talones en el edredón para equilibrarse. Una aguda punzada de placer lo coge por sorpresa y arquea la espalda, levantándola de la cama, gimiendo el nombre de Jongin mientras éste sigue moviéndose en su interior. Jongin lo agarra de las caderas y las levanta de la cama, y sólo quedan sus hombros y sus pies apoyados sobre la tela.
Jongin lo mira y Kyungsoo no puede apartar la vista, no puede dejar de observar su expresión. Su mente estaría volviéndose loca intentando identificar lo que significa si no estuviera ocupada con las poderosas embestidas. Kyungsoo baja una mano para masturbarse, su erección necesita atención desesperadamente, pero Jongin lo obliga a apartar la mano y la sujeta contra la cama, deteniéndose de repente.
-Espera -dice Jongin con voz rasposa, volviendo a dejar a Kyungsoo sobre la cama e inclinándose para quedar cara a cara. Kyungsoo siente que está a punto de sollozar cuando todo movimiento se detiene y bloquea su casi orgasmo-. Necesito que sepas… -Se queda callado, y Kyungsoo se da cuenta de lo inseguro que parece, de cuánto está luchando por decir lo que tiene que decir, y le pone una mano en la cara, acariciando su mejilla con el pulgar, cariñosamente-. Eres suficiente. Eres más que suficiente.
Y ahora Kyungsoo está a punto de sollozar por otra razón. Siente que el corazón se le hincha, y se incorpora para besar a Jongin en los labios. Ambos están exhaustos, la frustración sexual de Kyungsoo burbujea hasta salir en forma de risa, y Jongin empieza a reírse también.
-Necesitas replantearte cuándo es el momento de decir estas cosas -se burla Kyungsoo, y levanta las caderas porque de verdad necesita que Jongin se mueva.
-Qué exigente -le acusa Jongin, antes de seguir por donde lo habían dejado.
El cambio repentino de nada a todo es brusco y Kyungsoo grita, gime el nombre de Jongin en lugar de darle una respuesta cortante. La tensión se acumula mucho más rápido esta vez, la presión se arremolina con más fuerza con cada embestida hasta que tiene que tocarse. Pero Jongin se le adelanta y lo único que Kyungsoo puede hacer para seguirle el ritmo es repetir su nombre una y otra vez hasta que le llega el clímax y todos los músculos de su cuerpo se tensan. Sus muslos aprietan los costados de Jongin, temblando por la intensidad de su orgasmo. Cuando se relaja por fin, y Jongin lo acaricia hasta que no puede aguantarlo más, se da cuenta de que él también ha terminado. Kyungsoo separa sus manos de la piel cubierta de sudor de Jongin y las lleva a sus brazos temblorosos antes de hundir los dedos en su pelo y tirar de él para besarlo. Sus bocas se deslizan una sobre otra con languidez, dulce y perezosamente, y Kyungsoo sonríe cuando Jongin le coge una mano y entrelaza sus dedos.
Nunca va a soltarlo.
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Jongin sueña en tonos de rojo, sueña con que el fuego lo rodea y no hay escapatoria. Sueña con ruedas que derrapan sobre asfalto y con el estridente sonido del metal chirriando cuando dos coches chocan. Sueña que está atrapado dentro de uno, con el fuego que se le acerca cada vez más y no tiene posibilidad de salvarse. El humo le llena los pulmones y no puede respirar, se ahoga y tose, aferrándose a la vida. Le quema, el dolor ardiente que desciende por su cuerpo le hace retorcerse. Sabe que va a morir, sabe que el fuego va a matarlo.
Y entonces todo para, las llamas se apagan tan rápido como habían aparecido, e inhala tanto aire fresco como puede. Su pesadilla acaba, sustituida por la calma cuando se despierta lo suficiente para estrechar aún más entre sus brazos al hombre que duerme junto a él. Kyungsoo gira sobre sí mismo, entierra el rostro en el pecho de Jongin y le pasa una pierna por encima. Con una sonrisa en la cara, Jongin vuelve a dormirse, seguro de que no importa lo que pase, Kyungsoo estará ahí para salvarlo.
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Es un día nublado, el sol se esconde tras las nubes y el viento azota con fuerza. A pesar de que apenas hay luz, Jongin entrecierra los ojos cuando ve el resto de casas del vecindario ante él. Kyungsoo está ocupado arreglándose la bufanda y Jongin lo mira con una sonrisa cariñosa pintada en la cara. Ya hacía más de un año que no salía de la casa, que el miedo lo mantenía encerrado, y Kyungsoo ha tenido que insistir mucho para convencerlo de que salga, pero aquí está. Es una simple salida para comprar, pero para Jongin es cualquier cosa menos simple. Es otro paso adelante, otro avance, y sabe que sólo Kyungsoo podría haberlo convencido para que lo hiciera.
Kyungsoo se acerca, le pone una bufanda igual que la suya en el cuello a Jongin y tira de él para darle un beso. Jongin intenta acercarse aún más, pero el más bajo se aleja de un salto, sonriente. Deja que Kyungsoo le arregle la bufanda para que no se constipe y después entrelaza sus dedos. Jongin se separa, y da un paso a un lado para poner a Kyungsoo en su lado bueno, el lado que no está lleno de cicatrices. Pero Kyungsoo lo regaña con los ojos y vuelve a su posición al otro lado.
Un suave tirón de Kyungsoo y Jongin da un paso fuera de su santuario y se para. Kyungsoo se gira, deja que Jongin lo abrace. Jongin nunca tiene ganas de hacer este tipo de cosas, tan difíciles para él, pero sólo puede pensar en que de no hacerlo estaría decepcionando al hombre que tiene entre sus brazos.
-Te quiero -susurra, juntando la punta de su nariz con la de Kyungsoo porque es lo único de él que puede ver. Y sabe que está sonriendo, porque sus ojos tienen arruguitas a los lados y brillan.
-Yo también te quiero.
En ese momento, Jongin comprende. No importa cómo lo vea el mundo, no importa si lo miran con miedo o con lástima. Sólo le importa cómo lo vea Kyungsoo, cómo lo mira con el amor escrito en su ridículamente preciosa cara.
-Venga -dice Kyungsoo, y Jongin se obliga a andar a su ritmo por la acera.
Esto es suficiente.
✿ fin.
nota: mirad este
precioso fanart sobre el fic, de ayohexo ; u ; ¡y
este fmv!
espero que os haya gustado ♥