[exo fanfic trans] porcelain - capítulo 5

Mar 01, 2014 01:18

Título: Porcelana
Pareja: Joonmyun/Jongdae, Jongin/Sehun
Fic original de: apennyforseoul
Rating: R
Número de palabras: 5,414
Resumen: Año 1913. Kim Jongin y Kim Jongdae son sirvientes en la casa Foxcombe, propiedad de la familia Wu, que migraron a Inglaterra debido al éxito del negocio de Kristopher Wu tanto en Shanghai como en Londres. Él y su esposa y heredera, Jessica, son ahora dueños de la finca para disgusto de los lugareños. Cierto fugitivo de Seúl aparece en su puerta, y de repente las vidas de los hermanos Kim dan un giro de trescientos sesenta grados, destinado a acabar en desastre.

Este fic está inspirado en Downton Abbey y cierta mansión de Sussex, Inglaterra, que tiene una escalofriante historia que contar.

(t/n: hey hey hey again, doble capítulo, ¡y mañana sobre esta misma hora estarán el último capítulo y el epílogo! lo siento muchísimo por el retraso etc etc, pero por fin está acabado. y lo siento por el cliffhanger oops no me odiés cuando terminéis de leer el 6)



capítulo 5

-Nunca te entenderé, Kristopher.

Kris lo miró por encima del vaso del que estaba bebiendo.

-¿Y eso por qué?

La comisura de los estrechos labios de Luhan se curvó ligeramente mientras le daba vueltas al alcohol que sostenía en las manos, ondas de jerez que giraban con destellos de un rico color borgoña contra el cristal que descansaba entre sus dedos a la perfección. Llevaba un chaleco de color verde esmeralda que hacía un bello contraste y rezumaba opulencia, con botones dorados decorados con intricados grabados para que el material bordado se abrazara a su delgada figura. Una de sus piernas estaba cruzada sobre la otra y sujetaba un grueso puro con pereza entre los dedos de la otra mano, enviando delicadas columnas de humo hacia arriba.

Sus labios se separaron en un gesto de diversión.

-Te empeñas en vivir de forma permanente en el otro lado del mundo, y en lugar de hacerte el nido en el centro de todo, decides rodearte de campos y colgar tu sombrero en… ¿Sussex?

-¿Y qué pasa con eso? -se preguntó Kris, aunque sabía perfectamente adónde quería llegar su viejo amigo-. ¿Acaso no es una parte preciosa del país?

-¿Pero por qué aquí, de entre todos los lugares? -Dio una calada a su cigarro y eso le proporcionó suficiente satisfacción como para cerrar los ojos antes de filtrar los restos en el aire-. Estás a kilómetros de la capital. ¿Qué diablos es lo uno puede hacer para divertirse en medio de la nada? ¿Jugar con las vacas?

A Kris se le escapó una risita entre dientes.

-Me mantengo entretenido, no tienes que preocuparte de eso.

-Con libros y paseos por el campo, sin duda. Qué tedioso -gruñó Luhan-. Deberías estar en Londres. Tu trabajo está en Londres. Y allí la vida es mucho más interesante.

-Interesante para ti. Yo, por otro lado, no tengo ninguna necesidad de preocuparme por el drama de la alta sociedad. Ya no.

Sus palabras fueron una verdad susurrada. Ese aspecto de su vida se había hundido como plomo hasta el fondo de su alma para no resurgir nunca más, cosa que agradecía. Había tenido más que suficiente de toda la pompa y el glamour y el penoso cotilleo que se murmuraba bajo narices demasiado altas. Esconderse entre las colinas de los South Downs, un paraíso caduco, había difuminado el resto del mundo entre las tonalidades de la hierba mojada por la lluvia y los rebaños de ovejas que eran puntos en el horizonte.

-Y por eso nunca te entenderé. -Luhan suspiró ante lo que era su idea del infierno y tomó un trago del jerez. El sol ya se había puesto y sólo la luz titilante de la vela iluminaba las oscuras paredes del salón. Las cortinas parecían bailar con un brillo lúgubre. Después de pensar en silencio durante unos instantes, dijo-: He visto que has contratado al chico, Sehun. Siempre has tenido un gran juicio de carácter.
-Ah, claro… Trabajó en la casa de tu padre antes de tener este puesto. Se me había olvidado por completo.

-Eso es. Trabajó bajo el nombre de mi familia hasta que… Bueno… -Su voz se redujo a un susurro-. Hasta que se dieron circunstancias inesperadas.

Una sombra grave cayó sobre sus cabezas. Kris dejó el vaso en la pequeña mesa que había junto a su silla y se inclinó hacia delante, apoyando la barbilla sobre sus dedos entrelazados.

-Lamenté mucho oír lo de tu hermano -dijo, entristecido-. Debe de haber sido especialmente difícil para ti, tan pronto después del fallecimiento de tu padre.

Luhan asintió, pensativo. De todas las familias de Asia, la familia Lu era la que había sufrido más de un golpe así y su nombre salía de los labios de todos, con alas de interés y charlas en rincones oscuros. Uno de los hombres de negocios más ricos del siglo hasta ahora había muerto de repente a causa de una fiebre y, pocos meses después, su hijo mayor lo siguió. La verdad de la muerte de su heredero se había ocultado al público pero los rumores empezaron a hacerse oír cuando Luhan se hizo cargo del negocio; un chico tan joven y tenía que soportar una responsabilidad tan pesada sobre sus hombros, decían. Era joven, sí, y sin duda un poco volátil, pero para nada era delicado o fácil de engañar. Luhan era una chispa de fuego salvaje que adoraba el poder y el dinero y que conquistó el mundo, a su manera. Ahora estaba sentado frente a Kris, con una sonrisa tenue, dándole golpecitos a su puro con incomodidad.

-Fue una tragedia que nadie podría haber visto venir. Lidié con ello a mi manera, supongo.

-Sí, lo leí. A menudo. Nueva York debe de haber sido… excitante.

-Mucho -dijo Luhan-. Disfruté inmensamente. Supongo que se podría decir que el… jolgorio mitigó el dolor de alguna manera.

-Me hago una idea. -Kris se movió en su asiento. Algo lo preocupaba-. Luhan, ¿puedo hablar claro?

Luhan extendió los brazos.

-Por supuesto.

Kris escogió sus palabras con cuidado.

-¿Cuáles son exactamente tus intenciones con la señorita Jung?

Ante eso, la sonrisa de Luhan volvió y un brillo travieso cruzó sus ojos.

-Todo eso se verá con el tiempo, amigo. No temas.

Eso era lo que Kris temía.

♦♦♦

Jongdae se apoyó en el marco de la puerta. El eco de los trabajadores yendo y viniendo llegaba por la escalera de servicio, mientras que el piso de abajo y la entrada estaban en silencio. La puerta al salón estaba entreabierta y una franja de luz naranja se filtraba por el hueco, sobre la alfombra. No le importaban las palabras que se murmuraban en el interior. No le importaban las tareas que aún tenía por hacer antes de retirarse a dormir. Sólo le importaba lo que no podía ver.

Lo que no podía apenas mirarlo a los ojos.

De pronto, la voz de Jongin vibró en su oído.

-¿De qué va?

Por un momento, Jongdae se sintió confuso, pero cuando siguió la mirada de su hermano hasta el salón, comprendió.

-¿El señor Lu? Es el heredero de una fortuna enorme, por lo que he oído. Su padre murió no hace mucho, y su hermano mayor poco después. Lo heredó todo y ahora podría nadar en su dinero. -Entrecerró los ojos-. ¿Qué te produce tanta curiosidad?

Jongin se apoyó en el lado contrario del marco y se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

-Parece que tenga doce años.

A Jongdae se le escapó una risita.

-Algo me dice que tu preocupación tiene algo que ver con Sehun y la relación que pudiera tener en el pasado con el de los doce años, ¿me equivoco?

-No me dice ni una palabra sobre eso -resopló el joven-. Sehun parece decidido a mantener la boca cerrada.

-Dale tiempo. A lo mejor es demasiado duro, o demasiado doloroso sacar el tema ahora.

-¿Pero qué podría ser tan doloroso como para no poder contármelo a mí? ¿A mí, de todas las personas? -Había un velo de desesperación evidente en los ojos de Jongin.

-¿Tú se lo cuentas todo? -preguntó Jongdae. Jongin se quedó callado un momento.

-Sólo las cosas importantes -dijo, encogiéndose de hombros.

-Entonces puede que esto no sea importante.

-Tú no le viste la cara como yo la vi. Me asustó, Jongdae. -Jongin había acercado la cara aún más, tenía las manos apretadas en puños, sus nudillos estaban blancos-. Estaba pálido como un fantasma y no paraba de temblar. Créeme, es importante.

En ese momento, la luz del primer piso que se colaba por la escalera principal se apagó y apareció Joonmyun. Dio cada paso con ligereza y no levantó la vista al dar la vuelta a la esquina al final de la escalera y echar a andar por el pasillo. Ya no levantaba la vista, nunca miraba a la cara a Jongdae, no desde que…

Jongin estaba equivocado. No importaba. Los secretos de Sehun no importaban. Nada importaba.

No cuando se arrepentía del momento más increíble de su vida con cada fibra de su ser.

♦♦♦

El domingo amaneció cálido, casi húmedo, y con él llegaron nubes henchidas de tormenta que flotaban amenazadoras en el cielo. Proyectaban una siniestra melancolía sobre la gravilla bajo los pies de Sehun mientras el servicio se dirigía a San Gabriel como cada semana. De nuevo, Sehun tendría que pasar demasiado tiempo en un incómodo asiento de madera y escuchar a un anciano al que no entendía y, al final, acabaría mirando las hermosas vidrieras y soñando despierto hasta que terminara. Su inglés estaba mejorando, y sabía distinguir alguna que otra palabra, pero por lo general, el mensaje siempre se perdía a medio camino y no llegaba a comprenderlo. La compañía de Jongin solía hacerlo sentir un poco más cómodo, y a veces le susurraba traducciones al oído. Este domingo, sin embargo, era un poco diferente. Doloroso e incómodo, igual que los domingos anteriores. Así eran las cosas desde que Luhan había llegado a Foxcombe y lo había arruinado todo.

Jongin caminaba a su lado, como siempre. Iba dándole puntapiés a las piedras de vez en cuando, con las manos metidas en los bolsillos y la boca cerrada, en silencio. Ni siquiera los dientes de león y las margaritas que se atisbaban en el camino podían mejorar el ambiente. Sehun sabía perfectamente que era culpa suya, que la tensión se debía a él, pero no podía evitarlo. Saber que Luhan estaba en la misma casa que él; dios, incluso saber que estaban en el mismo país lo hacía estar constantemente de los nervios, sobresaltándose con el más mínimo sonido. No estaba a salvo. Nadie lo estaba, y por si eso fuera poco, las pesadillas eran cada vez más claras y frecuentes.

Como antes.

-Hoy hace más calor -dijo, intentando entablar conversación.

-Mmhmh -respondió Jongin.

Estaba dolido y Sehun lo sabía, pero no había nada que pudiera hacer salvo sentir una burbuja de náusea cuando su mirada y la de Luhan se encontraban y resistirse a la tentación de correr. De nuevo. Ya había pasado más de un mes desde que Luhan y Soojung llegaron, y cada noche miraba la pequeña bolsa que guardaba encima de su armario y pensaba en cogerla y marcharse. No sería la primera vez. Sehun se tentaba con la idea de que tal vez el heredero acabaría cansándose de Inglaterra y volvería al Este para olvidarlo por completo, pero no tenía demasiadas esperanzas.

No era capaz de decírselo a Jongin, no podía decirle ni una palabra sobre eso.

De todas formas, no le creería.

Cuando se sentaron en sus lugares habituales en los bancos del final de la iglesia, el muslo de Sehun rozó el de Jongin. Sehun sonrió amablemente y entrelazó sus dedos. Una leve ola de alivio invadió la piel más bronceada del mayor, haciendo que la tensión y el silencio se desvanecieran aunque sólo fuera durante un rato. Sin embargo, esto no evitó que cada músculo de su cuerpo se tensara cuando Luhan siguió a Kris para sentarse en el banco de delante y el heredero se giró para mostrarle una sonrisa viperina. Sehun sintió la mirada de Jongin sobre ellos dos.

El servicio se le iba a hacer eterno.

♦♦♦

-No dejan de mirarnos.

Kris desvió la vista del vicario y sus ojos escanearon los bancos que había junto al suyo. Como Luhan había dicho, algunos de los pueblerinos habían empezado a mirarlos con expresión cauta. No era nada nuevo. Ya habían pasado casi dos años y seguían mirando a los habitantes de Foxcombe como si fueran alienígenas de otro mundo que debían ser observados, escrutados con inseguridad y a veces incluso miedo. Los niños siempre eran los peores.

-Ayuda no devolverles la mirada -susurró como respuesta mientras apartaba la mirada de un chico con pecas y pelo color arena.

-Me siento como un animal enjaulado -dijo Luhan-. ¿Sometes a tu personal y a ti mismo a este ritual de locos todas las semanas? Eres aún más necio de lo que pensaba.

-No tenías por qué venir. -De hecho, había evitado la temida visita a la iglesia desde que llegó-. Eras más que bienvenido a quedarte en la casa con Soojung.

-Tenía que ver a qué venía tanto revuelo con las visitas a la iglesia. Supongo que es una experiencia, después de todo. -Se movió incómodamente sobre su asiento y se inclinó más hacia Kris-. Mantengo lo que te he dicho antes. Este no es lugar para que eches raíces. Tu lugar está con los tiburones, no con los pececillos. Vuelve conmigo. Vuelve conmigo a Seúl.

Kris casi podía sentir cómo Jessica aguzaba el oído, interesada, a su lado.

-Ahora vivo aquí, Luhan.

-¿Y qué es «aquí»? Nada, eso es lo que es. Tú y yo podríamos conseguir cosas grandes en Corea, juntos. Qué digo, en el continente asiático entero. Pero no podemos hacerlo si tú estás aquí.

-¿Y qué sugieres?

-Tengo grandes planes para nosotros, Wu Fan. -Saboreó el pronunciar el nombre chino de Kris con un oscuro placer-. Mi negocio, tu negocio… Nuestros padres nunca se plantearon trabajar juntos, y ese fue su error. No será el nuestro. Piensa en el dinero.

En ese momento, algo se reflejó en el rostro inmaculado de Luhan. Algo siniestro. Desde que la noticia de las muertes del padre y el hermano del heredero habían llegado a sus oídos, Kris se había querido aferrar a la idea de que Luhan, a pesar de su pérdida, tenía éxito por delante. Pero ahora… ahora Kris temía de lo que el heredero podía ser capaz de hacer. Tenía miedo de esa expresión siniestra.

La expresión del ansia de poder.

♦♦♦

Jongdae había estado ayudando a recoger lo que quedaba de la cena cuando sintió la presencia de alguien tras él. Cuando se giró, el corazón se le congeló en el pecho y todas las venas bajo su piel se convirtieron en hielo.

Era Joonmyun, y por fin lo estaba mirando.

-El señor desea verte. En la biblioteca -dijo el mayordomo. Su voz era adusta y monótona, vacía de cualquier afecto.

-Oh -graznó Jongdae-. Ya veo.

Con eso, Joonmyun le dirigió un saludo formal y giró sobre sus talones para marcharse. Sin embargo, algo se removió en el abdomen de Jongdae y de repente no podía dejar que el mayordomo se fuera sin decir nada, bajo ningún concepto.

Extendió la mano.

-¡Joonmyun, espera…!

-Soy tu superior, así que te dirigirás a mí como Señor Kim, ¿lo has entendido? -cortó Joonmyun, volviéndose y mirándolo con severidad.

Jongdae sintió que los pulmones le fallaban.

-S-sí, señor Kim.

En el pasado había deseado algo, lo que fuera, excepto indiferencia. Había anhelado que una emoción de cualquier tipo se reflejara en la mirada de Joonmyun sólo para probar que sabía de su existencia, que Jongdae se había hecho notar. Ahora deseaba todo lo contrario. Vio el arrepentimiento grabado en la mueca recta de los labios de Joonmyun y en sus cejas tensas y no había nada que deseara más que volver atrás en el tiempo, a la noche en que el vino adormeció sus sentidos y el romántico encuentro con Joonmyun, con el que siempre había soñado, murió junto con su futuro juntos.

Se había maldecido a sí mismo cada noche desde entonces.

Por la mañana se había despertado con un fino hilo de esperanza de que estarían juntos por fin, pero había quedado destrozado cuando vio el color de las mejillas de Joonmyun desaparecer al verle.

Joonmyun estaba avergonzado, y una parte de Jongdae no lo culpaba. Al final, seguía sin ser lo suficientemente bueno para él.

Cuando el mayordomo volvió a girarse, no lo siguió. Jongdae dejó caer la mano y un suspiro se escapó de su garganta. Apretó tanto la mano que se clavó las uñas en la palma para distraerse del dolor de su corazón.

No funcionó.

Kris esperaba pacientemente, sentado tras su escritorio, cuando Jongdae entró. Alzó la cabeza al oír la puerta cerrarse e hizo un gesto hacia la silla que había frente a él con una sonrisa amable. Como jefe, Kris era increíblemente cercano y afable y eso era algo que Jongdae apreciaba muchísimo. No se veía todos los días.

-Siéntate, Jongdae -dijo Kris-. ¿Estás bien?

-Muy bien, señor -respondió, aunque sabía a la perfección que no era eso lo que su rostro mostraba.

-Me alegro de oírlo -dijo Kris, aparentemente inconsciente de ese hecho. Unió las manos sobre el escritorio-. Jongdae, he estado pensando mucho últimamente, pensando en el futuro de Foxcombe y cómo funcionan las cosas aquí. Creo que es momento de hacer algunos cambios. -Estas palabras despertaron el interés de Jongdae-. Has sido miembro del servicio de esta casa desde que llegamos, hace más de dos años. Fuiste uno de los primeros a los que contraté en Seúl, creo, junto con tu hermano. Hace muchas lunas expliqué con bastante diligencia que había un puesto en particular que no se ocuparía hasta que yo me considerara preparado para ello. Yo… nunca me he sentido cómodo del todo con el ritual de clases y posiciones. Me parecía horriblemente inútil tener un ayudante cuando yo era muy capaz de manejarlo todo por mi cuenta. Sin embargo, las cosas han cambiado. Mi negocio se está expandiendo, paso más tiempo fuera de la Casa y sería agradable tener un poco menos de responsabilidad en ciertas áreas, para aligerar el estrés. ¿Asumo que sabes de qué puesto hablo?

-¿El puesto de ayuda de cámara, señor? -Eso era lo que esperaba. El corazón le volvía a latir.

-Sí, eso es. Confío en ti, Jongdae. Confío en tus valores, tu carácter y tu ética laboral. Confío en que harás bien el trabajo. Ahora que Sehun ha pasado con nosotros un par de meses, estoy seguro de que está preparado para ocupar el puesto de Jongin, así como tu hermano ocupará el tuyo. ¿Estás dispuesto a aceptar el trabajo? Es tu decisión, después de todo. Simplemente te estoy ofreciendo la oportunidad, si no deseas…

-¡Sí lo quiero! Lo… lo siento, señor, no era mi intención interrumpirle, pero sería un honor ser su ayudante.

-Maravilloso. -Kris dio una palmada-. Lo dejaré todo arreglado para que preparen tu nueva habitación y tu uniforme. Sobre tu entrenamiento, lo discutiremos por la mañana.

-Por supuesto. Gracias, señor. Muchas gracias.

Al salir, se apoyó contra la pared para respirar hondo. Esto era su salvación. Ya no era un criado cualquiera, sino el ayudante personal del jefe de la Casa Foxcombe. Dormiría en el primer piso en lugar de en el sótano, sería el confidente de Kristopher Wu, viajaría a Londres y por todo el país y sería «señor Kim» para todos los que estuvieran por debajo de él, como…

Como Joonmyun. El mismo Joonmyun que ya no tendría que sentirse avergonzado de él.

La esperanza curvó sus labios en una sonrisa.

Lo suyo aún no había acabado.

♦♦♦

La caja era vieja y casi se caía a pedazos. Joonmyun esperaba que algún día, al abrirla, la tapa se saldría de las bisagras, pero por ahora aún aguantaba. Había pertenecido a su madre, para guardar sus joyas; y ahora estaba en sus manos, para acoger las gemas de los rincones más oscuros y polvorientos de su corazón. El cierre se abrió con un clic y respiró hondo.

Ésta siempre era la parte más difícil.

Con los dedos temblorosos, levantó la tapa y miró su contenido. Estaba casi vacía, excepto por una fotografía antigua y papel viejo. Cogió la fotografía y la sujetó frente a su rostro. Era mucho más complicado mirarla ahora y no sentirse paralizado por el arrepentimiento que lo recorría de arriba abajo.

-Lo siento -susurró. Deseó que le salieran las lágrimas, pero no tuvo éxito.

Oyó un crujido proveniente del pasillo. La puerta de su habitación aún estaba abierta. Joonmyun solía dejarla abierta.

Para Jongdae.

Se echaba las culpas a sí mismo, por supuesto. Culpaba a su henchido orgullo y a sus deseos secretos. Adoraba la atención. Adoraba sentir los ojos de Jongdae recorriendo su piel desde la oscuridad, pensando que él no se daba cuenta de nada. Adoraba la forma en que Jongdae se volvía torpe y nervioso a su alrededor, y cómo se sonrojaba cuando sus ojos se encontraban. Adoraba la manera en que andaba y olía y sonreía con esos labios perfectamente curvados. Lo adoraba entero, hasta los dos lunares de su sien izquierda.

Joonmyun dejó la fotografía en la caja y cerró la tapa. Con un solo movimiento, la metió bajo los pies de su cama y se incorporó. Era hora de escribir en su diario. Era hora de derramar sus pensamientos sobre el papel con la esperanza de que los colores corrieran y se mezclaran como gotas de lluvia sobre el cristal de las ventanas, y quizá todo tendría un poco más de sentido.

Era hora de cerrar la puerta.

♦♦♦

Humo. Su boca siempre sabía a humo mientras su garganta se quemaba hasta quedar en carne viva.

Sehun se mojó la cara con agua fría y miró a su forma pálida y temblorosa en el espejo. El sueño había vuelto esa noche, como todas las demás noches, con las mismas manos morenas golpeando la misma puerta, mientras las llamas lamían la madera y un grito retumbaba por encima de los cimientos ardientes. Sentía el miedo hasta en los huesos, el miedo de la persona a través de cuyos ojos estaba viendo. El miedo de Jongin.

No sabía cómo funcionaba, y tampoco recordaba cómo había empezado. Pero nunca era él mismo en esos sueños, siempre estaba en el cuerpo de otra persona. La primera vez que pasó, Sehun estaba convencido de que el protagonista era él y casi se encerró para siempre al ver de lo que supuestamente era capaz. Sus manos habían apretado la garganta del hombre con tanta fuerza y había sido tan real, sentir los latidos agonizantes de las venas del hombre bajo los dedos y ver las marcas rojas en su piel cuando cayó… Pero no había sido él. Sehun no era un asesino.

El recuerdo lo hacía temblar con violencia. No era muy tarde, pero el silencio era sepulcral porque ya había pasado la hora de apagar las luces y él se había ido pronto a la cama, para consternación de Jongin. Aún así, no lo había disuadido de meterse en la cama de Sehun y abrazarlo con fuerza. Tenía unos brazos fuertes, la clase de brazos de los que Sehun nunca querría alejarse. La clase de brazos que no quería ver surcados de quemaduras y sangre.

Oh, Jongin…

Iba a perderlo. Por culpa de esta maldición… Jongin iba a morir.

Quizá, después de todo, sí que era un asesino.

-¿Jongin? -Lo agitó con violencia-. Jongin, despierta.

El mayor se movió y abrió los ojos cansados en medio de la oscuridad.

-¿Qué ocurre? ¿Algo va mal?

-Te necesito. Ahora.

-¿Me necesitas? ¿Para qu…?

Pero sus palabras quedaron cortadas porque Sehun plantó los labios contra los suyos con fuerza y apretó su cuerpo junto al de él. Sehun se aferró a sus costados y lamió la boca de Jongin y gimió suavemente contra su piel hambrienta para despertar su deseo sobre las sábanas. Si esta iba a ser una de sus últimas noches juntos, quería que fuera una noche inolvidable.

Jongin se separó, respirando entrecortadamente por la sorpresa.

-¿Estás seguro? ¿Quieres…?

-Sí -murmuró Sehun, levantando la manta y deslizándose sobre el cuerpo cálido de Jongin, cubierto sólo por la ropa interior. El bulto en su entrepierna ya se había endurecido, expectante, y Sehun movió las caderas con un ritmo lento, frotando sus erecciones juntas sobre la delgada tela. Las manos de Jongin descendieron hasta agarrar su trasero e incrementar la tentadora presión. Los gemidos se mezclaban con su respiración y Sehun le mordió el cuello, el hombro, deseando reducir el mínimo espacio entre sus pieles, que irradiaban calor y anhelaban la esperada pasión.

No tenían tiempo que perder. Los dedos de Sehun volaron hasta quedar entre las piernas de Jongin y tiraron de su ropa interior. Se la quitó y envolvió su miembro con firmeza con la mano, haciendo que las caderas de Jongin se levantaran por el contacto. Sin duda era una sensación nueva, ser quien recibía las caricias, y por la forma en que Jongin había cerrado los ojos, lo estaba disfrutando.

Sehun movió la muñeca mientras se frotaba contra la pierna de Jongin, saboreando su aroma almizclado y el calor de su cuerpo y derritiéndose con cada jadeo que vibraba en su oído. Cuando el deseo lo superó, empezó a descender con sus labios, dejando besos sobre el estómago desnudo de Jongin y preparando sus labios para tomarlo.

Pero Jongin lo cogió por los hombros.

-Espera, Sehun, p-para.

Sehun echó  la cabeza hacia atrás a regañadientes. Incluso bajo la tenue y acuosa luz de la luna, las mejillas enrojecidas de Jongin abrazaban una sonrisa que se desvanecía.

El mayor suspiró.

-No podemos. No puedo.

-¿Por qué no? -preguntó Sehun.

Jongin tragó saliva.

-No está bien, no cuando… -Se quedó sin palabras y el silencio cortó el aire.

-No… ¿No me deseas? -Sehun se incorporó sobre sus rodillas y sintió cómo su ceño se arrugaba por la confusión.

-Sabes que sí, no seas ridículo -bufó Jongin.

-Entonces no lo entiendo.

Jongin se pasó una mano por el pelo enredado, frustrado.

-Yo tampoco. No entiendo nada porque no me cuentas nada.

Levantó el torso de la cama para sentarse mientras se arreglaba la mínima ropa que llevaba como podía. El momento de pasión se había desvanecido con la brisa inexistente y ahora sólo quedaba incomodidad entre ellos mientras Sehun intentaba que su respiración fuera regular.

-¿Qué quieres decir? -En cuanto lo dijo, supo la respuesta, y de pronto deseó estar al otro lado de la Tierra.

Jongin se mordió el interior de la mejilla durante un momento antes de hablar con inseguridad.

-Desde que Luhan llegó, has estado… extraño, como si estuvieras caminando sobre cristales rotos y el dolor se te nota en la cara, cada día. Pensé que si te daba tiempo suficiente te abrirías cuando te sintieras preparado, pero… no ha ocurrido. Tienes secretos, Sehun, todos tenemos secretos, eso lo sé. Pero este secreto te está volviendo loco, puedo ver cómo hace que te derrumbes poco a poco y me duele que no me dejes ayudarte.

Sehun giró la cabeza y se levantó de la cama.

-Jongin, no sabes de lo que hablas.

-¿No? -gimió demasiado alto, pero Sehun no se giró-. ¿Y por qué te encoges cada vez que te mira? ¿Y ya que estamos, por qué te mira siempre? No pienses ni por un segundo que no me he dado cuenta, porque sí lo he hecho. Lo vi en el mismo momento en que llegó aquí. No puedes engañarme, Sehun. Dime qué es lo que pasa. Dime por qué está aquí y qué es lo que hizo. Dime lo que quiere de ti.

-No sé por qué está aquí.

-¡No me mientas! -Su voz sonaba más cercana, como si estuviera de pie tras él-. ¡Dime por qué escapaste de Seúl!

Ante eso, Sehun se giró, lívido.

-Me prometiste que no tendría que hablar de eso. Me abrazaste bajo la lluvia y me dijiste que olvidaríamos el pasado y seguiríamos adelante. Esto no es seguir adelante. Estás rompiendo tu promesa, Jongin. No es justo.

-¡Sólo quiero saber qué es lo que te está haciendo tanto daño! ¿Es un crimen?

Sehun estaba temblando otra vez. Sentía las cenizas pegarse a su garganta. El aire se enturbiaba. Unas llamas fantasmales lamían su piel…

Nunca me creerías. Nunca confiarías en mí.

-Vete. Ahora. Por favor.

La cara de Jongin reflejó cuán fuerte fue el golpe.

-Sehun…

-He dicho que te vayas.

Señaló la puerta con un dedo tembloroso. Jongin no se  movió, pero al final, salió lentamente de la habitación. En cuanto oyó la puerta de la habitación de Jongin cerrarse, Sehun tosió y sintió arcadas por el familiar sabor a quemado que volvía a su lengua y lo hacía sentir ganas de vomitar. Sus rodillas golpearon el suelo de piedra y se arrodilló junto a la cama, aferrándose a la sábana en medio de su agonía.

Él era el veneno que erosionaba la delicada mansión Foxcombe y que estaba poniendo la vida de Jongin en peligro. Sehun pensó que al venir a Inglaterra estaba huyendo del problema, sin asegurarse de si las aterradoras visiones se convertían en realidad. Ahora Luhan estaba aquí y la historia estaba destinada a repetirse. La sangre de otra persona se enfriaría por la muerte, esta vez con fuego. Sólo una cosa podía salvarlos a todos.

Tenía que marcharse, otra vez. Tenía que hacerlo por Jongin.

Antes de que fuera demasiado tarde.

♦♦♦

La habitación nueva de Jongdae no era más grande que la anterior, pero en esta sólo había una cama y era mucho más cómoda. Era una habitación para uno, y ello implicaba más espacio en el armario y verdadera privacidad, menos posibilidades de que Jongin apareciera a cualquier hora intempestiva. Hacía meses que no dormían en la misma habitación, pero eso no evitaba que el más joven usara su habitación compartida como vestidor. Eso ya no era un problema. Jongdae dormía ahora en el primer piso, en el pasillo lleno de puertas que llevaba hasta el ala del mismo Señor y con los aposentos del mayordomo a apenas unos pasos.

En el armario de madera oscura estaba su nuevo uniforme. El uniforme de un ayuda de cámara no era muy diferente del de un lacayo, pero la calidad era mejor. Acarició el chaleco y apreció la textura de la tela. Había incluso la silueta de un dragón grabada en los botones.

La esperanza volvía a llamear en su interior, tan ardiente y roja como las leyendas pintadas en la fina porcelana que la casa albergaba. Por fin estaba llegando lejos. Jongdae no se había tomado las palabras de Jongin muy en serio, cuando éste dijo que podría llegar a ser el ayudante personal de Kristopher. Pensaba que nunca habría uno, la verdad. Pero ahora ese era su puesto, y Joonmyun lo observaría mientras llevaba a cabo sus responsabilidades a la perfección y volvería a desearlo. Quizá. Merecía la pena intentarlo.

Su apasionado momento en la bodega podía haber sido a causa del alcohol, pero el alcohol no miente. En cualquier caso, deja que la verdad salga a la luz con lenguas perezosas y dedos desesperados. Si Joonmyun lo deseó una vez, volvería a desearlo.

Entonces oyó una puerta cerrarse.

Imbuido por la curiosidad, Jongdae salió al pasillo y sus ojos se clavaron directamente en la puerta de la habitación de Joonmyun. Estaba cerrada.

Nunca estaba cerrada.

El mayordomo siempre dejaba la puerta entreabierta, como mínimo, en caso de que ocurriera una emergencia. Si alguna vez ocurría un desastre en mitad de la noche, era más probable que oyera la conmoción afuera y acudiera inmediatamente si estaba abierta. Nunca se había arriesgado a cerrarla, ni por una sola noche desde que llegaron. Antes estaba abierta, Jongdae se había dado cuenta cuando había llevado sus cosas a la nueva habitación. ¿Por qué iba a cerrarla de repente?

Por mí.

La ha cerrado para mantenerme alejado.

La idea le quemó las venas como aceite hirviendo. A pesar de su impresionante ascenso, era obvio que Joonmyun seguía decidido a sacarlo de su vida y olvidar la noche que habían pasado juntos. Hasta ese momento, Jongdae se había sumido en la autocompasión y creía que la culpa de su relación rota la tenían sus propias acciones. Ahora lo veía todo bajo una luz diferente.

Joonmyun había jugado con él, con el vino pegado a los labios. No le había prestado atención durante meses y meses y en una sola noche, lo había embrujado lo suficiente para derribar sus inhibiciones. Había sido idea de Joonmyun beber vino. Fue él el que dio el primer paso. Había sido él quien se había estremecido bajo el peso de Jongdae y le había susurrado «más fuerte» al oído.

Había sido Joonmyun quien lo había tratado como si no existiera, sin una sola palabra de explicación o disculpa que salvara los sentimientos de Jongdae.

Jongdae se apoyó con una mano en la superficie de madera y cerró los ojos. Por una vez, no era deseo ni arrepentimiento lo que borboteaba en su interior.

Era rabia.

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