Oct 25, 2007 02:16
Menudas horas también... XD Mañana lo repasaré, que es tarde y no sé ni lo que escribo ^^·U .
(Buenas noches, amorcito Albita :Þ <3)
Summary: Afortunado el que puede ver, pero no tanto el que puede ser visto.
#2 Vista
Si tuviera que elegir entre la vista o el oído, Remus escogería la vista sin dudar. La necesita para vivir, en general. Para apreciar su entorno, en particular. Y para vigilar todo lo que le aterroriza, más concretamente. Que a veces, casualmente, es lo mismo que aprecia.
A Remus le gusta mirar el cielo, presenciar el atardecer desde una colina con su amiga Lily mientras intentan terminar los deberes de Aritmancia. Ver el amanecer junto a sus compañeros de habitación cuando vuelven de una escapada nocturna a Hogsmeade. Borrachos, entre risas, oliendo a alcohol, juerga y sustancias no precisamente legales. Incluso se siente feliz de poder observar el sol de mediodía los días de verano.
Pero lo que le hace más feliz es encontrarse con la sonrisa de sus amigos. El día en que confesó ser un hombre lobo, notó la mirada estupefacta de todos sobre él, y cerró los ojos con fuerza, deseando que la tierra se lo tragara. Al volver a abrirlos, encontró consuelo en el semblante tranquilo de Sirius, sentado en un rincón. Sonreía, y Remus no sabía por qué. Entonces se puso en pie y se acercó a él, caminando despreocupadamente, con las manos en los bolsillos. Se plantó a un palmo de su cara y, con una sonrisa torcida, le explicó lo aliviado que estada. Pensábamos que te ibas de juerga durante las noches de luna llena y no nos invitabas. Pronto James y Peter reprendieron a Sirius por decir tal estupidez y alegaron en propia defensa que no era cierto. Pero que se preocupaban por Remus, ya que era evidente que ocultaba algo importante. Ahora que conocían la verdad, no había problema. Sus voces temblaban un poco, del mismo modo que la suya, y fue por sus miradas por lo que el licántropo supo que sus amigos habían aceptado su condición por completo.
No obstante, el cielo que tanto le gusta de día, lo aterroriza al caer el sol. Noche tras noche, observa las fases de la luna, cuenta el tiempo que le queda antes de perder el control de su propio cuerpo y se estremece al pensarlo.
Del mismo modo en que cree tener que vigilar a la traicionera luna, está seguro de necesitar estar ojo avizor constantemente con Sirius. Tiene que saber adónde va, qué hace, ver sus apuntes para poder reprenderle por ellos -el muy descarado se pasa la clase escribiendo notas destinadas a James o a Peter, hace ver que toma apuntes y después se los enseña a Remus para que le preste los suyos-, y fijarse en su forma de sentarse apoyando los pies sobre la mesa. Ver ese brillo en los ojos cuando están a punto de llevar a cabo uno de sus planes de Merodeadores. También necesita saber cuándo el rebelde de los Black se dirige hacia él desde el otro lado del pasillo, verle de lejos, sólo para tener tiempo suficiente para volver a respirar. Porque saber que Sirius Black viene hacia ti, con esa sonrisa de complicidad en los labios, con esos andares de rey del mundo, con ese flequillo tan rebelde como él mismo cayéndole sobre los ojos, es suficiente para que tus pulmones decidan que el aire no es necesario y para que tus piernas crean que es el momento adecuado de echarse a temblar.
Otro motivo por el cual el licántropo está seguro de que la vista es mil veces mejor sentido que el oído es porque odia los ladridos de Sirius. Sería más fácil soportar sus enfados si fuera sordo, desde luego. El animago no sólo ladra, sino que se pasa el día entero gruñendo, quejándose en voz alta, soltando maldiciones por la boca que Remus nunca antes ha oído -y espera no volver a hacerlo- y dando a entender al mundo entero que Sirius Black está enfadado. Lo que el licántropo realmente teme es que todo eso vaya dirigido a él algún día. Podría soportar su cara enfurruñada, pero no sus ladridos. Porque, en ocasiones, el animago puede ser la persona más hiriente del mundo. Es rencoroso, malpensado y vengativo como pocos.
-Lunático, ¿por qué mierda estás aquí? Hace frío.
El prefecto, abrazado a sus rodillas, sentado sobre la hierba del jardín, levanta la cabeza y gira ligeramente la cara para ver a Sirius a su lado, de pie, con la mirada fija en él. Se maldice por no haberlo oído venir.
-Ya.
Ante la escueta respuesta del otro chico, el animago se encoge de hombros y se sienta a su lado, muy cerca de él, para darse mutuamente algo de calor. Tiene la nariz helada y no sabe por qué Remus no parece interesado en volver a la habitación, pero si prefiere permanecer afuera pasando frío, no le molesta quedarse con él. No tiene nada mejor que hacer.
-Sirius -el licántropo habla en un hilo de voz-, ¿tú prefieres la vista o el oído?
Una risa ronca sale desde el fondo de la garganta de su amigo. Se ríe en voz baja. Después le pasa un brazo por los hombros.
-El tacto es mucho mejor, ¿sabes? -se acerca a su oreja y susurra:- Y ya ni te cuento el gusto.
El otro chico nota un escalofrío recorrerle el espinazo y se separa del animago por acto reflejo, aunque justo después se arrepiente. Y muy en el fondo se reprende a sí mismo por arrepentirse. Al fin y al cabo, Sirius suele bromear así, flirteando, sobre todo con James. Si no quiere sufrir, lo mejor es que se haga a la idea en lugar de disfrutar cuando lo hace también con él.
El moreno se ríe por todo lo alto, en total contraste con la risa silenciosa de antes. Remus, aunque se siente avergonzado y cree podría entrar en combustión espontánea en cualquier momento debido al calor que siente -incluso estando en una noche tan fría como esa-, no puede evitar ensimismarse con la imagen de Sirius con la cabeza hacia atrás, riendo a mandíbula abierta, riéndose de él. Brilla tanto como la estrella que lleva su nombre -porque sabe que fue la estrella, y no él, quien copió el nombre, mucho antes de que el mago naciera-, o quizá incluso más.
Si lo piensa bien, puede que su amigo tenga razón y la vista sea un sentido mediocre comparado con el tacto y el gusto. Pero mientras Sirius permanezca inalcanzable para él, podrá contentarse con el regalo de la vista. Pues la imagen que está viendo en ese momento no tiene precio, y no hay nadie cerca que pueda presenciar tal escena, aparte de él. Puede considerarse afortunado.
Parece que Sirius lee sus pensamientos y decide llevarle la contraria una vez ha dejado de reír.
-Vale, tío -dice, en un tono claramente juguetón, provocando para que le lancen un hueso-, creo que tienes razón. La vista es cojonuda.
Remus está a punto de preguntar, pero la mirada de su amigo lo dice todo. Lo mira a él, fijamente, y se lo come con los ojos. Cree que intenta intimidarle, y es odioso que realmente lo consiga. Se pregunta si la luna también los está mirando, y si se ríe de él del mismo modo que el animago.
No llega a caer en la cuenta de que Sirius se recrea la vista de la misma manera en que él lo hacía segundos antes.
Siente que se pone más colorado, si cabe. Hasta la raíz del pelo.
Bueno, vale. Quizá la vista no sea tan buena elección cuando la usan en tu contra. Decididamente, prefiere el olfato, ya que nadie lo ha nombrado esa noche y, por el momento, no le ha traído problemas. Al cuerno con la vista, el oído, el gusto y el tacto, que hacen perder el control e incitan al pecado.
Utilizando palabras de Sirius, qué coño, al cuerno. A la mierda.
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