Todo da vueltas menos yo

Feb 28, 2008 20:54

Os presento a mi alimento del día: mi fiel botella de agua. Anoche vomité hasta mi vida y hoy estoy como deshidratada. Vomitar es lo peor de este mundo, diox, que esta mañana no podía ni moverme. Y cuando he conseguido moverme era como si todos mis huesos estuvieran oxidados. Aun ahora me flaquean las piernas...

En fin, otro jueves sin hacer práctica de tele =_=· . Los compañeros de grupo se van a pensar que soy una campanera ajquerosa. Y el jueves que viene hay vaga *sigh*.

Publico básicamente para subir una nueva viñeta que tengo escrita desde hace meses pero que no me había atrevido a publicar, porque cada vez que la leía le hacía algún retoque. Hoy aprovecho que no sé ni lo que leo ni lo que escribo para subirla sin miedo (bueno, miedo me da que hoy también he hecho algún retoque, y en mi estado pues... como que... XDD A saber qué le he hecho).

Sí, poco tiene que ver con el oído, pero ah, oír al lobo es lo que me anduvo inspirando. No, no le busquéis sentido porque no lo tiene. Ya os he dicho que no sé lo que escribo, así que es lo que hay.

Y el avatar acompaña, je.

Summary: ¿Beso? ¿Quién ha dicho eso? Sólo se oyen ladridos.

(¿Sabéis cuando en FF.net dicen eso de "apesto para los summary"? Yo no necesito decirlo xD)

#3 Oído

Han pasado unos minutos (¿o ha sido una eternidad?) cuando Remus cree conveniente levantarse del suelo -si se lo permite el temblor de sus rodillas- y regresar a la habitación. Casi no se tiene en pie, asustado de sí mismo, o del lobo, y por lo que podía haber ocurrido, a la vez que decepcionado porque finalmente no ha pasado nada relevante. Cuando abre la puerta se dirige directamente a su cama y se echa bocabajo sobre ella aun estando vestido. Sabe que Sirius se hace el dormido en la cama de al lado, pero no le da importancia. Él se siente casi como en una nube, entre nervioso y relajado, y cae en un profundo sueño poco después de cerrar los ojos.

Al día siguiente, durante el desayuno, nota que el animago le observa de reojo continuamente. Probablemente los demás no se dan cuenta, porque comenta el próximo partido de quidditch con James con total normalidad, no pierde el tiempo para tomarle el pelo a Peter ni para hacer enfadar a algún slytherin que pasa por allí, pero Remus puede sentir claramente su mirada grisácea sobre él. Se siente incómodo como nunca, de modo que engulle la comida y se pone en pie para alejarse inmediatamente con un paso tan ligero y natural como le es posible.

Una voz le detiene cuando llega a la Sala Común, desierta hasta ese momento.

-Eh, Lupin -cómo no, tenía que ser él-. ¿Se puede saber qué estás haciendo?

El rostro del licántropo muestra confusión. ¿Qué está haciendo? ¿Qué hace él, aparte de invadir su espacio personal con los ojos? ¿Qué hace, además de empezar a convertirse en una maldita obsesión? ¿Qué hace tan normal ahora, tras lo que estuvo a punto de ocurrir anoche? Por encima de todos los pensamientos que pasan por su cabeza, le llama la atención que el animago continúe siendo capaz de mirarle a la cara. Después de haber huido la noche anterior, creía que Sirius no sería capaz de comportarse de forma natural tan pronto. Y ahí está, fresco como una rosa, comiéndose el mundo como cada mañana.

-Francamente, no entiendo qué quieres decir.

Nota su voz algo temblorosa, y busca al lobo en su interior para que le aporte alguna de las fuerzas que le prestó anoche. Pero parece que el animal sólo se digna a aparecer cuando la luna está cerca, aunque sea de forma superficial, porque en ese momento no encuentra ni rastro de él.

-No te hagas el sueco. Anoche me dijiste que me ibas a dar chocolate, ¿no?

La voz de Sirius suena firme. Termina con una pregunta, pero está afirmando. Está sentenciando. El licántropo le prometió chocolate y tiene que dárselo.

Remus no se quiere echar atrás. No puede huir ahora que comienza a entrever un final para la noche de ayer. Se obliga a responder, cuando lo que su mente le dice es que ignore al perro y le reprenda por resultar atosigante con tal de desviar la conversación. Eso, o salir corriendo de allí. Al fin y al cabo, es lo que ha hecho siempre: no seguir el juego de Sirius. La diferencia está en que lo ha seguido una vez y ha salido victorioso, así que, ¿qué puede perder si lo intenta de nuevo? Es Sirius el que viene a por más.

Pero no está seguro del todo. Tiene miedo de sí mismo, de meter la para, de salir herido de la situación por estar ilusionándose a causa de un juego estúpido. Aunque hay algo, quizá su propio orgullo, que lo empuja a seguir.

-No lo quisiste… ayer -respira hondo. Intenta que su voz parezca de alguien sereno-. Lo rechazaste, ¿recuerdas? -frases cortas, para que el corazón no se le salga por la boca.

-Joder… -se aparta el flequillo de los ojos con ese gesto tan suyo- Pero es que pensaba que estabas de coña. Tengo que admitir que no me lo esperaba. Creía que te estabas marcando un farol -confiesa, con una media sonrisa que le hace parecer algo avergonzado.

Ahora mismo el corazón de Remus Lupin quiere salir de paseo. Por lo menos, eso es lo que parece cuando golpea con fuerza el pecho que lo mantiene encerrado. La cabeza se une a él en su lucha contra la poca entereza que le queda al chico y decide que es el momento ideal para sufrir un pequeño mareo.

Y el lobo, de mientras, debe de estar echando la siesta, porque no da señales de vida. No le siente. No le oye. Por un instante, el prefecto cree que su licantropía ha desaparecido. Ha sido aplacada por el dudoso encanto y el evidente descaro de Sirius Black. Se haría millonario si hiciera con él un remedio para su enfermedad. El problema es que lo primero que se le ocurre hacer con Sirius no es precisamente un remedio contra la licantropía. En realidad podría hacer una lista.

Deja de respirar justo antes de decidir que no tiene nada que perder. Se lanza al vacío con los ojos cerrados.

-Yo no me marco faroles, Black -mete su temblorosa mano izquierda en un bolsillo de la túnica, porque está nervioso y no sabe qué hacer con las manos, ni con el resto del cuerpo-. Por si todavía te interesa, creo que recuerdas el camino a la despensa.

-Si me das permiso es más aburrido.

-Por eso ayer te escaqueaste.

El sarcasmo de Remus le sabe a reto. Su sonrisa se ensancha y se acerca varios pasos a él.

-¿Sabes, Lunático? Creo que querrás morirte después de esto.

El otro gryffindor responde con inusitada rapidez. Sirius incluso cree haber descubierto cierto carácter malicioso en el tono de voz que utiliza.

-Igual el que se quiere morir eres tú, Sirius -y no es sólo el tono, sino ese Sirius, lo que le hace sentir como si él fuera la presa.

Con todos ustedes, Remus Lunático Lupin, el gamberro, puro espíritu merodeador tras esa cara de no haber roto un plato en su vida. Pero Sirius es tan merodeador como él, e igualmente capaz de enseñarle los dientes al mismísimo lobo que tiene delante. Más que eso: le va a arrancar la piel a tiras y se va a hacer un abrigo de Lupin.

Se acerca a Remus y sólo unos centímetros lo separan de sus labios. Le agarra posesivamente por la nuca con una mano y lo atrae hacia sí con fiereza. Es tan repentino que el otro chico no tiene tiempo para respirar. Y aunque lo hubiera tenido, no existe en el mundo suficiente aire para sobrevivir a eso. A ese beso. A Sirius Black.

El animago muerde sus labios con voracidad, con hambre de años. Invade su boca con la lengua y es entonces cuando Remus cae en la cuenta de que su cuerpo ya no reacciona a las órdenes de su cerebro, sino al contacto con Sirius. Le tiemblan las rodillas y la vista se ha vuelto borrosa (¿por qué no ha cerrado los ojos? No lo sabe, quizá tampoco haya tenido tiempo para eso y ahora está muerto).

Mareo. Sensación de vértigo en la boca del estómago. El suelo queda a quilómetros bajo sus pies. Alarga las manos hasta la túnica de Sirius y se agarra para no caer. Se está abandonando al beso, en contra de su voluntad inicial, y está dejando que lleve las riendas ese maldito chucho que le hace perder el control. El muy miserable explora cara rincón de su boca, la escudriña con especial minuciosidad. Explora el terreno lentamente para después descargar toda la artillería. Pasional. Asfixiante. Sirius.

Remus se envalentona e intenta ser él quien invada la boca del otro, que trata de impedírselo profundizando el beso. Pero no importa, ya está ahí. Siempre valdrá más la maña que la fuerza. Ha entrado, y ambos se enzarzan en una batalla casi épica. Las estocadas, mortales, directas al corazón. Remus comienza a saberse vencedor. Su contraataque ha dado resultado.

Sirius nunca pierde. Será cosa de Black, o será cosa de Sirius, simplemente, y de ese maldito orgullo que tiene, pero siempre hace igual. Cuando juegan al ajedrez mágico, al parchís muggle, o incluso cuando echa una carrera de escobas con James. Cuando está a punto de perder, se retira elegantemente. Y si no, siempre pone excusas por haber perdido. En otras palabras, odia demasiado perder.

Esta vez simplemente se separa de Remus, de forma tan repentina como el inicio del beso. Lo observa detenidamente con esa mirada grisácea, con la mano todavía sobre su nuca. El licántropo le sostiene la mirada, lánguido, cree que incluso moribundo.

Inesperada y bruscamente, Sirius da media vuelta y se marcha.

Remus todavía no sabe cómo ha sobrevivido. Tampoco sabe de dónde saca las fuerzas para hablar.

-¿Adónde vas?

-Al comedor, a terminar de almorzar, capullo.

Suena como siempre, pero algo le dice a Remus que su amigo se ha enfadado, y siente punzadas de dolor en el pecho. No debería haber provocado esa situación desde buen principio. Ahora es el mismo de siempre; nada queda de la seguridad que le pedía al lobo, y vuelve a tener esa sensación que tan bien conoce de haber cometido un grave error que pueda costarle la amistad del moreno.

-¿Estás… enfadado?

Sirius parece sorprendido. Después, molesto. Irritado cuando contesta, tras girarse para mirar a la cara al otro merodeador.

-No, coño, pero la próxima vez no me metas la lengua hasta el esófago -se adivina la sombra de una sonrisa en sus labios justo antes de que el chico salga de la estancia.

La próxima vez. Esas palabras son una promesa de lo que es y será. De lo que, en el fondo, siempre ha sido. Sólo él consigue que tres palabras suenen cargadas de significado. Tres palabras con más contenido que un libro de mil páginas, con un mensaje mucho más profundo que un poema de William Blake.

Al menos, es así para Remus.

Y eso es todo, amigos. Intentaré pasarme por mi f-list si es que mi cabeza deja de dar vueltas (bah, si me estuviera muriendo probablemente no estaría por aquí xD).

PD: Siriusly, creo que puedo seguir diciendo que nunca he descrito un beso xD .

remus, fic, life, sirius, sentidos

Previous post Next post
Up