En un día como hoy
Latin Hetalia | Chile/Argentina
967 Palabras | Viñeta
EN UN DÍA COMO HOY
-¿Tú te sentiste igual?
La pregunta pareció suspenderse en aire unos segundos, antes de desaparecer. Martín medio sonrió ante la obvia comparación al humo de su cigarrillo, pero no por eso dejó de llevárselo a la boca. A su lado, antes única compañía, reposaba una botella semi vacía de cerveza la cual Manuel tomó con una mano y se la llevó a la boca.
-No tiene sabor -comentó a la nada, frunciendo la boca. Sin embargo, no fue capaz de notar algún movimiento obvio de Martín; éste parecía concentrado en su cigarrillo, por eso, suspirando resignado, se sentó a su lado-. Doscientos años ya.
-Tendrás ese cuerpo, pero sos un viejo -fue lo primero que Martín dijo esa noche, antes de soltar una carcajada por el ceño fruncido de Manuel-. No cambiaste mucho de esa vez.
(Quizás lucía más retraído en sí mismo).
-Tú tampoco, hmp.
(Quizás había más experiencia, un poco más de seguridad, creciendo, cayendo, levantando, volviendo a caer y tratar de caminar.
Golpe tras golpe. Lucha tras lucha. Miedo tras miedo).
-Me acuerdo que eras más bajo.
-Y tú estabai’ menos insoportable -Manuel lo miró de reojo, a sus hombros, a sus piernas, a sus codos que se rozaban. (¿Era agrede? No, ningún movimiento con Martín era así)-. En realidad no.
-Algo me dijo que ibas a decir eso.
-Doscientos años.
-También tuvimos esta charla, ¿no? -Martín volteó a mirarlo, apoyando un codo en su rodilla y sosteniéndose el rostro. Sonreía-. Cuando fue mi turno, en mayo.
-¿Charla? -Manuel alzó una ceja-. Apenas y hablaste, weón. ¿Teníai’ la crisis de los treinta?
La carcajada de Martín fue alta, un poco arrogante pero era algo que a Manuel lo tenía acostumbrado. (Esa seguridad en sí mismo que, a veces, le gustaría tener -a pesar de lo falsa que sea-, y que Martín fue ganándose con el tiempo.
Él también la tuvo, mirando fijamente los ojos de Antonio).
-Tuve mi fiestecita de quince, no estuvo tan mala. Me acuerdo que estabas rojo cuando desfilaste vestido de gaucho-
-Huaso, Martín. ¡Huaso!
-La misma mierda con distinto nombre, sacále la “g” y ponéle la “h” -Martín volvió a aspirar el humo y dejó caer la colilla del cigarrillo, buscando otro de los bolsillos de su pantalón-. ¿Compartimos el último?
-Bueno, dale -Manuel hizo una mueca resignada, antes de volver a su rostro inexpresivo de siempre. A veces, lo aturdía tanta sonrisa-. ¿Tú también vai’ a estar?
-¿Hm?
Inexplicablemente, Manuel se sonrojó.
-A-A la fiesta, digo.
-Obvio, ¿cómo voy a dejar que te pierdas a semejante invitado? -preguntó el rubio, tapando con su mano la punta del cigarrillo, mientras sostenía el encendedor y soltaba el humo de sus labios, antes de volver a aspirar y pasárselo-. Además hace mucho que no veo la estatua-
-¿Cuál? ¿La de San Martín?
-Sí, esa.
Martín vio como Manuel soltaba el humo por la nariz y volvía a aspirar.
-Siempre que vas te la quedas mirando, gil.
-Son iguales, después de todo.
-Aunque yo la tuve primero -comentó Manuel, sonriendo de lado y viendo la mueca de Martín.
-Uuh, calláte, no se te puede decir nada a vos.
El viento sopló frío y Martín se arrimó a Manuel, pero éste no se apartó. Supo, enseguida, que no le desagradaba su presencia. (Y no supo si sonreír o simplemente seguir mirando a la nada).
-Doscientos años -repitió Manuel, pasándole el cigarro al otro, sintiendo la calidez de ambos cuerpos juntos. (Y el frío se iba, un poco).
-Y seguimos juntos.
-¿Q-Qué? ¡¿A qué te referí’ con eso?!
-A esto, pibe, hubo épocas que ni sentarnos juntos podíamos -dijo Martín, entrecerrando los ojos y tirando la cabeza hacia atrás. (Y ya no dolía como antes, a pesar de tener la herida algo abierta)-. O compartir un pucho…
Manuel prefirió no contestar a aquello. Se hundió un poco más en donde estaba sentado y miró al cielo falto de estrellas.
(No, hey, vio una. Débil, casi hasta invisible, pero ahí estaba).
-Pero supongo que es inevitable que volvamos.
Quiso encogerse un poco de hombros, sobre sí mismo. No era su tema favorito para charlar, ni el que supiera manejarse mejor. Todo lo relacionado con Martín lograba ponerlo nervioso.
(Algo se apretó en su pecho).
-¿Tú creí’?
-¿Y si no creo yo, quién lo va a hacer?
-M-Martín.
Por el tono que usó, Martín volteó a mirarlo. Y sus ojos se abrieron un poco más al ver el ya visible sonrojo en las mejillas; el nerviosismo, la timidez…
(Le recordó a aquél Manuel sin nombre todavía, aquél que abrazó y que aún hoy podía percibir el olor a tierra, mezclado con sangre y libertad).
-¿Tú… me vaí’ a dar algo? -susurró Manuel en voz baja, cortando el contacto visual, sin dejar de tener las mejillas sonrojadas a pesar de su seria expresión.
-Sé, es tu cumpleaños, ¿no? -Martín sonrió un poco más, quitando el exceso del cigarrillo y pasándoselo a Manuel. Con la mano libre aprovechó de obligarlo a verlo, sujetándolo desde el mentón.
-¿Me dai’ el beso ahora, weón?
-Siempre impaciente vos.
Quizás las estrellas no empezaron a aparecer. Quizás el viento sopló más fuerte, más frío. Quizás el cigarrillo se consumió, quemando un poco la mano de Manuel (pero apenas y fue un simple ardor). Quizás la boca de Martín no supiera diferente; quizás el beso no significaba nada.
Pero eran doscientos años.
Y hacia tiempo ya que dejaron de ser unos niños. Qué él dejó de ser un niño. Y si hacia un repaso de su vida, de toda su existencia…
… Tal vez, o solo quizás, sonreiría. Porque, en un día como hoy, no se cumplen doscientos años.
El reloj de su celular cambió de hora: 0:00 a.m.
- Soy una hereje, pero es que adoro a Manuel ♥