{Fanfic} ¡Es domingo! ; (Manuel/Martín)
Autor: osakaxsun
Título: ¡Es domingo!
Fandom: A.P Hetalia (Latin Hetalia)
Claim: Argentina/Chile.
Rated: K+?
Notas: La wea fome. Esto debió ser para ayer.
Advertencias: Fluff, shonen ai y, ah, escrito feo.
Sumario: Esta vez, Manuel no discutiría y se quedaría un ratito más en la cama. Porque, simplemente, ¡es fomingo!
{ ¡Es domingo! }
-Aún no sé por qué dejo que hagamos esto, weón. -Manuel chilla, se queja y gruñe mientras sus dedos nerviosos intentan abrochar el segundo botón de su camisa (¿a quién diablos se le ocurrió que fuera buena idea ponerse eso? Ah, sí. A él) -. ¡Pero esta es la última vez! Mierda, todo esto se está yendo de las manos. ¡Me tení’ harto, Martín! -Y que sigan las incoherencias.
El susodicho lo mira con letargo en sus párpados y una ligera picardía destellando en sus ojos verdes. Era de mañana, con la clásica luz solar iluminando su modesta habitación y Manuel se le ocurrió que ese día se despertaría temprano. Un domingo a la mañana. Genial.
Martín entrecerró los ojos, tapando un bostezo con su mano.
-¡Pará de una vez, Manuel! -dijo con voz cansina, volviéndose a recostar -. Es domingo, ¿no podés quedarte en la cama un rato más?
Y aquí es cuando, en una situación normal, Manuel se volvería con sus chillidos e insultos ofendidos y se vestiría lo más rápido posible, tomaría sus cosas, se iría y Martín tendría que correr detrás de él para convencerlo (a base de chamuyos) de que volviera. En una situación normal. Sí, normal.
Sin embargo el chileno volvió a quitarse la camisa (gruñendo frases incoherentes, palabras sueltas con algunos insultos flotando por encima y un fuerte “¡sólo por esta vez!”). Su cuerpo se acercó al del argentino, sus manos sujetaron las sábanas y permaneció mirando el techo. Ahá. El techo. No a Martín. Al techo. Sobra decir que el argentino no esperaba eso. (Cabe agregar que nadie esperaba eso).
¿Será por la lluvia que cayó en la noche? ¿O por las cosquillas que Martín le hizo intencionalmente? Tal vez sea, lo más seguro, que no fue a preparar el té que le prometió, lo pensó Argentina. Sea lo que sea que hubiera hecho (o pasado) Manuel estaba otra vez en la cama. Y no pudo evitar la sorpresa.
-¡¿Q-qué, weón?! -preguntó Manuel, al percatarse de la muda mirada del argentino -. ¡Es fomingo!
Martín soltó una carcajada, apoyando su codo sobre el colchón y su mano sosteniendo su rostro.
-¡Vos y tus excusas chotas!
(¡Aunque sus excusas eran igual de malas!)
-¡¿Q-qué mierda estay’ haciendo, argentino?! ¡No, aléjate!
Un par de insultos, de parte de ambos, una boca sobre la otra y (ah, mirá vos) ya está. Una batalla campal de labios contra labios y una guerra pasional entre lengua y lengua. Guerra que se volvió batalla, batalla que se volvió discusión y discusión que se volvió un simple (pero pasional) beso con sabor a tregua y a domingo.
Martín suelta sus labios, con esa estúpida sonrisa arrogante, y hace un camino de pequeños besos sobre el cuello ajeno, Manuel (“Erí’ un fleto, weón”) acaricia la espalda de Argentina con sus manos, en una total pérdida de razón (o lo que se dice, una excusa para no seguir admitiendo lo que tanto le gusta).
No, se dice Manuel mirando el techo (ahá, el techo, no a Martín). Esto no era una total pérdida de la razón, una falta de sinapsis en sus neuronas o un ataque pseudo romántico de su parte. Era algo tan, pero tan banal como válido.
¡Es, simplemente, domingo! (¡Fomingo, weón! Y Martín rió.)
Título: ¡Es domingo!
Fandom: A.P Hetalia (Latin Hetalia)
Claim: Argentina/Chile.
Rated: K+?
Notas: La wea fome. Esto debió ser para ayer.
Advertencias: Fluff, shonen ai y, ah, escrito feo.
Sumario: Esta vez, Manuel no discutiría y se quedaría un ratito más en la cama. Porque, simplemente, ¡es fomingo!
{ ¡Es domingo! }
-Aún no sé por qué dejo que hagamos esto, weón. -Manuel chilla, se queja y gruñe mientras sus dedos nerviosos intentan abrochar el segundo botón de su camisa (¿a quién diablos se le ocurrió que fuera buena idea ponerse eso? Ah, sí. A él) -. ¡Pero esta es la última vez! Mierda, todo esto se está yendo de las manos. ¡Me tení’ harto, Martín! -Y que sigan las incoherencias.
El susodicho lo mira con letargo en sus párpados y una ligera picardía destellando en sus ojos verdes. Era de mañana, con la clásica luz solar iluminando su modesta habitación y Manuel se le ocurrió que ese día se despertaría temprano. Un domingo a la mañana. Genial.
Martín entrecerró los ojos, tapando un bostezo con su mano.
-¡Pará de una vez, Manuel! -dijo con voz cansina, volviéndose a recostar -. Es domingo, ¿no podés quedarte en la cama un rato más?
Y aquí es cuando, en una situación normal, Manuel se volvería con sus chillidos e insultos ofendidos y se vestiría lo más rápido posible, tomaría sus cosas, se iría y Martín tendría que correr detrás de él para convencerlo (a base de chamuyos) de que volviera. En una situación normal. Sí, normal.
Sin embargo el chileno volvió a quitarse la camisa (gruñendo frases incoherentes, palabras sueltas con algunos insultos flotando por encima y un fuerte “¡sólo por esta vez!”). Su cuerpo se acercó al del argentino, sus manos sujetaron las sábanas y permaneció mirando el techo. Ahá. El techo. No a Martín. Al techo. Sobra decir que el argentino no esperaba eso. (Cabe agregar que nadie esperaba eso).
¿Será por la lluvia que cayó en la noche? ¿O por las cosquillas que Martín le hizo intencionalmente? Tal vez sea, lo más seguro, que no fue a preparar el té que le prometió, lo pensó Argentina. Sea lo que sea que hubiera hecho (o pasado) Manuel estaba otra vez en la cama. Y no pudo evitar la sorpresa.
-¡¿Q-qué, weón?! -preguntó Manuel, al percatarse de la muda mirada del argentino -. ¡Es fomingo!
Martín soltó una carcajada, apoyando su codo sobre el colchón y su mano sosteniendo su rostro.
-¡Vos y tus excusas chotas!
(¡Aunque sus excusas eran igual de malas!)
-¡¿Q-qué mierda estay’ haciendo, argentino?! ¡No, aléjate!
Un par de insultos, de parte de ambos, una boca sobre la otra y (ah, mirá vos) ya está. Una batalla campal de labios contra labios y una guerra pasional entre lengua y lengua. Guerra que se volvió batalla, batalla que se volvió discusión y discusión que se volvió un simple (pero pasional) beso con sabor a tregua y a domingo.
Martín suelta sus labios, con esa estúpida sonrisa arrogante, y hace un camino de pequeños besos sobre el cuello ajeno, Manuel (“Erí’ un fleto, weón”) acaricia la espalda de Argentina con sus manos, en una total pérdida de razón (o lo que se dice, una excusa para no seguir admitiendo lo que tanto le gusta).
No, se dice Manuel mirando el techo (ahá, el techo, no a Martín). Esto no era una total pérdida de la razón, una falta de sinapsis en sus neuronas o un ataque pseudo romántico de su parte. Era algo tan, pero tan banal como válido.
¡Es, simplemente, domingo! (¡Fomingo, weón! Y Martín rió.)