Hetalia; Un poco tontas | fem!Argentina/fem!Chile

Mar 23, 2012 13:32

-¡¿Ma-Martina?!

Javiera no pudo retener el grito escandalizado al encontrarla tirada en el suelo, rodeada de ropa sucia y algún que otro papel de vaya saber qué (por unos papelitos brillantes y rosados, supo que esos eran chicles- y frituras-y el envoltorio de una caja de cervezas). Dejó caer sus hombros, tocándole el muslo con la punta de su bota varias veces, hasta que Martina dio señales de vida.

-¡¿Qué te pasa?!

Javiera frunció el ceño.

-¡Fuiste tú la que dijo que quería salir hoy! -le respondió devuelta y miró a su alrededor. Por lo general Martina intentaba ser ordenada, sin grandes éxitos. Pero esto, esto era demasiado-. ¿Qué pasó aquí?

Martina suspiró, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas. Los cabellos se retorcían de forma anormal y en su cara tenía el rastro de la saliva, y un bretel de su camiseta caía peligrosamente de su hombro. Distaba mucho de la imagen sofisticada que Javiera acostumbraba a ver.

-Todo el trabajo se me atrasó -contestó Martina finalmente, aflojando los hombros-. ¿Me ayudás? -agregó, mirándola con esperanza-. Vos sos una genia en esto de limpiar. ¿Sí, sí?

-¿Qué? No, no, Martina, siempre soy yo la que termina limpiándote todo.

-¡Te pago!

-Me debes paga desde hace seis meses, conchetumare -escupió Javiera, sacudiendo la cabeza. No, no tenía por qué dejarse engatusar por Martina. No hoy, no hoy-. Es tu casa, límpiala tú.

-Pero no te pido que lo hagás vos sola -dijo Martina como una niña pequeña, jugando con un mechón de su cabello y se puso de pie, caminando los dos pasos que la alejaban de Javiera y le rodeó el cuello con sus brazos-. Daledale.

Javiera intentó alejarla poniendo sus manos sobre la cintura de Martina, pero ella empujó más y la hizo tambalear. El cabello le hacía cosquillas en la nariz y ciertamente no olía a su champú como siempre. ¡Ni siquiera se había bañado! Entrecerró los ojos, apoyando sus labios sobre el hombro de Martina y la odió.

Siempre obtenía lo que quería de ella, y de forma tan fácil. Unos ojitos, (poca ropa), una sonrisa de muñeca y la tenía entre sus manos. Y sabía que este abrazo era parte de su chamullo.

-Martina, te odio.

Javiera de repente fue apretujada y todo lo que escuchó fue a su mejilla ser torturada sonoramente por los labios de Martina.

-Ahora, dame un beso.

-¡¿Qué?! ¡No, te apesta la boca! Primero cepíllate los dientes.

Martina resopló.

-Ortiva.

(tesigoodiando.)

Por una parte, Javiera debería estar feliz de que no hubieran salido. Detestaba ir de compras, y más si es con Martina porque lo quiere todo y quiere que se pruebe esos estúpidos vestidos chillones. No es que limpiar fuera su gran pasión pero…

-¿De verdad querés hacer esto? ¿No querés ir a dar un paseo por ahí? Abrieron una heladería cerca y…

-¿Crees que a mí me gusta venir a tu casa a limpiar tu suciedad? -preguntó Javiera, mirándola con las cejas alzadas. Martina soltó una risilla y siguió pasando la esponja sobre el plato-. Y no, mira, el helado te engorda. Después te andas quejando.

Martina interrumpió su actividad y volteó a verla con dramatismo. Javiera estaba aplastando la basura en la bolsa y la miró, suponiendo lo que empezaría ahora.

-Quizás deberías ir al -Javiera hizo una pausa dramática, remojándose los labios con la punta de su lengua-, gimnasio, para afirmar un poco.

-¿Le estás llamando gorda a esta belleza?

Javiera se encogió de hombros, no prestándole real atención a lo que Martina le dijo. Estiró la bolsa y le hizo un nudo, dejándola a un lado con las demás y buscó la que tenía encima de la encimera para abrirla y acomodarla en el basurero.

-Aunque mejor no vayas -dijo de pronto, como un pensamiento rápido que pasó sobre ella-. Al menos tienes culo ahora, Martina.

Javiera rompió en carcajadas por los chillidos de la rubia y rápidamente huyó cuando ésta empleó el truco de mojarla y tirarle espuma.

Quizás no fuera ningún centro comercial lujoso, lleno de marcas exquisitas y olorcito a café. Quizás no era el parque con la nueva heladería y Martina siempre escogiendo el mismo gusto de halado como una niña (ese dulce de leche granizado), pero ahora se sentía volar.

Tan ligera como una pluma, la cual Martina sopló.

(paz.)

-Fue difícil pero todo se ve mejor ahora, ¿no?

Martina pasó olímpicamente lo que le dijo y en tres pasos, ya estaba tirada a lo largo del sofá como un gato perezoso y enorme. Javiera suspiró, acercándose a su cabeza y puso ambas manos sobre su cintura.

-¿Estás enojada por lo que dije de tu culo, tonta?

Tomó un mechón entre sus dedos y comenzó a pasarlo, enroscándolo y liberándolo distraídamente. Javiera sabía por su ceño fruncido y su boca apretada, de que estaba molesta con ella.

Puso los ojos en blanco, chasqueando la lengua y se descruzó de brazos, caminando el par de pasos que las separaban y se sentó en el borde del sofá, inclinándose levemente hacia ella, encerrándola con ambas manos a cada lado de su cara. Martina levantó la mirada, sin sorprenderse de sus movimientos. Javiera se inclinó hacia ella, uniendo sus labios, besándola despacito y tímidamente, apenas empezando como un roce, dejándole el paso a que Martina decidiera. Y ella decidió tomar su rostro desde las mejillas sonrojadas y acercarla un poco más, siguiendo con el beso sin apurarlo.

Los labios de Martina eran dulces, suaves y cálidos y su lengua tenía el gusto de la Coca-Cola que descansaba en la mesita de café en frente del sofá. Un poco a cosquillas, un poco a vergüenza, un poco a “te perdono”. Así sabían los labios de Martina y Javiera se separó rápidamente unos minutos después, porque estaba yendo muy lejos.

El corazón le zumbaba en los oídos.

-Voy a bañarme -suspiró Martina, estirando sus brazos por encima de su cabeza y miró a Javiera con pereza-. Vos también deberías, che.

-Sí, fui la que más trabajó -contestó Javiera, dejando caer sus hombros y entrelazó sus dedos sobre su rodilla-. Pero no, gracias, no tengo otra ropa que ponerme.

-¡Con más razón!

-¡No seas pervertida, oye!

-Me vas a decir que no querés verme desnuda paseando por tu departamento -dijo Martina, mordiéndose los labios y lazándole una mirada coqueta. Javiera no tuvo personalidad para mirarla a los ojos-. Dale, te presto ropa yo y te quedás a ver una peli. La que quieras. No sé, ¿El Padrino? ¡No me importa, en serio! Y yo puedo llamar al delivery y pedimos una pizza. Ya que como hoy no pudimos salir…

Javiera dejó caer a un lado su cabeza, Martina mirándola casi de soslayo. Suspiró un poco más fuerte, inclinándose para empezar a quitarse las botas y apenas terminó de sacarse una cuando ya tenía a Martina rodeándole el cuello y atacando su mejilla sin piedad. Puso los ojos en blanco, sonrojándose las mejillas y apretando los labios.

-No es para tanto…

Pero Martina tuvo que soltar una carcajada y hacer que el mundo temblara bajo sus pies. Así no es justo, pensó Javiera, dándole pequeñas caricias al brazo que rodeaba su cuello. No es para nada justa.

Y así fue como toda esta bonita paz fue rota.

(disturbios.)

A Javiera se le escapó un suspiro entre el beso, rebotando el aliento en los labios húmedos de Martina. Hundió sus manos en la nuca, jugueteando con el cabello espeso y-era tan bonito ese cabello, siempre fue muy bonito y le encantaba hundir sus dedos entre los mechones, o hacerle trenzas, o peinados, lo que sea para poder tocarlo y hacerla lucir más bonita. Pero ahora le estaba revolviendo el pelo lleno de champú y agua fría y la boca de Martina era una rara mezcla de frío y calor, y la tentaba, la tentaba mucho.

El beso terminó con sus labios rozándose dulcemente y los ojos de Martina eran brillantes como los de una niña. Javiera se estremeció por las manos en su cintura, sintiéndose más expuesta y consiente de todo.

-¿Viste que no era mala idea? -dijo Martina con tono triunfante, acariciándole la cintura y luego la espalda, acercándola más hacia ella. Javiera la miró de reojo-. Vení, che, tócame vos también -susurró, alzando las comisuras de su boca y Javiera nunca la vio coqueteándola de esa manera.

Tampoco es que pudiera decirle que no.

Volvieron a besarse, un poco más despacito esta vez y dejó caer sus manos sobre los hombros. Martina subió sus manos sobre la espalda, siguiendo el largo de la espina dorsal.

Javiera se sintió pequeña, un poco torpe (pero es que así siempre se sentía con Martina y no era justo, no era justa con ella) y, tímida, tocó con la punta de su lengua el labio inferior, introduciéndola en su boca, y suspirando cuando sintió la otra. Acercó su cuerpo un poco más, rozando sus pechos y bajando sus manos por las caderas de Martina, intentando con sus piernas que separara las de ella porque vamos, quería tocar también, quería hacer algo, y cuando Martina suspiró, abriendo un poco las piernas y tocó el interior de los muslos cerca de su centro y se estremeció; Javiera creyó que, que estaba flotando o algo parecido.

-Che, ¿y de qué querés la pizza? -preguntó Martina así casi de la nada, con los brazos sobre los hombros y las manos de Javiera acariciando con avaricia las piernas. La miró a los ojos con el ceño fruncido.

-Por dios, no hables, solo cállate, estúpida -y, y lo que sea mientras no tenga piña -agregó sobre sus labios, entreabriendo su boca con ansias, volviéndola a besar, deslizando su mano sobre uno de los pechos de Martina y fue gloria ese gemido y el estremecimiento que le arrancó.

Martina la abrazó un poco más fuerte, tirándola hacia el agua y el contraste con la piel fue como un pequeño espasmo que interrumpió el beso. Martina la miraba con diversión, con ese brillo especial en los ojos y en los labios, y Javiera lo único que quería hacer era mordérselos pero se quedó quieta donde estaba porque de repente fue consiente de todo. Sintió los dedos de su novia hundiéndose en su pelo, humedeciéndolo un poco más y se acercó a frotarse las narices como dos niñas pequeñas y la risita de ella le aceleró el corazón.

-Javiera, si seguís pensando no va a pasar nada.

-¿Tú no querías una ducha, acaso? -refunfuñó, pasando sus brazos por la cintura de Martina y ella empezó a dejarle besos sobre su hombro.

-Te recuerdo que fuiste vos la que empezó -Martina sopló sobre su oído y Javiera intentó retroceder un paso por el escalofrió que le recorrió todo el cuerpo-. Relajate, boluda.

-No me digas “boluda”, huevona -contestó por lo bajo, sus mejillas rozándose y cerró los ojos por un momento, los labios de Martina sobre los suyos una vez más y la lengua tan dulce y sensual rozando la suya.

Martina deslizó sus manos por los brazos de Javiera, saltando a las costillas y subiendo hacia sus pechos, tocándolos con las manos. A Javiera las piernas empezaron a temblar como gelatina, su boca deshaciéndose en gemidos suavecitos y silenciosos. Y las manos de Martina fueron reemplazadas por la boca y si tuviera que dar algún ejemplo sobre lo que era el infierno y el cielo, seguramente sería esto. Con los labios rodeando su pezón y succionándolo, los dientes apenas apretándolo y estirándolo junto a una risa juguetona.

-Javi, apoyate contra la pared -susurró Martina sobre su oído, sugerente, con el pezón entre el índice y el pulgar, y Javiera estaba segura que podría hacer lo que le pidiera en ese momento. Asintió con la cabeza.

-O-Oye, espera, ¿qué… qué piensas hacer?

-Nada raro, vos relajate.

Javiera resopló, sabía que iba a ser raro en el momento en que Martina se arrodilló frente a ella. Y sus labios comenzaron a curiosear sobre sus muslos, mordiendo apenitas la piel sensible y, rayos, se sentía tan genial. El vientre se le encogió sobre sí mismo, como una sacudida que liberó miles de cosquillas por todo su cuerpo.

-Martina… -suspiró intoxicada, cerrando los ojos o entreabriéndolos, ya no estaba segura de lo que hacía-. Oye-

-Dejame mimarte tranquila, idiota -reprochó Martina, acercando su boca hacia su centro y.

Oh Dios.

Las mejillas de Javiera no podrían estar más sonrojadas, al igual que sus orejas y seguramente parte de su cuello. Pero se estaba deshaciendo en placer, como si miles y miles de descargas subieran por su espalda. La lengua de Martina le estaba haciendo ver estrellas y tocar el cielo con las manos.

(La idea era mimarla a ella, pensó Javiera mirándola.

No fue buena idea hacer eso, la verdad.)

Martina se levantó con una mirada pícara y una sonrisa nada inocente en su boca, relamiéndose los labios a propósito para que la mirara. Javiera no sabía si sentirse indignada o solo, quizás, recuperar el aliento y mirarla con odio.

Ella se recostó sobre su cuerpo, abrazándola por el cuello una vez más y se quedaron quietas por unos segundos. O por una eternidad. Javiera se encontró a sí misma deseando que este abrazo en especial nunca terminara.

(Qué estúpida e infantil que era.

Qué enamorada que estaba.)

-Hey, ¿qué andamos tocando? -susurró Martina, sobresaltándose cuando las manos de Javiera llegaron hacia su trasero y la acercaron más a ella.

Javiera hundió su boca en el cuello de Martina, besándolo y mordiéndolo como si fuera a romperse, despacito y apenitas. Una de sus manos fue un poco más abajo del muslo, llevándola a su cadera y Martina clavó sus uñas sobre su espalda cuando la penetró con su dedo.

Javiera tuvo que corregirse, si tuviera que definir lo que era el cielo y el infierno era este momento con Martina deshaciéndose prácticamente en sus brazos. Era casi un placer mayor verla y saber que era ella, la Javiera que nadie mira, la que nadie encuentra atractiva, la que piensan que es una solterona, la que le hace trenzas al cabello de Martina en las noches, era ella la que pusiera las mejillas sonrojadas, la que le quitaba el aire, la dueña del nombre que Martina soltaba y el cuerpo que abrazaba fuerte, fuerte.

Era su pequeño secreto.

El agua caía sobre sus cuerpos como una capa sensual y resbalosa, no dejando que el ambiente fuera tan caluroso pero por dentro todo hervía. El corazón de Javiera golpeaba fuerte contra su pecho y el cabello de Martina olía a champú. Y cuando su novia dejó de besarla, la sonrisa que tenía en su rostro era totalmente idiota.

-Te quiero, Javi -susurró Martina con la respiración entrecortada, sus senos rozando los de Javiera entre el subir y bajar de su pecho.

Javiera introdujo un segundo dedo en Martina, volviéndola a besar rápido y corto, como no dejándola responder y Martina gemía con malestar y placer. Tomó el labio inferior y lo estiró con los dientes, y volvió a mirarla a los ojos, sonrojándose.

-Sí, uh… -murmuró, escondiéndose en su cuello-, también yo.

En este momento, todo era perfecto.

(pizzas.)

-¿Y cómo está?

Javiera sintió una mano rodearle la cintura, frunció levemente el ceño y llevó la porción de pizza a su hombro. Martina tomó un pedazo entre los dientes y luego de unos segundos de completo silencio, hizo una arcada.

-¡Está horrible!

-Tú la ordenaste, tú te la comes -sentenció Javiera, cortando unas porciones más y tratando de que el queso no se chorreara por los costados.

-¿Al menos las empanadas están ricas? -dijo Martina con resignación, soltándola. Abrió la heladera, sacando un pack de cervezas; Javiera le contestó con un monosílabo-. Qué miseria, tres empanadas para dos personas.

Y empezó a reír, Javiera sólo rodó los ojos y llevó la caja de pizza hacia la mesita de café, en la sala de estar. En la pantalla de la televisión, el menú de la película se reproducía constantemente, y como era la única luz ahora (porque Martina apagó la de la cocina) de vez en cuando se quedaban a oscuras.

-Oye, tienes las manos frías -se quejó Javiera, Martina sentándose a su lado y deslizando sus dedos sobre el interior de sus muslos. Suspiró-. Esta es la peor salida que tuve alguna vez.

Martina la besó, fue lento y dulce (y a oscuras, porque el menú volvió a empezar.)

-Ah, no digás eso, Javiera, la primera que tuvimos las dos fue desastrosa.

-¿Por el tipo que quería hacer trío, lo dices?

-No -Martina negó con la cabeza, pero lo pensó mejor-. Por los dos tipos que querían hacer intercambio entre nosotras.

Javiera hizo una mueca, asintiendo. Pero ya qué, estaban las dos aquí; era mucho mejor que estar afuera. Al menos, podía tomar esa mano de su muslo y entrelazar sus dedos, darle algún apretón y volver a besarse.

Cuando se separaron, Martina se acercó a rozarle la punta de la nariz y las mejillas de Javiera cobraron color, y la risa tonta escapó de su boca sin darse cuenta.

Bueno, quizás no fue tan terrible. 

pa: argentina/chile, c: martina, pe: argentina, advertencia: porno, pe: chile, c: javiera, !fanfic, advertencia: fluff

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