Título: Tres días después
Fandom: Merlin
Personajes/Parejas: Merlin, Morgana
Advertencias: ubicado temporalmente luego del capítulo The Witchfinder (2x07) así que spoilers hasta allí.
Resumen: Ella fue a verle tres días después, tuvo la certeza que estaba ahí por él desde que la vio aparecer por la puerta.
Notas: escrito para el amigo invisible de
lamarcadenimueh y como recién se desveló quién había escrito cada cosa, pues lo cuelgo aquí~
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Caminó sigilosamente hacia los aposentos de Morgana al caer la noche, después de dejar a Gaius en cama y no supuso mayor problema esquivar la vigilancia, pues todos en el castillo todavía estaban muy ocupados comentando la muerte de Aredian. Sin embargo estaba seguro que Camelot olvidaría el incidente con el paso de los días, después de algunas semanas lo recordarían como una anécdota más en que la magia (la maldita magia) era la protagonista, el centro de historias que nunca tenían un final feliz.
Pero a diferencia del resto, Merlin sabía que llevaría consigo para siempre la imagen de aquel cuerpo cayendo sobre el ventanal, del estruendo que silenció todo lo demás a su alrededor durante unos instantes. En ese momento no supo exactamente qué estaba ocurriendo con los otros presentes, pues él tan sólo permaneció en la misma posición, contemplando los pocos cristales rotos que habían quedado sobre el marco de piedra, sintiendo las piernas flaquearle y la garganta seca. Quiso decirse a sí mismo que había hecho lo correcto, repitiéndose una y otra vez que no tenía otra opción; pero era difícil cuando el último grito de Aredian seguía resonando en sus oídos como un grito macabro de acusación.
Cuando reaccionó un poco más, saliendo lentamente del letargo en que se había sumido, reconoció la voz de Arthur, y contempló su silueta acercarse rápidamente hasta el marco de la ventana, asomándose hacia el vacío. Pudo ver desde su sitio los labios curvándose en una mueca de desagrado, susurrándole algo a su padre y a los demás soldados que estaban con él. Inspiró hondo y pensó en retirarse porque todo lo demás estaba controlado.
Sólo entonces se fijó en ella. Morgana contemplaba el marco de la ventana con un gesto imposible de descifrar. Tenía los labios apretados, estaba pálida y hasta parecía contener su respiración. Sus miradas se encontraron (tan sólo unos segundos) y pudo distinguir miedo en ellos. Un destello, al rememorarlo horas después ni siquiera estuvo seguro de por qué le pareció miedo. Pero no podía dejar de pensar en ella, en las palabras de Gwen describiendo lo afectaba que estaba; por eso decidió una vez más tentar a la suerte y aproximarse a sus aposentos.
Tocó la puerta dos veces, ni muy suave ni muy despacio, creyendo que en cualquier momento Arthur surgiría de entre las sombras para decirle una vez más que debía olvidarse de sus “sentimientos” por Morgana. Ya no quería explicarse de nuevo, porque lo que Morgana le inspiraba con seguridad no se acercaba a nada que la perversa mente de Arthur estuviera maquinando. Lo que él sentía por Morgana era distinto, era…
-¿Merlin?-ella frunció el ceño apenas al abrir la puerta, contemplando con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Tenía el pelo enmarañado y lucía cansada, como si no hubiera dormido en días. Se sintió tan fuera de lugar que estuvo tentado en usar la magia para desaparecerse de sus ojos y dejar que siguiera descansando.
-Lamento si… no quise interrumpir… debería regresar, lo siento…-
-Merlin…- la media sonrisa de Morgana (a esta distancia era más fácil darse cuenta que las mejillas tenían más color y los labios lucían relajados) le tranquilizó un poco y por momentos dejó de sentirse como un intruso. Ella le indicó con un gesto que pasara y una vez dentro, él apoyó la espalda en la puerta, sin moverse demasiado de su sitio pues la sensación que estaba en terreno ajeno se hizo presente de nuevo. Hubo un silencio entre ambos, y Merlin quiso golpearse porque había venido preparado con todo un discurso, con preguntas sobre su bienestar o si todo eso fallaba, decir que Gaius ya estaba mejor y descansando plácidamente en su cama. Ahora tenía la mirada de Morgana sobre él, fija y analítica, por un momento tuvo la ridícula idea que podía leer sus pensamientos.
-Imagino que Gwen te habrá comentado algo, pero ya estoy bien, de verdad. Sé que no todos los días viene alguien a interrogarte si practicas magia, pero ya estoy bien…- Morgana miró al piso durante unos instantes, sus labios volvieron a tensarse de nuevo y a Merlin le pareció tan pequeña así, estuvo tentando a extender su mano para tocarla. Decirle que estaba bien asustarse, que no pasaba nada. Pero tan sólo se quedó allí, con la espalda incrustada en la pared, contemplándola ahogarse en sus propios temores, que eran similares a los suyos, podía sentirlo.
Magia. Don y maldición al unísono. Grandeza y desgracia tomadas de la mano.
-¿Cómo está Gaius? Espero que esté bien, quería visitarlo pero preferí dejarlo descansar por el momento…- él pudo adivinar qué había en ese silencio. No era sólo el horror de los recuerdos, la angustia de haber casi perdido un amigo en la hoguera, era algo más palpable y aterrador.
La certeza que pudo haber sido ella. O él. Él. Merlin no ha dejado de pensar en eso. Qué tan cerca estuvo de estar en lugar de Gaius, y no habría hecho gran diferencia, porque sabe que para Uther no importa el rostro que lleven a la hoguera, siempre y cuando si el resultado sea un hechicero menos en Camelot.
-Él está bien, por ahora tiene que descansar pero seguro en unos días estará como nuevo…- la mentira pudo quemarle la garganta si no fuera otra estrategia para mantener la cordura. Así podía pretender que las cosas iban a volver a su cauce normal tan sólo por esta noche. Morgana sin embargo pareció creerle pues volvió a sonreír, asintiendo en un gesto apenas perceptible.
-Me alegro también por ti… quiero decir, que no te haya pasado nada…-
Luego de escuchar aquello no supo qué responder, tan sólo pudo encajar la mirada en el piso; porque ella sonaba sincera y él no había hecho más que mentirle desde aquella ocasión que ahora parecía un recuerdo muy lejano. Si cerraba los ojos lo suficiente podía evocar la imagen de Morgana temblando, hablando de la magia entre susurros como si se tratara del peor castigo que pudiera pasarle a cualquiera. Cuando alzó la vista todavía tenía muchas frases, demasiadas, atenazadas en la garganta. Verdades a medias, mentiras necesarias, que esta noche era incapaz de pronunciar. No ahora, no a ella.
Ambos continuaban en silencio, contemplándose como si un gesto tan simple fuera suficiente, como si entre ellos no hubiera secretos, y por momentos Merlin se sintió abrumado por su presencia. Inspiró hondo en un vano intento por tranquilizarse, mas la sensación de asfixia seguía apoderándose de él, por lo que terminó disculpándose entre susurros por haber venido, tropezando las palabras como un niño, diciéndole que durmiera bien. Se acostó con la imagen de Morgana apoyada en la puerta, sonriéndole a medias en un cálido gesto de despedida. Regresó casi a tropezones, tanteando las penumbras del castillo hasta desfallecer en su cama. Como era lógico, soñó con ella, esa noche y las dos siguientes; despertando siempre con dolor de cabeza y la voz de Morgana resonando en sus oídos, diciendo una y otra vez que no quiere ir regresar a Camelot nunca más, porque ya no quiere sentirse sola.
Ella fue a verle tres días después, tuvo la certeza que estaba ahí por él desde que la vio aparecer por la puerta. Lo miraba tan fijamente que parecía desprotegido en su presencia, sintió de nuevo resequedad en la garganta pero no podía quitarle la vista de encima. Estaba ataviada con un vestido blanco y llevaba el pelo recogido en un moño, ni una sola hebra fuera de lugar. Repentinamente se vio empequeñecido frente a Morgana, sensación que ya empezaba a hacerse recurrente.
-Mentí…-
Su primera reacción fue fruncir el ceño, pues aunque estaba seguro de haber escuchado bien, no sabía exactamente a qué se refería. Resultaba gracioso, eso sí, que ella hablara de mentir y con él precisamente. Merlin sería la última persona que pudiera reprocharle por eso.
-Cuando fuiste a verme esa noche, preguntaste cómo estaba y… yo… no estaba bien… no estoy bien… no he dejado de pensar en lo que habría pasado si…- le temblaban los labios, hablaba con voz quebrada mientras Merlin se maldecía por no tener el valor de romper de una buena vez la distancia que había entre los dos. Tan cerca en apariencia, tan lejos en realidad- no sé cómo se puede vivir en esa angustia… pensar que cualquiera puede descubrirte… que de acusarte nadie alzará la voz para defenderte… no dejo de pensar en cuántos han muerto de esa manera… de cuántos seguirán muriendo hasta que…-
Guardó silencio, aunque era innecesario que terminara la frase, ambos sabían que estaba hablando de Uther. Uther y su odio desmedido, que tantas vidas inocentes había cobrado y que seguiría cobrando, justo como Morgana decía. Hablaba con resentimiento pero también con un temor que Merlin conoce muy bien, pero procuraba no pensar en ello cuando está cerca del rey, prefería repetirse hasta la saciedad que Arthur no será príncipe eternamente y que llegaría el día en que las cosas cambien para bien.
-Oh, lo siento, no hagas caso a nada de lo que digo, sólo he venido a importunar…-
-Morgana…- el nombre quemaba su garganta, recordatorio de las frases nunca dichas. La lista de cosas que quería decirle crecía día con día, había momentos en los que estaba a punto de flaquear. A punto de decirle que él la entendía, mejor que nadie, que no estaba sola y que estaba bien tener dudas, tener miedos, pero nunca de sí misma. Pero ahí estaban de nuevo, las palabras raspándole el paladar, sin emitir sonidos pero cargando más culpa sobre sus hombros, una culpa que ya no sabría hasta cuándo sería capaz de soportar- no te disculpes, somos amigos…- aquella afirmación en apariencia tan simple (tan profunda en realidad) pesaba hoy más que nunca.
Merlin contó sólo tres pasos, pero a él le parecía haber cruzado un inmenso abismo. Morgana seguía inmóvil, mirándole con una media sonrisa que dejaba traslucir agradecimiento. Suavemente extendió su mano hasta tocarla, rozándola apenas, sus dedos se cerraron en torno a la muñeca. Se sentían muchos más ásperos de lo normal al contrastar con aquella piel tan suave. Quiso detener ese preciso momento, quedarse así junto a ella, mintiéndose a sí mismo, fingiendo que no había secretos entre ambos, que nada les separaba, sin vivir con la angustia de ser descubiertos. Que podían recitar hechizos juntos, no en susurros, sino con voz clara y segura. Que Morgana sonreía plena, y él se veía reflejado en sus ojos siempre.
-Gracias…- susurró ella en un susurro, relajando sus gestos y curvando sus labios en una tenue sonrisa.
Sintió un vacío en el estómago, su fantasía rompiéndose como el cristal de la ventana, sabiendo que por ahora sólo podía conformarse con eso. Con ese ”gracias” resonando en su interior.