Fandom: Twilight
Título: El Lado Oscuro de la Luna.
Capítulo: 4/?
Personajes: Edward, Seth, Emmett, Emmett, Carlisle, Alice, Rosalie y Jasper.
Pareja: Edward/Seth
Resumen: Edward Cullen abandonó Forks para salvar a Bella (principio de New Moon). Varios años después regresa con su familia al lugar donde nunca pensó que volvería. Seth Clearwater es un adolescente normal de La Push cuya vida cambia radicalmente el día que descubre en lo que se ha convertido.
N/A: para Anna.
4. The potential of you and me.
(It's like a book elegantly bound but,
in a language that you can't read.
I Will Possess Your Heart, Death Cab For Cutie.)
Definitivamente no es lo mismo correr en su forma humana que la lobuna. Llega exhausto. Tal vez si no hubiese salido tarde no debería haber corrido como un loco y ahora no estaría todo sudado. Y encima el otro es puntual. Después de la breve conversación del otro día tenía sus dudas. No creía que Edward Cullen acabaría acompañándolo. Ahí está, metido en su coche, con cara de pocos amigos. Si no fuese porque ya le ha visto Seth echaría a correr de vuelta a casa. Tiene el presentimiento de que va a ser una noche bastante rara.
Abre la puerta del coche y entra un poco temeroso.
- No encontré a nadie más -anuncia.
- Ya veo -contesta furibundo.
- ¿A dónde vamos?
- A Seattle.
Pondría la mano en el fuego y no se quemaría al decir que eso que Edward Cullen acaba de hacer es gruñir entre dientes. Sonríe ignorándolo y se abrocha el cinturón.
- ¿Vas a decirme de quién es el concierto? -pregunta.
- Es una sorpresa -contesta.- Así que no hagas eso de leerme la mente porque lo mismo se me escapa en el pensamiento.
Edward Cullen tan solo asiente con la cabeza y conduce a esa velocidad endemoniada que le hará parar con sus huesos y su piel blanca en cualquier calabozo un día de estos.
Seth no está acostumbrado a los silencios. Cree que siempre hay algo de lo que hablar y por tanto ignora lo que es un silencio cómodo. Duda que exista tal cosa. No sabe lo que le molesta más. El hecho de que toda esta idea de ir con Cullen a un concierto empiece a resultarle pésima o que por tanto él tenga razón al insinuar que se arrepentiría. Le mira de reojo para asegurarse de que no ha escuchado nada.
Piensa en algo inteligente sobre lo que hablar. El conflicto de Oriente Medio, la última subida de la bolsa y de que se arrepiente de no haber comprado acciones con los pocos ahorros que tiene porque ahora podría ser millonario o la mitad de rico que él. Repasa mentalmente todo lo que conoce y sabe que puede hacerle parecer inteligente. Recrea conversaciones bastante intelectuales en las que al final no tiene ni la menor idea de lo que está hablando y tampoco sabe como contestar a la mitad de las preguntas.
El vampiro tamborilea con los dedos en el volante. Seth estiras las mangas de su camisa de cuadros.
- Siempre podemos volver -anuncia Cullen.
- ¿Por qué? -pregunta Seth intentando controlar su de repente su agudo tono.
- Por nada -contesta crípticamente.
Puede que se arrepienta pero no por ello va a echar marcha atrás.
Cuando llegan a la ciudad Seth le dirige a un aparcamiento que hay a unos cincuenta metros del local. Caminan en silencio durante veinticinco hasta que Edward comenta con genuina sorpresa:
- Death Cab For Cutie.
Divisa a lo lejos un cartel con letras negras sobre un fondo blanco que brilla. Ahora le queda averiguar si el vampiro que le acompaña odia a dicho grupo, le gusta o es completamente indiferente a su música pero hará el sacrificio porque le han invitado y es demasiado educado para declinarla ahora.
- Jamás les he oído.
Seth juraría que ha escuchado el ruido que hace su mandíbula al chocar contra el pavimento.
- No lo sé todo -contesta con tranquilidad.
Y la única respuesta que se le ocurre es abrir la boca no menos sorprendido y seguir andando en silencio hasta la entrada. El portero mira de reojo a Edward Cullen y revisa las entradas una vez antes de dejarles pasar. Es una sala pequeña pero ya está casi abarrotada. En los laterales hay un segundo piso Seth señala con el dedo y se dirigen hacia la derecha por las estrechas escaleras. Apoya las manos en la barandilla y mira hacia abajo. Calcula que habrá en total unas doscientas personas ahí abajo. La última vez que estuvo allí fue hace medio año con su padre y se trataba de un músico de la ciudad del que no es capaz de recordar el nombre.
Las luces de la sala se apagan y pasan dos minutos hasta que la gente empieza a silbar y gritar. Dos segundos después Seth reconoce los acordes de Soul Meets Body.
***
Debe de reconocer que tiene un gusto musical impecable. Si todo lo que oye es parecido a esto. Seth se pasa la mayor parte del tiempo callado. Solo habla para comentar el título de las canciones o informarle de lo mucho que le gustan o lo diferente que es a como lo había imaginado. Puede verlo en su mente durante los segundos en los que se permite el lujo de desobedecer su petición de no escucharle si no lo dice en voz alta. Se supone que debería haber ido con su padre, que fue quien le regaló las entradas por aprobar todos los exámenes del último semestre. Incluidas las Matemáticas. Sobre todo por el Notable que obtuvo en Literatura. A veces canturrea algunas canciones en voz baja y no aparta la vista del escenario. Es de esas ocasiones en las que se siente fuera de lugar.
Al terminar el concierto caminan junto al resto de la gente que abandona el local. Salen fuera y hace un poco más de frío, aunque no importe porque a ninguno de los les afecta. Se siente conmovido. Ahí está, con un adolescente de dieciocho años al que prácticamente no conoce pero del que sabe lo suficiente como para creer que Seth Clearwater no es solo un pobre chico que ha perdido a su padre. Y definitivamente no es como los otros lobos de la manada. Si se para a pensar no solo les diferencia el hecho de ser vampiro y lobo. Hay cosas más elementales que les diferencian esta noche y sin embargo la comparten. Le daría las gracias si no fuese porque no sabría explicar por qué. Tiene la certeza de que Seth es demasiado curioso y no se deja convencer con un “porque sí”.
- ¿Te ha gustado? -pregunta atento.
- Ha sido una grata sorpresa.
- Bien.
Sonríe satisfecho y caminan un poco más hasta llegar al coche. El trayecto está otra vez cargado con ese silencio que obviamente pone a Seth de los nervios. No hace más que morderse alrededor de las uñas y de vez en cuando mira por la ventanilla.
- Podríamos repetir, sabes -rompe el silencio por fin.
- No hagamos de esto una costumbre -contesta sin darle demasiada importancia.
Seth se revuelve un poco en su asiento.
- ¿Se puede saber qué te pasa con la gente? -pregunta.
- No me pasa nada, Seth. Me gusta la gente.
- Para comértela -bromea.
- Por fin lo has entendido.
Se rasca detrás de la nuca. Resopla y el flequillo se eleva y cae otra vez sobre la frente fruncida del joven.
- Dices una cantidad de chorradas que no tienen ningún sentido. Si realmente fuese un problema toda la gente que te rodea y te los quisieses comer a todos no vivirías en Forks. Ya sé que soy un crío y que no somos amigos ni nada, pero acepta un consejo. No todos somos Bella Swan.
Edward quiere partirle la cara en ese instante. Le cogería del cuello y se lo partiría tan rápido que no le daría tiempo a transformarse y defenderse. Seth Clearwater no es solo un crío. Tampoco tiene ni la menor idea de quién es Bella Swan.
- No me mires así -dice Seth.
Le tiembla un poco la voz pero no es demasiado perceptible.
- ¿Cómo? -pregunta con hostilidad.
- Como si fueses a matarme.
Para el coche con un frenazo tan rápido y seco que a Seth solo le libra de la muerte el cinturón de seguridad.
- Por el amor de Dios -se queja Edward.- ¿Siempre eres tan insoportable?
- La mayor parte del tiempo.
- Escucha una cosa, Seth.
Ya empezamos, refunfuña el chico en su cabeza.
- Somos enemigos mortales.
- Yo no quiero matarte -rechista.
- Da igual que tú no quieras hacerlo. Da igual que yo tampoco quiera. Es algo más importante que el pacto que hay entre nuestras familias, Seth. Yo no puedo ni debo estar rodeado de nadie que no sea mi familia. ¿Lo entiendes? Siempre acabo haciendo daño a la gente que se acerca a mí.
Seth le observa con la cabeza ladeada ligeramente hacia la derecha.
- ¿Y si alguien quiere ser tu amigo? No le puedes decir a una persona que no quieres ser su amigo y ya está.
- No quiero ser tu amigo, Seth.
- Pero las cosas no funcionan así. Tú no eliges a tus amigos. Es como la familia. Tienes la que te ha tocado.
Edward no lo cree así. Su existencia está regida por un destino que ignora desde el momento en que Carlisle le eligió y le salvó de una muerte para otorgarle otra diferente. Todos los miembros de su familia han sido elegidos por Carlisle durante décadas. De entre los cientos de personas que ahora podrían ser sus hermanas y hermanos, él eligió tan solo a cuatro.
- Las cosas funcionan como cada uno quiere que lo hagan.
- No me hables como si fuese un niño pequeño. Tendrás cientos de años, pero yo no nací ayer.
- Lo siento.
- Ya lo creo que lo sentirás.
Seth abre la puerta del coche con tanta fuerza que podría haberla arrancado. Oye como cruje el metal que la sujeta y su cara se distorsiona durante un segundo que no parece existir nunca. Luego sale tras él.
- ¿Dónde vas, Seth?
- A casa. Y gracias por una noche tan encantadora -contesta a varios metros de distancia y sin darse la vuelta.
- Aún estás lejos.
- ¡Si me cruzo con el Coco creo que me las apañaré!
***
Terco como una mula. Así es como le han descrito desde que tiene uso de razón. Seguramente lo hacían antes de que él supiese lo que es ser terco o que aprendiera a diferenciar a un caballo de una mula. Su padre siempre lo consideró una buena cualidad. Si no fueses tan terco no terminarías nada de lo que empiezas. Siempre le pones empeño a las cosas, Seth. Eso es bueno.
Han pasado exactamente dos semanas y tres días y cree que es hora de poner en marcha la segunda fase de su plan. Puede que Edward Cullen tenga razón y que cada uno decida quién forma parte de su vida. Va a probar que su teoría es cierta y que si él se lo propone, si lo quiere, serán amigos por mucho que el otro no lo desee. De forma que así quedará demostrado que tampoco se eligen del todo. Y después dirá te lo dije.
Acerca los nudillos a la puerta pero antes de golpearlos contra la madera blanca oye un gruñido quejumbroso al otro lado. Y la puerta se abre para revelar al susodicho con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión educada que no deja de resultar poco amigable.
- Tu plan hace aguas por todos lados.
- Hola -dice con efusividad e ignorando el hecho de que por supuesto, sabe por qué está allí.
- Para empezar, no puedes obligar a alguien a ser tu amigo.
- Te traigo un regalo como agradecimiento por acompañarme el otro día -le acerca la bolsa de plástico azul a la cara.
- Y además, llevo media hora escuchando todo lo que se te ocurre.
- No deberías ser tan cotilla. A ver si un día vas a escuchar algo que no querrías saber -guiña un ojo.
El vampiro roda los ojos y deja caer los brazos. Seth menea a bolsa que aún sujeta frente a su cara. Edward fija la vista en ella y luego le mira a él.
- Al menos no sabes lo que es -dice Seth con orgullo. Es la única cosa que ha podido mantener fuera de su cabeza para sorprenderle.
Edward frunce los labios un poco. Lo coge a regañadientes y cuando descubre lo que es tan solo arquea una ceja. Seth se siente bastante decepcionado. Tanto como para irse corriendo. Pero está el asunto de demostrar que él tenía razón.
- Hamlet -dice Edward con menos aire del que no necesita, si es que eso es posible.
- Doy por hecho que lo habrás leído cientos de veces. No será por falta de tiempo -se carcajea sonoramente. Además, no me ha costado nada y estaba cogiendo demasiado polvo en casa.
- Qué detalle tan encantador -contesta entre dientes.
Seth se queda esperando.
- No, Seth. No voy a invitarte a pasar.
- No pasa nada. Siempre puedes salir tú.
- ¡Llévatelo de aquí! -vocifera una voz histérica y femenina desde la casa.
- Si me cierras la puerta en las narices me quedaré aquí fuera esperando -amenaza con determinación.
El vampiro sacude la cabeza. Mira de reojo a Seth y luego cierra la puerta.
- ¿A que no ha sido tan difícil? -pregunta Seth.
- Estoy siendo chantajeado por un crío -se queja Edward.
En otra ocasión Seth se quejaría y pelearía hasta que reconociese que no es un crío. Sin embargo, esta vez lo va a dejar pasar. El pobre vampiro acaba de perder la primera batalla y sería de mal ganador restregárselo por la cara.
Se alejan lo suficiente de la casa para que la hermana de Edward no le huela y la otra no vea sus visiones del futuro interferidas por su presencia. Esa tarde no conversan sobre mucho. A Seth le cuesta más de lo que le gustaría sonsacar una contestación amigable de su proyecto de amigo y éste solo parece disfrutar de verdad cuando oye lo frustrado que se siente por ello.
***
Es el octavo día en semana y media que Seth llega hasta la puerta de los Cullen y no le hace falta llamar. Pero no siempre es Edward Cullen quien le recibe. Su hermano Emmett o su madre, Esme, son los más dispuestos a sus visitas. Ella le recuerda a su propia madre, solo que es un poco más dulce y permisiva. Emmett es como ese hermano que le hubiese gustado tener. Es un poco como los chicos de la manada.
- No lo digas nunca -le sugiere Edward al oído la primera tarde que se da cuenta de ello.
Seth aún no está acostumbrado al frío que desprenden los vampiros y se echa un poco hacía atrás.
- No hay nada de malo en la manada, Seth -continúa con la amabilidad de la que ha empezado a hacer gala ahora que sabe que no hay forma de deshacerse de él.- Es solo que no hay nada malo en no decirlo.
A veces Esme cocina para él. Se sienta en un taburete y observa como trocea zanahorias, tomates, cebollas y cualquier vegetal que tenga al alcance. Hornea carne que Seth no comería ni en una semana pero la deja hacerlo sin decir nada porque la madre de esa familia tan atípica parece la madre de una familia como la de cualquiera cuando lo hace.
- Hacía mucho tiempo que no cocinaba para nadie -confiesa un día mientras esperan a que la alarma del horno suene y Seth pueda probar las galletas con virutas de chocolate y fresa.- Y Bella tampoco comía mucho…
Entonces calla, consciente de que ha pronunciado la única palabra prohibida en la casa de los Cullen. Nunca sabrán si él les oyó y prefirió ignorarlo o no jamás llegó a sus oídos.
Seth se pregunta qué pasó entre su amigo y Bella Swan. Cuanto más le conoce más seguro está que nunca ha sabido ni la décima parte de la historia. Se pregunta por qué su nombre está vedado en esa casa si fue él quien la abandonó. Se pregunta si sabrá por dónde la ha llevado la vida, dónde está y qué suerte correrá.
¿Será Alice capaz de verla alguna vez?
***
Supone que los accidentes pasan.
- ¿Qué te pasa en la mano? -pregunta Seth y señala su mano derecha, apoyada en una roca y con la poca luz que se cuela entre las frondosas ramas golpeándole directamente en la piel.
Seth se inclina, acerca la mano y mueve los dedos por encima, sin llegar a rozarla. ¿Qué demonios es eso?
- Es mi piel -contesta Edward.
- Eso ya lo sé -Seth levanta la vista para mirarle de reojo y luego la dirige otra vez hacia la mano. Edward la aparta rápidamente.- ¡Ey!
- No es ningún espectáculo -se defiende.
Seth le coge la mano con las dos manos y tira de su brazo hacia la luz otra vez. Edward intenta resistirse pero no emplea mucha fuerza. Podría hacerle daño. Seth frunce el ceño y la estudia más de cerca.
-Nuestra piel brilla cuando le da la luz del sol -explica.- Es por eso por lo que nunca salimos cuando hay un día soleado y la razón por la que vinimos a Forks la primera vez. Aquí siempre está nublado.
Seth tantea con las yemas de los dedos un momento antes de asegurarse de que es seguro, de que no lo romperá o lo que sea que piensa que puede ocurrir si toca la piel de un vampiro. No siempre le escucha pensar y por alguna razón inexplicable esta vez es lo que menos desea hacer.
- Es un poco extraño -dice después de un silencio demasiado largo incluso para su gusto.
De pronto le da la risa.
- Es lo más ridículo que he visto en mi vida -confiesa entre risotadas que hacen huir a los pájaros que les sobrevuelan.
Y es una de esas pocas veces en su vida en las que Edward Cullen se queda sin palabras.
***
- ¿Qué quieres ser de mayor?
- ¿Cuándo tenga tu edad? -bromea Seth.
- Ja, ja, ja.
Seth arrastra los pies entre las ramas. Puede distinguir entre el barro y la lluvia que ha caído esa mañana el ligero rastro que ha dejado su hermana esa noche.
- Cuando era más pequeño quería ser cirujano. Ahora mismo no lo sé. Parece que todo lo que hay que ser es lo que soy ahora. Ya no depende solo de mí.
- Es tu futuro, Seth.
Muchas veces Edward le habla como si fuese una persona mucho mayor que él. No un vampiro de ciento y pico años. Una de esas personas que ha vivido demasiado en un espacio corto de tiempo y cuenta con la experiencia suficiente como para aconsejar a los demás. No le quita razón. Es su futuro, pero está ligado a personas de las que no puede desprenderse.
- Ellos son como tus hermanos, ¿verdad? -Seth camina cabizbajo y asiente con la cabeza.- Entonces sea lo que sea lo que quieras hacer con tu vida, Seth, ellos lo entenderán y te apoyarán.
- No es tan fácil.
- Nadie ha dicho que lo sea -concede en voz baja.
Ni el mismo está seguro de los lazos que ahora le unen a toda esa gente de La Push que antes eran tan solo sus amigos y que ahora son como parte de su familia. Ha pensado en ello mil veces. Para Jacob no fue difícil y no ve por qué para él sería diferente. Sin embargo, hay algo dentro de él que le dice que aún debe hacerle frente al cambio que ha sufrido en los últimos meses. Que todos los cambios tienen su momento y su lugar y que ese no está tan cerca.
- ¿Hay algo más que querías ser cuando eras más pequeño? -cuestiona con una sonrisa.
- Quise ser inventor, aunque nunca he sabido qué podía inventar. También quise ser Jedi y luego quise que me mordiese una araña radiactiva.
***
Edward relee su parte favorita de Hamlet en un rincón del salón. Carlisle y Seth juegan la segunda partida de ajedrez esa tarde. Emmett observa bastante aburrido después de más de media hora. Alice y Jasper salieron a cazar hace dos días y Esme no ha tenido que esforzarse mucho en convencer a Rosalie para salir esa tarde a visitar alguna tienda en Port Angeles. Su hermana no soporta a Seth por mucho que él se muestre amigable a pesar de las múltiples razones que le da para odiarla de vuelta. Aunque sea tan solo un poco.
Seth acaba ganando. Es la cuarta vez en quince partidas en la que gana a Carlisle. Según les contó, su padre le enseñó a jugar desde pequeño. Eran de las pocas que solían hacer juntos. Jugar al ajedrez y pescar.
-Venga, lobito. Esta es tu tarde de suerte. Echemos un pulso -Emmett intenta convencerle.
Uno de los múltiples consejos que le dio sobre su familia es que nunca accediese a echar un pulso con Emmett. Es el vampiro más fuerte que conoce y duda que haya lobo caza de superarle. Por mucho que sea su tarde de suerte.
Entonces la oye llamarle insistentemente. Cuánto más se acerca más claro es el mensaje. Deja caer el libro al suelo y en una milésima de segundo se planta en el jardín trasero. Los tres le siguen y no dejan de preguntarle qué es lo que pasa.
Alice aparece junto a Jasper entre los árboles.
- Han vuelto -anuncia Alice y a Edward le da más miedo el hecho de que a su hermana le tiemble la voz.- Los vampiros que pasaron hace un mes.
- Prepararos para salir mientras llamo a Esme -Carlisle parece comprender la gravedad del asunto sin que Alice diga ni una sola palabra más.
Seth les observa y su vista vuela de uno a otro como si tratase de recopilar toda la información que es imposible que adivine sin más. Edward le coge por los hombros y le mira directamente a los ojos.
- Vas a tener que correr mucho, Seth. Son demasiado rápidos y más peligrosos de lo que creíamos.
- ¿Son los vampiros de los que nos advertisteis? -pregunta en voz baja.
- Sí. Algunos vuelven hacia el norte. Tienes que correr y avisar a la manada. Alice lo ha visto y no creemos que vaya a cambiar. Va a haber una lucha, Seth.
Seth asiente y Edward le deja marchar.
Si creyese en Dios y éste tuviese un sitio para él en algún lugar, rezaría para que no sea él.