(no subject)

Sep 26, 2008 18:46

Fandom: Supernatural
Personajes: Sam Winchester, Dean Winchester, asociados xD
Spoilers: hasta el 4x01
Rating: PG-13
Notas: Esto es un regalo de cumpleaños (felicidades again, Ale). No es Wincest, pero quien quiera pensar que follan entre escenas, es libre de hacerlo. Escribo este fandom de puta pena *aviso*
Más notas: en cuanto al argumento, es simple, no lo tiene. Quizá tenga una coherencia temática con la muerte, son viñetas desde la segunda temporada hasta el principio de la cuarta, pero probablemente sea una coincidencia

Te haré un favor (poner tu alma en venta)

(Dean Winchester cree que el minuto entre las 10:40 y 10:41 es el más largo de su vida. Mientras ocurre, está en un lugar completamente distinto. Está en un lugar donde las voces de los demás son sólo sonidos lejanos, un lugar que necesita de contacto físico para recordar que sigue vivo, un lugar en el que está demasiado sorprendido, demasiado aterrado como para cuidar de Sammy.

Cuando la enfermera intenta pararle necesita de toda su fuerza de voluntad para gritar. Quiere que les dejen entrar, pero sabe que realmente sus piernas no le permitirían pasar del marco de la puerta.

Es un minuto lento, tortuoso, en el que puede sentir a Sam a su lado con ojos húmedos y agarrando con fuerza la tela de su camiseta. Oyendo la vida de su padre agotarse por momentos y sin poder hacer nada para remediarlo.

A las 10:41, todo termina.)

La vida de Dean siempre han sido curvas. Giro, giro, parada, muerte, cambio, giro y vuelta a empezar. No se queja, le gustan las curvas, ama las carreteras, le gusta sentir que puede controlar su dirección y aguantar los cambios del destino. Le gusta notar el volante bajo manos de piel rugosa y tararear Don't fear the reaper mientras el aire se cuela por la ventanilla. Es su vida, siempre ha sido y siempre será así, y no la cambiaría por nada.

A veces el movimiento para. Un choque brusco y brutal. Realmente no es inesperado, porque no se puede vivir en un continuo giro y pensando que tienes el control. Tarde o temprano hay un obstáculo o los frenos o la coordinación fallan y te encuentras de pie, en el pasillo de un hospital sin saber qué hacer, cómo reaccionar, si es correcto estar pensando en lo mucho que odias a tu padre en esos momentos, por lo que dice, lo que no dice y por haber muerto. Te preguntas cuando tiempo puedes aguantar de pie hasta que tus músculos cedan y miras a tu hermano. Todo lo que haga falta.

En dos minutos el doctor explica por qué su padre ahora es sólo un cascarón vacío y te da el pésame como si de verdad le importara una mierda lo que ha pasado. Como si realmente fuera importante.

Sam le obliga a volver a la habitación (Llevas una semana en coma) y a descansar (como si realmente pudiera dormir), le acompaña por el pasillo con la mirada perdida en el suelo y quizá un poco, demasiado cerca de lo normal.

Cuando se sienta en la silla que hay junto a su cama, Dean es incapaz de mirarle a los ojos.

(Durante los primeros días en lo único que puede pensar Sam es que lo sabía. Sabía que algo estaba mal desde el momento en el que su padre entró en la habitación y dijo que no quería una pelea. Lo sabía, con su sonrisa y sus distracciones, y él lo dejó pasar porque por una vez todo había salido bien. Porque Dean estaba bien. Cuando le vio en el suelo, se odió con todas sus fuerzas)

La cosa de Dean, es que es un jodido cabezota. Viene de familia, cree. Probablemente en unos años se descubra un gen perdido que cause el cabezotismo y entonces todo el mundo dirá: "Oh, ahí estaba la explicación". Mientras tanto, lo único que Sam puede hacer es cerrar los puños con fuerza y aguantar los estoy bien y las miradas de cordero degollado que no engañan a nadie.

Dean le esconde algo, y no sabe exactamente qué, pero sabe que es algo grande, algo que no está muy seguro de querer saber.

(Recuerda a una Ellen. De cuando John - se ha acostumbrado a llamarle así en su mente - estaba vivo. De hace mucho, demasiado. Solía hablar por teléfono y le oía mencionar su nombre con una sonrisa en los labios, de ésas que permanecen en la mirada durante horas. Dean no preguntaba - Dean nunca preguntaba -, pero sabía que era alguien bueno, que podía hacer sonreír a su padre y las cosas parecían un poco, sólo un poco, mejores.

Claro que esto no se lo cuenta a Sammy, todavía tiene un mínimo de dignidad.)

-Todavía sigo creyendo que papá y ella tuvieron algo.

Dean se revuelve en la cama y levanta la cabeza para mirar el reloj que hay en la mesilla. Las tres de la mañana.

La habitación es pequeña y huele a polvo, sal y gasolina. La cama no es lo que se dice grande, pero hay espacio para dos y eso es suficiente.

El gruñido es casi de desesperación y Dean hunde de nuevo la cabeza en la almohada. Sam está a su lado, manos entrelazadas en la nuca y escrutando el techo. Sammy...

-Lo digo en serio. ¿Nunca te mencionó nada?

Hay payasos asesinos, demonios a cuya familia han asesinado y miles de preguntas sin respuesta. Es típico de Sam comenzar conversaciones sin pies ni cabeza a las tantas de la madrugada.

-Cállate.

Le da la espalda. Arrastra las sábanas e ignora el hecho de que Sam está poniendo los ojos en blanco a su espalda y se gira para dormir de cara a la pared. Espalda contra espalda y separados por unos pocos centímetros que parecen mucho más.

Sabe quién es Ellen (más o menos) y lo que significó para su padre (probablemente), pero no es algo que Sam necesite saber, no con todo lo que está pasando. Sería añadir un peso más a la carga y Sam ya tiene suficiente con sus propias batallas.

(Quedan unas dos semanas hasta el aniversario de la muerte de Jessica. Ha evitado pensar en ello. Lo ha evitado mucho, con más fuerza de la que creía tener. Tanto que era imposible no acabar pensando en ello.

Los sueños se han vuelto más frecuentes. A veces se despierta con esa sensación, en la boca del estómago, como esperando que ella esté allí al volverse en la cama. A veces está tan seguro... Puede oler su champú, puede sentir su piel bajo las yemas de los dedos, y su voz resonando en sus oídos.

A veces cree que le está advirtiendo.)

A Sam le hace gracia observar cómo Jo se comporta con Dean, porque es tan obvio que son tan parecidos que resulta hilarante.

Excepto por lo de la música. Ha visto alguna de las canciones que hay en el bar de carretera y, Dios, Dean va a salir corriendo si llega a oírlas. Eso si no decide quemar el jukebox antes.

Elton John, Sarah Mclachlan, Oasis, Robbie Williams, Frank Sinatra.

No está nada mal, pero en términos de Dean es el infierno. (Excepto por el hecho de que Sam sabe que por mucho que intente negarlo, Dean escucharía algunos de esos discos si no hubiera nadie cerca para atestiguar que lo ha hecho)

Por eso cuando les mira, a Jo (con su perfecto pelo rubio y esa pose insolente, sonriendo como si no le importara nada y mirándole de reojo para saber si él la está mirando) y a Dean (siempre, siempre, mirando hacia otro lado), está perfectamente seguro de que esa relación está condenada al fracaso.

(Dean no sueña. Es una norma autoimpuesta. No quiere, ergo, no lo hace. Sabe que si soñase serían pesadillas. Y sabe que si fueran pesadillas, serían realidad. Así que no sueña.)

Empiezan una semana después de dejar Arizona y son tan vívidos que después de despertar Dean cree que puede oler el aroma a pólvora en su almohada.

Las sábanas están casi en el suelo, tiene la frente cubierta de sudor y el colchón gime cuando se incorpora de golpe. No lleva la mano debajo de la almohada, donde está su machete, sino al cuello, agarrando su colgante con fuerza.

Respira lento y profundo (Una. Dos. Tres) y no suelta el medallón. Lo único que resuena en la habitación son sus propios latidos (erráticos, palpitando como si huyeran de algo) y la respiración de Sam desde la cama contigua.

Después de cinco minutos se autoconvence de que está haciendo el idiota y de que los sueños son sólo eso, sueños.

Se duerme después de dos horas, apretando con fuerza el colgante y decidido a no permitirse soñar.

("Lo que está muerto, debería permanecer muerto." No sabe qué es peor, que Dean esté diciendo esto, o que Sam no sea capaz de abrazar a su hermano.)

Sam siente la punzada de dolor en la espalda. Dolor blanco, candente. Es prácticamente todo lo que siente, mientras se le doblan las piernas. A medio camino hacia el suelo, con el "Dean-" en los labios y desplomándose sin apenas ser consciente de ello.

Dean.

Porque Dean le recoge. Es lo último que recuerda, antes de que todo desaparezca. El sabor metálico en la boca, sus manos rozando la arena que cubre el suelo, los brazos de Dean sujetándole, evitando que caiga definitivamente. A cámara lenta, Sam lo ve todo, y piensa Ya está. No es un adiós definitivo, ni siquiera es un adiós. Sam piensa Ya está, porque Dean está allí, porque Dean se encargará de todo (siempre lo hace). Porque Dean está allí y eso siempre es bueno.

Es entonces cuando deja de respirar.

(Las pesadillas de Dean varían entre lo real y lo más real aún, y a veces se intercalan con momentos de conciencia en los que atrapa el rifle por puro reflejo.

A veces Sam aparece en ellas. A veces no, y eso es lo que le preocupa. Todas tienen que ver con Sam, de alguna manera u otra. Cuando Sam no está, cuando es sólo Dean, y su hermano escapándose de su alcance, la certeza de no poder recuperarlo. Esos son los momentos en los que Dean se despierta buscando el rifle, y mirando a su lado, a la figura enorme que duerme en la cama contigua. Que duerme y respira y, sobre todo, está ahí.

Las otras pesadillas puede soportarlas, son ésas las que le derriban por dentro.)

Al principio Dean se pregunta cuál es la diferencia. Tener alma, perderla. Cuál sería la diferencia, si no incluyera una muerte lenta y dolorosa (¿y ha mencionado dolorosa?).

Cuál es la diferencia entre albergar la posibilidad, o saber con certeza que estás destinado al infierno. Sin remedio, esperando a ser colocado en el palco familiar. Sabe que antes era diferente. Dean nunca pensó que iría al cielo. Nunca pensó en el concepto de cielo como tal, pero sí en algo diferente. En algo que no es demonios y sangre y dolor.

Después deja de preocuparse, prefiere que el miedo (y es terror puro, en realidad) se encargue de todo.

(¿La verdad? La verdad es que desde que tiene conciencia, Samuel Winchester ha estado asustado de muchas cosas. Empezando por el monstruo debajo de la cama, cuando tenía cuatro años. Siguiendo por esas noches en las que despertaba en un motel y sólo quedaban Dean y él en la habitación -pero llegó a acostumbrarse a ello-. Tenía miedo de Alice Kendall, en el tercer colegio en el que se matriculó, cuando ella se puso de puntillas y él tembló durante todo el primer beso.

Ahora mismo. Ahora mismo Sam no está asustado. Cree que ha pasado ese punto. Ahora mismo no hay nada, nada, que le aterre más que la perspectiva de no tener a Dean allí, con sus bromas estúpidas y acariciando el volante del Impala como si fuera su primera novia.

No es miedo, no es terror, es algo más.)

-Piensa que podría ser mi última hamburguesa, Sammy.
-Utilizaste esa frase hace dos días, prueba otra nueva.
-Piensa que podría ser mi última hamburguesa en Indiana, Sammy.

Sam enarca las cejas y acaban en un diner con camarera rubia incluida -Dean no se fía de las camareras, no desde Bela y ese Asunto Humillante del que No Hablan- y algo que técnicamente es una hamburguesa, pero Sam está convencido de que contiene bacterias primitivas en su interior.

-Si es tu última hamburguesa en Indiana podrías aspirar a algo mejor, Dean.

Dean sonríe enseñando colmillos antes de llevarse media hamburguesa por delante, ketchup chorreando sobre el plato.

Sam no sabe si reírse o vomitar.

(El infierno según Dean Winchester. Es carne desgarrándose y sangre impidiendo concentrarte en otra cosa. Sangre caliente, deslizándose por tu cuello, por tu pecho. Bombeando por debajo de piel rota y agolpándose en tus oídos. Sangre, es lo único que puedes recordar. El Infierno, según Dean Winchester, no tiene nada que ver con estar muerto.)

Dean no recuerda nada de eso.

Sí, hay flashes. A veces se mira en el espejo y todo vuelve, durante una fracción de segundo. Vuelve, y es demasiado como para comprenderlo, como para sentirlo, en un solo instante.

(Sam Winchester cree que el minuto entre las 00:00 y 00:01 es el más largo de su vida. Mientras ocurre, mientras está aprisionado contra esa pared, escucha los alaridos de Dean. Aullidos de dolor, y él es incapaz de mover un músculo. Durante ese minuto -durante ese año- piensa que las tornas se han vuelto. Que debería ser capaz de cuidar de Dean, de salvarle, a cualquier precio. Así funciona su familia, así funciona con su hermano. Incluso los demonios pueden advertirlo -explotarlo-. Hay una pequeña parte en su mente que piensa... Que piensa que han burlado a la muerte demasiadas veces. Que sólo retrasan lo inevitable. Y aún así está convencido de que esos límites no significan nada, porque si se han encontrado el uno al otro, vivos o no, esta muerte no va a cambiar eso.)

De tres, Sam es sincero en dos cosas. No es la primera vez que le miente a Dean, y tampoco será la última. Sólo le oculta lo de Ruby porque la verdad duele mucho más que una mentira piadosa, aunque tenga la certeza de que se volverá en su contra en algún momento.

Es totalmente sincero cuando pide perdón por no haberle salvado. No a tiempo. Y esa sensación -amedrentada con alivio-, no deja de taladrarle el pecho como si le hubieran quitado algo que era suyo por derecho. Dean. Su hermano. La convicción de que debería haber sido su obra, de que debería haber sido él quien cerrase el círculo.

Pero Dean está vivo. Está aquí. Obra suya o no, seres celestiales involucrados o no, Dean respira, y Sam se va a encargar de que eso siga así.

personaje: sam winchester, fandom: supernatural, tipo: gen, personaje: dean winchester

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