Un poco de Tastameta Q
Cuando comencé a escribir fic a los 20+ todavía me daba vergüenza escribir escenas explícitas, así como desarrollar personajes populares en el fandom, o siquiera inventarme nombres para personajes secundarios originales.
21 años y un parto doloroso de 13+ horas sin epidural después, gran parte de esa vergüenza se ha ido por el retrete, no queda apenas un solo estudiante Slytherin conocido que no haga un cameo en mi Universo Slytherpuff, y este año rebauticé hasta al último anónimo significativo, porque los motes empezaban a ser confusos hasta para mí.
En paralelo al aumento exponencial del mariconeo, este universo será más maduro que el Hufflepuff y, aunque ahonda en la etapa escolar de Adrian en la primera mitad de los 90 (cuatro años de mi vida invertidos en tiempo real), el hilo argumental está más orientado al mundo adulto post-Hogwarts. Adrian llegará más lejos en 2014 que Justin gracias al Mundial de Quidditch y el futuro que vendrá después.
Los años 90, en los que se desarrolla la saga Harry Potter y mi propia adolescencia, eran todavía ignorantes y hostiles hacia cualquier rasgo queer. Lo queer era objeto de bromas y parodias, nunca un factor sensual. En mis círculos sociales nadie salió del armario antes de llegar a la universidad. Las bromas sobre la “college experimentation” son la pura realidad. Era el entorno más seguro para descubrirse.
Como en el mundo mágico no hay universidad, sólo les queda la “Hogwarts experimentation”. Un internado mixto oculto en mitad de la verde y húmeda Escocia da para magia, quidditch ¡y mucho más! 🍆💕🍆
Pese a que entiendo la controversia por la toxicidad de la autora original, quien ha vivido lo suficiente para convertirse en una villana, creo que su obra forma parte ya del patrimonio intelectual de la humanidad, y nos pertenece a los fans para seguir soñando despiertos con mundos mejores en los que la comunidad queer sea la protagonista.