Título: Navidad, al fin y al cabo.
Personajes: Kai Hiwatari, Tala Ivanov, Bryan Kuznetzov,Spencer.
Género: General, Amistad, Humor.
Rating: T
Advertencias: Rusos. Leve insinuación de Shonen Ai.
Resumen: Navidad. Una época especial para muchas personas. Pero... ¿Qué pasa cuando un día que ha sido normal por toda su vida, se convierte en su primera Navidad? Los Blitzkreig Boys tienen la respuesta.
Disclaimer: Beyblade no me pertenece. Pertenece al talentoso, Takao Aoki, al cual le agradezco infinitamente por traer a mi mundo tan bella y shipeable obra de arte.
21/12/07.
1. Capítulo 1- Primera Vez o Preparativos.
Navidad.
Una época del año donde todas las casas y comercios eran adornados con escarcha, foquitos de colores, el famoso pino con esferas, muérdago sobre las puertas, guirnaldas en la puerta principal, abetos y muchas cosas más.
La Navidad era, y es, una de las mejores épocas de todo el año. Esperada con ansias por los niños pequeños, y no tan pequeños.
Una época donde la familia se reúne, se cantan villancicos, se hace la tradicional cena familiar, se quiebran piñatas, se dan regalos a los seres queridos, se celebra en grande.
Sí, la Navidad podía ser la mejor fiesta del todo el año. Familias juntas y felices. Amor y Paz. Felicidad.
Pero todo eso... aquella época que hasta en el aire se sentía; aquella época tan especial para miles de personas, no significaba más que un día normal para aquella persona que caminaba por las transitadas calles de Rusia.
Su semblante reflejaba molestia al ser golpeado por aquellas personas distraídas con bolsas o paquetes envueltos, y lo que más lo hacía rabiar sin duda alguna era que se detenían, se disculpaban con una enorme sonrisa y le deseaban una "¡Feliz Navidad!".
Sí, a él, a Kai Hiwatari. A la persona que detestaba aquellas fiestas, por creer que eran superficiales y banales; pura comercialización, al aumentar los precios hasta las nubes. Al aprovecharse de aquellas personas que celebraban aquella fecha, y personas como él, personas que nada tenían que ver, resultaban también afectadas con los altos costos.
Quizá, muchas personas pensarían que era un Anti-Navidad. Un Grinch. Una persona amargada, pero no era así. Él tenía una razón para repudiar aquella fecha. Para no celebrar la Navidad.
Y es que desde pequeño, su "querido" Abuelo, Voltaire, le había dicho que esa era una tonta celebración donde los medios aprovechaban para sacarles más dinero, haciéndoles creer que tenían que comprar regalos costosos; comprar aquella cursi decoración, el arbolito, las lucecitas; todo eso, que no era "necesario".
Y así, cada que llegaba la Navidad a la mansión Hiwatari, ésta era una simple cena más, en completo y absoluto silencio, ya que ni los sirvientes estaban. Estos festejaban aquellos días acompañados de su familia y seres queridos, mientras ellos, los poderosos y ricos Hiwatari estaban sumisos en su soledad, en un ambiente frío, triste y desolador.
Kai, aún recordaba cómo todos los años salía al balcón y veía emocionado todas esas lucecitas brillantes que parpadeaban. A las personas que festejaban en casa con toda la familia en un ambiente cálido y feliz. Veía todo aquello con una emoción y ansias que jamás había conocido ni conocería jamás, al menos, no teniendo como Abuelo y tutor a Voltaire Hiwatari.
Sin más y regresando a su triste realidad, regresaba a su fría habitación, donde era arrullado por la lejana música y las alegres carcajadas. Y a la mañana siguiente, la cosa empeoraba. Pues todos los niños corrían y eran felices al recibir juguetes y ropa nueva, todo por cortesía del que ahí conocían como Ded Moroz, aquella entidad que viene en trineo con tres caballos blancos y un enorme saco lleno de regalos.
Aquella persona, nunca llegó a su casa. Nunca le trajo nada, a pesar del fuerte deseo que el bicolor imprimía en ello y de lo bien que se portaba. Así pues, y con el pasar de los años su corazón se cerró. Creyó por completo aquellas palabras de su Abuelo, no importándole en lo más mínimo aquella época.
Y a causa de esto, había regresado a Rusia, dejando a sus amigos con su tonta celebración de Navidad, allá en Japón, yendo al único lugar que sabía que tampoco celebraban esa fecha y en el cual, luego de una breve conversación con Ivanov, sería "bienvenido". Sí, en efecto, la Abadía.
Si había alguien más que no soportaba y festejaba esa fecha, sin duda eran los rusos. Sus compañeros de equipo, los Blitzkreig Boys. Aquellos, que al igual que él, fueron entrenados por Biovolt, para el ejército de su Abuelo.
O al menos... eso era lo que creía Kai. Pues al llegar a dicho lugar, se quedó petrificado. En blanco. Completamente inmóvil. No podía ser cierto lo que veía, tenía que ser un error.
Así que talló sus ojos, vio la placa del lugar un par de veces y sí, no había dudas. Era la Abadía. Pero entonces... volvió a mirar el lugar, detallando que lo que había visto en un principio y lo había desorientado era real.
¿Pero cómo... cómo era posible? No lo entendía.
Dicho lugar estaba lleno por todas partes de foquitos de color que prendían y apagaban rítmicamente. En el jardín, había un enorme árbol de navidad (natural) adornado con escarcha, esferas, monitos y hasta arriba la típica estrella. Aquello, acompañado con la tenue nieve que caía desde hace rato hacían del lugar un... un perfecto lugar de celebración de Navidad, pero... ¿En la Abadía?
Sin duda alguna, el mundo se iba a acabar en ese momento.
El ruso-japonés suspiró, dándose la vuelta para marcharse lo antes posible de ahí. No fuera que salieran los rusos bailando con trajes y sombreros rojos con blanco y unas botas negras y lo invitaran a pasar. Primero muerto que ver "eso".
En eso estaba cuando...
- ¿Kai?
Una voz conocida le llama un poco más adelante, haciendo que se sobresalte un poco.
- ¿Ah? -con algo de temor alza su vista, viendo a los aludidos que recién llegaban con un montón de bolsas y paquetes, y por suerte, con sus ropas normales.
- ¿Qué haces aquí, Kai?
Cuestiona confundido el líder de los Blitzkreig, más que nada al verle con la intensión de marcharse enseguida.
- Eso no importa. -Bryan le interrumpe, avanzando hacia él con una enorme sonrisa que para nada le da buena espina al bicolor. Ni a nadie que conozca al ruso.- ¡Qué bueno que hayas venido, Kai! Pero vamos... entremos, no te quedes ahí.
Sin preguntarle siquiera y antes de entrar de lo más campante a la abadía, le da algunas bolsas y paquetes para aligerar por completo su carga. Por lo que al verle irse, y de tan buen humor, Hiwatari mira confundido a Spencer y Tala, los cuales, sólo suspiran cansados, continuando con su lento y pesado camino.
- No preguntes, quieres... -le dice sin ánimo Ivanov, pasando a su lado y dejando atrás a un confundido Hiwatari.
Sin más remedio por ahora, Kai sigue al par de rusos con la clara intención de descubrir qué pasa ahí, y por qué el cambio tan repentino en aquel lugar.
Continuará...